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Escrito por Cronos el viernes, 4 de marzo de 2011

El peso de la decisión.

Otra patrulla, a lo lejos. Al menos una decena de lezzars, y no de los débiles precisamente. Pasos pesados y sonido de metal al caminar. Iban bien armados. Seguramente serían de los de escamas negras, más grandes, fuertes y astutos que los demás. Probablemente, por lo que le habían contado sus compañeros, si se enfrentasen a ellos los vencerían, pero ¿y la siguiente patrulla? ¿Qué harían con ella? ¿Cuántas más vendrían detrás de la primera? Ya eran demasiadas las que habían encontrado, y cada vez eran más frecuentes, y era más arriesgado evitarlas. Tenían que volver, era evidente.

Tendría que retroceder y hablar con sus compañeros. La conversación sería, con toda seguridad, complicada. Últimamente habían avanzado muy lentamente. Habían necesitado dar varios rodeos para evitar a sus enemigos, y esta zona del submundo no le era totalmente conocida, lo que les obligaba a hacer largas exploraciones como la que estaba haciendo para averiguar qué camino era más seguro, o si podían avanzar más rápidamente que los carros por vías alternativas, más estrechas, que sus enemigos no podrían tomar, y probablemente estarían menos vigiladas que su ruta principal.

El mayor peligro que corrían era que nadie en el exterior sabía que estaban allí, ni lo que había sucedido con la ciudad de Norrdarr ni con Valgrim. Al menos uno de ellos debía escapar y comunicar al nuevo gobernador y al senado lo sucedido, o estarían tomando decisiones sin la información necesaria. Lo único que le consolaba con respecto a esto es que, aun bajo tierra, habían avanzado bastante hacia el sur, lo que les acercaba un poco a Fortaleza. Si podían seguir la trayectoria de subida que había trazado en su mente, cuando llegasen a la superficie tendrían la mitad del camino cubierto. Perderían tiempo, pero no más de dos o tres días. Era aceptable, pero no podían seguir retrasándose.

Llevaban ya casi una semana deambulando por las profundidades del submundo lo que le había servido para empezar a conocer algo mejor a sus extraños compañeros. No estaba nada seguro de si sería capaz de convencerles. El problema principal sería la elfa. Entre lo que le habían contado y lo que había observado, estaba obsesionada por los niños. Parecía creer o sentir que lo que les sucediese era su problema, como si ella fuese la causante de sus males. Estaba convencido de que, de no estar ella, habrían dado la vuelta para informar hacía dos o tres días, cuando comenzaron a encontrar patrullas y controles de los lezzar cada poco y a tener problemas para avanzar. Tenía la mirada que tienen los que buscan la redención a través de su propia muerte. Esto era muy indicativo, pues no era algo común en un elfo. Para convencerla no llegaría con argumentos racionales, tendrían que utilizar argumentos emocionales, y eso a él no se le daba demasiado bien.

El caballero sería más fácil de convencer, era evidente que odiaba estar allí abajo, dependiendo de sus compañeros para poder hasta moverse, aunque por otro lado era impredecible y no parecía ser del tipo de personas que se dejan llevar por su propia comodidad o sus problemas. Al contrario, casi parecía de esos hombres a los que el sufrimiento les hace sentir vivos. Y era evidente que tenía un fuerte vínculo afectivo con sus dos compañeros, además de ser muy impulsivo, lo cual hacía muy difícil de prever qué haría.

Y finalmente estaba el extraño hombre acorazado. Tenía enormes dudas con respecto a él. Su comportamiento parecía el más calmado y racional de los tres. Hablaba poco, y cuando hablaba, decía mucho con pocas palabras, y eso le gustaba. Además, parecía poder detectar a los lezzar antes que nadie, como si los oliese o como si su mente los pudiese localizar sin esfuerzo, lo que le hacía especialmente útil y, a la vez, especialmente sospechoso. Cuanto más avanzaban menos hablaba, y además, por su rostro, parecía sentir dolor en ocasiones, cada vez más frecuentemente, como si estuviera enfermo. Por la noche tenía horribles pesadillas en las que parecía que le infligiesen un dolor insoportable. Otras veces parecía discutir consigo mismo en sueños, aunque era muy difícil saber sobre qué discutía, puesto que hablaba casi en murmullos y se entendían muy pocas palabras. Lo más llamativo de esos sueños o pesadillas era que había varios tonos de voz interviniendo, y parecía que se producía una conversación calurosa, elevada de tono entre las distintas voces.



Por si todo esto fuera poco extraño, estaba aquella armadura, que él había definido como su piel. Había oído hablar de antiguas reliquias y de oscuros rituales que tenían que ver con esa idea, unirse con una armadura hasta hacerla parte de la propia piel, pero Mirko no encajaba con lo que sabía de ese tipo de prácticas. Además, esa armadura en particular, tenía una propiedad más, aun más inquietante. El metal con el que estaba hecha era una aleación de plata maldita, un mineral que era bien conocido por todos los enanos, por haber causado el Gran Cisma entre los suyos en los Primeros Días. Era tan peligroso como poderoso, pues obcecaba la mente y ennegrecía el alma de aquellos que lo trabajaban o estaban demasiado tiempo en contacto con ella. Y Mirko decía que eso era su piel. Aún no había encontrado el momento para hablar con él sobre el tema, pero, si seguían en contacto, tarde o temprano lo haría. Si no fuera por los tres anillos que le habían mostrado, que de ningún modo podrían haber sido conseguidos de forma ilícita, puesto que estaban protegidos con un potente encantamiento que hacía que la inscripción del sello cambiase levemente si su portador no era aquel al que había sido entregado, desconfiaría y mucho de las intenciones de sus compañeros. Sin embargo, esa magia no era fácil de imitar ni de contrarrestar, así que la opción más razonable era confiar en ellos. Además, era sabido que Saryon, al que el senado había nombrado gobernador, era el líder de la Orden de Isvar, e igualmente era sabido que la mayoría de los Caballeros de Isvar eran especialmente duchos a la hora de leer el corazón y las intenciones de la gente, lo que hacía más improbable todavía que pudiese estar siendo víctima de un engaño.


Esperó hasta que los pasos de la patrulla comenzaron a alejarse. Lenta y silenciosamente comenzó a retroceder hasta el lugar en el que había dejado a sus compañeros preparándose para acampar.

Como media hora después, cuando llegó, Mirko parecía dormir, aunque bastante intranquilo, mientras Adrash estaba en una zona adyacente y bastante oculta realizando sus rezos, rituales o lo que quiera que hiciera cada día al acampar y al levantar campamento. Creía que tenía que ver con los encantamientos de su espada, seguramente necesitaría reforzarlos y cargarlos de magia cada cierto tiempo. Esto le había llamado la atención, pues no era una práctica común en ninguna orden de caballería conocida en la península. El propio Adrash le había dicho que venía de muy lejos. Eran extrañas compañías estas, sin duda, propias también de tiempos convulsos.

Vanya, que había ido a explorar otro sector cercano no había regresado aún, aunque no sería la primera vez que descubría que la elfa había estado oculta muy cerca de ellos, escuchándoles en silencio, o meditando. Parecía que le gustase estar sola.


Al poco, Adrash salió de la pequeña cueva que había usado para evitar que la luz que emitía su espada durante sus rezos fuese observada a demasiada distancia.

- Hola Grim, bienvenido. ¿Alguna novedad?
- En esa dirección cada vez hay más patrullas. Evité dos, y decidí regresar. -Grimmlock se había sentado cerca de Mirko, que continuaba con su sueño inquieto, con la expresión de su rostro oscilando entre el dolor y la pena. El enano miró a Adrash, que portaba su gran espada de puño y medio levemente iluminada.- Creo que no podremos seguir por ahí. Y creo que por ahí se va hacia... a donde se supone que queremos llegar.
- Ya. Se supone.-La sonrisa de Adrash, únicamente iluminada por la luz rojiza, parecía casi siniestra, aunque no su tono de voz.- Se supone a pesar de que lo probable es que jamás lleguemos vivos allí, ni mucho menos regresemos.
- Eso me preocupa mucho, compañero. Tengo la sensación de que le estoy fallando a mi gente. Y empieza a convertirse en convicción. Hace días que tendríamos que haber iniciado el viaje a Fortaleza o a algún lugar desde el que podamos enviar un mensaje a Lord Saryon. Norrdarr está enterrada muchos metros bajo tierra y desconocemos su situación, si necesitan ayuda, o si los lezzars han conseguido penetrar las defensas. Y Valgrim... si lo que suponemos es cierto será una gran pérdida.
- En eso tienes razón. Estamos siendo poco... prácticos, quizá.

- ¿Poco prácticos? ¿Acaso lo práctico es abandonar a esos niños a su suerte? - La voz de Vanya, casi susurrante, cortó el aire desde el lugar por el que se había marchado hacía ya un buen rato.
- No... - Adrash pareció avergonzarse por momentos. - No es eso lo que quiero decir, Vanya, y lo sabes. Quiero saber lo que les están haciendo a esos niños. Quiero salvarlos si es que todavía es posible. Y de paso, quiero proporcionar una muerte larga, dolorosa y terrible a los bastardos que les están haciendo lo que sea que les hagan. Pero también creo que es nuestro deber informar a Saryon y que quizá salvemos más vidas de ese modo, o el futuro de todos nosotros. Solo en Norrdarr viven varios miles de enanos. Ellos también forman parte de nuestro deber.
- La solución es sencilla, ya os lo he dicho varias veces. Volved a la superficie e informad al Senado. Yo seguiré investigando aquí.
- Si se queda alguien aquí abajo, yo me quedaré. Es mi deber.- la voz de Grimlock sonó contundente como un martillazo.- Además, sin mi tendrías muchos más problemas. Podrías perderte y no encontrar jamás la salida. Y ese es el menor de los riesgos. Aquí abajo hay muchos peligros si no se conoce el entorno y no se es cauto. De hecho, ya hemos evitado algún que otro gran riesgo, aunque no os hayais dado cuenta. La presencia de los lezzars aquí abajo ha desplazado a muchas criaturas de su lugar habitual. Y algunas de ellas son terriblemente poderosas.
- Mi vida no importa. Y se defenderme por mi misma.
- No dejaré que te suicides, Vanya. Si quieres morir aquí abajo, moriré a tu lado. - Adrash parecía solemne, como si pronunciase un juramento. Y probablemente para él fuese así.- Antes debo devolverte lo que te debo. Me has salvado la vida una vez más que yo a ti, no te concederé la oportunidad de que mueras con esa ventaja. Me lo echarías en cara en la otra vida.

- Creí que no apreciabas que te hubiese salvado la vida la primera vez, cuando nos conocimos.

- Quizá hoy comprendas mejor mis motivos cuando te dije que quizá no quería ser salvado. - Adrash sopesó por un momento sus palabras.- A veces... sobrevivir no es la mejor opción, o no lo parece. Sobre todo cuando sientes tu propia vida como una tortura o como un fracaso. – El caballero mantuvo la pausa por un momento.- ¿Verdad?

Vanya, que había tomado asiento cerca de sus compañeros permaneció en silencio, observando el rostro del caballero de la orden del Fénix. La fría distancia que su rostro había mostrado desde hacía días por momentos se suavizó, primero hasta mostrar comprensión y quizá hasta compasión hacia Adrash, y después, por un breve instante, pareció que las lágrimas iban a asomar por sus ojos, hasta que, de nuevo, fijó su vista en un punto indeterminado de la oscuridad que les rodeaba y la frialdad distante retornó. Grimmlock, mientras tanto, los observaba a ambos en silencio. Aquella conversación había tomado derroteros extraños y desconocidos para él.

- No... - Mirko parecía sufrir una de sus habituales pesadillas, aunque esta parecía más intensa de lo habitual.- Aun no... Debes...

