Escrito por Cronos el lunes, 10 de mayo de 2010
Crónica de la pesadilla
Saryon se despertó inquieto. Era mediodía, y el sol iluminaba el bosque y el pequeño claro con fuerza. Echó un largo vistazo a su alrededor mientras iba recuperando la consciencia por completo, aún amodorrado por el sueño. Las tierras que rodeaban Vallefértil eran de una extraordinaria belleza. Las suaves laderas de las colinas que bordeaban el gran valle estaban cubiertas por pequeños bosques que se alternaban con prados para el ganado, viñedos y granjas. Tanto la parte más alta de las colinas como la cara contraria al valle, donde se encontraban, estaban cubiertas por un anciano bosque de robles, encinas y castaños. En numerosas ocasiones había cabalgado por los alrededores, durante los entrenamientos de los acólitos de La Orden o tan sólo por la simple diversión de cabalgar. Pero estaba claro que algo había cambiado en el lugar. No estaba seguro, pero a pesar de la belleza del paisaje, Saryon notaba algo oscuro en su interior y a su alrededor. No podía saber qué era pero notaba como poco a poco se iba intensificando. Era una sensación siniestra, de tristeza, de pesadumbre. Irwen olisqueaba el aire y piafaba cada poco.
Maray dormía inquieta, moviéndose continuamente y musitando palabras incomprensibles. Saryon permaneció un buen rato observándola. Había algo en esa chica. Además de su belleza, su interior era a la vez misterioso y diáfano. Podía ver claramente la tristeza en su expresión, y sabía que de una manera u otra esa tristeza tenía que ver con él. Pero no tenía ni idea de lo que realmente la causaba. En una de sus vueltas, Maray despertó.
-¿Qué está ocurriendo?- Maray se incorporó y miró alrededor, desperezándose.- Es... horrible.
-Tú también lo notas. Hace rato que me pregunto qué es.
-Es como... creo que está en el aire. El olor.
-Tienes razón.-Saryon aspiró profundamente.-Conozco este olor, aunque hace mucho tiempo que no lo notaba.-Saryon continuó olisqueando, a pesar de lo desagradable del olor.- Y es muy tenue. Es el hedor del campo de batalla. Huele a muerte.
-Dioses.-Maray miró a su alrededor, acongojada.- El viento ha cambiado. Viene de Vallefértil.
Un hondo pesar, ahora mucho más fuerte por saber el motivo que lo causaba se apoderó de los dos.
-Sea lo que sea lo que lo causa espero que no sea tan malo como me estoy imaginando. Parece que Clover tenía razón una vez más.
-¿Clover?
-Sí. Él me avisó de que Vallefértil iba a ser atacada. Me pidió que me llevara a toda la gente que pudiera, y así lo hice. La caravana que te cruzaste ayer era esa gente. El resto de habitantes de Vallefértil se quedó.
-Y está el llanto de Isvar. Estoy segura de que lo notaste. Oh, Dioses... es...
-Deberíamos continuar el camino, si es que me permites que te acompañe.
Maray le miró con gesto extrañamente serio a los ojos. Tardó un poco en contestar, como si estuviese pensándolo.
-Por supuesto que sí.-Casi solemne.- Pero tendrás que andar.-Maray volvió a sonreír.- Si puedo, evito ir a caballo. El camino debe hacerse con los pies de uno. Salvo que las circunstancias exijan otra cosa.
-No tengo problemas en caminar. Irwen estará más descansada si la necesito. Pongámonos en marcha cuanto antes. Preferiría llegar antes de que caiga el sol, y ya es bastante tarde.
El camino era a la vez apacible y duro. Por un lado, Saryon y Maray disfrutaban de la compañía mutua. Ambos estaban acostumbrados a viajar, muchas veces solos, y la compañía era algo que se agradecía y mucho. Conversaban fluidamente, animados por la afinidad que existía entre ambos, pero el peso de la incertidumbre sobre lo ocurrido en Vallefértil volvía una y otra vez. Saryon no podía dejar de sentirse culpable por no haberse quedado, aunque sabía que Clover tenía razón. Luchar cuando no puedes ganar es estúpido, y siempre hay más días para luchar. Pero la posibilidad, o más bien casi la certeza de que toda esa gente ya no vivía le pesaba en el alma como una losa.
