Escrito por Cronos el lunes, 31 de mayo de 2010
Planes en la oscuridad.
La cueva estaba situada en la parte alta de un escarpado acantilado, en una de las bahías al sur de la malhadada Vallefértil. La tierra parecía acabar repentinamente cayendo a pique sobre un lecho de rocas golpeadas una y otra vez por las olas, pero en uno de los tramos el acantilado era menos abrupto y se podía acceder con facilidad a una pequeña cueva. Era una oquedad natural en la roca que no tenía más de veinte o treinta pasos de profundidad y no más de diez de anchura, pero que cuando el tiempo no era demasiado malo, podía servir de refugio. Saryon la recordaba porque algunos de sus hombres, animados por él mismo, habían erigido en ella un pequeño altar en honor a la diosa benigna del mar, Ondwe, a quien hacían ofrendas los pescadores que habitaban la zona, así como la mayoría de los marineros y muchos comerciantes. Él mismo había acudido al altar en múltiples ocasiones a rezar, pues su familia era gente de mar, y era dueño de una de las mayores flotas de mercantes de Isvar, heredada de su padre hacía ya muchos años.
Pretendían deshacerse de la carga que pesaba sobre ellos, la pesada carga de saber que muchos inocentes habían sido asesinados y devorados por un enemigo que parecía invisible, pues no sabían por dónde habían llegado ni a dónde habían ido. Pero parecía que los seres que habían perpetrado la matanza se habían asegurado de que nadie pudiese encontrar refugio ante la pesadilla, pues en el suelo de la cueva yacían restos de huesos humanos entre los jirones de las ropas que habían llevado puestas. Era imposible determinar cuántos habían caído allí, puesto que la mayor parte de los huesos habían sido destrozados hasta ser reducidos a astillas, sin duda para devorar hasta la última pizca de carne comestible de sus enemigos. La pequeña estatua de la diosa también había sido destrozada, y en el hueco dispuesto en la pared de piedra para ella habían tallado toscamente una burda estrella de tres puntas.
-Lo han hecho en todos los templos. –Vanya señalaba al misterioso símbolo.- Destrozaron las imágenes y las estatuas de nuestros dioses y las sustituyeron por esas grotescas marcas. Es como si tuviesen algún tipo de motivo religioso.
-O algún dios que les une.-Maray parecía sobrecogida.-Cuanto más sé sobre los que nos amenazan, más me doy cuenta de los sacrificios que necesitaremos hacer para vencerles.
-Si es que somos capaces de vencerles de alguna manera.-La voz de Saryon resonó en la cueva como un mal presagio.
Recogieron los restos en silencio, exploraron los alrededores para asegurarse de que no quedaba ninguno de aquellos lezzars cerca y, tras enterrar los restos en el prado que rodeaba el acantilado, rezaron unas oraciones por que sus almas alcanzasen su destino final. Después, prepararon una pequeña hoguera en el interior de la cueva y cenaron, ahora ya algo más sosegados. Tras la frugal cena, Vanya comenzó a relatarles lo sucedido cuando exploraba las ruinas del asentamiento de los lagartos.
-…hasta ahí todo parecía normal, pero la sala que descubrí en el pasillo contenía información muy importante. En ella había una especie de… no sé muy bien cómo describirlo, pero recordaba a las crisálidas de algunas mariposas. Eran como bolsas, del tamaño de un hombre, y rellenas de un liquido pardo… o verdoso, y que emitía una luz tenue. Dentro de ellas se movían figuras, sin duda con aspecto humanoide. Creo que esos seres estaban… transformándose, algunos parecían lezzar por completo, mientras que otros habían perdido sus escamas, y tenían aspecto más humano. Había uno en particular que estaba más avanzado, se movía, y sus rasgos eran prácticamente humanos. Me resultaron muy familiares, a pesar de que carecía casi por completo de pelo. Lo miré más de cerca, y entonces todo se hizo claro.
-¿Quién era?- Saryon miraba interesado a Vanya.
-Tú.
Por un momento solamente se escuchó en la cueva el sonido del mar golpeando contra las rocas.
-¿Yo?... y… ¿Qué hiciste?