- ¡Mirko! - Adrash se acercó a su amigo y le puso la mano sobre el hombro, intentando tranquilizarle sin éxito. - Odio que le pase esto. Cuando lo encontramos Saryon y yo le pasaba a diario, pero parecía que había conseguido deshacerse de esa...

- Ella. Ella debe pagar. Ella... Tanto... sufrimiento... dolor... muerte...

De pronto, Mirko se levantó como un resorte, haciendo que sus compañeros se llevasen un buen susto, puesto que el movimiento fue tan rápido que prácticamente no pudieron ni percibirlo. El propio Adrash salió despedido hacia atrás ante el ímpetu del movimiento de su compañero.

- Debeis partir. Id a Fortaleza e informad a Saryon. - Mirko no movía los labios para hablar, su voz resonó en sus cabezas como un grito. Su tono era más grave y autoritario de lo habitual. Además, sus ojos brillaban con una extraña luz plateada.

- No te dej... - Adrash comenzó a hablar, pero Mirko le interrumpió.

- Debéis partir de inmediato. Corréis peligro de muerte. - La figura del guerrero con su armadura-piel, ya impresionante de por sí, parecía mayor de lo habitual, como si la luz de la espada de Adrash la hiciese mas grande, oscilante. O como si realmente fuese mayor por momentos. El extraño brillo de su mirada hacía aún más impersonal, más terrible, menos humano.

- No sé cuánto tiempo más podré... controlarlo... - Ahora Mirko hablaba de nuevo con su voz, moviendo la boca y los labios, aunque entrecortado y jadeante, como si sufriese un gran dolor o estuviese haciendo un gran esfuerzo.- Hacedle...o hacedme... caso, sabe lo que... decimos...

Adrash les hizo gestos a Grimmlock y Vanya para que se retirasen por el lado contrario del túnel al que se comenzaba a dirigir Mirko. Parecía bastante seguro de lo que hacía.

- Mirko, necesito algo antes de dejarte ir. Necesito que me muestres que no te domina ella. Dime su nombre y lo sabré.

- Ovatha. - Ambas voces, la que sonaba en sus mentes y la que sonaba en sus oidos sonaron de inmediato y a la vez, secas, cargadas de odio, ira y desprecio.- Si ella nos dominase ya estaríais los tres muertos, no lo dudes ni por un instante. Ahora partid. Yo me encargaré de dar paz a los que la merecen.

El enano y la elfa se habían apartado ya un trecho. Adrash, encarado hacia Mirko, retrocedía hacia sus dos compañeros.

- Una última cosa, amigo mío. ¿Te volveremos a ver?

Mirko giró su rostro hacia atrás. El fulgor que surgía de sus ojos había aumentado en intensidad, y a su rostro había regresado parcialmente el aspecto reptiliano que tenía cuando Adrash y Saryon le habían encontrado huyendo de un grupo de lezzars, aunque el tono de la piel era más bien metálico, en lugar de verdoso, como entonces. Incluso hubiera jurado que su mandíbula estaba haciéndose más prominente. Y parecía seguir creciendo, aunque no tenía demasiadas referencias para asegurarlo en la oscuridad. Por un momento, a Adrash le pareció ver un brillo borroso que le resultó familiar moviéndose alrededor de su amigo. Las dos voces de Mirko seguían sonando al unísono.


- Ese es mi deseo. Si no es posible en esta vida, ojalá sea en la próxima, amigo mio. Ahora, por favor, partid y cumplid con vuestro deber... y... yo cumpliré con el mio... Que el camino siempre os sea propicio.


Los tres compañeros se alejaron a la mayor velocidad que les fue posible. Un rato despues comenzaron a oir primero lo que parecía una explosión, y después varios estruendos más en la lejanía, y a notar que el suelo temblaba bajo sus pies. Grimmlock les apresuró, temeroso de que alguna sección del túnel se derrumbase sobre ellos o cortándoles la salida. Tras un lapso de tiempo no demasiado extenso, pero que a ellos se les hizo eterno, los sonidos en la lejanía comenzaron a disminuir, hasta que cesaron por completo. El silencio resultante fue espeso, terrible, mortal. Solo el enano lo rompió por un momento, un buen rato después.


- No sé porqué pero... algo me dice que tendrá que ser en la próxima.

Escrito por Cronos el lunes, 24 de enero de 2011

Parlamento.

Ya hacía dos días que habían tomado tierra, y los barcos más pesados, que habían quedado atrás en el medio de la tormenta habían fondeado en la bahía con la pleamar de media tarde. Ahora, la flota de Isvar, un total de 20 navíos de distintos tamaños, estaba anclada en lo que los druidas llamaban La Cuna de la Luna, segun ellos, un nombre otorgado en los Primeros Días, hacía miles de años.

El ejército estaba acampado a poca distancia de la playa, preparándose para la larga marcha que en breve acometerían. Mientras, los barcos esperarían fondeados con la tripulacion mínima y una pequeña guarnición, esperando a que mejorase el tiempo para intentar llegar a Isvar con poca carga, lo que haría el viaje mucho más seguro. Una de sus prioridades principales era evitar las bajas en el ejército a toda costa, puesto que, según las ultimas noticias que habían recibido, aun en las islas de los druidas, en la península las cosas estaban mal y sería necesario cada hombre entrenado. Eso significaba que el viaje por mar, en las condiciones en las que estaba el clima, no era una opción. Según les habia comunicado Ulrik, el Alto Druida que le acompañaba como consejero, la tormenta con la que se habian topado era muy extraña, aunque no habia sabido o querido explicarle el motivo por el que pensaba tal cosa. Y esa tormenta, o más bien el evitar la zona más peligrosa de ella, se los habia llevado un buen trecho hacia el norte, dejándoles a una distancia más que considerable de ninguno de los puertos de la parte oeste de la peninsula a los que pretendían llegar. Eso significaba que, en el mejor de los casos, estaban a dos o tres semanas de camino del Gran Puente más cercano, y eso si nada les interrumpía el paso y podían conseguir suministros. Eran casi tres mil soldados, y a eso había que añadirle pastos o forraje para algo mas de ochocientos caballos. Con lo que habían traido en los barcos no tenian ni para una semana si mantenian la racion normal, y no hay general que no sepa que a media racion cualquier ejercito avanza mas despacio, puesto que aparecen debilidades, enfermedades y desgana, que siempre retrasan la marcha. Justamente lo que menos necesitaban.

Y faltaba lo más inquietante, los Hijos de Kor, fuesen quienes fuesen o lo que fuesen. No habían tenido contacto directo con ellos, pero sabían que estaban allí. Todavía no habían terminado de organizarse, y aunque había dispuesto partidas de exploracion defensivas, no disponían de suficientes batidores para poder ordenar una observacion del terreno completa. Además, no querían provocar un combate contra un enemigo desconocido y del que no sabían ni la calidad ni el número de sus tropas, y contra el que, en realidad, no tenían ni motivo por el que luchar, ni intencion de hacerlo, salvo que fuesen obligados a defenderse. Su objetivo era salir de alli cuanto antes, viajar al este y despues al sur, siguiendo la costa, bordear Arborea, apoyar a los elfos si estaban siendo atacados, reforzar el ejército con la parte de su guarnición de la que pudieran deshacerse, y avanzar hasta los puentes a la mayor velocidad posible. Tenían muy poca informacion sobre lo que podía estar pasando en Isvar, y, tras las noticias sobre Vallefértil, que seguían haciendo enfurecer a Willowith cada vez que las recordaba, sabían que el tiempo era fundamental para sus planes.

Halleb permanecía tumbada, observando en la oscuridad de la recien caida noche las colinas que bordeaban la bahia en busca de alguna señal de sus misteriosos anfitriones. Al dia siguiente comenzarían la marcha, y cuanta más informacion tuvieran a su disposición, mejor. De pronto, en la salida natural hacia el este del valle, una hondonada bastante amplia entre dos colinas escarpadas, aparecieron varias antorchas encendidas. Estaba a bastante distancia, y no podía diferenciar con claridad quien las portaba, aunque sospechaba que serían aquellos Hijos de Kor. Las antorchas se movieron por un tiempo breve, y despues permanecieron estáticas, desafiantes, justo en la zona por la que habían previsto avanzar.

Tras hacer una señal al explorador que estaba a su lado para que permaneciese vigilante, corrió hacia su montura, y comenzó a galopar hacia el campamento.

Al poco tiempo, una partida de una veintena de soldados, formada por buena parte de la guardia personal de Willowith, Halleb, y el propio general, avanzaba al galope por el sendero que conducia hacia el lugar donde se encontraban las antorchas. Antes de partir, Willowith había ordenado a Ulrik, el druida y a Sir Lothar, el soldado de mayor rango de los que pertenecían a la Orden de Isvar quedarse atrás y asumir el mando si algo les sucedía. Estaban convencidos de que esas antorchas eran una señal para parlamentar, pues si aquellos hijos Kor quisieran atacarles lo hubieran tenido mucho mas a su favor preparandoles una emboscada sobre su propio terreno. Willowith, que cabalgaba su enorme caballo de guerra de color pardo vestido con su vieja y -siempre segun él- fiable cota de malla infinitamente parcheada y con los hombros y la espalda cubiertos con pieles había empleado una frase tan prosaica como contundente, muy a su estilo, para indicarles que habia decidido acudir al lugar que les señalaban las antorchas; "Nadie enseña el culo si no quiere que se lo vean. Vayamos a verles el culo.". Quiza no era una frase que fuesen a repetir los bardos, pero a Halleb le habia parecido bastante graciosa. Willowith solía decir que a los soldados había que hablarles como a soldados y no como a cortesanas, y lo ponía en práctica con asiduidad, incluso con los que no eran soldados.

Mientras se acercaban al lugar señalado, pudieron ver que había hasta seis antorchas encendidas. Una de ellas, en el centro de un claro amplio y rodeado de pequeñas colinas que transitaba el camino, estaba en lo mas alto de un estandarte ya alto de por si, coronado por lo que parecia un craneo de bisonte, de toro o algun animal parecido. Bajo el, la enseña que ya habian visto en el extraño mensaje que les habian hecho llegar segun habian tocado tierra, una estrella de cinco puntas del color de la sangre reseca. Las otras cinco antorchas estaban situadas a pocos metros, repartidas de forma regular y con el estandarte ocupando el centro. Al acercarse más pudieron comprobar que, sobre la tierra ocre habían trazado lineas con arena de color negruzco formando otra estrella de cinco puntas. A Halleb se le erizaron los pelos de la nuca. Aunque Willowith tenía razón en que no sería lógico que alguien hostil dejase ese tipo de señales antes de atacar, sentía la tensión típica de antes de la batalla. Había algo en ese lugar que, aunque no le hacía sentir en peligro, le hacía sentir que la posibilidad de que la situación se tornase peligrosa era más que real.

Willowith dio la orden de detenerse al grupo cuando estaban a unos metros del círculo. Todos los caballos menos el de Willowith olisqueaban el aire nerviosos. Tras ello, hizo adelantarse a su montura al paso, dirigiéndose hacia la estrella sin dejar de mirar a su alrededor en busca de los ojos que, estaba seguro, le observaban desde algun lugar en la oscuridad. Cuando las pezuñas de su caballo estaban a punto de pisar el vertice interior de la estrella, lo hizo parar, y con toda la fuerza de sus pulmones, que no era poca, gritó:
- ¡Hijos de Kor! - La potente voz del general, y su tono marcial recordó inmediatamente a Halleb las arengas que ofrecía a sus tropas antes de cada batalla.- ¡Yo soy Willowith de Hiernis, General del ejército de Isvar, y vengo en son de paz! ¡Hemos leido vuestra ley y estamos dispuestos a cumplirla mientras estemos en vuestros dominios! ¡Si no sois nuestros enemigos, mostraos!

