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Escrito por Cronos el lunes, 27 de octubre de 2008

Hoy queremos hablar sobre la culpa. No hemos elegido esta palabra por lo manipulado que se ha vuelto su uso, si no más bien por lo inadvertido.

Si hay algo que creemos que puede caracterizar nuestra sociedad, más allá de la mercantilización de todo y de la cultura de la apariencia, es la gestión de la culpa. No nos referimos a la culpa como causa u origen de algún mal, sino a la culpa como sentimiento. Al hecho de sentirnos culpables por algo, al sentimiento de desazón que nos produce creer que hemos actuado de forma errónea, injusta, o distinta a la que hubiéramos deseado.

Ese sentimiento de culpa tiene, por supuesto, su parte positiva, del mismo modo que otros sentimientos o sensaciones negativas lo tienen, como el miedo o el dolor. Sentirnos mal por haber actuado de una forma que consideramos no correcta hará que la siguiente vez que nos veamos en una situación similar tengamos más capacidad para no cometer el mismo error, aunque, por supuesto, no garantiza nada. En ese sentido, la culpa puede ayudarnos a actuar de forma más correcta y es, por lo tanto, un sentimiento útil hasta cierto punto.

Aún teniendo esto en cuenta, ante la consciencia de haber cometido un error, creemos preferible recurrir a otro concepto también muy manido, y a veces manoseado, que no deja de ser la consecuencia en el campo de lo racional del sentimiento de culpa: el de responsabilidad.

La responsabilidad tiene mucho más de racional que de emocional, y consiste en, ante un error, realizarse dos preguntas muy sencillas: ¿Qué grado de responsabilidad me corresponde realmente sobre el error? y ¿Qué puedo hacer para subsanar, atenuar o compensar las consecuencias de mi error? La gran ventaja de la actitud de responsabilidad frente al sentimiento de culpa es, precisamente, su base racional. Cuando uno actúa de forma responsable, analiza los propios actos, deduce las consecuencias de los mismos, y determina en que grado puede actuar para minimizar los daños producidos por el error. Este proceso, sin embargo, no está necesariamente incluido en el concepto de la culpa, lo cual es lógico, puesto que se trata de un sentimiento, y como tal, su origen no tiene por qué estar justificado. Nos podemos sentir culpables de hechos de los que no somos responsables, y tambien podemos ser responsables de hechos por los que no nos sentimos culpables.

Por supuesto, somos conscientes de que el sentimiento no se elige, y que por lo tanto la culpa no es algo que se pueda controlar con facilidad, pero resulta mucho más fácil de asumir ese sentimiento cuando se tiene el contrapeso de saber en qué extremo se actuó erróneamente, cuales son las consecuencias del error, y, sobre todo, que se ha actuado o se tiene la intención de actuar para intentar compensarlo o subsanarlo. En ese sentido, la culpa, acompañada de responsabilidad, pierde parte de su connotación negativa, y se convierte en algo más fácil de asumir, más llevadero, y, ante todo, menos manipulable.

Por lo tanto cabe concluir que la responsabilidad es una actitud correcta en todo caso, mientras que la culpa no sirve de nada si no va acompañada de un análisis basado en la responsabilidad.

El motivo de toda esta disertación sobre dos conceptos en principio sencillos es señalar una (otra) de las mayores manipulaciones que, a través de los medios masivos de información se llevan a cabo día a día, provocando una erosión a nivel social que acaba por permitir que los verdaderos responsables de algunos problemas no sean vistos como tales, trasladándose la responsabilidad, a través de esa manipulación de la culpa, a quien poca o ninguna responsabilidad tiene sobre el problema. Dicho con otras palabras, nos hacen sentir culpables de males de los que no somos responsables para que no señalemos y exijamos a los verdaderos responsables (y por ende culpables) del problema.

