Escrito por Cronos el miércoles, 20 de enero de 2010
El llanto de Isvar.
Aquella noche Isvar lloró. La tierra, los bosques, los animales, las gentes, todos lloraron por las almas, por el dolor, por la barbarie. Un mar de lágrimas se vertió en la hermosa tierra en memoria de aquéllos que le habían sido robados, de aquéllos que se habían ido para no volver más, víctimas de la más cruel de las matanzas. Hombres y mujeres, todos sucumbieron por igual bajo el yugo de la gran mentira, de aquélla cuyo nombre nadie conocía, de aquélla que había sido destinada a acabar con toda libertad en el mundo. El cielo vertió millones de lágrimas durante horas para recordar a los asesinados, el mar elevó su rugido para acallar los gritos de los condenados, la tierra tembló con la furia, y los corazones se encogieron ante la ceguera de su desconocido enemigo. Nunca tantas almas habían llorado su tristeza en la historia de Isvar. Nunca tantas lágrimas habían sido vertidas para lamentar una injusticia. Nunca tanto dolor fue conocido. La caída de Vallefértil sería para siempre recordada. La muerte sembró la próspera tierra, el caos y la destrucción invadieron y aniquilaron la paz y la armonía de aquellas gentes. Isvar lloró por ello.
Vallefértil, la tierra más rica de toda Isvar, una de las luces del mundo, nunca más sería habitada. Vallefértil, la hermosa tierra sería a partir de ese momento un recuerdo de la barbarie y la crueldad que habitan en el mundo. Vallefértil nunca jamás volvería a ser conocida por ese nombre. El Valle Amargo nunca volvería a ser habitado por los hombres, pues su tierra se había marchitado para siempre.
Aquella noche nadie durmió tranquilo en Isvar. Los niños lloraron acongojados. Los lobos aullaron durante toda la noche. Los hombres y las mujeres sintieron un enorme peso en su corazón.
Aquella noche, Isvar lloró.
Aquella noche Isvar lloró. La tierra, los bosques, los animales, las gentes, todos lloraron por las almas, por el dolor, por la barbarie. Un mar de lágrimas se vertió en la hermosa tierra en memoria de aquéllos que le habían sido robados, de aquéllos que se habían ido para no volver más, víctimas de la más cruel de las matanzas. Hombres y mujeres, todos sucumbieron por igual bajo el yugo de la gran mentira, de aquélla cuyo nombre nadie conocía, de aquélla que había sido destinada a acabar con toda libertad en el mundo. El cielo vertió millones de lágrimas durante horas para recordar a los asesinados, el mar elevó su rugido para acallar los gritos de los condenados, la tierra tembló con la furia, y los corazones se encogieron ante la ceguera de su desconocido enemigo. Nunca tantas almas habían llorado su tristeza en la historia de Isvar. Nunca tantas lágrimas habían sido vertidas para lamentar una injusticia. Nunca tanto dolor fue conocido. La caída de Vallefértil sería para siempre recordada. La muerte sembró la próspera tierra, el caos y la destrucción invadieron y aniquilaron la paz y la armonía de aquellas gentes. Isvar lloró por ello.
Vallefértil, la tierra más rica de toda Isvar, una de las luces del mundo, nunca más sería habitada. Vallefértil, la hermosa tierra sería a partir de ese momento un recuerdo de la barbarie y la crueldad que habitan en el mundo. Vallefértil nunca jamás volvería a ser conocida por ese nombre. El Valle Amargo nunca volvería a ser habitado por los hombres, pues su tierra se había marchitado para siempre.
Aquella noche nadie durmió tranquilo en Isvar. Los niños lloraron acongojados. Los lobos aullaron durante toda la noche. Los hombres y las mujeres sintieron un enorme peso en su corazón.
Aquella noche, Isvar lloró.
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