La voz del general retumbo por un momento en los oidos de sus acompañantes. Los segundos parecian eternos, y la tension se podía palpar. Todos ellos miraron a su alrededor, algunos incluso tuvieron que controlar a sus caballos, que estaban asustados y pateaban el suelo o giraban sobre si mismos inquietos, quizá contagiados por la tension de sus jinetes, o quizá por algo más que ellos aun no habían percibido. Al caballo del general, que tenía ya sus años y sus batallas, parecía no afectarle nada de lo que sucedia, y miraba alrededor casi con altivez.

Una voz gutural, profunda, rasgada, y con un acento extraño, tosco para sus oidos, respondió. A Halleb le parecía que provenia del mismo estandarte, aunque como eso parecía imposible, dedujo que probablemente vendría de detrás de él. De todos modos, la voz no sonaba a grito, más bien parecía que alguien estuviese hablando desde una distancia mucho menor de la que debería haber si estuviese oculto en la oscuridad.

- Hace mucho, mucho tiempo que nuestro pueblo no recibe noticias del lugar llamado Isvar. Parte de mi gente cree que es un engaño de nuestro antiguo captor. - Hablaba despacio, como si le costase encontrar las palabras. - Y tambien hace mucho tiempo que ninguno de los nuestros emplea esta lengua, porque esa es la lengua de nuestros enemigos.
- No se contra quien luchais, pero os aseguro que el pueblo de Isvar no es vuestro enemigo, salvo que hayais luchado al lado de los orientales hace ya tres lustros. E incluso si fuese asi, mientras no pongais un pie en la peninsula con intencion hostil, no debeis temer que ninguno de los nuestros os ataque. Somos gente de paz, aunque nos preparemos para la guerra.
- Oriente... - La voz adquirió un tono reflexivo, casi nostágico. - Hablais de los dias en que se forjó nuestro destino. Si Oriente fue vuestro enemigo en aquella guerra debemos parlamentar, estoy seguro. Pero antes necesito que cumplas con un ritual bien sencillo. Entra dentro de la estrella, y lee nuestra ley en voz alta.

Sin mediar palabra, Willowith ordenó a su caballo avanzar hasta el pie del gran estandarte, elevo la vista, y leyó, con voz potente y marcial:

"Estas son las cinco puntas de la Estrella de Kor.
Todo Hijo de Kor es libre.
Un Hijo de Kor no asesina ni miente.
Un Hijo de Kor es dueño de lo que lleve con el.
Solo hay dos castigos para un Hijo de Kor: El destierro y la muerte. El desterrado deja de ser un hijo de Kor. Sólo si el delito no puede ser reparado, la pena será la muerte.
Todo Hijo de Kor forma parte de un clan. Todo clan puede llamar, asistir o partir de una Asamblea Sagrada.
Estas son las cinco puntas de la Estrella de Kor."

Según terminó de leer cada una de las leyes, la antorcha que estaba en la misma posicion en la estrella que formaban alrededor del claro soltó un fogonazo, y después comenzó a arder con mas intensidad. Cuando terminó de leer las leyes, todas las antorchas, incluida la que estaba en el estandarte central, soltaron otro fogonazo, y recuperaron su brillo inicial. La voz de su interlocutor volvió a sonar.

- Yo soy Khazak, el chamán, del clan de las Fauces Sangrantes, Hijo de Kor. Podeis acercaos todos al claro. Me mostraré.

Halleb estaba segura de que el chamán había estado empleando algún tipo de magia para que su voz sonase desde el propio estandarte. Todos se acercaron al claro lentamente, y al poco pudieron observar la forma de alguien que se acercaba en una extraña montura. Cuando se acercó más y la luz de las antorchas permitió diferenciar algo más que una silueta, todos se quedaron boquiabiertos, y comprendieron por que los caballos estaban tan nerviosos. Uno de los hombres de la guardia, que estaba a su lado no pudo evitar decir, con voz mínima, lo que le vino a la mente.

- Orcos...

Escrito por Cronos el jueves, 20 de enero de 2011

Juegos ocultos.
- Si utilizas un poco de estas... se llaman xizark, en el mercado puedes conseguir cuantas quieras... el licor pierde algo de acidez y sabe mucho mejor. Solo necesitas añadir un par de piezas por cada galon de aguardiente. - Maggie, una viuda vecina del barrio que compartía con Jack tanto su aficion a fabricar licores como su aficion a degustarlos, charlaba animadamente desde la parte exterior del extremo de la barra mas proximo a la puerta mientras mostraba al tabernero dos frutas de color rojo vivo y piel brillante. Jack, sonriente, escuchaba los sabios consejos de la mujer, casi diez años mas joven que él, bastante alta para lo habitual en las zalameñas, algo entrada en carnes aunque con sus formas femeninas intactas, o más bien rotundas. Maggie era descendiente de zembabeis que se habian instalado en Zalama hacia varias generaciones, y tenía el tono de piel moreno aunque un poco rojizo de los habitantes de la selva, asi como el pelo lacio y negro como el carbon tan caracteristico en ellos. Tambien poseía otro rasgo tipico de bastantes mujeres zembabei, una complexion ancha y robusta, que la hacía parecer mas grande de lo que realmente era, y le daba a su rostro una expresion de afabilidad y buen humor permanente, que además era acentuada por sus ojos negros, algo oblicuos, no demasiado grandes, y muy vivos. Maggie era de esas personas que parecían sonreir permentemente a la vida, a pesar de que el destino no habia sido demasiado benévolo con ella, puesto que, además de perder a su marido, había perdido a dos de sus tres hijos en la guerra. La hija que le quedaba viva, ya una mujer, habia decidido casarse y trasladarse al interior con su esposo, a la granja que poseia su familia.
Solo habian pasado dos dias desde el ataque que habian sufrido, y estaban preocupados por lo sucedido, asi que habian aumentado las medidas de seguridad en la posada. Ahora habia permanentemente cuatro hombres armados haciendo guardia de forma más o menos disimulada dentro de la taberna, y procuraban que siempre hubiera algun grupo extra de hombres dispuestos a combatir en la parte superior del edificio.
Fiona, que no parecía demasiado afectada por lo sucedido, jugaba a un juego típico de Zalama, consistente en dejar caer una pelota de latak y recoger varios huesecillos de oveja o cabra del suelo mientras la pelota rebotaba en el suelo. De vez en cuando miraba sonriente a Jack y Maggie, como si siempre tuviera un oido puesto en su conversación o en sus ademanes. Maggie se habia dado cuenta de los extraños tatuajes que habian aflorado tenuemente a la vista despues del episodio en el que le habia salvado al vida a Jack. Aunque no había dicho nada, el tabernero se habia dado cuenta de que la viuda los habia visto, y se habia fijado en ellos cuando llegó y cogió a Fiona en brazos.
- Entonces, simplemente, le añado un par de piezas y dejo el licor macerar normalmente, ¿no hace falta retirarlas antes de terminar la maceracion?
- Yo lo que hago es probar cada cierto tiempo.- Maggie puso expresion picara.- Cuando noto que ya no está tan acido, los saco, el licor tiene que tener... mmm... algo que lo haga interesante.
Jack se rio.
- Cierto, cierto, ¡si no podría beberlo cualquier marinero de agua dulce!
Ambos rieron a carcajadas a la vez, lo cual hizo que Fiona les mirara sonriente.
- Vaya, se acerca el mediodia y yo aun no me hice de comer. Creo que hoy haré pastel de carne, y la verdad es que me va a sobrar bastante. - Por un momento, un ramalazo de tristeza cruzo el rostro de la mujer.- Además, estoy un poco aburrida de comer casi siempre yo sola, no me gusta cocinar solo para mi. ¿Quereis probarlo? Me sale estupendamente, digno de la mesa de un rey.
- ¡Siiiiiiiiiii! -Fiona aplaudió. - ¿Podemos, verdad, Jack?
Jack sonrió.
- Claro... aunque, Fiona, si eres tan efusiva voy a pensar que no te gusta mi comida...
- ¡Si que me gusta! Pero... hace mucho tiempo que no como pastel de carne, y me encanta...
- No te preocupes, no me importa... En realidad... - Jack miro a Maggie.- Si quieres echarle un vistazo a mi cocina, ves lo que te falta, y puedes cocinarlo aqui. Si te apetece, claro. Asi, además del pastel, podremos disfrutar de tu compañia.
- Tu lo que quieres es robarme mis secretos de cocinera, ¿no, bribón?
- ¡Por supuesto! ¿No te dije que en otro tiempo fui pirata? ¡Hay cosas que nunca cambian!
Jack se acerco a la entrada de la barra y levanto la parte superior para dejar pasar a Maggie, con gesto caballeresco.
- Por favor mi dama, os ruego que paseis a mi humilde cocina y no seais demasiado dura con las críticas.
Maggie hizo una pequeña reverencia y, siguiendo la broma del tabernero, entró tras la barra como si estuviese caminando a presentar sus respetos a un rey. Jack la siguió hasta la puerta de la cocina, y esperó frente a ella. Todos pudieron oir una carcajada de la mujer.
- ¿Esto que es una cocina o una destilería? ¡Si vendes todo este alcohol puedes emborrachar a todos los barcos de Sanazar juntos!
- Esto... ¿Las dos cosas? La verdad es que soy mas destilero que...
Maggie asomo su rostro sonriente por entre las cortinas que ocultaban la cocina desde la sala principal de la taberna.
- No, si se parece a la mia. Bueno, yo ahora en casa tengo habitaciones de sobra, y por eso tengo cocina, despensa, y la... "habitacion de los licores". Pero... bueno, diría que no tienes mas aguardiente que yo, aunque tampoco mucha menos.
Jack rio a carcajadas.
- ¿Ya sabes qué necesitas?
- Sí, serán un par de cosillas nada más. Iré hasta mi casa y vuelvo antes de que os deis cuenta, o si no comerermos tardísimo.- Maggie, exultante, salió de detrás de la barra y se dirigió a Fiona con acento cantarín.- ¿Quien es la niña mas guapa y mas buena de todo Zalama? ¡A que no me das un beso!
Fiona se puso en pie y se lanzo a los brazos de Maggie, que la subió hasta la altura de su cara y le dio un abrazo y varios besos en la mejilla. Tras dejar a Fiona en el suelo y hacer una burlona reverencia hacia Jack, salio por la puerta, con paso apresurado.
Fiona se subio a la barra, y se sento al lado de Jack, que estaba apoyado en ella mirando como Maggie salía por la puerta y, tras darle un beso en la mejilla, le susurro al oido.
- Me gusta.
A lo que Jack le respondio, casi tímido, tambien en susurros.
- A mi también.
Fiona sonrió feliz, y se bajo de la barra a jugar de nuevo. En aquel momento, Vulkar apareció por la puerta de la posada, apresurado y algo sudoroso, como si hubiera llegado apurando el paso. Los cuatro guardias que estaban en distintos puntos de la posada se tensaron, puesto que el contraluz de la puerta no les dejaba identificar al que habia entrado, pero en cuanto Vulkar saludo todos se relajaron al reconocer su voz.
- Traigo noticias. Y no son buenas. Tengo que hablar con Igram.
Jack echo un vistazo a la posada, y cuando comprobo que no hubiera ningun extraño, respondió.
- Puedes hablar, todos son de confianza. Igram salió, pero volverá pronto.
- He estado averiguando cosas. Sobre los que nos rindieron visita anteayer.
- ¿Y?
- Nos equivocamos en casi todo. Estan pasando demasiadas cosas que no entendemos ni conocemos, y hay mas gente implicada de lo que habríamos pensado.
- Entonces... ¿No eran enviados por Sanazar?
- Si, pero no por quienes creíamos en Sanazar. Ni por los motivos que pensamos. No es por el metal, algo más está sucediendo.
- Si no es por el metal, ¿por que fue?
Vulkar permanecio en silencio, pero miro a Fiona por un momento, y despues miro a Jack.
- No venian a por vosotros, no os querian a vosotros. Solo erais una molestia que había que eliminar. ¿Lo entiendes?
El rostro de Jack se ensombrecio, para enfurecerse al poco tiempo.
- Si, lo entiendo. Tendremos que hablar con Igram y Johan...
En ese momento entró Maggie de nuevo por la puerta haciendo bastante ruido, sonriendo de oreja a oreja, y con un zurron colgando de su espalda cargado de comida y cacharros de cocina. Cuando vio la expresion seria de Jack y Vulkar pareció sorprenderse por un momento, pero inmediatamente recuperó la sonrisa y entró tras la barra, hacia la cocina. Cuando pasó junto a Jack se acercó a el y le habló casi en susurros.
- No habrás pensado en contratar a una cocinera, ¿no? - Tras decir esto, paso la mano por la cintura de Jack en un gesto levísimo, y entró en la cocina. Al poco tiempo, Jack entró tras ella. La mujer estaba atareada picando carne en una tabla de madera.
- Maggie... con respecto a lo de contratar una cocinera...
- ¿Que sucede? Solo era una propuesta. Me aburro bastante desde que se caso mi hijita, y no me importaría echarte una mano con la posada. - Maggie no parecia contrariada. - Además, si vais a criar a Fiona seguro que una mano femenina os será útil.
- Si en realidad... - Jack estaba en pleno conflicto interno. Por un lado le agradaba mucho, hasta demasiado, la compañia de la mujer, pero por otro temía ponerla en peligro.- .. ya había pensado lo que me dices, y en eso no podría estar más de acuerdo. Y añadiría que... que me agrada tu compañía más de lo que estaría dispuesto a admitir delante de cualquier marinero. - Maggie solto un respingo. - El problema es otro.
- ¿Cual es, entonces? - Maggie paró de picar la carne, se limpio las manos con un trapo y se acerco a un metro de Jack. No dejó de sonreir ni por un momento.
- Es posible que corras peligro si estás con nosotros. Este lugar no es seguro, ni creo que ningun lugar sobre este continente lo sea mientras estes a nuestro lado. No querría que sufrieras ningun daño por mi causa.
De pronto, Maggie miró a Jack a los ojos. Su rostro se volvió serio, solemne, incluso fuerte, y a la vez cargado de una profunda ternura.
- Soy dueña de los riesgos que corro, y si sufro algun daño por estar con vosotros será a causa de mi decisión. - Maggie se acerco aun mas a Jack, y poso su mano derecha sobre su pecho, en un gesto cargado de ternura. - Eres un hombre adorable, Jack, te agradezco que te preocupes por mi, pero... ¿sabes que siempre dices que tienes un pasado? Pues no eres el único.

