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Harto de ser lo que se espera, harto de hilar para sentirme inteligente... 
Escrito por Yosi_ el miércoles, 2 de abril de 2008

Parece ser que al cabo del tiempo, al sector de población más conformista y pasivo que se ha visto en los últimos tiempos le ha picado la mosca y ha decidido ponerse en movimiento. Como podemos ver en la web creada al efecto, tras contemplar impasibles durante años la progresiva pérdida de derechos que poco a poco han sido arrebatados por la patronal, un colectivo se ha liado la manta a la cabeza para resolver la situación apelando nada más y nada menos que a una huelga general.

Vaya por delante que no tengo nada en contra del particular, pero me sorprende bastante que se pueda llegar a tener tanta cara, tomando a la gente por idiota. No hay más que pararse a analizar el manifiesto que expone los principios de la movilización, cuyo texto comienza así:
Nosotros. Jóvenes de entre 20 y 38 años, la generación más preparada de la historia de España: Ingenieros, Abogados, Médicos, Técnicos, Investigadores, Artistas, Diseñadores, Periodistas...

La generación más preparada de la historia. Vaya. Y a continuación, ristra de titulaciones universitarias. O bien estos señores titulados estan dando a entender que el problema más grave en este pais lo tienen los "ingenieros, médicos, abogados...", por lo cual todo el mundo debería solidarizarse con ellos (me niego a decir "nosotros", no puedo), o bien sencillamente han decidido hacer una web molona que arrastre al estereotipo de persona que se mueve por ciertos lugares de internet (lugares donde se ha promocionado esta web, por supuesto) y le están echando al tema más cara que un saco de perras. Porque la verdad, no le encuentro otra explicación al hecho de convocar una huelga general, démosnos cuenta de las implicaciones que esto tiene, sin ni siquiera mencionar a la base de la pirámide laboral, el colectivo formado por personas sin titulación, oficio ni beneficio. En definitiva, sin un papel que les de la posibilidad de subir un solo escalón en la jerarquía social que siempre ha dado un trato preferencial a quién ha nacido en un lugar apropiado para acceder a la posibilidad de costearse una carrera, económica y psicológicamente.

Escrito por Yosi_ el viernes, 22 de febrero de 2008

La juventud actual ama el lujo, es maliciosa, es malcriada, se burla de la autoridad y no tiene ningun respeto por los mayores. Nuestros muchachos de hoy son unos tiranos, que no se levantan cuando un anciano entra a alguna parte, que responden con altanería a sus padres y se complacen en ser gentes de mala fe...

O al menos eso es lo que se pensaba varios siglos antes de Cristo. Tal vez a estas alturas podríamos haber llegado a la conclusión de que las cosas no han cambiado tanto como quisiéramos creer, pero asumiendo que vivimos tiempos acelerados, en los que un siglo puede suponer en términos "evolutivos" (a nivel social, no biológico, claro está) lo que antaño requería de un milenio, voy a aceptar el tópico. No de forma literal, sería excesivo, sino entendiendo que tal vez vivamos situaciones nuevas, o al menos que nos veamos obligados a digerirlas más bruscamente que en épocas anteriores, y a partir de ahí plantear que quizá pueda haber una razón para afrontar la situación con cierta perplejidad e impotencia.

Por supuesto eso no implica que debamos unirnos al hilo mediático que a la luz de los sesudos estudios trata de mostrar unas nuevas generaciones cuasi analfabetas, sin inquietudes, motivaciones ni cualquier otra cualidad que se nos pueda ocurrir. Porque no puede ser, ninguna sociedad se transforma de la noche a la mañana como por arte de magia, así que quien se vea dispuesto a defender posturas apocalípticas sobre como hemos pasado de la excelencia (y lo suelen decir de sí mismos, de su propia generación, todo un alarde de modestia) al más rotundo fracaso, debería comenzar por plantearse qué ha pasado con esa genial generación, responsable de lo que según algunos constituye el mayor fracaso educativo de la historia. Llegados a ese punto se hace el silencio sepulcral en el dominio público, y comienzan las intrigas de los expertos de barra de bar. "Falta disciplina", "lo arreglaba yo con un par de ostias", "es que lo tienen todo", etc, etc... múltiples son las sentencias que siembran los alegatos de los iluminados de turno, pero al final todo confluye hacia una misma teoría: "la culpa es de la LOGSE".

