Escrito por Yosi_ el miércoles, 12 de septiembre de 2007
Parece ser que al cabo de los años la cosa no es para tanto, que la cuestión se recicla, se reconvierte y vuelve a fluir dentro de las acotaciones convenidas y deseables para el equilibrio de este gigantesco castillo de naipes. Parece que las burbujas explotan y desde la calle de la piruleta los señores del maletín corren y gritan en su columna semanal que por mucho que Botín lo sienta y lo vaya a sufrir en lo sucesivo, la gran crisis que se avecina solo será algo temporal que dará paso a tiempos mejores, y a cambio conseguiremos eliminar el gran problema que primero ilusionaba y desde hace un tiempo comenzó a preocupar. Todo esto hablando desde las altas capas, claro está, que al fin y al cabo es desde donde se puede decir a la gente (¡y se lo creen!) si las cosas van bien o mal y lo que hace falta para solucionarlas, porque “la economía” manda.
Es curioso, esa omnipotente e imprescindible economía es algo que siempre me ha producido una fuerte impresión. Al principio, cuando aprender la tabla de multiplicar suponía el mayor reto a corto plazo, era pura fascinación. Ver a toda esa gente impecable, irreductible, con sus interminables cuentas y sus sesudas previsiones de futuro manejando los hilos de un mundo que aparentaba cierta complejidad. Después se convirtió en frustración, realmente era hiriente que a pesar de los denodados esfuerzos en cuestiones matemáticas y sociológicas (a bajo nivel, claro, sin grandes aspiraciones), y aún tras haber comprendido cosas supuestamente mas enrevesadas, los principios, las bases y todo lo relacionado con las leyes del capital y el mercado siguieran sumidas en el más absoluto misterio. Y ahora todo aquel enorme enigma se va convirtiendo de forma progresiva en indignación, asco y rabia. Porque con el tiempo y un poco de mala fe no es difícil darse cuenta de que todo es una farsa, una enorme maniobra de distracción cuyo éxito se basa en el desconocimiento de las mayorías.
Los índices suben, bajan, se equilibran, víctimas de aleatoriedades absurdas mantienen medio mundo en la cuerda floja, sosteniendo un fino hilo en la tensión adecuada a merced de la voluntad de quienes quieren que así sea. Todo nuestro mundo (y nótese que no lo hago mío salvo por imposición) camina sobre el filo de la navaja obedeciendo a la voluntad de quienes ante un repentino giro de las circunstancias se llevan las manos a la cabeza fingiendo sorpresa y consternación, los mismos que tras el telón maniobran y conducen la situación de forma tan minuciosa y calculada que no hay lugar para lo imprevisto. Tiran, aflojan y vuelven a apretar sin llegar a ahogar, emulando a ese célebre personaje de ficción que se hace llamar dios. Y no cabe duda de que el juego sale rentable, esta claro que la capacidad de sometimiento, humillación y sacrificio de las personas aumenta exponencialmente si se sabe estrechar la soga hasta crear un nivel de angustia cercano a lo insoportable, rozando levemente la linea tras la cual todo se va a la mierda.
Y precisamente por eso podemos tener la seguridad de que mas allá de las circunstancias personales (que no me parecen interesantes en este tema, no al menos hablando a quien no conozco) y contando con generales suficientemente habilidosos a la hora de hacer el encaje de bolillos (y han demostrado serlo, saben velar por su “saca” con una eficiencia envidiable) una sociedad sujeta a la vorágine del capital siempre camina en torno a un nivel de equilibrio que sabe asegurar la infelicidad por la vía de la angustia existencial de quien siempre necesita más y nunca llega a tener nada. El IBEX, el EURIBOR y toda esa ristra de acrónimos que con tanta pedantería se emplean para explicar ala vida real no son más que figurantes en este circo. Vamos a dejarnos de chorradas y a llamar a las cosas por su nombre, si queremos una predicción fiable solo tenemos que intuir lo que tiene que pasar para que a largo plazo ciertos individuos sigan aumentando inexorablemente su porción de poder sobre la sociedad y el mundo. Porque sea como sea, la economía (esa gran desconocida) se ocupará de hacer los malabarismos oportunos para que pase.
Es curioso, esa omnipotente e imprescindible economía es algo que siempre me ha producido una fuerte impresión. Al principio, cuando aprender la tabla de multiplicar suponía el mayor reto a corto plazo, era pura fascinación. Ver a toda esa gente impecable, irreductible, con sus interminables cuentas y sus sesudas previsiones de futuro manejando los hilos de un mundo que aparentaba cierta complejidad. Después se convirtió en frustración, realmente era hiriente que a pesar de los denodados esfuerzos en cuestiones matemáticas y sociológicas (a bajo nivel, claro, sin grandes aspiraciones), y aún tras haber comprendido cosas supuestamente mas enrevesadas, los principios, las bases y todo lo relacionado con las leyes del capital y el mercado siguieran sumidas en el más absoluto misterio. Y ahora todo aquel enorme enigma se va convirtiendo de forma progresiva en indignación, asco y rabia. Porque con el tiempo y un poco de mala fe no es difícil darse cuenta de que todo es una farsa, una enorme maniobra de distracción cuyo éxito se basa en el desconocimiento de las mayorías.
Los índices suben, bajan, se equilibran, víctimas de aleatoriedades absurdas mantienen medio mundo en la cuerda floja, sosteniendo un fino hilo en la tensión adecuada a merced de la voluntad de quienes quieren que así sea. Todo nuestro mundo (y nótese que no lo hago mío salvo por imposición) camina sobre el filo de la navaja obedeciendo a la voluntad de quienes ante un repentino giro de las circunstancias se llevan las manos a la cabeza fingiendo sorpresa y consternación, los mismos que tras el telón maniobran y conducen la situación de forma tan minuciosa y calculada que no hay lugar para lo imprevisto. Tiran, aflojan y vuelven a apretar sin llegar a ahogar, emulando a ese célebre personaje de ficción que se hace llamar dios. Y no cabe duda de que el juego sale rentable, esta claro que la capacidad de sometimiento, humillación y sacrificio de las personas aumenta exponencialmente si se sabe estrechar la soga hasta crear un nivel de angustia cercano a lo insoportable, rozando levemente la linea tras la cual todo se va a la mierda.
Y precisamente por eso podemos tener la seguridad de que mas allá de las circunstancias personales (que no me parecen interesantes en este tema, no al menos hablando a quien no conozco) y contando con generales suficientemente habilidosos a la hora de hacer el encaje de bolillos (y han demostrado serlo, saben velar por su “saca” con una eficiencia envidiable) una sociedad sujeta a la vorágine del capital siempre camina en torno a un nivel de equilibrio que sabe asegurar la infelicidad por la vía de la angustia existencial de quien siempre necesita más y nunca llega a tener nada. El IBEX, el EURIBOR y toda esa ristra de acrónimos que con tanta pedantería se emplean para explicar ala vida real no son más que figurantes en este circo. Vamos a dejarnos de chorradas y a llamar a las cosas por su nombre, si queremos una predicción fiable solo tenemos que intuir lo que tiene que pasar para que a largo plazo ciertos individuos sigan aumentando inexorablemente su porción de poder sobre la sociedad y el mundo. Porque sea como sea, la economía (esa gran desconocida) se ocupará de hacer los malabarismos oportunos para que pase.
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