A lo largo de su intensa vida Jack había conocido y compartido lecho con muchas mujeres, algunas de ellas muy bellas, pero no fue capaz capaz de recordar a ninguna que le pareciese ni la mitad de hermosa que Maggie en aquel momento.

Escrito por Cronos el jueves, 30 de diciembre de 2010

La mirada de un niño.

- Lord Saryon, han llegado dos... - La voz del joven novicio de la orden que hacia guardia en el viejo comedor del castillo de Fortaleza intentaba ser solemne, pero por momentos se quedaba en el intento.- ...o más bien un emisario, y un niño.
Saryon retiró su atención del plato y la dirigio a su interlocutor. A su lado, en la gran mesa, Maray tambien levantó la vista hacia la puerta.
- Adepto Skald, explicate mejor, por favor. - El caballero sonreia amablemente.
- En realidad han llegado dos personas, Lord Saryon.- El joven adepto, sin duda apabullado por la situacion, intentaba cargar su voz de solemnidad. - Uno es es un elfo Zenariel. Se llama Sheradel, y lleva sello de senador.
- Eso son buenas noticias, hace tiempo que esperabamos su llegada. ¿Quien es el otro? Y... ¿Que tiene de especial?
- Es... un niño. Al parecer vienen juntos desde Zenariel, dice traer un mensaje de Adrash, Vanya y Mirko.
- ¿Y eso que tiene de especial? - A Saryon, que continuaba sonriente y manteniendo el tono mas cordial que oficial que solía mantener con aquellos que en principio debían cumplir sus ordenes, parecía llamarle más la atencion el estado de sorpresa del adepto que las importantes noticias que seguramente recibiría a traves de los recién llegados.
- Ademas de que es un niño de... no creo que tenga mas de once o doce años, hay algo mas. Tal y como me ordenaron, use la mirada interior para asegurarme de que no tuvieran intenciones perversas, y... bueno, a lo mejor no es importante, pero se dio cuenta. Y, lo que me sorprendio mas, el usó la mirada conmigo. Estoy seguro.
Saryon musitó.
- Interesante. Hazlos pasar y pide que les sirvan comida, por favor. Veremos que tiene de especial ese chico. Y las noticias que trae. Despues de dar el aviso vuelve y quedate en la puerta, pero por dentro, algo me dice que aprenderemos algo de esta visita.
- Ahora mismo, Lord Saryon.
- Ah, y muy buena apreciacion. Necesitamos de ese tipo de curiosidad en estos dias de incertidumbres. Es muy extraño que alguien que no pertenece a la orden sea capaz de usar la vision interna. Veremos que esconde este chico y que informacion nos trae.
Skald, despues de mostrar una sonrisa de satisfaccion, salio por la gran puerta principal, dejando tras de si el sonido producido por la gruesa cota de malla y la pechera metálica que eran parte del uniforme de gala de los guardias de La Orden.
Maray, que se sentaba a la derecha de Saryon en el centro de la gran mesa de madera que presidía la amplia sala esperó a que la gran puerta se cerrase para hablar. Saryon, que había dejado de comer momentaneamente por cortesía hacia sus invitados, parecía pensativo.
- ¿Los Zenariel disponen de un senador propio? No lo sabía.
- Si, asi es. El senado se lo otorgó en su primera sesion por su impagable colaboracion durante la guerra... la guerra contra oriente. Despues de que un grupo de Yuan-Tis intentara profanar el sagrado lugar que protegen, se decantaron por colaborar con nosotros. Y en la gran batalla de Fenix... - Saryon dirigió su mirada hacia Maray, y su expresion pasó por un momento del rictus de seriedad del gobernador a la mirada de complicidad de una pareja bien avenida.- Vaya, tu eras una niña por aquel entonces... fueron claves para la victoria. Además de colaborar con los druidas para transmitir información, retuvieron, sin que nadie se lo pidiera, un contingente de refuerzo con el que no contábamos, y que hubiera echado abajo nuestra emboscada a los orientales. Sin ellos quiza hubiesemos vencido la batalla, pero nos habria desgastado tanto que seguramente acabariamos por perder la guerra.
- Me encanta oirte contar en primera persona esas historias que son material para los bardos. - Maray mostraba una sonrisa amable, confiada.- La verdad en primera persona siempre es mejor que cualquier historia para entretener oidos en una taberna. Las victorias siempre son el resultado demuchos esfuerzos, los heroes que crean los juglares sirven para que la gente recuerde, pero nunca hacen justicia.
- Lo verdaderamente heroico es luchar por hacer justicia, y no para que los bardos canten tu nombre. En realidad me molesta un poco que algunos pretendan crear un heroe a partir de mi, aunque supongo que hoy por hoy tiene su cierta utilidad. Yo solo hice lo que debia. Y cuando oigo algunas canciones no puedo dejar de recordar a todos los amigos y compañeros que quedaron atras en el camino. Y a los que nadie canta ya.
- Eso es lo que te convierte en un heroe, amor mio.
Maray casi susurraba, y en un gesto suave y natural, extendio su mano para tomar la de su marido, que, de nuevo, volvio a mirarla a los ojos, sonriente. En ese momento, el gran porton se abrio, y ambos recuperaron la actitud más oficial, o menos familiar, en unos segundos. Primero entro Skald, que dio unos pasos hacia el interior del gran salon, y anunció a los recien llegados.
- Lord Saryon, Lady Maray, -Maray carraspeó al oir su nombre con un título que, en realidad, le disgustaba.- han llegado Sheradel Zenariel y Mattern, hijo de Madock, el cazador.
Cuando oyó al adepto los ojos de Saryon se abrieron de par en par, mostrando un gesto de sorpresa agradable y comprension. Por la puerta entraron dos figuras. Sheradel, el elfo, era bastante alto, con la complexion delgada y fibrosa habitual en los suyos, e iba vestido con una tunica de varias capas en diversos tonos entre el gris y el verde, que, aunque podía llamar la atencion al contrastarse contra los muros ocres del castillo, era de suma utilidad para pasar desapercibido en bosques templados o frios. Llevaba el pelo bastante corto, peinado a un lado y de color gris, aunque trazado por lineas plateadas que podrían dar a entender que ya no era precisamente un joven, aunque siendo un elfo era mucho mas dificil de asegurar. Su mirada, sin embargo, profunda y del color gris azulado del mar en un dia nublado, contradecía en parte lo que su cabello mostraba, puesto que, a pesar de que su gesto era mas bien hierático, sus ojos se movian de manera vivaz, mirando aqui y alla, como si buscara recordar todos los detalles del lugar, o notar inmediatamente cualquier cambio repentino en su entorno. A su lado estaba Mattern, el hijo del cazador, que vestía el mismo atuendo de cuero que llevaba cuando Vanya lo encontró en manos de los lezzar, aunque cubierto por una sobrecapa en tonos similares a los que llevaba su acompañante. El niño tenía muy buen aspecto, había recuperado color e incluso algo de peso desde que estaba con los Zenariel, y llevaba su larga melena rubia mucho más limpia que entonces. Su rostro, de facciones robustas y bastante agraciado, denotaba calma y curiosidad a partes iguales. Ninguno de los dos iba armado, puesto que, tras los acontecimientos de la ultima sesion del senado se había decidido crear una armería en el castillo y que nadie que no estuviese en puesto de guardia pudiese portar armas en su interior. Por supuesto, a los guardias se les practicaba la prueba de sangre antes de incorporarse a su puesto cada dia.