-Extraña compañía la que se dirige al infierno. No seréis los primeros en llegar.
Era una voz femenina, claramente élfica, aunque hablaba en común. Provenía de arriba, de algún árbol cercano. A Saryon le resultó familiar.
-Senador Saryon, no debéis ir a ese valle maldito. Nadie debe. Pero tú menos que nadie. Estoy segura de que no volverías jamás de allí.
-¿Quién eres? Muéstrate, aunque sospecho que reconoceré tu rostro en cuanto lo vea.
Una figura esbelta se deslizó al suelo desde un árbol cercano. Era Vanya, o más bien parecía Vanya. Su aspecto era lamentable. Daba la impresión de que hubiese pasado toda la vida en el camino, como una pordiosera o algo por el estilo. Sus ropas y su capa estaban rotas en varios sitios, y su pelo rubio estaba suelto y enredado. Su tez, normalmente clara, lo estaba más todavía, hasta la extrema palidez, y su mirada, normalmente dura e inflexible, parecía ahora perdida. Alrededor de sus ojos y en sus mejillas estaban las marcas inconfundibles del llanto.
-No queda nadie Saryon... nadie.-Vanya se echó a llorar.-Ni un alma. Ni un animal. Nada. Sólo podredumbre y muerte en las calles. ¿Quién puede odiar tanto? ¿Por qué?
Maray se acercó a Vanya y la rodeó con su brazo. Ella también estaba llorando. Saryon miraba al suelo, intentando dominar su culpabilidad y su deseo de venganza, y, a la vez, entender lo que había ocurrido.
-Pero... ¿Qué es lo que ha ocurrido? Yo... tenía que haber hecho algo más.
-Sólo hubieras muerto con ellos. No hubiera servido de nada, General.-Vanya iba recuperando el autocontrol paulatinamente. Sin duda, hablar con alguien en quien confiaba le estaba ayudando. -Ahora ya están muertos. Fueron lezzars, de eso estoy segura. Una cantidad enorme. Busqué gente viva durante un tiempo, pero no han dejado a nadie. Ni siquiera los cadáveres. Sólo los huesos, desperdigados. Se los han comido, Saryon. Devorados. Todos ellos. Se comieron hasta los cadáveres de los suyos. Nunca en mi vida había visto algo tan horrible... y os aconsejo que no vayáis a verlo con vuestros propios ojos. A mí aún me cuesta mantener la cordura. Pero debemos resistir, Saryon. He descubierto más cosas, y creo que algunas son muy importantes. Podríamos tener más problemas de los que crees. Creo saber el motivo por el que tenéis sospechas de que hay traidores en el Senado.
-¿Qué habéis averiguado?
-Deberíamos buscar algún sitio donde librarnos de este hedor. Nos ayudará a sobrellevar mejor esto.-Maray contenía el llanto como podía.
-Caminemos hacia la costa. Conozco un par de sitios por aquí donde podremos acampar y hablar con calma, si es que eso es posible. Además, la brisa del mar limpiará esta peste del aire.-La mente de Saryon estaba llena de imágenes de la gente que se había quedado. La culpa pesaba mucho en ese momento. De un modo u otro sabía que Vanya tenía razón. Si iba a la ciudad, jamás volvería. Y los vivos le necesitaban. Después de tantos años seguía asombrándose de la sabiduría de Clover.
Maray le cogió del brazo, lo cual le reconfortó más de lo que hubiera esperado.
-Saryon, debes seguir caminando. Tú no eres el culpable, y no podías haberlo evitado.-Su voz era pausada, serena.-Ahora debes pensar en cómo ayudar a los que siguen aquí.
-Lo sé, pero... pesa tanto. Son tantos los rostros... las voces...-Saryon notó en la boca el sabor salado de sus propias lágrimas.
-Eres fuerte, Saryon. Debes serlo. Mucha gente confía en ti.
