Escrito por Cronos el martes, 1 de diciembre de 2009
Historias de un corazón sangriento.
Ya prácticamente era de noche. La luna, casi llena, era la única iluminación que había. El cielo estaba completamente despejado, y aparecía sembrado de estrellas. Benybeck estaba en la proa del barco, sentado sobre la cabeza de la extraña figura en forma de sirena que hacía de mascarón del barco. Llevaba todo el día allí y no le apetecía mucho ir a otro sitio. Allí no tenía que acordarse de la gente que había muerto dos días antes. No tenía demasiado claro por qué la habían matado. Pero se sentía culpable, al fin y al cabo, había sido él quien había encontrado el medallón que había desencadenado todo lo demás.
El sueño estaba a punto de vencerle y parecía peligroso caer desde allí. Quizá debiera irse a dormir.
-¡Eh, canijo!- Era la voz ronca y potente de Lamar, el cocinero.-No te he visto venir a comer hoy… ¿Se puede saber qué demonios te pasa?
-Errr nada... mmm... realmente no tengo hambre y…- Un crujido en su estomago mostró su mentira.- La verdad es que me lo estaba pasando muy bien mirando el mar.
-Bueno... es una lástima... te tenía guardado un buen plato de comida… pero si no lo quieres, creo que daré buena cuenta de él. Una pena, yo lo había hecho con la mejor de mis intenciones.
-Espera, yo…- Sólo con pensar en comer, el estomago del miuven comenzó a rebelarse.-Creo que iré a comer. Pero no porque tenga hambre, es por no hacerte un feo, quede claro.
El miuven se encaramó a la barandilla y saltó de nuevo a la cubierta.
-Hoy vi unos bichos extraños en el agua. Parecían peces pero mucho más grandes.
-Serían tiburones… o delfines. ¿Qué hacían?
-Parecía como si estuviesen jugando con el barco… y alguno salía del agua alguna vez. No parecían dedicarse a dar dentelladas a la gente que se cae al agua, así que debían de ser delfines de esos. Parecían bichos divertidos.
-Sí… los marineros cuentan muchas cosas de los delfines. Hay quien dice que son los espíritus de los marineros ahogados, y que por eso buscan los barcos y los siguen. Porque quieren volver a ser lo que eran antes.- Benybeck parecía realmente interesado en la historia- También dicen que si oyes cantar a una sirena te conviertes en uno. Yo no sé de donde salen, pero hay algo que sí tengo claro…
-¿Lo qué?
-Que dan buena suerte.-Lamar sonrió- Un barco al que siguen delfines es un barco afortunado. Y ver delfines es señal de buena suerte, así que alégrate de haberlos visto.
-Pero… ¿son peligrosos? ¿Muerden?
-¡No! Los delfines no se meten con los hombres… Incluso hay marineros que cuentan que un delfín les salvó la vida al caer al agua, que los agarró y los llevó a lugar seguro. Es posible que sean leyendas, pero todas tienen algo de verdad…
Estaban ya entrando en la cocina. Sobre la gran mesa en la que se reunía a comer toda la tripulación, había un plato de algo que olía bien y humeaba. Parecía una sopa. El miuven se lanzó sobre ella y la devoró a toda velocidad. Las energías volvieron a él rápidamente, incluso demasiado rápidamente. Benybeck decidió que Lamar era un hombre extraño, muy extraño. Mientras devoraba la sopa, permaneció allí, mirándole, con una sonrisa en su ancho rostro.
-Mmmmm… estaba deliciosa.- Benybeck estaba sonriendo de nuevo- Me ha dejado como nuevo.
-Es una receta especial.- Lamar le hizo un guiño a Benybeck- Y ahora dime, canijo… ¿Qué es lo que te preocupa?
-¿Preocuparme? ¿Por qué supones que me preocupa algo?
-No sé… tengo la impresión de que no debe ser muy habitual en ti pasarte todo el día quieto en un sitio mirando al mar, y sin ni siquiera acordarte de comer. ¿Tiene que ver con lo que pasó cuando asaltamos el último barco?