- ¿Mattern, hijo de Madock? - Saryon sonrió, alegre. - ¿Eres el sobrino de Ulverm?
El niño no bajó la mirada ante el caballero, que, aunque iba sin armadura, vestido con una tunica sencilla con el escudo de la orden bordado en pequeño en la zona del esternon, seguia imponiendo mucho respeto, o incluso más, puesto que se podía observar su corpulencia y su recia figura.
- Si. ¿esta bien mi tio? Creo que ahora mismo es el único familiar que me queda.
El elfo zenariel observaba curioso la conversacion, con una sonrisa de comprension en su rostro. Los elfos solian saber esperar, y distinguian bien lo urgente de lo importante.
- ¡Por los Dioses! ¿Madock ha muerto? ¿Cuando fue, y como?
- Hace un par de semanas, unos dias despues de el Llanto, poco antes de que me rescataran mis amigos. Bueno... o tus amigos. Vanya, Adrash y Mirko. Se portaron como heroes, y fueron muy buenos conmigo. Mi padre murio para protegerme, para darme tiempo a escapar. - Los ojos de Matt se enrojecieron por momentos, y un par de lagrimas, que intento contener, recorrieron por sus mejillas.
- No estes triste. - Maray miraba con ternura al niño, que sin duda se habia visto obligado a crecer demasiado rápido. - Dentro de la mala suerte, has tenido la fortuna de conocer a gente muy especial, y que se preocupó por ti. Hasta para arriesgar su vida por la tuya.
- No estoy... triste. - Matt tiro de los mocos y se limpio la humedad de los ojos con el puño del jubon.- Estoy muy muy orgulloso de mi padre, de lo que me enseñó, y de lo que hizo por mi. Bueno, el y vuestros amigos, y los Zenariel, que me cuidaron como si fuera uno de los suyos. Aunque me de pena, estoy muy feliz de ser su hijo, y lo recordaré mientras viva.
Por unos momentos, la sala quedo sumida en un silencio solemne. Todos, hasta el elfo Zenariel, parecían reconocer e incluso admirar la fortaleza de espíritu del pequeño.
- Eres un digno hijo de tu padre, Matt. Fuimos compañeros en el antiguo monasterio, cuando los dos eramos novicios de la orden. Era un buen hombre, honesto, leal y muy valiente, aunque no encajara con los viejos criterios de La Orden de Isvar. Me apeno mucho que no pudiera continuar con su formacion.
- Mi padre casi nunca hablaba del monasterio. Creo que a el tambien le apeno mucho no poder seguir alli.
- La verdad es que no me parecio muy justo en su momento, aunque no nos correspondia a nosotros tomar esas decisiones. Quien me iba a decir entonces todo lo que paso despues. Pero.. -Saryon se puso en pie, y señaló con un ademán las sillas que estaban del otro lado de la gran mesa, que podía acoger a varias decenas de comensales.- ...lamento mi falta de cortesía, por favor, sentaos a nuestra mesa, en breve os traerán platos para todos. Skald, por favor, unete tambien a nosotros.
El adepto miro a Saryon con los ojos abiertos de par en par.
- Será un honor, Lord Saryon, no se si soy digno de...
- Si eres digno de llevar la insignia que llevas en el pecho, eres digno de compartir la mesa conmigo. - el tono del general sonaba a reprobacion.- Confio en todos y cada uno de vosotros hasta el punto de poner mi vida en vuestras manos sin dudarlo un solo instante. ¿Como iba a negaros compartir mi pan? Has de recordar esto bien, en vistas al dia que tengas que liderar a otros soldados a la batalla, o estar a su lado para curarles sus heridas. Somos hermanos ante todo y sobre todo, solo tenemos distintas responsabilidades.
- Yo... lo siento... - El joven soldado miro al suelo, consciente de su error.
- No lo sientas. - Saryon volvía a sonreir con amabilidad.- Basta con que lo recuerdes.
- Lo haré, señor.
En ese momento entraron por la puerta dos de los trabajadores de la cocina del castillo, portando cada uno una bandeja con viandas. Traian algo de fruta, un par de platos del mismo estofado de carne desecada que estaban comiendo Saryon y Maray y pan hecho con harina de centeno. Tras agradecerles su trabajo, Saryon les indico con un gesto que Skald tambien comería con ellos, y al poco otro de los cocineros entro con un plato para el aprendiz de caballero. El agradecimiento del caballero tenia su motivo, puesto que las cocinas del castillo eran atendidas de forma rotatoria por los miembros del Patronazgo de Fortaleza, que no era otra cosa que el gremio de taberneros, hosteleros y otros artesanos que vivian de dar alimento u hospedaje, y que además hacían el trabajo de forma gratuita y con el orgullo de estar colaborando con aquellos que habian dedicado su vida a defenderlos de sus enemigos. Los miembros del Patronazgo solian decir que "Ellos luchan por nosotros, que menos que cocinar para ellos". Y, de hecho, ese lema colgaba en un cartel que ponía a las puertas de su establecimiento el miembro del Patronazgo al que le correspondía cada semana servir en las cocinas del castillo, lo que constituia una tradicion anterior a la memoria de la mayoría de los habitantes de la ciudad. Otra muestra mas de la legendaria hospitalidad de Fortaleza.

La comida y la sobremesa se extendieron hasta que las obligaciones de Saryon se lo permitieron. En ese tiempo, hablaron animadamente de varios temas. Saryon, que tambien había conocido a la madre de Matt, que había muerto al poco de nacer él, con la guerra ya terminada en una desafortunada escaramuza con algunos desertores del ejercito de oriente, dedicó parte del tiempo a recordar a sus viejos amigos, con la intencion de reconfortar al chico y ayudarle a pasar el trago. Además, Sheradel les resumio todo lo que les habian transmitido Adrash, Vanya y Mirko, lo que incluia la aterradora sospecha de Vanya de que los lezzar estaban haciendo algo con los niños, que se habia visto reforzada por el hecho de que el pequeño Matt estuviese vivo. El elfo, parco en palabras y solemne, coincidio con el caballero en que el hecho de no haber recibido noticias de los enanos de Norrdarr y Valgrim (REVISAR!!!) eran muy malas señales, y que, a pesar de que los Zenariel no habian investigado, habian visto alguna señal que podría indicar que los enanos habian hecho uso de sus defensas, puesto que habian visto una crecida muy fuerte, anormal y momentanea de varios de los rios que bajaban de las montañas, y los ingenieros enanos eran muy amigos de utilizar ese tipo de mecanismos basados en las propiedades y el peso del agua para mover grandes cantidades de piedra.

Cuando ya se levantaban para abandonar la sala, Saryon se dirigió al chico.
- Matt... tengo un par de dudas... ¿Tu padre te enseño a usar la mirada interior? - Saryon echo una mirada breve a Skald, que sonrio.
- Mmm... sin con eso te refieres a ver los colores de las almas, si. Bueno, el le llamaba asi. Me lo enseño siendo muy pequeño, como un juego. Y ahora me sale con mucha facilidad. Mi padre decia que se fiaba muchisimo mas de mis ojos que de los suyos para eso, que había heredado su talento natural, y que además tenía la mirada de un niño, y que eso me hacía mejor que el.
- Bien, mi suposicion era correcta. Has de saber que tu padre era el mejor en eso cuando estabamos en el monasterio. Aprendio rapido, y sabia interpretar los signos mejor que nadie. Si el decía que eres bueno usandola, seguro que lo eres. Ahora, tengo otra duda. ¿Miraste a los lezzar?
- Si.
- Y... ¿viste algo... distinto, o anormal? Yo observe algunos grupos desde cierta distancia, y me parecio notar algo extraño, aunque no supe identificarlo. Son distintos alos lezzar que conocia, sus colores son muy distintos, pero estoy seguro de que hay algo mas, algo que se escapa a mi vista. Es... como ver la marca de la resaca de las olas en la arena de una playa, aunque no puedas ver la ola, sabes que estuvo alli.
- Si. Si hay algo raro, muy raro, que no habia visto en ningun sitio antes. Yo le llamo el octavo color.
- ¿El octavo color? - Saryon y Skald preguntaron simultaneamente.
- Si. Bueno, yo le llamo asi... no es exactamente un color. Las primeras veces que lo vi fue como... si faltara algo. Despues de evitar tres o cuatro patrullas de lezzars de esos raros y observarlos desde lejos, mis ojos se acostumbraron a verlo. Es como un color que no puedes ver cuando miras normal.
Saryon sonrió con satisfaccion. Si lo que suponía era cierto, estaban ante un gran hallazgo.
- Y... ¿Es igual en todos?
- No. Los lezzar pequeños tienen mucho de ese color, pero poco intenso. Los mas grandes, los que parecen jefes, tienen menos, pero es mucho mas fuerte.
- Bien, bien, bien... - Saryon se mesaba la perilla y el mostallo lentamente, pensativo. - Dime Matt, ¿que tienes pensado hacer a partir de ahora?
- La verdad es que no lo se, esperaba que mi tio me ayudase a decidir cuando regresase de su mision. No lo había pensado mucho.
- Bien, hijo. ¿que te ha enseñado tu padre además de la mirada?
- Se disparar un arco, me defiendo luchando con cualquier arma que pueda manejar, aunque mi padre me enseño mas a defenderme y escapar que a ganar. Además, se lo que tiene que saber un cazador: donde hay que golpear a cualquier animal o humano para acabar con el rapido o para impedir que me persiga, se esconderme y ser silencioso, seguir rastros, sacar la piel y la carne comestible de un animal, y... creo que soy bueno observando.
Saryon seguía pensativo.
- Todas habilidades de las que solemos carcer en La Orden. Creo que vamos a tener que corregir ciertos errores del pasado. Ojalá tu padre estuviese aqui para verlo, no deja de ser ironico... - Saryon hizo una pausa, y sun tono se volvio mas solemne.- Bien, creo que tengo algo que ofrecerte. ¿Quieres entrar en la orden como novicio? Creo que tienes mucho que aportarnos.
- Pero... ¿lo que se hacer sirve para...?
- Hasta ayer no. Quizá... a partir de hoy, si servirá. Hay dos caminos de conocimiento en la orden, el de la espada, que es el de los luchadores, y el de la balanza, que es el de los que aprenden los caminos de los dioses justos. Quizá sea el momento de plantear en la orden la necesidad de crear otra via mas. Una via que nos otorgue la capacidad de conocer a nuestros enemigos lo mejor posible, para saber mejor como vencerlos. Durante demasiado tiempo noe hemos centrado en proteger a los nuestros y en el combate directo, pero un ejercito sin ojos es un mal ejercito. Si los superiores de la orden estan de acuerdo conmigo, y creo que lo estarán, serás el primer novicio de este nuevo camino para los caballeros de la orden de isvar. Y el nuevo camino será el que debió haber seguido tu padre en su momento. - La explicaicon de Saryon, que en principio iba dirigida al niño, en realidad estaba siendo escuchada, no sin cierto asombro, por el resto de comensales con sumo interés. Saryon dirigió su atencion de nuevo hacia Matt.- Entonces, ¿que dices? ¿te uniras a nuestra orden?
El chico miraba atonito al caballero.
- ¡Claro! - Las lagrimas comenzaron a caer por su rostro, esta vez sin contencion.- No se me ocurre mejor forma de... de... Me esforzaré todo lo que pueda, y cuando no pueda más, seguiré esforzándome.
Saryon no pudo menos que sonreir, aunque no sin cierta tristeza, al oir una frase que habia oido a su viejo amigo cientos de veces tantos años atrás.
- Saryon... Hay algo más que te tengo que contar sobre.. la mirada y ese color extraño... Lo vi en alguien mas que en los lezzar. Y... era mas extraño todavia, no acabe de interpretar muy bien lo que significaba. Era... mas...cambiante que en los lezzar, iba y venia. Y a la vez mucho, muchisimo mas intenso. Bueno, y tenia mas cosas raras aun al mirarle, creo que nunca vi a alguien tan extrañisimo... Y le conoces.
Saryon sintio cierta desazon al pensar en los clones que habían infiltrado los lezzar entre ellos.
- ¿Y... quien es ese alguien?
- Mirko. Es Mirko.
Saryon asintió, aun más sonriente. Si ya estaba bastante convencido de lo importante que era lo que habían descubierto, ahora ya tenía la completa seguridad de haber acertado con su intuicion.

Escrito por Cronos el jueves, 30 de diciembre de 2010

Los hijos de Kor.
Observaban el mar, oscuro, neblinoso y revuelto, desde la protección de una zona de juncos a cierta distancia de la orilla de la larga playa a la que solian llamar la Cuna de la Luna. Las naves, una docena, que se acercaban sin dejar de luchar con la dura marejada no eran una buena noticia. Los hombres de Sanazar llevaban tiempo presionando hacia el oeste, lo que les empujaba al mar y les dejaba cada vez menos espacios de caza. En realidad, llevaban años retirándose, subsistiendo y debilitándose día a día. Quizá si hubieran luchado en el primer momento hubieran tenido una oportunidad. Ahora era demasiado tarde para eso. Si esos barcos, que estaban cargados de hombres bien armados, venían a ocupar su territorio, sería su última lucha. Ya era tarde para juntar a los clanes y cogerlos por sorpresa en el desembarco, y luchando en campo abierto la batalla sería una sangría. Los soldados que venían en los barcos tenían armaduras de metal y buenas armas. Aunque les vencieran, la victoria sería inútil. Solo sangrar por sangrar. Los hijos de Kor no hacen eso salvo que no haya opcion. Y si lo tienen que hacer, sangran, pero a la vez anegan el campo de batalla con la sangre de sus enemigos.

- No son de Sanazar. No llevan sus emblemas. Y sus armas no parecen del mismo tipo. No llevan esas lanzas de filo largo.

