Escrito por Cronos el martes, 9 de marzo de 2010
Encrucijadas.
Estaba a punto de amanecer. El cielo comenzaba a clarear sobre las colinas del este, y aún no había encontrado nada de lo que había ido a buscar. Saryon había seguido el camino con paso tranquilo, buscando indicios sobre lo que había acontecido en Vallefértil, pero no había encontrado nada. Absolutamente nada y a nadie, lo cual no le invitaba al optimismo.
También había buscado señales del paso de la sacerdotisa, pero no había encontrado ni el más mínimo rastro. Esto no le extrañaba demasiado, pues sabía que el influjo de Dhianab, la diosa de los caminos, protegía a sus adeptas en sus viajes, sobre todo cuando estaban cumpliendo algún cometido para su señora. El culto de Dhianab era muy querido por los comerciantes, y su protección también era solicitada por casi todos en Isvar cuando se acometía un largo viaje. De todos modos poco o nada se conocía de las profundidades del culto, aunque lo que sí estaba claro es que sus componentes eran amables y benévolos, y que hacían votos de no derramar sangre.
Estaba muy cansado, e Irwen parecía querer descansar también. Había estado bastante nerviosa desde que se habían separado de la caravana, y olisqueaba el aire cada poco. Decidió acampar en una pequeña hondonada cubierta por ancianos robles y castaños, que formaban una bóveda de penumbras con sus ramas. Por el centro de la hondonada corría un arroyo, en el que dejó que Irwen saciara su sed. Hizo una pequeña hoguera para preparar algo de comer, y cuando estaba acabando de disponer su pequeño campamento, una voz conocida sonó desde la espesura.
-Mi señora me enseña que lo mejor de los caminos es que nunca sabes a dónde te pueden llevar. – Era la inconfundible voz de Maray, la adepta de Dhianab, aunque ahora sonaba con cierta familiaridad, como si ella le conociese desde hacía mucho tiempo.
-Entonces seguro que también te enseñó que lo más importante del camino es por donde pasa, no a donde lleva.- Saryon se giró y vio que Maray se acercaba por un lado del claro con gesto casi solemne, cosa que le extrañó.
-Y parece que el nuestro se ha cruzado hoy por segunda vez.- Maray sonrió. - Supongo que no pondrás reparos en que comparta ese pequeño fuego y algo de descanso contigo.
-No sólo no pongo reparos si no que tengo que confesar que me alegra pensar que no tendré que cenar, o más bien desayunar, sin nadie con quien hablar un poco.
Maray dejó su bolsa de viaje y su bastón en el suelo, y se sentó cerca del fuego, acercando las manos a las tímidas llamas para alejar el frío de la mañana. Charlaron animadamente mientras Saryon preparaba parte de la carne que había traído para el viaje. El caballero presumía de haber adquirido ciertas dotes para la “cocina de campamento” en sus largos viajes, y la verdad es que en poco tiempo preparó un buen refrigerio, que resultó bastante sabroso a pesar de las condiciones. Saryon, bastante animado, continuó contándole varias anécdotas de sus largos viajes durante la guerra contra Oriente. Maray seguía interesada la conversación, pero no contaba nada de sí misma. De vez en cuando, dejaba su mirada fija en el fuego y aparecía de nuevo la melancolía en sus ojos. En una de estas ocasiones, Saryon dejó de hablar repentinamente. Maray volvió la vista hacia él, y el caballero pudo ver con claridad no sólo melancolía, sino también duda y miedo. La joven adepta se dio cuenta de lo que pasaba por la mente de Saryon, y apartó la vista de nuevo.
-Oh, te pido disculpas Saryon, yo...
-No tienes que disculparte por nada.-Saryon sonreía, y su voz era amable.-Ya vi esa sombra en tu mirada cuando nos vimos esta tarde.
-Parece que sabes ver en los corazones de los demás, Saryon.-Maray parecía ahora más sosegada, como si la actitud de Saryon la hubiese tranquilizado.-Tienes razón en que hay una sombra en mi corazón, la más grande que ha habido nunca. Aunque siempre supe que tendría que enfrentarme a ella.
-Parece que a las adeptas de Dhianab os enseñan desde niñas a hablar con enigmas.- Saryon continuaba sonriendo, y ahora Maray también sonreía.- Pero también sé que los malos momentos sólo sirven para una cosa: para aprender de ellos.
-Hablo con enigmas porque no te puedo contar todo lo que necesitarías saber, y, aun así, tu consejo me sirve de ayuda. Hay ciertos conocimientos que nuestra diosa nos transmite y que no podemos revelar.
-¿Ciertos conocimientos? –Saryon sonreía, casi como si estuviese bromeando.- Sigues hablando con enigmas, pero no te puedo pedir que me reveles nada que te esté prohibido o no quieras revelar, así que te perdonaré lo de los enigmas.