-Bueno... yo… la verdad es que tienes razón, no suelo pasarme el día en un sitio, simplemente me apetecía. Y además… pues no sé por qué mataron a aquellos hombres. Y me siento un poquitín culpable, yo encontré aquella cruz o estrella o lo que fuera y fue lo que hizo que el capitán se enfadara. Yo no quería que le hicieran daño a nadie, ¿sabes? Ya sé que esto es un barco pirata, pero tenía la impresión de que el capitán no era de esos hombres que mata por matar.
-Te entiendo. Y, por lo que sé, y créeme que llevo bastante tiempo en este barco, tu impresión era cierta. El capitán no los mató por matarlos. Incluso diría que tenía un motivo muy justificado para hacerlo. En el fondo les estaba ayudando.
-¿Ayudarles?- Benybeck parecía confuso.- ¿Cómo se puede ayudar a alguien cortándole el cuello?
-Realmente es una larga historia. Pero sí, es posible.
-¿Una larga historia?- Una sonrisa de oreja a oreja llenó la cara del miuven.- Me encantan las historias, sobre todo las largas... ¿Sale algún dragón?
-Mmmm me temo que no, canijo… pero si quieres te la cuento y después tú mismo juzgas.
-¡Déjate de juicios y cuenta!
-Pues bien, todo empezó hace unos cinco años, bastante al sur de aquí, en las tierras que ahora son conocidas como El Imperio de Sanazar, o, simplemente, El Imperio… El capitán es el hijo mayor de un noble, uno de los más importantes en su zona. Su padre era uno de los hombres más importantes en la política del Imperio, estaba bastante cercano al emperador y tenía muchas influencias. La verdad es que todo iba bien para su familia, y que tenían su futuro asegurado. Hasta que comenzó a aparecer el culto al Dios Perdido.
-¡Vaya! ¿Un dios perdido? ¿Cómo se va a perder un dios? ¿No se supone que lo saben todo?
-No sé si ese dios sabe donde está o no, pero ése es el nombre por el que lo llaman. El caso es que un general del ejército del imperio le mostró la religión al emperador, que inmediatamente se hizo el mayor adepto de ella. Y poco a poco ese general fue convenciendo al emperador de que debía hacer su religión la oficial en El Imperio. -Lamar se sirvió una jarra de vino y bebió un largo trago.- Cuando comenzó El Imperio, el emperador era un hombre fuerte y con una voluntad más que considerable, pero con el tiempo, y sobre todo con la muerte de su esposa, se fue haciendo más y más pusilánime. Al principio no era obligatorio adorar al Dios Perdido, pero los que lo hacían ganaban favores y mucho poder. Poco a poco, todos fueron abrazando su fe. En aquella época, Eidon, el capitán, estaba cumpliendo sus deberes con El Imperio, sirviendo como oficial en el ejército, protegiendo las nuevas tierras que estaban siendo ocupadas en el sur. - Lamar bebió otro trago. Ahora parecía mucho más serio, más solemne.-Cuando volvió a casa, lo que encontró fue desolador para él.
-¿Estaban todos muertos? ¿El Dios Perdido se los había comido a todos?
-No estás muy desencaminado, aunque la explicación es un poco más complicada. Resulta que en el culto al dios perdido no hay clérigos como en otras religiones. Algunos de sus adeptos, generalmente los más poderosos, pasan por un ritual, que ellos llaman "el juramento". Ese ritual es una especie de demostración de sumisión al Dios Perdido, y los que lo pasan, reciben mayores dones aún del emperador, y se convierten en guías y líderes para los simples adeptos. Los padres y la hermana menor de Eidon habían pasado por ese ritual para mantener su estatus en El Imperio. Pero Eidon no sabía casi nada del Dios Perdido y estaba plenamente convencido desde hacía mucho tiempo de que nunca adoraría a ningún Dios. Eidon siempre tuvo un extraño sentido de la libertad.
-¿Pero estaban muertos o no?