- Podría ser un engaño, Kazhak. ¿Y si hubiera otro ejercito viniendo por el desierto desde el este?
- Si fuese asi lo sabríamos. Tenemos ojos en todas partes hacia el este. Hace años que el Clan de la Víbora se hizo cargo de esa tarea, y la ha realizado magníficamente. No, no creo que sean de Sanazar.
- ¿Y entonces quienes son? Los emblemas no me resultan familiares.
- A mi si. Creo que pueden ser de la península...
- ¿Aun crees en esas historias? No existen esas tierras, nadie ha logrado localizarlas y nadie conoce el camino a ellas.
- Y sin embargo se lo que se, recuerdo lo que recuerdo, y viví lo que viví. ¿Me acusas de mentir?
- No, no... Sabes que no. Solo de... ¿haber soñado algo cuando eras un joven impresionable?

- No fue un sueño. Les vi, les oi. Iban al norte, muy lejos, a la tierra sin magia, y venían del sur, de una península más allá de un gran abismo. Y recuerdo algunos de sus emblemas. Uno de ellos, al que parecían seguir los demás, llevaba un simbolo muy parecido al que está en las velas de esos barcos. La espada que forma una balanza y los círculos alrededor. Lo recuerdo como si fuera ayer, aunque fue hace quince años. No digo que sean los mismos. Digo que pueden provenir del mismo lugar. Quizá sean del mismo clan, tribu, imperio, o como le llamen ellos a sus clanes.
- Y si tienes razon, ¿que ganamos con eso?
- Quizá no sean enemigos. Quizá sean un aliado inesperado. Quizá nos traigan lo que más necesitamos. Esperanza. Quizá sean enemigos de nuestros enemigos.

- No me fio. Creo que montaré hasta donde estan acampados los nuestros y les informaré para que se preparen para luchar.

- Estoy de acuerdo. Es necesario. Puedes llamar a la Asamblea Sagrada. Yo intentaré averiguar quienes son y que quieren. Intenta que nadie provoque un combate. Si acuden muchos guerreros manteneos a cierta distancia. Me reuniré con el resto cuando sepa más. Di a Kuzbar que represente a los Fauces Sangrientas.
- Así lo haré.
- Parte cuanto antes, Gozark. Me encargaré de recibirlos a la manera tradicional. Esperaré a que te alejes, por si son hostiles.

Khazhak permaneció agazapado, observando la escena, que en realidad le resultaba impresionante. No era comun para uno de los suyos ver un barco del tamaño de los que se acercaban, y mucho menos doce juntos. De tanto en tanto echaba un ojo hacia su montura, que estaba descansando un poco más lejos de la playa, oculta por los mismos juncos que le cubrían a él. Les llevó bastante tiempo acercarse a la zona donde las aguas se volvían más tranquilas, cubiertas por el cabo que estaba al sur de la gran bahia, puesto que el mar estaba muy revuelto y la marea estaba empezando a bajar, lo que alejaba a los barcos de la costa. Cuando los primeros hombres comenzaron a bajar de los botes tomó una de las flechas embreadas ceremoniales, ató el pergamino que tenía preparado a su cola con una tira de cuero, y se concentró para tomar contacto con los espíritus de la naturaleza y de sus ancestros para pedirles su ayuda.

Willowith estaba decidido a ser el primero en poner el pie en tierra. Por fin estaban en el continente. No sabían muy bien donde, probablemente estaban demasiado al norte, pero aquello era tierra firme, con toda seguridad. Por fin. Nunca había odiado tanto los barcos como ahora. En cuanto vio que el agua no le cubriría mas allá de la cintura, saltó del bote y tiró de él hacia la orilla. Del tiempo que llevaba subido a uno de esos odiosos barcos, le pareció que el suelo seguía moviéndose bajo sus pies. La sensación duró poco. De una zona de juncos, bastante apartada de la orilla, partío una luz, similar a una flecha incendiaria, que voló a gran altura hasta caer a tan solo unos metros de donde estaban. Si era una flecha, había sido lanzada por un arco con una fuerza fuera de lo comun, incluso si la flecha no estuviese ardiendo.
- ¡Vamos! ¡Vamos! ¡Vamos! - Estaban en la peor situacion posible. Si alguien les atacaba en ese momento, los barrería sin ningun problema. - ¡Rápido! ¡Tú, vete a ver que es eso y traemelo! - Willowith señaló al punto donde había caido aquella luz, que se había apagado tan pronto había impactado con el suelo.
Uno de los fieles y fieros soldados de sy guardia corrió hasta el lugar y, al poco, le trajo a Willowith dos objetos. Uno, una flecha bastante pesada, decorada con gran profusion de simbolos que le resultaron extraños aunque lejanamente familiares. No parecía haber ardido, ni parecía posible que hubiese volado tanta distancia con un arco que un humano pudiese tensar. El otro era un pergamino sellado, que abrió cuidadosamente. En el había dibujada una gran estrella de cinco puntas. En cada punta, en la cabecera y al pie, escrita en común con letras grandes y gruesas, había una frase.

Estas son las cinco puntas de la Estrella de Kor.

- Todo Hijo de Kor es libre.
- Un Hijo de Kor no asesina ni miente.
- Un Hijo de Kor es dueño de lo que lleve con el.
- Solo hay dos castigos para un Hijo de Kor: El destierro y la muerte. El desterrado deja de ser un hijo de Kor. Sólo si el delito no puede ser reparado, la pena será la muerte.
- Todo Hijo de Kor forma parte de un clan. Todo clan puede llamar, asistir o partir de una Asamblea Sagrada.

Estas son las cinco puntas de la Estrella de Kor.


- Vaya. - Willowith releyó el pergamino varias veces. - No se quienes serán estos Hijos de Kor, pero creo que me caerán bien.

Escrito por Cronos el jueves, 30 de diciembre de 2010

De ratones y gatos.
Las horas mas cálidas del día ya habían pasado, y en el interior de la Taberna de Jack, el calor comenzaba a dejar de invitar a dormir para comenzar a invitar a beber. Hacia solo un rato que incluso Fiona, que parecía tener una especial disposición para dormir cuando el calor más apretaba, había bajado de su habitacion del piso superior y estaba interrogando a Jack con todas las preguntas que se le pasaban por la mente, lo cual no parecía importunar demasiado al viejo tabernero, sino más bien al contrario. La extraña e inteligente niña parecía haber despertado una ternura en Jack que los que lo conocían desde hacía años nunca habían observado en él, y la niña había devuelto esa ternura con un interes inusitado por las innumerables historias que él le contaba, a pesar de que no siempre fuesen demasiado apropiadas para contarselas a una niña de su edad. Tal y como era habitual a esas horas del día, la taberna permanecía sin público y casi en penumbra, puesto que la poca luz que entraba lo hacía a través de la única ventana que había en la sala principal, que además estaba protegida por un cortinaje translúcido de tono oscuro. Allí solamente estaban Jack y Fiona, ella sentada sobre la barra y él por la parte que le correspondía, y Igram, Johan y Vulkar, tratando temas importantes en la mesa más alejada de la puerta, entre la ventana y la puerta a la despensa y las escaleras al piso superior.

Vulkar era uno de sus contactos de confianza, y ya lo había sido antes de Findanar. Era uno de los mas reputados agentes del Rey, hasta el punto de que presumía, siempre en ambientes de confianza plena, de tratar ciertos asuntos de manera directa con él. No es que fuese algo realmente extraordinario, puesto que Ekon Chui'jabari no era un rey endiosado ni apartado de la gente, pero si era algo digno de mención.
En opinion de Igram, Vulkar poseía el carácter perfecto para realizar la labor que tenía encomendada. Era un hombre discreto, astuto y cauto, además de tener amplios conocimientos sobre el carácter y la cultura de la gente de Zalama. Estaba ataviado de la manera más habitual en el, con una larga y amplia chilaba de color claro, casi sin decoración, que le cubría hasta los pies, y en la que las mangas se confundían con el resto de pliegues del atuendo. Cubriendo buena parte de su cabello, corto y de color negro, llevaba uno de los típicos sombreros cilíndricos zalameños, de tono rojizo. Su rostro podía traer a la mente la imagen de un halcón o un águila. De rasgos finos pero marcados, ojos almendrados y negros, piel muy morena, y nariz y mentón pronunciados, llevaba la barba rasurada en las mejillas, aunque larga a partir de la linea de la mandíbula y por debajo del rostro, y formando una trenza a partir de su mentón, que acentuaba aún más los rasgos aguileños de su rostro. Estaba sentado a la derecha Igram, de modo que ambos podían ver la entrada principal de la posada y prácticamente todo el recinto, mientras saboreaban una infusión típica de Zalama, que se bebía caliente, puesto que los lugareños mantenían que tanto la hierba como el consumirla caliente ayudaban a combatir la sensación de calor. "Si calientas tu interior, enfrias el exterior", solían decir los habitantes de la ciudad, muy amigos de refranes y dichos. Por lo que Igram había comprobado en sus carnes, poco adaptadas al calor, el dicho tenía mucho de real. Johan, bastante menos amigo de la cultura popular, y sentado a la izquierda de Igram, bebía una jarra de cerveza fresca, al menos todo lo fresca que podía estar una cerveza a esas horas del día.

Llevaban un buen rato discutiendo sobre el devenir de la guerra y los siguientes pasos que debían dar. Tenían como costumbre tratar esos temas a esas horas del día, puesto que, a causa del calor, la taberna, como las calles, solía estar vacía, lo cual les aportaba la intimidad necesaria sin ausentarse. Habían pasado varios días desde que Igram intentase ejecutar su venganza sobre Sonen, y seguían sin tener noticias sobre el éxito o fracaso de la misión. Además, habían recibido informes de que en la selva las cosas parecían ponerse difíciles. Los soldados de Sanazar habían provocado varios nuevos incendios para aprovechar el final del verano, y, aunque avanzaban despacio y los Zembuu les tendían duras emboscadas cada cierto tiempo, no lograban detener su avance por completo. Cada vez tenían menos tiempo para disponer de un ejército suficiente para enfrentarse a las tropas del Imperio, y seguían teniendo dificultades para conseguir el metal que necesitaban para disponer de armas y armaduras de calidad para los soldados del rey. Jack, que seguía atendiendo a una Fiona fascinada con sus historias, prestaba atencion con un oido a lo que sus compañeros hablaban mientras dedicaba el otro a la niña.

El silencio se hizo en el local durante unos instantes cuando cuatro hombres, que parecían bastante borrachos, entraron por la puerta. No era extraño ver algun que otro grupo de marineros borrachos a cualquier hora del día, lo extraño era verlos en su posada, que estaba alejada del puerto y era bastante discreta desde el exterior. Todos, incluso Fiona, escrutaron por un momento a los recien llegados, que venían parloteando sobre sus hazañas, reales o inventadas, con las mujeres, hasta que uno de ellos se acercó a la barra y se dirigió a Jack.
- ¡Jack, viejo amigo! - Al marinero, entrado en años, de piel curtida y con la barba grisacea impregnada de algun licor pegajoso bajo los labios y a su alrededor, le costaba articular las palabras.- Cambia esa cara, hombre... ¿O ya no reconoces a un viejo marinero del Señor de las Tormentas? ¿Me serviras algo de tu licor especial, no?
Jack sonrió al marinero borracho mientras hacía un leve y discreto asentimiento de aprobación a los que estaban en la mesa.
- Por supuesto, viejo bribón, os pondre unas jarras para los cuatro. - Jack sonrió amablemente mientras miraba a los tres hombres que le acompañaban. Aunque tambien parecían marineros por lo curtido de su piel y de sus manos, sus rasgos y su atuendo eran más propios de gente de Zalama que de las Islas o de Sanazar. - ¿Aun no te has decidio a retirarte? ¿O es que quieres morir aferrado a lo mas alto de un mastil?
- ¿Por que crees que he venido a tu posada? ¡Hoy llegué de mi último viaje, lo estoy celebrando con estos compañeros, como debe ser! - El viejo marinero borracho, a quien Jack había reconocido aunque no lograba recordar su nombre, habló ahora con voz baja, como si quisiera susurrar, pero sin conseguirlo por completo.- No te preocupes por nada, son buena gente... Este ultimo viaje fue muy rentable, asi que podré establecerme aqui y buscar un trabajo en tierra que pueda llevar a cabo. Uno de los chicos de Eidon me dijo que te habías establecido aqui cuando ellos se fueron, y pensé que estaba obligado a pasarme a dejarte algo de mi bien ganado dinero... Por los viejos tiempos, ya sabes... Siempre te portaste como un padre con todos...
En este tiempo, Jack había llenado hasta rebosar cuatro jarras de uno de sus exquisitos licores, de los que él mismo preparaba.