Ejemplos claros de este tipo de procesos son:

- El medio ambiente: Uno es culpable del deterioro del medio ambiente si se deja encendida una bombilla… pero nadie habla de los ingentes beneficios que obtienen las eléctricas (que son destinados a los bolsillos de sus accionistas y no a mejorar las instalaciones para reducir el deterioro del medio ambiente), o de la cantidad de energía necesaria, por ejemplo, para el funcionamiento de una sola fábrica de aluminio cada día. Son las bombillas para varios cientos de vidas.
- La gestión del agua: Hay que cerrar el grifo mientras uno se lava los dientes, pero no se dice cuanta agua se utiliza en un solo campo de golf o en una sola explotación industrial. Son los grifos de varias vidas.
- El hambre y la miseria: La riqueza de los occidentales se apoya en la pobreza del resto del mundo. Lo que no se dice es que la inmensa mayoría de los occidentales también somos "casi pobres", y que son solo unos pocos los que realmente se aprovechan de la pobreza extrema y generan los desequilibrios económicos que desembocan en el hambre y la miseria, tanto en el "primer mundo" como en el tercero. ¿Cómo se puede decir que es "rico" alguien que debe el 90% de su propia casa a un banco y que no tiene ninguna seguridad sobre si seguirá teniendo un puesto de trabajo o una fuente de ingresos el próximo mes?
- La productividad: España es un país "poco competitivo". Y para paliar esto se señala siempre al sueldo y los derechos de los trabajadores (vamos, nos llaman vagos). De lo que no se habla nunca es de las enormes cifras de beneficios que los grandes empresarios se embolsan cada año, y que cada año crecen. Y si, disminuir la cuota de beneficio también incrementa la competitividad.

En fin, seguro que hay muchos mas ejemplos… la cuestión es que la gestión malintencionada y manipuladora de la culpa ha servido para que, escondidos en nuestro propio sentimiento, dejemos de señalar a los responsables de estos problemas.

No, nadie es responsable de aquello sobre lo que no tiene capacidad de decisión, ni sobre lo que no obtiene beneficio alguno. No somos responsables del deterioro del medio ambiente, ni de la escasez de agua, ni del hambre, porque no podemos tomar ninguna decisión que realmente signifique algo para acabar con estos problemas, ni obtenemos ningún beneficio palpable de cómo se hacen las cosas, puesto que quien se beneficia en cualquier caso es el gran empresario, y aunque obtengamos un mínimo beneficio –presuntamente a través de bajos precios, lo cual es nuevamente falso, puesto que cada abaratamiento de costes se convierte en un incremento de ganancia del empresario y no en una bajada de precio o un aumento de calidad en los bienes adquiridos-, este beneficio se diluye en la enorme ganancia de los propietarios de las empresas.

Dejamos claro, para acabar, que en el tratamiento que estamos haciendo de estos grandes problemas no estamos excluyendo la responsabilidad individual de todos y cada uno, y por lo tanto, en ningún momento defenderemos que vigilar el consumo energético sea un acto irracional. No, no pretendemos decir que despilfarres energía. Estamos diciendo que si hubiese que decidir entre apagar una bombilla o gritarle al burgués que deje de destruir el medio ambiente, o al político que ponga los medios para que así sea, es mucho más eficiente, como acción responsable (y por tanto basada en la razón) la segunda o la tercera opción que la primera. Dado que en realidad vigilar el consumo energético es perfectamente compatible con protestar por el mal uso que se hace de la energía y por los procedimientos altamente contaminantes que se emplean para obtenerla, la solución es bien sencilla. Vigilemos nuestro consumo, pero sin olvidar nunca que nuestro esfuerzo de poco sirve si "los poderosos" no hacen un esfuerzo similar.

Esta actitud de responsabilidad es la que defendemos, frente al señalamiento de culpables que se usa habitualmente en campañas y noticias (medios mediante).

Por lo tanto, reiteramos… Ni culpables ni inocentes, solo responsables.

Y con la c podría haber sido… Crisis. Un bonito eufemismo para decir que nos van a joder bien. O a intentarlo. Agárrense, vienen curvas.
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