Escrito por Yosi_ el viernes, 8 de febrero de 2008
A estas alturas, cuando prácticamente toda forma de difusión cultural ha evolucionado no solo transformándose, sino abriendo el abanico de opciones más allá de lo tradicional, muchos aún echamos en falta que repercuta en el mundo literario, el gran olvidado de la tecnología a mi modo de ver. Paradójicamente un proceso que surgió del texto puro y duro para ir adaptándose progresivamente a los contenidos multimedia, se dejo en mitad del camino al libro convencional y de momento no se ha llevado a cabo ningún proyecto con cierta repercusión que permita sustituirlo.
Por supuesto habrá quien diga que se puede utilizar un ordenador con un programa específico para esos fines, o incluso una PDA, que facilita la movilidad, pero creo que cualquiera que haya intentado leer una obra completa de cierta extensión en una pantalla convencional estará de acuerdo conmigo en que es francamente incómodo. Y aparte de eso, las ofertas de libros en formato digital a día de hoy forman parte de un mercado totalmente marginal, sin ninguna repercusión social y en absoluto atractivas si establecemos la comparación con el papel.
A raíz de todo esto me ha dado por investigar acerca del tema y he descubierto algo esperanzador. Se trata de una tecnología llamada e-ink que se aleja del concepto de las pantallas tradicionales e introduce una forma de representación de imágenes sin consumo estático y con aspecto de papel tradicional, incluso con mayor resolución. Esto se consigue gracias a que a diferencia de lo que es habitual, en este caso no se utiliza una superficie iluminada refrescada con cierta frecuencia, sino que se trata de una imagen fija generada a partir del posicionamiento de partículas pigmentadas que una vez situadas (y para esto evidentemente si se requiere un consumo) permanecen en la misma posición sin aplicar ningún voltaje.
Sin embargo, a pesar del gran potencial que a mi parecer ofrece dicha tecnología, sólo he logrado encontrar dos o tres productos que la utilicen. Uno de ellos es el Sony Reader, un dispositivo del fabricante japonés que en principio resulta bastante atractivo en cuanto a precio (ronda los 300$) y características técnicas. Sin embargo, en un evidente intento de emular a iTunes, Sony ya se ha puesto manos a la obra para comercializar libros digitales (por supuesto con las limitaciones al uso) en su tienda virtual, y en ese sentido creo que los precios resultan excesivos, ya que rondan entre los 10$ y 20$ (prácticamente como el formato papel). Teniendo en cuenta que los costes de fabricación sencillamente no existen es fácil ver donde se busca en este caso el exagerado margen de beneficio.
Otra opción es el iLiad, un producto con aspecto similar al anterior pero que además permite utilizar la pantalla como una tableta sobre la que se puede escribir como si de un bloc de notas se tratase. Sin embargo en este caso el precio (649€) resulta bastante más prohibitivo, posiblemente debido a la escasa demanda que existe en este campo.
Respecto a las tiendas online en las que se pueden adquirir libros en un formato adecuado para ser leidos en cualquiera de estos dispositivos, aparte de la ya mencionada, se encuentran webs como ebooks.com que dan al igual que la anterior, establece unos precios bastante surrealistas. Evidentemente llegados a este punto siempre se puede recurrir a los libros cuyos derechos de autor han expirado, o recurrir al altruismo de quienes están dispuestos a compartir cultura con los demás a cambio de nada, que desde luego es la opción con mas papeletas para salir adelante si todo sigue así.
Una vez más la industria parece ir un paso por detrás de la realidad, y sin duda si todo esto sale adelante volverán a rasgarse las vestiduras y nos acusarán de estar matando la literatura. Evidentemente teniendo en cuenta el nivel cultural medio de este y muchos otros paises, es mucho más complicado que triunfe algo así que un iPod, que puede ser utilizado con fines mucho más frívolos (como escuchar una canción de Bisbal, ya me perdonaréis la blasfemia) y amoldables a la realidad social actual. Pero en fin, quieres tratamos de tener la posibilidad de acceder a la cultura independientemente de nuestro nivel ecónomico y no podemos permitirnos el lujo de invertir en ello las cantidades que las editoriales imponen, antes o después encontraremos una salida. Y por supuesto no hablo de esa salida en el sentido de renunciar al formato tradicional, que en muchos sentidos es irremplazable, sino de complementarlo para compatibilizar el noble hábito de la lectura con la situación real de nuestros maltrechos bolsillos.