- Se agradece tu esfuerzo, viejo amigo. Las cosas no me van mal, pero tampoco bien del todo, ya sabes. - Jack salio de detrás de la barra, siempre observado por Fiona, que seguía observando la escena en silencio aunque con curiosidad, y tomó las cuatro jarras. - Venga, os las serviré en la mesa. ¡A tu salud, y que la fortuna te sonria en tierra tanto como te sonrió en el mar!

Al poco tiempo, el local había recuperado cierta normalidad. Los cuatro marineros parecían enfrascados en un interminable intercambio de fanfarronadas amorosas mientras bebían profusamente, Jack y Fiona seguían charlando de no se sabe bien que, y los otres tres seguían departiendo, aunque ahora lo hacían en voz mucho más baja, y procurando no hablar explícitamente de nada que no debiera ser escuchado.
El viejo marinero se levantó y se dirigió hasta la puerta despues de balbucear algo sobre hacer sitio para lo que le quedaba por beber esa noche, pero no consiguió llegar hasta la puerta. A medio camino, comenzó a vomitar como si tuviese una ballena resoplando en su interior, haciendo un ruido espantoso, como sintiese un dolor insoportable, y rodó por el suelo. El vómito parecía sangre.
La escena hizo reaccionar a Vulkar como un resorte. Empujó con fuerza a Igram, lo cual hizo que ambos rodasen al suelo en direcciones opuestas, y, de paso, hizo dar un respingo a Johan, que inclinó su silla hacia atrás y se pegó a la pared inmediatamente, lo que seguramente le salvó la vida. A pocos centímetros de su nariz pasó un dardo que, sin duda, iba dirigido a donde unos instantes antes estaba su rostro. En la pared, detrás de donde se encontraban Igram y Vulkar se clavaron otros dos. Jack rodeó a Fiona con sus brazos, protegiéndola con el cuerpo y la bajó al suelo, tras la barra. Durante el rápido movimiento notó una picazón en la parte posterior de su brazo derecho, que en poco tiempo se había convertido en un adormecimiento de la zona. Sin duda, uno de esos dardos le había alcanzado.
En unos segundos la situación se precipitó. Johan se puso en pie lanzando un alarido de furia que atrajo la atención de los falsos marineros, que, al ver que su plan había fracasado se abalanzaron hacia la puerta con la intencion de huir de alli inmediatamente. El contramaestre aprovechó el impulso necesario para levantarse para lanzar su jarra de cerveza hacia la mesa desde la que les habían atacado. La jarra se destrozó contra la pared, reventando con el impacto y haciendo caer buena parte de su contenido sobre las cabezas de sus agresores. Igram, tras rodar sobre si mismo con una agilidad inimaginable a simple vista, lanzó dos dagas sobre el que más alejado estaba de la puerta. Una de ellas se clavó en un lateral de la mesa. La otra, en el cuello de su objetivo, que cayó al suelo intentando tapar la herida con sus manos mientras intentaba respirar. Uno de los asesinos había cruzado ya la puerta cuando Vulkar dio una voltereta hacia delante y, tras sacar dos dagas curvas de algun lugar en el interior de su túnica, las clavó en la espalda del que aun intentaba salir, a la altura de los riñones. Johan salió por delante de él, saltando por encima del marinero moribundo, con el sable desenvainado, y persiguiendo al que había logrado cruzar la puerta. Vulkar echó una mirada breve a Jack, que había caído inconsciente tras la barra, y, tras dibujar en su rostro un gesto de fatalidad, salió en pos del enemigo huido.
Igram se puso en pie y, tras asegurarse de que los enemigos heridos no estaban en condiciones de seguir luchando, pasó a detrás de la barra. Fiona estaba en el suelo, sentada junto a Jack y abrazada a sus propias rodillas mientras sollozaba. A Jack le había alcanzado un dardo en el brazo mientras la protegía. Tomó el dardo e intentó averiguar que clase de veneno contenía. El dardo se había clavado profundamente en el antebrazo de su ammigo. Si el veneno era potente, Jack ya estaba perdido. Fiona comenzó a mirar alternativamente a Jack y a Igram. Sus ojos estaban enrojecidos, y sus sollozos eran cada vez mas profundos y descarnados.
- No... -Fiona miraba a Igram como si pudiera ver en su cara lo que parecía evidente.- Jack no... él es bueno, no puede...
Igram no pudo sostener la mirada de la niña, puesto que el llanto estaba llegando a sus ojos a toda velocidad, cosa que hacía muchos años que no le sucedía. El viejo tabernero comenzó a convulsionarse sobre el suelo. Igram sabía que eso era la señal de lo que ya temía. El veneno era mortal, y muy rápido. Demasiado.
- ¡No! - El llanto de Fiona cada vez era mas chillido y menos sollozo. - ¡No!, ¡tú tambien no! ¡No dejaré que te vayas como mama!
La ultima frase sonó extraña en los oidos de Igram. La voz era demasiado profunda, demasiado potente. El rostro de Fiona estaba desencajado, con un rictus entre la furia y el llanto, cada vez mas exagerado, rondando en cierto modo lo grotesco. La niña agarró la parte del brazo de Jack que estaba herida, y sin dejar de sollozar, apretó con todas sus fuerzas. Entonces, sus manos y su rostro comenzaron a cambiar. Como si siempre hubiesen estado alli, unas lineas tenues y oscuras comenzaron a emitir una luminosidad extraña, como si la propia luz fuese de color negro. Las lineas formaban dibujos extraños, como tatuajes de motivos naturales que, aunque le resultaban levemente familiares, Igram no podía identificar.
- ¡No! - La voz de la niña resultaba ahora casi irreconocible.- ¡No te dejare marchar! ¡No quiero que te vayas! ¡No quiero que te lleven como a ella!
La luz oscura que emitian los extraños tatuajes que parecían estar sobre todo el cuerpo de la niña se fue acumulando en sus manos, y, a traves de ellas, fue entrando en el cuerpo de Jack, como si fuese recorriendo sus venas. Igram observó lo que sucedía como en extasis, sin atreverse a intervenir. Esa luz se extendio por todo el brazo de Jack, formando lineas oscuras y a la vez luminosas por sus venas, y se fue extendiendo por todo su cuerpo para, finalmente, apagarse. Cuando la luz cesó, la niña se quedó tumbada al lado de Jack, dormida o inconsciente, pero respirando. Igram los contempló a ambos sin atreverse a acercarse a comprobar la suerte de su viejo amigo.
- Es una lastima. Nunca pudimos hacer nada por el. - La voz de Vulkar llegó desde la puerta.- Es veneno zembuu, mortal de necesidad.
A pesar de las palabras de Vulkar, Igram se acercó a tomar el pulso de su amigo. Su corazón aun latía.
- No está muerto.
-¿Como...? ¡Es imposible!
- Parece que nuestra pequeña Fiona guarda muchos secretos que nos costará descubrir. Mira... - Igram tomó a la niña del suelo en brazos y la colocó suavemente sobre la barra. Su rostro parecía ahora relajado, en paz, y respiraba profundamente, como si durmiera.- Mira estas lineas en su piel. Antes no estaban. Se iluminaron, y la luz entró en Jack. Creo que eso lo salvó.
- Zembuu... -Vulkar miraba maravillado los brazos y el rostro de la niña.- Son... tatuajes rituales. Tienen que ver con los espiritus de la jungla a los que adoran...
- ¿Quien nos atacó? ¿Y que querrían? - Igram señaló a los cadáveres.
- Son de alguna secta de asesinos, eso seguro. Averiguaré para quien trabajaban, es cuestión de tiempo. Sin duda se ganaron la confianza de este viejo marinero para llegar a vosotros.
- Mmm... has dicho que el veneno era de los Zembuu. ¿Tendrán algo que ver en esto?
- Imposible. Han tenido que obtenerlo de forma violenta, si no jamás hubiera llegado a sus manos. Ellos lo consideran un regalo de sus dioses, y tienen prohibido usarlo contra otros seres humanos. Dicen que es para cazar, no para matar.
- Mala suerte... - Johan entró por la puerta, casi sin respiracion. - Lo acorralé aqui cerca, pero guardaba un dardo para sí mismo. Está en un charco de babas a varias calles de aqui.
- Da lo mismo, nunca le hubieras sacado nada. Eran asesinos de una secta. O tienen exito o mueren. - Vulkar miro de nuevo a Jack, que ahora parecía dormir plácidamente.- Y no maldigas a la suerte, bastante ha tenido Jack.
Como si el viejo tabernero hubiese oido sus palabras, se revolvió lentamente sobre si mismo y abrió los ojos.
- Fiona... - su voz era un susurro - ¿Estas bien?
La niña estaba recostada en la barra, en posicion fetal, mirando a los ojos de su amigo y sonriendo como si nunca se hubiese sentido tan alegre.
- Ahora si. - El sonido de su voz les sonó a todos a sonrisa.

Escrito por Cronos el jueves, 23 de septiembre de 2010

Luz en la oscuridad.

- Puedes acercarte, enano. No debes temer nada de nosotros.
Adrash y Vanya clavaron su mirada en Mirko casi simultáneamente al oír su voz, firme y a la vez susurrante, retumbar en las paredes de la oquedad que habían elegido para descansar, y despues en el gran tunel anexo. Ya llevaban tres dias caminando bajo las montañas, y sus oídos se habían acostumbrado al silencio casi tanto como sus ojos a la oscuridad. La única luz que se habían atrevido a utilizar en ese tiempo, y solamente porque para Adrash era una necesidad, puesto que sus ojos no estaban adaptados a ver en la oscuridad como los de los elfos, había sido el tenue brillo rojizo que la espada del caballero del Fenix desprendía. Mirko, a pesar de ser humano, parecía no tener ningún problema para ver hasta en la oscuridad mas absoluta. E incluso más allá.
-Vamos, acércate, se que estás ahí, y que llevas casi un día siguiéndonos. Tu desconfianza es comprensible, pero estamos en el mismo bando, y te necesitamos tanto como tu a nosotros.
Adrash y Vanya, que estaban sentados en el suelo húmedo y frío preparando algunas viandas y un improvisado campamento se miraron entre si y volvieron a mirar a Mirko, tan sorprendidos como expectantes. Adrash acercó su mano derecha a la empuñadura de su espada, que estaba apoyada en el suelo y continuaba emitiendo una luz leve, casi como si acabase de salir de la forja y aun no se hubiese enfriado, además de algo de calor. Mirko, que estaba de pie junto a ellos, mirando hacia la oscuridad, le hizo un leve gesto con su mano para que se detuviera.

El silencio fue total durante unos momentos, que a Adrash se le antojaron eternos. La oscuridad le ponía de mal humor. A su alrededor sólo podía ver las paredes teñidas del brillo rojizo de su espada, y, por donde su refugio desembocaba en el tunel principal, tras unos metros, las tinieblas. Como cada momento en los últimos tres dias.

Al principio, la voz le pareció extraña, como forzada, y un poco aguda y a la vez rasgada.
- Ignoro cómo te has dado cuenta de mi presencia, humano, pero mientras no me expliques...
- Somos Mirko de Fénix, Vanya Meldarin y Adrash Ala de Fuego, y estamos aqui cumpliendo una mision del Senado de Isvar. - Aunque Adrash hablaba casi en susurros, su voz sono cortante como el filo de una espada.- Y creo que deberíamos ser más precavidos, hay lezzars cerca.
- Si es cierto lo que decís, deberiais llevar algo que lo acredite. Mostradlo.- La voz de su interlocutor, que seguía llegando de la oscuridad, sonó ahora más firme. - Y hay lezzars cerca, si, pero no lo suficiente.