Escrito por Yosi_ el miércoles, 6 de febrero de 2008

Hay palabras con un enorme contenido semántico que sin embargo, merced a ciertos intereses, se ven sometidas a una simplificación que deja los términos encasillados dentro del margen de los cuadriculados prejuicios de quienes creen estar de vuelta de todo y tratan de que los demás no logren llegar a algún lugar. Y el problema de todo esto surge cuando al más puro estilo de las novelas de Orwell, un uso confuso o limitado de determinados conceptos hace que la capacidad de realizar una abstracción acerca de una acepción eliminada o socialmente omitida desaparezca en el fragor de la cotidianeidad.

Evidentemente todas las lenguas tienden a simplificar todo aquello que de alguna forma complica el proceso de la comunicación, y ello produce un empobrecimiento progresivo que en absoluto me parece negativo. Al contrario, creo que siempre es deseable que los medios (y el lenguaje lo es) no supongan un estorbo, sino que simplemente pasen desapercibidos en favor del verdadero protagonista, el fin que se busca a través de ellos. Sin embargo en ocasiones hay conceptos que quedan huérfanos de palabras que los describan, o lo que es aún peor, son sustituidos por algún eufemismo que fuerza una visión concreta de algo que en principio no es así. Y por supuesto está el caso que mencionaba al comienzo (y hay por aquí algún blog que trata una temática similar), términos que por alguna razón son recluidos dentro de un area de acción muy escasa, que limita gran parte de su potencial.

Escrito por Yosi_ el lunes, 28 de enero de 2008

Se que el título puede parecer excesivamente frívolo o sensacionalista, pero creo que describe bastante bien lo que me propongo analizar a continuación. Quien más, quien menos, todos utilizamos a diario los desgastados tópicos acerca de los problemas de la vida y de la sociedad, cada uno abordando los temas que (ya sea el propio individuo o los medios, instituciones o personas que se ocupan de pensar por él) considera de mayor interés. Y bueno, de todos estos comentarios hastiados que solemos escuchar tras el obligado parte meteorológico tan característico de las conversaciones de ascensor, se pueden extraer fácilmente varias conclusiones no muy halagüeñas acerca del nivel de conciencia del ciudadano medio. O al menos esa es mi impresión, ya que por alguna extraña razón mis inquietudes no suelen coincidir en absoluto con las de la gente que me rodea.

Hablo desde una humilde posición de estricta subjetividad, por otro lado irreprochablemente honesta, si digo que cada día estoy mas convencido de que casi nadie (entiéndase, se que en realidad hay muchos, hablo siempre en términos relativos) se preocupa por las cosas que realmente contribuyen de forma sustancial a amargarnos la vida. Y en este caso quiero plantear la enorme escasez que la inmensa mayoría de nosotros sufrimos en lo tocante a uno de los factores (a mi parecer) más importantes a la hora de tratar de alcanzar una vida digna: el tiempo.

Escrito por Yosi_ el miércoles, 16 de enero de 2008

Hace aproximadamente una semana, en el programa de la mañana de la cadena SER se planteó un debate acerca de la problemática que en ocasiones suponen las nuevas tecnologías en manos de niños o adolescentes, y como en principio el tema me pareció de interés, me arriesgué a prestar atención. Vaya por delante el hecho de que yo no soy ni trato de parecer un gurú de la informática, así que me voy a ahorrar las tópicas correcciones resabiadas de términos y conceptos que evidentemente la gente ajena al mundillo confunde y utiliza fuera de lugar. Es cierto que en algunos casos resulta frustrante, pero resulta comprensible, a pesar de tratarse de periodistas de prestigio en el programa radiófonico de máxima audiencia de este país, que aún realizando un buen trabajo de documentación haya cosas que patinen y no vayan acompañadas de la rigurosidad que sería deseable a la hora de ofrecer una serie de datos que indudablemente generan opinión en los oyentes.