-Dudé por un momento, pues no sabía si quien estaba allí eras tú o no, pero finalmente decidí que no podías ser tú. Maté a aquella criatura, y su sangre era verde y espesa, más parecida a la de uno de esos lagartos que a la de un hombre. Entonces oí que llegaban más lezzars, y decidí que mi presencia allí no era bien recibida, así que me escapé. Tras ello me dirigí hacia aquí y… bueno, el resto ya lo sabéis.
-Son noticias terribles, Vanya.
-Lo sé. Están haciendo… copias mágicas de algunos de nosotros. Pretenden confundirnos y conseguir información. ¿Recuerdas quién te dijo que el camino por el río hacia Arbórea era el más seguro?
-Sí, claro, fue el senador Makhram Naft, en una carta. Tendré que tener un intercambio de opiniones con él. Necesitamos saber si la sangre de las copias permanece verde al final del proceso, y… digamos que Makhram es muy sospechoso de haber sido sustituido. Si no me equivoco estará en Fortaleza. Y allí es a donde pretendía dirigirme ahora. Podremos hacerle algunas preguntas.
-Si las copias tienen la sangre verde tendremos una manera de saber en quien podemos confiar. ¿Y después? – Maray había estado en silencio hasta ese momento.
-Tendré que hacer entender al Senado que estamos en guerra antes de que haya más matanzas como la de Vallefértil. Pero quizá el enemigo me haya dado la mejor de las armas para ello. Ahora entiendo muchas cosas, y he de actuar de manera rápida y contundente, o quizá nunca seamos capaces de parar a La Horda. Me gustaría hablar con Clover. Hay algunos puntos que ya tengo claros, y creo que sé por qué Clover me pidió lo que me pidió…
-¿A qué te refieres?-Ahora era Vanya la que no lograba entender lo que se escondía tras las palabras de Saryon.
-Varias cosas. Información importante. Viajan por el submundo, ahora ya es evidente, y creo que éstos son los mismos lagartos que estaban en el norte de Arbórea.
-¿Por qué lo dices?- Vanya parecía sorprendida.
-Hace tiempo que están cambiando, se han vuelto organizados. Eso lo dijiste tú en Arbórea. ¿No te parece significativo?
-Sí, tienes razón.
-Eso me hace creer que hay alguien detrás. Creo que es fácil relacionar la desaparición de los lezzars de Arbórea con la aparición de éstos. Además, esta horda, o lo que sea, sólo puede provenir de esa zona, o del mar. Si viniesen del mar habríamos visto barcos, o los tritones de Clover nos habrían avisado si viajaban bajo la superficie. Tienen que venir de allí, y tienen que ser ellos. Pero también tiene que haber un motivo para que repentinamente estos seres se hayan vuelto inteligentes, fuertes y voraces. Vienen a comer.
-Otra vez alguien que guía y manipula.
-Sí, y Clover me avisó en su carta de que esto es incluso más grande de lo que parece. Empiezo a ver algo más allá, y empiezo a entender el porqué de algunas cosas. Creo que los lagartos son sólo una herramienta, y no la verdadera amenaza. Por eso Clover mandó a Willowith y al ejército lejos.
-¿Por qué? Deberíamos defendernos de ellos, deberíamos defender a la gente.-Vanya parecía indignada.
-Porque la manera de vencerles no es luchando contra ellos. Si la amenaza es mayor, los lezzars han sido enviados para desgastarnos y habrá algo después. Son un simple sacrificio, algo que nos envían para confundirnos y asustarnos, pero no el enemigo real. Si nos enfrentásemos con ellos y nos derrotasen, o incluso si los derrotásemos a ellos, el ejército quedaría muy dañado, y no podría enfrentarse a un nuevo enemigo.
-Y eso es lo que pretende el enemigo. Pero la solución no puede depender de la muerte de miles de inocentes.-Maray parecía consternada.
-Todo depende del verdadero tamaño de la amenaza, cosa que desconozco. Pero me fío del criterio de Clover. Jamás me ha fallado. Quizá nuestra derrota conllevase derrotas más graves, o quizá la siguiente amenaza sea incluso mayor que la de morir para ser alimento de los lezzars. Pero lo que ya tengo claro es cómo vencerles. Ahora ya sé por qué Clover me pidió todo lo que me pidió. Y tenemos que actuar rápido.