-Eso es lo que pesa, Maray. Eso es lo que pesa.
Saryon se despertó inquieto. Era mediodía, y el sol iluminaba el bosque y el pequeño claro con fuerza. Echó un largo vistazo a su alrededor mientras iba recuperando la consciencia por completo, aún amodorrado por el sueño. Las tierras que rodeaban Vallefértil eran de una extraordinaria belleza. Las suaves laderas de las colinas que bordeaban el gran valle estaban cubiertas por pequeños bosques que se alternaban con prados para el ganado, viñedos y granjas. Tanto la parte más alta de las colinas como la cara contraria al valle, donde se encontraban, estaban cubiertas por un anciano bosque de robles, encinas y castaños. En numerosas ocasiones había cabalgado por los alrededores, durante los entrenamientos de los acólitos de La Orden o tan sólo por la simple diversión de cabalgar. Pero estaba claro que algo había cambiado en el lugar. No estaba seguro, pero a pesar de la belleza del paisaje, Saryon notaba algo oscuro en su interior y a su alrededor. No podía saber qué era pero notaba como poco a poco se iba intensificando. Era una sensación siniestra, de tristeza, de pesadumbre. Irwen olisqueaba el aire y piafaba cada poco.
Maray dormía inquieta, moviéndose continuamente y musitando palabras incomprensibles. Saryon permaneció un buen rato observándola. Había algo en esa chica. Además de su belleza, su interior era a la vez misterioso y diáfano. Podía ver claramente la tristeza en su expresión, y sabía que de una manera u otra esa tristeza tenía que ver con él. Pero no tenía ni idea de lo que realmente la causaba. En una de sus vueltas, Maray despertó.
-¿Qué está ocurriendo?- Maray se incorporó y miró alrededor, desperezándose.- Es... horrible.
-Tú también lo notas. Hace rato que me pregunto qué es.
-Es como... creo que está en el aire. El olor.
-Tienes razón.-Saryon aspiró profundamente.-Conozco este olor, aunque hace mucho tiempo que no lo notaba.-Saryon continuó olisqueando, a pesar de lo desagradable del olor.- Y es muy tenue. Es el hedor del campo de batalla. Huele a muerte.
-Dioses.-Maray miró a su alrededor, acongojada.- El viento ha cambiado. Viene de Vallefértil.
Un hondo pesar, ahora mucho más fuerte por saber el motivo que lo causaba se apoderó de los dos.
-Sea lo que sea lo que lo causa espero que no sea tan malo como me estoy imaginando. Parece que Clover tenía razón una vez más.
-¿Clover?
-Sí. Él me avisó de que Vallefértil iba a ser atacada. Me pidió que me llevara a toda la gente que pudiera, y así lo hice. La caravana que te cruzaste ayer era esa gente. El resto de habitantes de Vallefértil se quedó.
-Y está el llanto de Isvar. Estoy segura de que lo notaste. Oh, Dioses... es...
-Deberíamos continuar el camino, si es que me permites que te acompañe.
Maray le miró con gesto extrañamente serio a los ojos. Tardó un poco en contestar, como si estuviese pensándolo.
-Por supuesto que sí.-Casi solemne.- Pero tendrás que andar.-Maray volvió a sonreír.- Si puedo, evito ir a caballo. El camino debe hacerse con los pies de uno. Salvo que las circunstancias exijan otra cosa.
-No tengo problemas en caminar. Irwen estará más descansada si la necesito. Pongámonos en marcha cuanto antes. Preferiría llegar antes de que caiga el sol, y ya es bastante tarde.
El camino era a la vez apacible y duro. Por un lado, Saryon y Maray disfrutaban de la compañía mutua. Ambos estaban acostumbrados a viajar, muchas veces solos, y la compañía era algo que se agradecía y mucho. Conversaban fluidamente, animados por la afinidad que existía entre ambos, pero el peso de la incertidumbre sobre lo ocurrido en Vallefértil volvía una y otra vez. Saryon no podía dejar de sentirse culpable por no haberse quedado, aunque sabía que Clover tenía razón. Luchar cuando no puedes ganar es estúpido, y siempre hay más días para luchar. Pero la posibilidad, o más bien casi la certeza de que toda esa gente ya no vivía le pesaba en el alma como una losa.