-No, no lo estaban. Pero habían cambiado. Intentaron convencer a Eidon de que hiciese el juramento, pero él se negó. Tuvo largas discusiones con toda su familia, pero no quiso pasar por el aro, y se negó en todo momento a adorar a un dios en el que no creía. Finalmente, Eidon se dio cuenta de que algo extraño estaba ocurriendo. Le sucedió hablando con su hermana. Eidon siempre la había querido mucho, y ella a él. En una de esas discusiones, su hermana le dijo que él le había abierto los ojos, y que le había mostrado el engaño del que habían sido víctimas. Cuando empezó a contarle lo que le había sucedido desde el juramento, de pronto su voz cambió, se convirtió en una voz muy parecida a la que empleó el capitán del otro barco antes de morir.
-Sí, sí, la recuerdo... era horrible...
-Bien, pues esa voz se rió de Eidon, le dijo que si pensaba que le iba a dejar seguir vivo con todo lo que sabía que estaba loco, y que su testarudez le iba a llevar a la muerte. Según lo cuenta él, la cara de sufrimiento de su hermana era insoportable. Aquella voz también le dijo que le había hecho perder una buena adepta, y que iba a sufrir por ello.
-¡Eh! ¡Eso me pasó a mí también cuando pedí el deseo! ¿Tendrá algo que ver?
Lamar miró con cara divertida al miuven.
-No sé si tendrá algo que ver o no, pero por tu bien más vale que no.
-¡Ah no! Yo jamás he pasado ningún juramento ni nada así… ¿Cómo será esa ceremonia?
-Me alegro por ti, canijo. Continúo.
-Sí, sí, adelante.
-Bien, como te iba diciendo, aquella voz, a través de su hermana le dijo todas esas cosas. Después de decirlas, ella sacó su daga e intentó matar a Eidon. Y casi lo consigue, pues a pesar de la situación, Eidon estaba muy sorprendido. Tras un largo forcejeo, Eidon consiguió arrebatarle la daga a su hermana. Entonces ella, con su verdadera voz, le pidió que le matara, que ya nunca podría volver a ser ella, que algo la dominaba y que la muerte sería para ella la mayor de las bendiciones. Entonces surgió de nuevo la otra voz. Le dijo que los dos estaban muertos, que había sido un estúpido pensando que podía enfrentarse a un dios, y que tarde o temprano le encontraría y le daría muerte. Entonces ella comenzó a gritar, parecía estar sintiendo un sufrimiento terrible, el dolor más grande que un ser humano pueda llegar a sentir. Cayó al suelo y comenzó a revolverse. Le pedía una y otra vez que la matara, con su voz real. Eidon no pudo resistirlo. Se echó encima de ella, la abrazó, y la mató de una puñalada en el corazón. Antes de morir ella le dio las gracias. Como te puedes imaginar, aquello destrozó a Eidon. Lo volvió loco. Acabó con sus padres mientras dormían. Y después huyó. El resto de la historia te lo puedes imaginar…
Dos grandes lagrimones caían por las mejillas del miuven. Los ojos de Lamar también estaban enrojecidos.
-Ellos…-Se sorbió los mocos de manera bastante ruidosa- ¿Ellos tenían la marca no? ¿La estrella de tres puntas es el símbolo del Dios Perdido ese no?
-Exacto. ¿Entiendes ahora por qué mató a aquellos hombres?
-Creo que sí… ese dios es algo horrible, ¿no?- Benybeck se frotó los ojos enrojecidos con las mangas de su casaca.- Y… tú… ¿Cómo sabes todo eso?
-Yo era amigo de Eidon entonces. Vivía por allí cerca, y desde que él era muy pequeño le había cuidado. Eidon tiene algo.
Benybeck parecía extrañado.
-¿Algo? ¿Qué algo?
-No lo puedo saber, pero hay algo.
-¿Sabes? Cuando te conocí, me pareciste un simple cocinero, pero creo… creo que escondes muchas cosas.
-Lo que esconda estará mejor escondido, ¿no crees?