-Te contaré hasta donde puedo contar. Esos ciertos conocimientos de los que hablaba son lo que llamamos encrucijadas.
-¿Encrucijadas?
-Sí, así las llamamos en el culto. En nuestra fe se enfatiza mucho la similitud entre el camino y la vida misma. Las encrucijadas son esos momentos de la vida en los que lo que decidas en una cuestión que podría llegar a parecer incluso intrascendente, determinará por qué camino continuará tu vida en los siguientes años, los puntos en los que las cosas pueden cambiar de sentido de manera radical. Y también nos enseña las consecuencias de lo que hagamos, pero nos da total libertad para elegir. Lo que en un principio puede parecer una bendición puede llegar a ser lo contrario. Las decisiones suelen ser muy difíciles, y a veces las consecuencias son enormes, y las visiones no son exactas, sino que están cargadas de simbología, y es complicado captar su significado...
-Y tú estás en una de esas encrucijadas.
-Muy cerca de una de ellas, sí.
Saryon se puso algo más serio. Se envolvió en la manta y se arrebujó en el suelo.
-Si es así, poco o nada puedo decirte que tú no hayas pensado y vuelto a pensar mil veces. Recuerdo que en más de una ocasión durante la guerra contra Oriente mi buen amigo Clover y yo nos vimos forzados a tomar decisiones difíciles, sin poder estar seguros de qué opción era la más acertada, pero sí de que había que tomar alguna. En esas ocasiones, Clover tenía la costumbre de echarlo a suertes, con una moneda al aire o con un dado. Cuando miraba el resultado, decidía lo que le decía el corazón, que por supuesto no tenía por qué ser lo que decía la moneda o el dado, y entonces decía “la única manera de estar seguro es ir hasta allí”. Creo que nunca nos equivocamos.
-Tu amigo sabía que el corazón es mal juez pero buen consejero, y eso es algo que había estado olvidando. Una vez más, tengo que darte las gracias.
-Si algún día conoces a Clover, si es que todavía está vivo, dale las gracias a él. Le adeudan muchos agradecimientos, créeme.
-Si algún día le conozco, lo recordaré.
Saryon y Maray durmieron durante toda la mañana, confortados por el calor del sol que entraba entre las ramas de los árboles. Durante esa mañana pudieron, aunque momentáneamente, olvidar sus preocupaciones.
Estaba a punto de amanecer. El cielo comenzaba a clarear sobre las colinas del este, y aún no había encontrado nada de lo que había ido a buscar. Saryon había seguido el camino con paso tranquilo, buscando indicios sobre lo que había acontecido en Vallefértil, pero no había encontrado nada. Absolutamente nada y a nadie, lo cual no le invitaba al optimismo.
También había buscado señales del paso de la sacerdotisa, pero no había encontrado ni el más mínimo rastro. Esto no le extrañaba demasiado, pues sabía que el influjo de Dhianab, la diosa de los caminos, protegía a sus adeptas en sus viajes, sobre todo cuando estaban cumpliendo algún cometido para su señora. El culto de Dhianab era muy querido por los comerciantes, y su protección también era solicitada por casi todos en Isvar cuando se acometía un largo viaje. De todos modos poco o nada se conocía de las profundidades del culto, aunque lo que sí estaba claro es que sus componentes eran amables y benévolos, y que hacían votos de no derramar sangre.
Estaba muy cansado, e Irwen parecía querer descansar también. Había estado bastante nerviosa desde que se habían separado de la caravana, y olisqueaba el aire cada poco. Decidió acampar en una pequeña hondonada cubierta por ancianos robles y castaños, que formaban una bóveda de penumbras con sus ramas. Por el centro de la hondonada corría un arroyo, en el que dejó que Irwen saciara su sed. Hizo una pequeña hoguera para preparar algo de comer, y cuando estaba acabando de disponer su pequeño campamento, una voz conocida sonó desde la espesura.
-Mi señora me enseña que lo mejor de los caminos es que nunca sabes a dónde te pueden llevar. – Era la inconfundible voz de Maray, la adepta de Dhianab, aunque ahora sonaba con cierta familiaridad, como si ella le conociese desde hacía mucho tiempo.
-Entonces seguro que también te enseñó que lo más importante del camino es por donde pasa, no a donde lleva.- Saryon se giró y vio que Maray se acercaba por un lado del claro con gesto casi solemne, cosa que le extrañó.
-Y parece que el nuestro se ha cruzado hoy por segunda vez.- Maray sonrió. - Supongo que no pondrás reparos en que comparta ese pequeño fuego y algo de descanso contigo.
-No sólo no pongo reparos si no que tengo que confesar que me alegra pensar que no tendré que cenar, o más bien desayunar, sin nadie con quien hablar un poco.