Sin embargo hay un aspecto con el que me suele resultar más complicado ser tolerante. Se trata de la postura reaccionaria de la cual los grandes medios suelen hacer gala cada vez que se trata un tema de estas características, adoptando la clásica posición del abuelo cebolleta que se empeña en ver los cuatro jinetes del apocalipsis en todo aquello que signifique cambiar lo que tradicionalmente (para ellos, claro, la batalla generacional siempre ha estado ahí) se ha llevado a cabo de una forma determinada.




Escrito por Yosi_ el sábado, 5 de enero de 2008



Inquietante reflexión gráfica vía menéame que me he tomado la libertad de reproducir aquí. Creo que capta perfectamente un problema social de primer orden, mostrándonos como hemos "evolucionado" a lo largo de miles de años, desde la primitiva admiración de los atributos femeninos representativos de la buena salud y la fertilidad, hasta la moderna idolatría hacia lo que constituye un modelo de... ¿Alguien puede explicarme que coño significan los actuales cánones de belleza, aparte de una inagotable fuente de dinero para los iluminados que los promocionan y una verdadera pesadilla para tod@s l@s adolescentes (y no tan adolescentes) que los sufren?

Escrito por Yosi_ el sábado, 22 de diciembre de 2007

Me parece vergonzoso. No voy a tratar de ser la voz discordante que vaya a apoyar la decisión del gobierno respecto al famoso canon patrocinado por SGAE, que a mi parecer ha llegado a niveles de surrealismo preocupantes. Desde luego las anteriores medidas ya resultaban indignantes, y desde mi punto de vista carentes de cualquier posibilidad de justificación, básicamente porque siempre se centraron en buscar el beneficio de las grandes compañias y los autores de cierta relevancia a nivel social tratando de perpetuar a la fuerza un modelo de negocio en extinción en contra de la realidad social por un lado, y de todos los autores que aún no se habían subido al barco por el otro. Porque no nos engañemos, la agonizante gallina de los huevos de oro que con la debida atención clínica aún tiene fuerzas para sufragar las mansiones de los cuatro privilegiados ha servido en gran parte para frenar (afortunadamente no detener) el avance de quienes han intentado abordar otras formas de difusión y asumir alternativas a la hora de redefinir conceptos cada vez con menos contenido real.



Lo nuevo sigue la línea que ya había sido marcada con anterioridad, pero echándole cara, buscando resquicios más allá de la sospecha remotamente razonable para llenar la saca con la mayor celeridad posible mientras el chollo aguante. Sin duda es indignante, para que negarlo (más adelante explicaré la razón, que probablemente no coincidirá con la mayoritaria), una de esas cosas que se escuchan meneando la cabeza e insinuando entre dientes “lo que hay que oir”. Y sin embargo mucho más grave que la vertiente económica del asunto me parece la puramente ideológica que se está acometiendo a nivel mundial, con esas gigantescas campañas de concienciación que tratan de convertir en delincuentes a la práctica totalidad de la sociedad. Evidentemente conseguir que funcionen a gran escala implicaría un importante ejercicio de “doblepensar”, porque es obvio que la gente no va a cambiar un comportamiento ya arraigado que pese a los esfuerzos de las altas esferas no se ve como algo condenable, pero no deja de ser descorazonador como se dilapida el presupuesto público en esos intentos moralizadores.




De todas formas lo interesante de este tema no es todo lo expuesto ahí arriba, sino las contradicciones a las que da lugr. Voy a partir de lo personal, algo que en general considero intrascendente, pero que en este caso he decidido pormenorizar para evitar caer en el saco de quienes defienden una misma postura debido a criterios muy diferentes, en ocasiones opuestos. Yo no tengo nada en contra de que un porcentaje de mis impuestos sea dedicado a la creación y difusión de cultura en cualquiera de sus campos, es más, me parece algo digno de ser considerado.

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