-No es fácil esconder algo a los ojos de un miuven.- Benybeck sonrió, ufano.- Entonces él te lo contó todo y le acompañaste en su huida, ¿no?
-Exacto. Eidon era y es mi amigo, y necesitaba de mí más que nadie en el mundo, así que hice lo que debía hacer. Además, tanto Dios Perdido estaba empezando a aburrirme. ¿Tienes ahora las cosas un poco más claras?
-Creo que sí, pero aun así no me gusta que mate a esa gente. ¿No hay una manera de que se libren de ese dios que no sea matarlos?
-Lo desconozco, Beny. Pero me gustaría saberlo.
Benybeck se levantó de la silla.
-Bueno… me encuentro bastante mejor. Gracias por contarme todo eso.
-No hay de qué. Tengo la sensación de que vas a estar una buena temporada con nosotros, tenía que contártelo.
-Es posible que tengas razón.- El miuven bostezó ostentosamente.- Pero ahora mismo tengo demasiado sueño como para pensarlo… Me voy a dormir.... Hasta mañana. ¡Ah! Y cuando hagas esta sopa otra vez, avísame, nunca había probado una tan rica.
Lamar asintió con la cabeza mientras veía al miuven salir de la cocina, sonriendo de oreja a oreja y dando saltitos por las escaleras... Aunque sabía que el capitán le mataría si se enteraba de que le había contado al miuven todo eso sin su consentimiento, y cuando llevaba sólo unos días en el barco, pero Lamar sabía mucho sobre el destino, y algo le decía que el del miuven y el del capitán estaban ligados de alguna manera, igual que lo estaba el suyo propio. Además, estaba acostumbrado a que le sonriese la diosa fortuna, y sabía que el riesgo merecía la pena, solamente por poder ver sonreír al único ser realmente ingenuo que había sobre el barco. Lo que tenía claro es que el brillo de los ojos y la amplia sonrisa de uno de esos pequeños seres hacían que muchas otras cosas merecieran la pena. Lamar estaba seguro de que había sido una buena señal encontrarle.
Y él sobre suerte sabía más que nadie.
Ya prácticamente era de noche. La luna, casi llena, era la única iluminación que había. El cielo estaba completamente despejado, y aparecía sembrado de estrellas. Benybeck estaba en la proa del barco, sentado sobre la cabeza de la extraña figura en forma de sirena que hacía de mascarón del barco. Llevaba todo el día allí y no le apetecía mucho ir a otro sitio. Allí no tenía que acordarse de la gente que había muerto dos días antes. No tenía demasiado claro por qué la habían matado. Pero se sentía culpable, al fin y al cabo, había sido él quien había encontrado el medallón que había desencadenado todo lo demás.
El sueño estaba a punto de vencerle y parecía peligroso caer desde allí. Quizá debiera irse a dormir.
-¡Eh, canijo!- Era la voz ronca y potente de Lamar, el cocinero.-No te he visto venir a comer hoy… ¿Se puede saber qué demonios te pasa?
-Errr nada... mmm... realmente no tengo hambre y…- Un crujido en su estomago mostró su mentira.- La verdad es que me lo estaba pasando muy bien mirando el mar.
-Bueno... es una lástima... te tenía guardado un buen plato de comida… pero si no lo quieres, creo que daré buena cuenta de él. Una pena, yo lo había hecho con la mejor de mis intenciones.
-Espera, yo…- Sólo con pensar en comer, el estomago del miuven comenzó a rebelarse.-Creo que iré a comer. Pero no porque tenga hambre, es por no hacerte un feo, quede claro.
El miuven se encaramó a la barandilla y saltó de nuevo a la cubierta.
-Hoy vi unos bichos extraños en el agua. Parecían peces pero mucho más grandes.
-Serían tiburones… o delfines. ¿Qué hacían?
-Parecía como si estuviesen jugando con el barco… y alguno salía del agua alguna vez. No parecían dedicarse a dar dentelladas a la gente que se cae al agua, así que debían de ser delfines de esos. Parecían bichos divertidos.
