Escrito por Torres el sábado, 10 de enero de 2009
Sorprende ver como en algunas ocasiones se promueve el gasto público desde sectores neoliberales. Parecía disgustarles, pero se conoce que no bajo todo supuesto. Resulta que la recaudación de dinero público y su posterior gasto en servicios sociales supone una traba para el desarrollo social del país, mientras que el uso de fondos públicos para la promoción de intereses privados parece legítimo. Se deduce contradictorio pero es muy sensato. Y es que este tipo de políticas no atienden a lógica redistributiva alguna. En cambio, si por algo se caracteriza la ideología económica neoliberal de los últimos tiempos no es siquiera por la austeridad y la autonomía de las instituciones económicas respecto del Estado, sino por la arbitrariedad del mismo y la protección que lleva a cabo sobre las clases poderosas (reducción del peso de los impuestos directos frente a los indirectos -lo que conlleva un descenso de la progresividad impositiva basada en la lógica de que contribuye más quien más tiene-, la destinación de un alto porcentaje de fondos públicos a las corporaciones militares, etc).
Y es que por disparatado que parezca, a este tipo de acciones le avala la lógica del sistema. Habrá que indagar en el consumismo (que no consumo) como fundamento del sistema económico y sus repercusiones sociales y políticas. Cuando las bases de la economía se basan en un consumo desmesurado la política se muestra adecuada, por lo que el auxilio económico a los consumidores resulta conveniente. Esto se puede visualizar tanto con ayudas del estilo que conciernen explícitamente al estímulo del consumo o de manera latente en la naturaleza misma del Estado de Bienestar, cuyo propósito originario era el de sacar de la exclusión a los sectores de la población más vulnerables e integrarlos en la lógica del sistema dotándoles de capacidad de consumo. La cuestión es más bien la adecuación de esta doctrina para la calidad de vida de los ciudadanos y para la vida política. Si la cotidianeidad de nuestras vidas pasa por la exigencia de un vasto consumo que excede con creces al de nuestras necesidades, a parte ver dedicado gran parte de nuestro tiempo libre en algo superfluo, nos veremos en la necesidad de ser productivos y conformistas con las condiciones que nos exija el mercado laboral para poder mantener inalterado nuestro estilo de vida.
Ayer mismo me quedé viendo un programa de televisión que mostraba el caso de una familia en apuros financieros, el cual puede servir muy bien de ejemplo para mostrar lo que digo. La familia en cuestión gastaba más de lo que ingresaba mensualmente, y por ello habían recurrido reiteradamente al socorro de créditos para hacer frente su situación, por lo que la misma empeoraba progresivamente. Digno de mostrar es el ejemplo del padre de familia, que se veía en la necesidad de echar horas extras en el trabajo para intentar hacer frente a sus facturas, algo que a su vez repercutía a en el escaso tiempo familiar y personal de que disponía y al desarrollo de una angustia que le llevaba a un consumo diario desmesurado de dulces de máquina, lo que a su vez estaba afectando seriamente a su enfermedad de diabetes. Como se puede observar, el nivel de deterioro personal y familiar era conmovedor.
Esta situación, en diferentes grados y en términos generales, es la herencia del modo de vida capitalista. Raro es el caso de alguien que pueda vivir al margen de hipotecas y demás gravámenes que condicionen su día a día. La realidad es que entre el tiempo que debemos de dedicar a las obligaciones laborales y el tiempo y uso de los beneficios del mismo que dedicamos al consumo y las obligaciones financieras no queda apenas resquicio alguno de tiempo para el desarrollo de otras inquietudes o intereses que se salgan de lo establecido. Desde el punto de vista personal resulta trágico porque socava la posibilidad del individuo de poder auto realizarse atendiendo a sus inquietudes. Desde el punto de vista social y político afecta directamente a la calidad democrática, dado que los supuestos soberanos tienen demasiadas preocupaciones y escaso tiempo como para poder desarrollar un interés y una conciencia crítica hacia los temas políticos. En este sentido se puede entender como el consumismo hace un flaco favor al desarrollo de una conciencia cívica responsable.
Y es que por disparatado que parezca, a este tipo de acciones le avala la lógica del sistema. Habrá que indagar en el consumismo (que no consumo) como fundamento del sistema económico y sus repercusiones sociales y políticas. Cuando las bases de la economía se basan en un consumo desmesurado la política se muestra adecuada, por lo que el auxilio económico a los consumidores resulta conveniente. Esto se puede visualizar tanto con ayudas del estilo que conciernen explícitamente al estímulo del consumo o de manera latente en la naturaleza misma del Estado de Bienestar, cuyo propósito originario era el de sacar de la exclusión a los sectores de la población más vulnerables e integrarlos en la lógica del sistema dotándoles de capacidad de consumo. La cuestión es más bien la adecuación de esta doctrina para la calidad de vida de los ciudadanos y para la vida política. Si la cotidianeidad de nuestras vidas pasa por la exigencia de un vasto consumo que excede con creces al de nuestras necesidades, a parte ver dedicado gran parte de nuestro tiempo libre en algo superfluo, nos veremos en la necesidad de ser productivos y conformistas con las condiciones que nos exija el mercado laboral para poder mantener inalterado nuestro estilo de vida.
Ayer mismo me quedé viendo un programa de televisión que mostraba el caso de una familia en apuros financieros, el cual puede servir muy bien de ejemplo para mostrar lo que digo. La familia en cuestión gastaba más de lo que ingresaba mensualmente, y por ello habían recurrido reiteradamente al socorro de créditos para hacer frente su situación, por lo que la misma empeoraba progresivamente. Digno de mostrar es el ejemplo del padre de familia, que se veía en la necesidad de echar horas extras en el trabajo para intentar hacer frente a sus facturas, algo que a su vez repercutía a en el escaso tiempo familiar y personal de que disponía y al desarrollo de una angustia que le llevaba a un consumo diario desmesurado de dulces de máquina, lo que a su vez estaba afectando seriamente a su enfermedad de diabetes. Como se puede observar, el nivel de deterioro personal y familiar era conmovedor.
Esta situación, en diferentes grados y en términos generales, es la herencia del modo de vida capitalista. Raro es el caso de alguien que pueda vivir al margen de hipotecas y demás gravámenes que condicionen su día a día. La realidad es que entre el tiempo que debemos de dedicar a las obligaciones laborales y el tiempo y uso de los beneficios del mismo que dedicamos al consumo y las obligaciones financieras no queda apenas resquicio alguno de tiempo para el desarrollo de otras inquietudes o intereses que se salgan de lo establecido. Desde el punto de vista personal resulta trágico porque socava la posibilidad del individuo de poder auto realizarse atendiendo a sus inquietudes. Desde el punto de vista social y político afecta directamente a la calidad democrática, dado que los supuestos soberanos tienen demasiadas preocupaciones y escaso tiempo como para poder desarrollar un interés y una conciencia crítica hacia los temas políticos. En este sentido se puede entender como el consumismo hace un flaco favor al desarrollo de una conciencia cívica responsable.