Maray dejó su bolsa de viaje y su bastón en el suelo, y se sentó cerca del fuego, acercando las manos a las tímidas llamas para alejar el frío de la mañana. Charlaron animadamente mientras Saryon preparaba parte de la carne que había traído para el viaje. El caballero presumía de haber adquirido ciertas dotes para la “cocina de campamento” en sus largos viajes, y la verdad es que en poco tiempo preparó un buen refrigerio, que resultó bastante sabroso a pesar de las condiciones. Saryon, bastante animado, continuó contándole varias anécdotas de sus largos viajes durante la guerra contra Oriente. Maray seguía interesada la conversación, pero no contaba nada de sí misma. De vez en cuando, dejaba su mirada fija en el fuego y aparecía de nuevo la melancolía en sus ojos. En una de estas ocasiones, Saryon dejó de hablar repentinamente. Maray volvió la vista hacia él, y el caballero pudo ver con claridad no sólo melancolía, sino también duda y miedo. La joven adepta se dio cuenta de lo que pasaba por la mente de Saryon, y apartó la vista de nuevo.
-Oh, te pido disculpas Saryon, yo...
-No tienes que disculparte por nada.-Saryon sonreía, y su voz era amable.-Ya vi esa sombra en tu mirada cuando nos vimos esta tarde.
-Parece que sabes ver en los corazones de los demás, Saryon.-Maray parecía ahora más sosegada, como si la actitud de Saryon la hubiese tranquilizado.-Tienes razón en que hay una sombra en mi corazón, la más grande que ha habido nunca. Aunque siempre supe que tendría que enfrentarme a ella.
-Parece que a las adeptas de Dhianab os enseñan desde niñas a hablar con enigmas.- Saryon continuaba sonriendo, y ahora Maray también sonreía.- Pero también sé que los malos momentos sólo sirven para una cosa: para aprender de ellos.
-Hablo con enigmas porque no te puedo contar todo lo que necesitarías saber, y, aun así, tu consejo me sirve de ayuda. Hay ciertos conocimientos que nuestra diosa nos transmite y que no podemos revelar.
-¿Ciertos conocimientos? –Saryon sonreía, casi como si estuviese bromeando.- Sigues hablando con enigmas, pero no te puedo pedir que me reveles nada que te esté prohibido o no quieras revelar, así que te perdonaré lo de los enigmas.
-Te contaré hasta donde puedo contar. Esos ciertos conocimientos de los que hablaba son lo que llamamos encrucijadas.
-¿Encrucijadas?
-Sí, así las llamamos en el culto. En nuestra fe se enfatiza mucho la similitud entre el camino y la vida misma. Las encrucijadas son esos momentos de la vida en los que lo que decidas en una cuestión que podría llegar a parecer incluso intrascendente, determinará por qué camino continuará tu vida en los siguientes años, los puntos en los que las cosas pueden cambiar de sentido de manera radical. Y también nos enseña las consecuencias de lo que hagamos, pero nos da total libertad para elegir. Lo que en un principio puede parecer una bendición puede llegar a ser lo contrario. Las decisiones suelen ser muy difíciles, y a veces las consecuencias son enormes, y las visiones no son exactas, sino que están cargadas de simbología, y es complicado captar su significado...
-Y tú estás en una de esas encrucijadas.
-Muy cerca de una de ellas, sí.
Saryon se puso algo más serio. Se envolvió en la manta y se arrebujó en el suelo.
-Si es así, poco o nada puedo decirte que tú no hayas pensado y vuelto a pensar mil veces. Recuerdo que en más de una ocasión durante la guerra contra Oriente mi buen amigo Clover y yo nos vimos forzados a tomar decisiones difíciles, sin poder estar seguros de qué opción era la más acertada, pero sí de que había que tomar alguna. En esas ocasiones, Clover tenía la costumbre de echarlo a suertes, con una moneda al aire o con un dado. Cuando miraba el resultado, decidía lo que le decía el corazón, que por supuesto no tenía por qué ser lo que decía la moneda o el dado, y entonces decía “la única manera de estar seguro es ir hasta allí”. Creo que nunca nos equivocamos.
-Tu amigo sabía que el corazón es mal juez pero buen consejero, y eso es algo que había estado olvidando. Una vez más, tengo que darte las gracias.
-Si algún día conoces a Clover, si es que todavía está vivo, dale las gracias a él. Le adeudan muchos agradecimientos, créeme.
-Si algún día le conozco, lo recordaré.
Saryon y Maray durmieron durante toda la mañana, confortados por el calor del sol que entraba entre las ramas de los árboles. Durante esa mañana pudieron, aunque momentáneamente, olvidar sus preocupaciones.
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