-Sí… los marineros cuentan muchas cosas de los delfines. Hay quien dice que son los espíritus de los marineros ahogados, y que por eso buscan los barcos y los siguen. Porque quieren volver a ser lo que eran antes.- Benybeck parecía realmente interesado en la historia- También dicen que si oyes cantar a una sirena te conviertes en uno. Yo no sé de donde salen, pero hay algo que sí tengo claro…
-¿Lo qué?
-Que dan buena suerte.-Lamar sonrió- Un barco al que siguen delfines es un barco afortunado. Y ver delfines es señal de buena suerte, así que alégrate de haberlos visto.
-Pero… ¿son peligrosos? ¿Muerden?
-¡No! Los delfines no se meten con los hombres… Incluso hay marineros que cuentan que un delfín les salvó la vida al caer al agua, que los agarró y los llevó a lugar seguro. Es posible que sean leyendas, pero todas tienen algo de verdad…
Estaban ya entrando en la cocina. Sobre la gran mesa en la que se reunía a comer toda la tripulación, había un plato de algo que olía bien y humeaba. Parecía una sopa. El miuven se lanzó sobre ella y la devoró a toda velocidad. Las energías volvieron a él rápidamente, incluso demasiado rápidamente. Benybeck decidió que Lamar era un hombre extraño, muy extraño. Mientras devoraba la sopa, permaneció allí, mirándole, con una sonrisa en su ancho rostro.
-Mmmmm… estaba deliciosa.- Benybeck estaba sonriendo de nuevo- Me ha dejado como nuevo.
-Es una receta especial.- Lamar le hizo un guiño a Benybeck- Y ahora dime, canijo… ¿Qué es lo que te preocupa?
-¿Preocuparme? ¿Por qué supones que me preocupa algo?
-No sé… tengo la impresión de que no debe ser muy habitual en ti pasarte todo el día quieto en un sitio mirando al mar, y sin ni siquiera acordarte de comer. ¿Tiene que ver con lo que pasó cuando asaltamos el último barco?
-Bueno... yo… la verdad es que tienes razón, no suelo pasarme el día en un sitio, simplemente me apetecía. Y además… pues no sé por qué mataron a aquellos hombres. Y me siento un poquitín culpable, yo encontré aquella cruz o estrella o lo que fuera y fue lo que hizo que el capitán se enfadara. Yo no quería que le hicieran daño a nadie, ¿sabes? Ya sé que esto es un barco pirata, pero tenía la impresión de que el capitán no era de esos hombres que mata por matar.
-Te entiendo. Y, por lo que sé, y créeme que llevo bastante tiempo en este barco, tu impresión era cierta. El capitán no los mató por matarlos. Incluso diría que tenía un motivo muy justificado para hacerlo. En el fondo les estaba ayudando.
-¿Ayudarles?- Benybeck parecía confuso.- ¿Cómo se puede ayudar a alguien cortándole el cuello?
-Realmente es una larga historia. Pero sí, es posible.
-¿Una larga historia?- Una sonrisa de oreja a oreja llenó la cara del miuven.- Me encantan las historias, sobre todo las largas... ¿Sale algún dragón?
-Mmmm me temo que no, canijo… pero si quieres te la cuento y después tú mismo juzgas.
-¡Déjate de juicios y cuenta!
-Pues bien, todo empezó hace unos cinco años, bastante al sur de aquí, en las tierras que ahora son conocidas como El Imperio de Sanazar, o, simplemente, El Imperio… El capitán es el hijo mayor de un noble, uno de los más importantes en su zona. Su padre era uno de los hombres más importantes en la política del Imperio, estaba bastante cercano al emperador y tenía muchas influencias. La verdad es que todo iba bien para su familia, y que tenían su futuro asegurado. Hasta que comenzó a aparecer el culto al Dios Perdido.
-¡Vaya! ¿Un dios perdido? ¿Cómo se va a perder un dios? ¿No se supone que lo saben todo?