Casi simultaneamente, Adrash se deshizo del guantelete de su mano derecha, Vanya sacó un colgante de debajo de su camisa, y Mirko saco algo de una pequeña bolsa de su cinturon. Los tres mostraron los anillos de oro con el sello del senado que Saryon les había entregado antes de partir.

Una figura emergio de las tinieblas. No levantaba más allá de la altura del pecho de Adrash, pero su complexion era extraordinaria, aunque no tanto como la de muchos guerreros enanos que había visto con anterioridad, lo que le hacia pensar que probablemente fuese bastante joven. Su aspecto era horrible. Estaba cubierto de suciedad, barro y restos de musgo y liquenes de la cabeza a los pies, y parecía que no se hubiese lavado en meses. Su pelo, o lo que podía verse de el, probablemente fuese más bien lacio y rojizo, aunque ahora pareciese una maraña de mechones embarrados y pegoteados unos sobre los otros alrededos de la cara del enano. Bajo la capa de barro y suciedad, se adivinaba una piel mas bien clara, una barba tambien pelirroja, mas clara que el cabello, y unos rasgos anchos pero nada desagradables para un enano, que solían contar con grandes narices y mentones exagerados. Sus ojos, oscuros y pequeños pero vivos, pasaron por un momento por Vanya y por Adrash, para quedarse clavados en Mirko, a quien miraba de reojo, casi con desconfianza. El enano vestía un jubon y unos pantalones de cuero, seguramente marrones, tambien cubiertos de mugre de arriba a abajo. A su espalda llevaba una mochila y una ballesta, y de su cinturón colgaba un hacha de mano, un carcaj con un buen numero de pivotes, bien asegurados para no hacer ningun ruido, y una cantimplora. No parecía llevar escudo ni ningún emblema a la vista.
- Mi nombre es Grimmorgain Lockhammer, miembro del muy honrado cuerpo de exploradores de profundidad de Nordarr. - Ahora su voz sono profunda, solemne.- Podeis llamarme Grim, o Grimlock...
- Pero...¿que te ha sucedido? - Vanya miraba fijamente al enano. - Parece que lleves dias arrastrandote por las rocas.
- Ayer hizo una semana, para ser exactos. Y no es que me haya arrastrado por las rocas, es que para sobrevivir solo aqui abajo una de las reglas fundamentales que debes seguir es no oler a nada que no sea la roca. - Grimlock se acercó hacia ellos, parecia algo menos tenso, aunque permanecía alerta.- Y lo que me paso... es largo de explicar, y debería revelaros cierta información que no se si debería confiaros. Aunque portando esos sellos, y dadas las circunstancias, creo que confiaré en vosotros.
- Si llevase una semana solo y sin luz por estas cuevas creo que ya estaría loco. -Adrash no había dejado de fijar la vista en el enano en ningun momento. Su actitud se relajó en el mismo momento en el que el enano pronunció 'confiaré'. - De hecho, casi lo estoy y solo llevamos tres dias dando vueltas por aqui.
- Este es mi hogar, Ala de Fuego. Supongo que habrá algún lugar al que tu llames así. Por cierto, extraño nombre, o es un apodo, o no eres de por aquí.
- No es un apodo, no soy de por aqui, y tampoco hay un lugar al que llame hogar. Ya no. - La voz de Adrash sono cortante y fria.- Creo que tu historia en estos momentos es mucho más interesante que la mia.
- En eso tienes razón. - El enano sonrió al caballero, como si el tono tajante le agradase.- Iré al grano. Si no me equivoco, Nordarr ha sido atacada.
- ¿Si no te equivocas? ¿Qué significa si no te equivocas? - Adrash miraba inquisitivamente al enano. Sus rasgos, solamente iluminados por la tenue luz rojiza que emanaba de su espada, parecían incluso más agresivos de lo habitual.
- Mmm... - el enano meso su barba lentamente - Todo esto requiere de cierta explicacion. Por eso decía que tenía que confiar en vosotros. Bien, lo primero que debeis saber es que Nordarr, como sucede con Fortaleza, no fue construida por nosotros. Toda no, al menos. Buena parte de la ciudad, la más antigua, estaba ahi cuando los primeros peregrinos de nuestra raza llegaron a estas tierras. Ya no queda ninguno vivo de ellos, los mas longevos murieron hace tres siglos, pero su tradición y sus diarios todavía se conservan como un tesoro. De hecho, para nosotros, son un tesoro.
Vanya no pudo evitar sonreir.
- Los enanos nunca dejareis de asombrarme...
- Ni los elfos a nosotros, supongo. - De nuevo, Grimlock sonrió.- Antes de nada, debo deciros que lo que os voy a contar ahora es un secreto, al menos por lo de ahora. Unicamente algunos de los habitantes de Nordarr, y un puñado de gente de la superficie lo conociamos hasta hace poco. Entre ellos, estamos los miembros de tercer grado del cuerpo de exploradores, los miembros del consejo de la ciudad, y los generales del ejercito Isvar. Dado que llevais sellos de General...
- ¿Sellos de General? - Adrash miró asombrado al sello de su mano, todavía descubierta. Vanya no parecía sorprendida, y Mirko continuaba con su rostro hierático.- No sabía...
- Pues si, lo son. ¿Quien os los entrego?
- Lord Saryon. - La voz atonal de Mirko sono casi como un golpe. - El Gobernador.
Ahora fue el enano el que pareció sorprendido.
- ¿Gobernador? ¿Saryon? No lo conozco en persona, pero tenía entendido que... Bueno, será mejor que os cuente mi historia, y despues podréis ponerme al dia de lo sucedido en la superficie las ultimas semanas...
Todos asintieron en silencio.
- Bien, ¿por donde iba? Ah, si, el secreto. Lo dicho, es un conocimiento que, por vuestro rango, - Ahora la sonrisa del enano adquirió un deje sarcástico, asi como su tono de voz. - os puedo transmitir. La ciudad de Nordarr tiene un sistema de defensa construido, o eso creemos, por sus primeros habitantes. Al menos, estaba ahi cuando llegamos. El sistema de defensa consiste en una serie de artilugios mecánicos, apoyados en ciertos artefactos mágicos. Los primeros llegados tardaron muchos años, casi un siglo, en comprenderlo, pero lo lograron. En realidad, el sistema defensivo consiste en que la gigantesca plataforma de piedra en la que se apoya toda la ciudad puede, a través de esos artilugios mecánicos y mágicos, hundirse en la montaña varios cientos de metros. Pues bien, o mucho me equivoco, o ese sistema ha sido activado.
Todos se quedaron en silencio. Vanya y Adrash tenian los ojos abiertos de par en par, y miraban fijamente al enano.
- Antes dijiste que deducías que era así, ahora que si no te equivocas. - Mirko fue el primero en reaccionar ante la sorpresa, si es que realmente podía estar sorprendido.- ¿Por que?
- Os lo explicaré. Hace una semana sali con una escuadra de cinco exploradores en una mision. Buscábamos información sobre ciertos sucesos extraños que habían venido ocurriendo desde unas semanas atrás. Algo estaba pasando en Las Profundidades, o al menos todas las pistas que habíamos recibido nos lo indicaban. Criaturas que llegaban demasiado lejos de sus lugares, otras que repentinamente ya no estaban donde debían, caravanas perdidas... Algo se estaba moviendo o se había movido por allá abajo. A los de la superficie os puede costar comprender lo descomunal que es el submundo, incluso para nosotros. Conocerlo y saber lo que sucede es complejo, y requiere de una vigilancia constante. El concepto de geografía se vuelve sumamente borroso aqui. Dos lugares pueden estar separados por solo cien metros de roca, pero estar a varias semanas de camino. Bien, pues, al poco de salir de Nordarr, repentinamente, un torrente de agua que llenaba todo el conducto por el que transitábamos, nos arrastró. De mis compañeros no he vuelto a saber nada, es posible que ninguno haya sobrevivido. De hecho, yo he sido muy afortunado por sobrevivir. Fui capaz de apartarme en un recoveco, y aunque al final el agua me arrastró durante bastante tiempo, logré salir a flote y tomar aire cuando creía que no podría aguantar más. Cuando me desperté estaba a oscuras y no sabía donde. La corriente era más rápida de loque pensaba, ahora que logré saber donde estoy me sorprende que hubiera alejado tanto.
- ¿Y... como deduces que han hecho funcionar esas defensas? - Adrash parecía no acabar de encajar lo que les habían contado.
- El agua. Solo pudo haber salido de allí. No hay ninguna otra respuesta a esa pregunta. Estamos hablando del equivalente a un lago de un par de cientos de metros de longitud, y varias decenas de profundidad. El conducto por el que avanzabamos medía varios metros de alto y de ancho... - Grimlock parecía totalmente seguro de lo que decía.- ¿Recuerdas que os dije que los exploradores de tercer rango teníamos ese conocimiento? - Todos asintieron.- Pues por esto lo tenemos. Si el sistema se activase, lo más probable es que alguno de nosotros estuviese en el exterior de la ciudad, y podría informar de lo sucedido y sus consecuencias a nuestros aliados en el exterior. Vosotros. Y parece que los que tomaron la decision de mantenernos informados acertaron.
- ¿Y ahora? - Adrash parecía sentirse algo más cómodo ante la perspectiva de salir de allí abajo. - ¿Que sucederá con Nordarr? ¿Donde están?
- Pues, si te soy sincero, no estoy demasiado seguro. Por lo que se, el sistema estaba pensado para devolver la ciudad a su sitio tras un tiempo. Y quizá los que lo construyeron pensaron en que hubiera salidas en la nueva altura. Pero eso son conjeturas. Tendríamos que buscar una ruta hasta la nueva posición, e investigar. Parece una tarea ardua para unos pocos. Me inclino a pensar que los que están dentro lograrán salir en algún momento. Son muchos, y aunque tendrám que dedicar esfuerzos a organizarse y racionar la comida y revisar y activar el mecanismo, estoy seguro de que buscarán formas de salir de la ciudad o comunicarse con el senado. En realidad, casi me preocupa mas el motivo por el que pudieron activarlo. Creo que hay un ejército de lezzars moviéndose por las profundidades.
- Lo hay. - La voz de Mirko sonó cortante.- Han ido al norte. Si los avisos del senado no llegaron a tiempo, o la ciudad no tiene un sistema de defensa como el de Nordarr, creo que tendremos que llorar la pérdida de Valgrim.
- Si es así, les habrá salido cara. - La amargura asomó al rostro de Grimlock. - Valgrim es una ciudad de mineros, y contruida por mineros. Está plagada de trampas y de lugares donde establecer buenas defensas, y sus habitantes son muy duros. Aunque... si el rastro que encontré no me engaña... tienes razón, no tienen ninguna oportunidad. Tambien siento curiosidad por otra cuestion... Los niños.
Los tres compañeros fijaron su mirada en el rostro del enano al unísono.
- ¿Has visto algo?¿Sabes algo? - Incluso en la penumbra que los rodeaba, todos pudieron ver como los ojos de Vanya se ponían vidriosos.- En Vallefértil fue a los únicos que no se comieron.
- ¿Vallef...? -Ahora fueron los ojos del enano los que se abrieron de par en par.- ¿Pero que demonios está...?
- ¡Que sabes de los niños! - Vanya oscilaba entre la ira y la tristeza, o más bien hacia ambas.
- Se los llevan. En carros. Vivos, aunque parecen... en trance. Hacia las profundidades. - Grimlock parecía confuso, aturdido. -No se... no se a dónde, pero puedo seguir el rastro. Creo que nunca en mi vida veré nada tan... horrible. No me parece... posible.
- No apuestes por ello, amigo. - La voz de Adrash sonó casi tétrica. - No apuestes por ello.

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