Escrito por Cronos el lunes, 22 de junio de 2009
Señales horarias de una veleta.
Jugando con cien peonzas,
como quien hace deporte
me pongo a poner en hora
la aguja de mi veleta,
la brújula de mi norte,
y los radios de mis ruedas.
Divergentes intenciones,
melodías descompuestas,
cacofónicos acordes,
que se juntan y se mezclan
en espirales viciosas,
que lloran cantando afrentas.
Y aprendo que no hay resorte,
que ajuste las horas muertas,
que no hay libros que respondan
las preguntas incorrectas,
y es que nunca estará el norte
en la punta de una flecha.
* * *
Iba a comenzar diciendo que me sentía "extraño". Mentira cochina. Extraño no es la palabra. Conozco mi estado actual tanto que ya ni capacidad de asombro me queda.
En realidad, supongo que estoy pasando por el efecto que pasan algunos equipos de futbol, si se me permite el símil, que, ante la carencia de presion, se crecen, hasta el punto de llegar a alcanzar objetivos que si se hubieran planteado nunca hubieran conseguido. Ha pasado antes, y en algunos casos fue solo un espejismo que acabó en la eterna mediocridad de la mitad de la tabla - con el grave peligro de sobrevalorarse y acabar descendiendo al año siguiente-, y en otros acabó con una hermosa clasificacion para la copa de la UEFA o incluso para la Champions. Una vez o dos, sin querer, tras una racha de buenos partidos, gané un título... (aunque ya se sabe que la alegría dura poco en la casa del pobre). Al menos, me siento, en cierto modo, optimixta. Aunque corra el peligro de acabar como los pingüinos del anuncio, teniendo la esperanza de volar, y ostiándome contra una roca.
Al menos la esperanza la tengo.
Lo mejor de estas fases es que las esperanzas no tienen rostro. O al menos, no uno fijo, permanente. Para bien y/o para mal, claro. Y digo que es bueno, porque las esperanzas es mejor que sean solo esperanzas, porque cuando adquieren rostro, cuando el rostro siempre es el mismo, las esperanzas dejan de ser esperanzas y se convierten en espectativas. Y las espectativas en necesidades. Y las necesidades en dolores. Vale, no siempre, pero es lo habitual.
Por otro lado, si la esperanza no tiene rostro, tambien corres el peligro de hacer lo que no quieres que te hagan. De eso tambien se un poco ultimamente. En ese sentido soy lo peor... y es que me asusta muchisimo más la posibilidad de hacer daño que el hecho de recibirlo. No deja de ser una postura egoista, tampoco es que vaya de Madre Teresa de Calcuta, pero es así... Si me jode que me hagan daño, me jode mil veces más hacerlo, y tener que enfrentarme a ello. Prefiero que me rechacen que rechazar... porque en la mayoría de las ocasiones en las que me he visto obligado a decir "no", lo que me gustaría realmente sería estar en condiciones para poder decir "claro que si". Cosas de tener claro que no quiero jugar con nadie, y que un dolor leve hoy puede ser mucho mejor que uno serio mañana.
Total, que la peonza sigue girando, mi veleta sigue sin ponerse en hora, y yo... me limito a intentar percibir el hermoso orden natural de mi caos, esperar acontecimientos, y disfrutar de todo lo que me puedo permitir sin sentir culpas... que no es mucho, ni poco. Aunque a veces puede ser un poco insípido... y más cuando los rugidos de un estómago vacío pueden llegarte a impedir percibir el delicioso sabor de un verdadero manjar. O que los árboles me impidan ver el bosque...
Así que seguiré a merced de las olas en mi barco de papel... Por lo menos, a dia de hoy, se que navega. Que no es poco.
Jugando con cien peonzas,
como quien hace deporte
me pongo a poner en hora
la aguja de mi veleta,
la brújula de mi norte,
y los radios de mis ruedas.
Divergentes intenciones,
melodías descompuestas,
cacofónicos acordes,
que se juntan y se mezclan
en espirales viciosas,
que lloran cantando afrentas.
Y aprendo que no hay resorte,
que ajuste las horas muertas,
que no hay libros que respondan
las preguntas incorrectas,
y es que nunca estará el norte
en la punta de una flecha.
* * *
Iba a comenzar diciendo que me sentía "extraño". Mentira cochina. Extraño no es la palabra. Conozco mi estado actual tanto que ya ni capacidad de asombro me queda.
En realidad, supongo que estoy pasando por el efecto que pasan algunos equipos de futbol, si se me permite el símil, que, ante la carencia de presion, se crecen, hasta el punto de llegar a alcanzar objetivos que si se hubieran planteado nunca hubieran conseguido. Ha pasado antes, y en algunos casos fue solo un espejismo que acabó en la eterna mediocridad de la mitad de la tabla - con el grave peligro de sobrevalorarse y acabar descendiendo al año siguiente-, y en otros acabó con una hermosa clasificacion para la copa de la UEFA o incluso para la Champions. Una vez o dos, sin querer, tras una racha de buenos partidos, gané un título... (aunque ya se sabe que la alegría dura poco en la casa del pobre). Al menos, me siento, en cierto modo, optimixta. Aunque corra el peligro de acabar como los pingüinos del anuncio, teniendo la esperanza de volar, y ostiándome contra una roca.
Al menos la esperanza la tengo.
Lo mejor de estas fases es que las esperanzas no tienen rostro. O al menos, no uno fijo, permanente. Para bien y/o para mal, claro. Y digo que es bueno, porque las esperanzas es mejor que sean solo esperanzas, porque cuando adquieren rostro, cuando el rostro siempre es el mismo, las esperanzas dejan de ser esperanzas y se convierten en espectativas. Y las espectativas en necesidades. Y las necesidades en dolores. Vale, no siempre, pero es lo habitual.
Por otro lado, si la esperanza no tiene rostro, tambien corres el peligro de hacer lo que no quieres que te hagan. De eso tambien se un poco ultimamente. En ese sentido soy lo peor... y es que me asusta muchisimo más la posibilidad de hacer daño que el hecho de recibirlo. No deja de ser una postura egoista, tampoco es que vaya de Madre Teresa de Calcuta, pero es así... Si me jode que me hagan daño, me jode mil veces más hacerlo, y tener que enfrentarme a ello. Prefiero que me rechacen que rechazar... porque en la mayoría de las ocasiones en las que me he visto obligado a decir "no", lo que me gustaría realmente sería estar en condiciones para poder decir "claro que si". Cosas de tener claro que no quiero jugar con nadie, y que un dolor leve hoy puede ser mucho mejor que uno serio mañana.
Total, que la peonza sigue girando, mi veleta sigue sin ponerse en hora, y yo... me limito a intentar percibir el hermoso orden natural de mi caos, esperar acontecimientos, y disfrutar de todo lo que me puedo permitir sin sentir culpas... que no es mucho, ni poco. Aunque a veces puede ser un poco insípido... y más cuando los rugidos de un estómago vacío pueden llegarte a impedir percibir el delicioso sabor de un verdadero manjar. O que los árboles me impidan ver el bosque...
Así que seguiré a merced de las olas en mi barco de papel... Por lo menos, a dia de hoy, se que navega. Que no es poco.