-No sé si ese dios sabe donde está o no, pero ése es el nombre por el que lo llaman. El caso es que un general del ejército del imperio le mostró la religión al emperador, que inmediatamente se hizo el mayor adepto de ella. Y poco a poco ese general fue convenciendo al emperador de que debía hacer su religión la oficial en El Imperio. -Lamar se sirvió una jarra de vino y bebió un largo trago.- Cuando comenzó El Imperio, el emperador era un hombre fuerte y con una voluntad más que considerable, pero con el tiempo, y sobre todo con la muerte de su esposa, se fue haciendo más y más pusilánime. Al principio no era obligatorio adorar al Dios Perdido, pero los que lo hacían ganaban favores y mucho poder. Poco a poco, todos fueron abrazando su fe. En aquella época, Eidon, el capitán, estaba cumpliendo sus deberes con El Imperio, sirviendo como oficial en el ejército, protegiendo las nuevas tierras que estaban siendo ocupadas en el sur. - Lamar bebió otro trago. Ahora parecía mucho más serio, más solemne.-Cuando volvió a casa, lo que encontró fue desolador para él.
-¿Estaban todos muertos? ¿El Dios Perdido se los había comido a todos?
-No estás muy desencaminado, aunque la explicación es un poco más complicada. Resulta que en el culto al dios perdido no hay clérigos como en otras religiones. Algunos de sus adeptos, generalmente los más poderosos, pasan por un ritual, que ellos llaman "el juramento". Ese ritual es una especie de demostración de sumisión al Dios Perdido, y los que lo pasan, reciben mayores dones aún del emperador, y se convierten en guías y líderes para los simples adeptos. Los padres y la hermana menor de Eidon habían pasado por ese ritual para mantener su estatus en El Imperio. Pero Eidon no sabía casi nada del Dios Perdido y estaba plenamente convencido desde hacía mucho tiempo de que nunca adoraría a ningún Dios. Eidon siempre tuvo un extraño sentido de la libertad.
-¿Pero estaban muertos o no?
-No, no lo estaban. Pero habían cambiado. Intentaron convencer a Eidon de que hiciese el juramento, pero él se negó. Tuvo largas discusiones con toda su familia, pero no quiso pasar por el aro, y se negó en todo momento a adorar a un dios en el que no creía. Finalmente, Eidon se dio cuenta de que algo extraño estaba ocurriendo. Le sucedió hablando con su hermana. Eidon siempre la había querido mucho, y ella a él. En una de esas discusiones, su hermana le dijo que él le había abierto los ojos, y que le había mostrado el engaño del que habían sido víctimas. Cuando empezó a contarle lo que le había sucedido desde el juramento, de pronto su voz cambió, se convirtió en una voz muy parecida a la que empleó el capitán del otro barco antes de morir.
-Sí, sí, la recuerdo... era horrible...
-Bien, pues esa voz se rió de Eidon, le dijo que si pensaba que le iba a dejar seguir vivo con todo lo que sabía que estaba loco, y que su testarudez le iba a llevar a la muerte. Según lo cuenta él, la cara de sufrimiento de su hermana era insoportable. Aquella voz también le dijo que le había hecho perder una buena adepta, y que iba a sufrir por ello.
-¡Eh! ¡Eso me pasó a mí también cuando pedí el deseo! ¿Tendrá algo que ver?
Lamar miró con cara divertida al miuven.
-No sé si tendrá algo que ver o no, pero por tu bien más vale que no.
-¡Ah no! Yo jamás he pasado ningún juramento ni nada así… ¿Cómo será esa ceremonia?
-Me alegro por ti, canijo. Continúo.
-Sí, sí, adelante.