Por supuesto habrá quien diga que se puede utilizar un ordenador con un programa específico para esos fines, o incluso una PDA, que facilita la movilidad, pero creo que cualquiera que haya intentado leer una obra completa de cierta extensión en una pantalla convencional estará de acuerdo conmigo en que es francamente incómodo. Y aparte de eso, las ofertas de libros en formato digital a día de hoy forman parte de un mercado totalmente marginal, sin ninguna repercusión social y en absoluto atractivas si establecemos la comparación con el papel.
A raíz de todo esto me ha dado por investigar acerca del tema y he descubierto algo esperanzador. Se trata de una tecnología llamada e-ink que se aleja del concepto de las pantallas tradicionales e introduce una forma de representación de imágenes sin consumo estático y con aspecto de papel tradicional, incluso con mayor resolución. Esto se consigue gracias a que a diferencia de lo que es habitual, en este caso no se utiliza una superficie iluminada refrescada con cierta frecuencia, sino que se trata de una imagen fija generada a partir del posicionamiento de partículas pigmentadas que una vez situadas (y para esto evidentemente si se requiere un consumo) permanecen en la misma posición sin aplicar ningún voltaje.
Sin embargo, a pesar del gran potencial que a mi parecer ofrece dicha tecnología, sólo he logrado encontrar dos o tres productos que la utilicen. Uno de ellos es el Sony Reader, un dispositivo del fabricante japonés que en principio resulta bastante atractivo en cuanto a precio (ronda los 300$) y características técnicas. Sin embargo, en un evidente intento de emular a iTunes, Sony ya se ha puesto manos a la obra para comercializar libros digitales (por supuesto con las limitaciones al uso) en su tienda virtual, y en ese sentido creo que los precios resultan excesivos, ya que rondan entre los 10$ y 20$ (prácticamente como el formato papel). Teniendo en cuenta que los costes de fabricación sencillamente no existen es fácil ver donde se busca en este caso el exagerado margen de beneficio.
Otra opción es el iLiad, un producto con aspecto similar al anterior pero que además permite utilizar la pantalla como una tableta sobre la que se puede escribir como si de un bloc de notas se tratase. Sin embargo en este caso el precio (649€) resulta bastante más prohibitivo, posiblemente debido a la escasa demanda que existe en este campo.
Respecto a las tiendas online en las que se pueden adquirir libros en un formato adecuado para ser leidos en cualquiera de estos dispositivos, aparte de la ya mencionada, se encuentran webs como ebooks.com que dan al igual que la anterior, establece unos precios bastante surrealistas. Evidentemente llegados a este punto siempre se puede recurrir a los libros cuyos derechos de autor han expirado, o recurrir al altruismo de quienes están dispuestos a compartir cultura con los demás a cambio de nada, que desde luego es la opción con mas papeletas para salir adelante si todo sigue así.
Una vez más la industria parece ir un paso por detrás de la realidad, y sin duda si todo esto sale adelante volverán a rasgarse las vestiduras y nos acusarán de estar matando la literatura. Evidentemente teniendo en cuenta el nivel cultural medio de este y muchos otros paises, es mucho más complicado que triunfe algo así que un iPod, que puede ser utilizado con fines mucho más frívolos (como escuchar una canción de Bisbal, ya me perdonaréis la blasfemia) y amoldables a la realidad social actual. Pero en fin, quieres tratamos de tener la posibilidad de acceder a la cultura independientemente de nuestro nivel ecónomico y no podemos permitirnos el lujo de invertir en ello las cantidades que las editoriales imponen, antes o después encontraremos una salida. Y por supuesto no hablo de esa salida en el sentido de renunciar al formato tradicional, que en muchos sentidos es irremplazable, sino de complementarlo para compatibilizar el noble hábito de la lectura con la situación real de nuestros maltrechos bolsillos.
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