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No digas todo lo que piensas, pero procura pensar todo lo que digas 
Escrito por Torres el domingo, 3 de febrero de 2008

No creo en nada más antiguo que las contraposiciones, nada que se estableciera antes para así disponer desde un primer momento y antes que nada de criterios para clasificar, para dividir, para separar y dar pie a la hostilidad. El cielo y el infierno, el blanco y el negro, lo bonito y lo feo, el día y la noche, el sol y la oscuridad... lo bueno y lo malo. No puede mas que confirmarse que se ha seguido este camino desde que surgió aquella fe que derivaba de antiguos dioses que simbolizando al sol trataban de agenciarse los prominentes atributos de verdad, bondad y alegría frente a la maldad, el miedo y la desconfianza propios de la oscuridad.

Son esos matices los que propician que multitud de personas traten de disfrutar de tales atributos y se apeguen a ello con la lealtad del perro al amo. De las tardes soleadas llenas de chavales correteando, gente paseando plácidamente o de la tranquilidad de reposar a la vera de Lorenzo. A su vez, y por ese mismo motivo es por el cual otras tantas hordas de individuos se apartan y encuentran su regocijo en la oscuridad, en la noche que da pie a sensaciones más poéticas y a emociones más sombrías que no encontrarían sometidos a la otra elección.

Lo cierto es que en el rato que llevo aquí, desde que era de día hasta ahora que ya ha anochecido me lo he pasado escuchando repetidamente esta canción, que resulta ser adecuada para ambos momentos. Posiblemente sea ese su atractivo, el hecho de que algo escape del absurdo maniqueísmo que actúa y ha venido siempre actuando como veneno y se escape de la lógica de aferrarse al sol que más caliente o por el contrario de buscar como pollo sin cabeza la sombra que más ampare. Tal vez la clave haya sido el atardecer, la muestra de posibles matices, de que el viento no sopla siempre en la misma dirección de manera inalterable. Creo que así el mundo estaría un poco más relajado.