-Bien, como te iba diciendo, aquella voz, a través de su hermana le dijo todas esas cosas. Después de decirlas, ella sacó su daga e intentó matar a Eidon. Y casi lo consigue, pues a pesar de la situación, Eidon estaba muy sorprendido. Tras un largo forcejeo, Eidon consiguió arrebatarle la daga a su hermana. Entonces ella, con su verdadera voz, le pidió que le matara, que ya nunca podría volver a ser ella, que algo la dominaba y que la muerte sería para ella la mayor de las bendiciones. Entonces surgió de nuevo la otra voz. Le dijo que los dos estaban muertos, que había sido un estúpido pensando que podía enfrentarse a un dios, y que tarde o temprano le encontraría y le daría muerte. Entonces ella comenzó a gritar, parecía estar sintiendo un sufrimiento terrible, el dolor más grande que un ser humano pueda llegar a sentir. Cayó al suelo y comenzó a revolverse. Le pedía una y otra vez que la matara, con su voz real. Eidon no pudo resistirlo. Se echó encima de ella, la abrazó, y la mató de una puñalada en el corazón. Antes de morir ella le dio las gracias. Como te puedes imaginar, aquello destrozó a Eidon. Lo volvió loco. Acabó con sus padres mientras dormían. Y después huyó. El resto de la historia te lo puedes imaginar…
Dos grandes lagrimones caían por las mejillas del miuven. Los ojos de Lamar también estaban enrojecidos.
-Ellos…-Se sorbió los mocos de manera bastante ruidosa- ¿Ellos tenían la marca no? ¿La estrella de tres puntas es el símbolo del Dios Perdido ese no?
-Exacto. ¿Entiendes ahora por qué mató a aquellos hombres?
-Creo que sí… ese dios es algo horrible, ¿no?- Benybeck se frotó los ojos enrojecidos con las mangas de su casaca.- Y… tú… ¿Cómo sabes todo eso?
-Yo era amigo de Eidon entonces. Vivía por allí cerca, y desde que él era muy pequeño le había cuidado. Eidon tiene algo.
Benybeck parecía extrañado.
-¿Algo? ¿Qué algo?
-No lo puedo saber, pero hay algo.
-¿Sabes? Cuando te conocí, me pareciste un simple cocinero, pero creo… creo que escondes muchas cosas.
-Lo que esconda estará mejor escondido, ¿no crees?
-No es fácil esconder algo a los ojos de un miuven.- Benybeck sonrió, ufano.- Entonces él te lo contó todo y le acompañaste en su huida, ¿no?
-Exacto. Eidon era y es mi amigo, y necesitaba de mí más que nadie en el mundo, así que hice lo que debía hacer. Además, tanto Dios Perdido estaba empezando a aburrirme. ¿Tienes ahora las cosas un poco más claras?
-Creo que sí, pero aun así no me gusta que mate a esa gente. ¿No hay una manera de que se libren de ese dios que no sea matarlos?
-Lo desconozco, Beny. Pero me gustaría saberlo.
Benybeck se levantó de la silla.
-Bueno… me encuentro bastante mejor. Gracias por contarme todo eso.
-No hay de qué. Tengo la sensación de que vas a estar una buena temporada con nosotros, tenía que contártelo.
-Es posible que tengas razón.- El miuven bostezó ostentosamente.- Pero ahora mismo tengo demasiado sueño como para pensarlo… Me voy a dormir.... Hasta mañana. ¡Ah! Y cuando hagas esta sopa otra vez, avísame, nunca había probado una tan rica.
Lamar asintió con la cabeza mientras veía al miuven salir de la cocina, sonriendo de oreja a oreja y dando saltitos por las escaleras... Aunque sabía que el capitán le mataría si se enteraba de que le había contado al miuven todo eso sin su consentimiento, y cuando llevaba sólo unos días en el barco, pero Lamar sabía mucho sobre el destino, y algo le decía que el del miuven y el del capitán estaban ligados de alguna manera, igual que lo estaba el suyo propio. Además, estaba acostumbrado a que le sonriese la diosa fortuna, y sabía que el riesgo merecía la pena, solamente por poder ver sonreír al único ser realmente ingenuo que había sobre el barco. Lo que tenía claro es que el brillo de los ojos y la amplia sonrisa de uno de esos pequeños seres hacían que muchas otras cosas merecieran la pena. Lamar estaba seguro de que había sido una buena señal encontrarle.
Y él sobre suerte sabía más que nadie.
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