-Extraña compañía la que se dirige al infierno. No seréis los primeros en llegar.
Era una voz femenina, claramente élfica, aunque hablaba en común. Provenía de arriba, de algún árbol cercano. A Saryon le resultó familiar.
-Senador Saryon, no debéis ir a ese valle maldito. Nadie debe. Pero tú menos que nadie. Estoy segura de que no volverías jamás de allí.
-¿Quién eres? Muéstrate, aunque sospecho que reconoceré tu rostro en cuanto lo vea.
Una figura esbelta se deslizó al suelo desde un árbol cercano. Era Vanya, o más bien parecía Vanya. Su aspecto era lamentable. Daba la impresión de que hubiese pasado toda la vida en el camino, como una pordiosera o algo por el estilo. Sus ropas y su capa estaban rotas en varios sitios, y su pelo rubio estaba suelto y enredado. Su tez, normalmente clara, lo estaba más todavía, hasta la extrema palidez, y su mirada, normalmente dura e inflexible, parecía ahora perdida. Alrededor de sus ojos y en sus mejillas estaban las marcas inconfundibles del llanto.
-No queda nadie Saryon... nadie.-Vanya se echó a llorar.-Ni un alma. Ni un animal. Nada. Sólo podredumbre y muerte en las calles. ¿Quién puede odiar tanto? ¿Por qué?
Maray se acercó a Vanya y la rodeó con su brazo. Ella también estaba llorando. Saryon miraba al suelo, intentando dominar su culpabilidad y su deseo de venganza, y, a la vez, entender lo que había ocurrido.
-Pero... ¿Qué es lo que ha ocurrido? Yo... tenía que haber hecho algo más.
-Sólo hubieras muerto con ellos. No hubiera servido de nada, General.-Vanya iba recuperando el autocontrol paulatinamente. Sin duda, hablar con alguien en quien confiaba le estaba ayudando. -Ahora ya están muertos. Fueron lezzars, de eso estoy segura. Una cantidad enorme. Busqué gente viva durante un tiempo, pero no han dejado a nadie. Ni siquiera los cadáveres. Sólo los huesos, desperdigados. Se los han comido, Saryon. Devorados. Todos ellos. Se comieron hasta los cadáveres de los suyos. Nunca en mi vida había visto algo tan horrible... y os aconsejo que no vayáis a verlo con vuestros propios ojos. A mí aún me cuesta mantener la cordura. Pero debemos resistir, Saryon. He descubierto más cosas, y creo que algunas son muy importantes. Podríamos tener más problemas de los que crees. Creo saber el motivo por el que tenéis sospechas de que hay traidores en el Senado.
-¿Qué habéis averiguado?
-Deberíamos buscar algún sitio donde librarnos de este hedor. Nos ayudará a sobrellevar mejor esto.-Maray contenía el llanto como podía.
-Caminemos hacia la costa. Conozco un par de sitios por aquí donde podremos acampar y hablar con calma, si es que eso es posible. Además, la brisa del mar limpiará esta peste del aire.-La mente de Saryon estaba llena de imágenes de la gente que se había quedado. La culpa pesaba mucho en ese momento. De un modo u otro sabía que Vanya tenía razón. Si iba a la ciudad, jamás volvería. Y los vivos le necesitaban. Después de tantos años seguía asombrándose de la sabiduría de Clover.
Maray le cogió del brazo, lo cual le reconfortó más de lo que hubiera esperado.
-Saryon, debes seguir caminando. Tú no eres el culpable, y no podías haberlo evitado.-Su voz era pausada, serena.-Ahora debes pensar en cómo ayudar a los que siguen aquí.
-Lo sé, pero... pesa tanto. Son tantos los rostros... las voces...-Saryon notó en la boca el sabor salado de sus propias lágrimas.
-Eres fuerte, Saryon. Debes serlo. Mucha gente confía en ti.
-Eso es lo que pesa, Maray. Eso es lo que pesa.
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