-¿Y cómo les venceremos sin el ejército?
-Tenemos que matarles de hambre.
De nuevo, el sonido de las olas en su eterno y laborioso trabajo contra la roca fue lo único que sonó en la cueva.
La cueva estaba situada en la parte alta de un escarpado acantilado, en una de las bahías al sur de la malhadada Vallefértil. La tierra parecía acabar repentinamente cayendo a pique sobre un lecho de rocas golpeadas una y otra vez por las olas, pero en uno de los tramos el acantilado era menos abrupto y se podía acceder con facilidad a una pequeña cueva. Era una oquedad natural en la roca que no tenía más de veinte o treinta pasos de profundidad y no más de diez de anchura, pero que cuando el tiempo no era demasiado malo, podía servir de refugio. Saryon la recordaba porque algunos de sus hombres, animados por él mismo, habían erigido en ella un pequeño altar en honor a la diosa benigna del mar, Ondwe, a quien hacían ofrendas los pescadores que habitaban la zona, así como la mayoría de los marineros y muchos comerciantes. Él mismo había acudido al altar en múltiples ocasiones a rezar, pues su familia era gente de mar, y era dueño de una de las mayores flotas de mercantes de Isvar, heredada de su padre hacía ya muchos años.
Pretendían deshacerse de la carga que pesaba sobre ellos, la pesada carga de saber que muchos inocentes habían sido asesinados y devorados por un enemigo que parecía invisible, pues no sabían por dónde habían llegado ni a dónde habían ido. Pero parecía que los seres que habían perpetrado la matanza se habían asegurado de que nadie pudiese encontrar refugio ante la pesadilla, pues en el suelo de la cueva yacían restos de huesos humanos entre los jirones de las ropas que habían llevado puestas. Era imposible determinar cuántos habían caído allí, puesto que la mayor parte de los huesos habían sido destrozados hasta ser reducidos a astillas, sin duda para devorar hasta la última pizca de carne comestible de sus enemigos. La pequeña estatua de la diosa también había sido destrozada, y en el hueco dispuesto en la pared de piedra para ella habían tallado toscamente una burda estrella de tres puntas.
-Lo han hecho en todos los templos. –Vanya señalaba al misterioso símbolo.- Destrozaron las imágenes y las estatuas de nuestros dioses y las sustituyeron por esas grotescas marcas. Es como si tuviesen algún tipo de motivo religioso.
-O algún dios que les une.-Maray parecía sobrecogida.-Cuanto más sé sobre los que nos amenazan, más me doy cuenta de los sacrificios que necesitaremos hacer para vencerles.
-Si es que somos capaces de vencerles de alguna manera.-La voz de Saryon resonó en la cueva como un mal presagio.
Recogieron los restos en silencio, exploraron los alrededores para asegurarse de que no quedaba ninguno de aquellos lezzars cerca y, tras enterrar los restos en el prado que rodeaba el acantilado, rezaron unas oraciones por que sus almas alcanzasen su destino final. Después, prepararon una pequeña hoguera en el interior de la cueva y cenaron, ahora ya algo más sosegados. Tras la frugal cena, Vanya comenzó a relatarles lo sucedido cuando exploraba las ruinas del asentamiento de los lagartos.
-…hasta ahí todo parecía normal, pero la sala que descubrí en el pasillo contenía información muy importante. En ella había una especie de… no sé muy bien cómo describirlo, pero recordaba a las crisálidas de algunas mariposas. Eran como bolsas, del tamaño de un hombre, y rellenas de un liquido pardo… o verdoso, y que emitía una luz tenue. Dentro de ellas se movían figuras, sin duda con aspecto humanoide. Creo que esos seres estaban… transformándose, algunos parecían lezzar por completo, mientras que otros habían perdido sus escamas, y tenían aspecto más humano. Había uno en particular que estaba más avanzado, se movía, y sus rasgos eran prácticamente humanos. Me resultaron muy familiares, a pesar de que carecía casi por completo de pelo. Lo miré más de cerca, y entonces todo se hizo claro.
-¿Quién era?- Saryon miraba interesado a Vanya.
-Tú.
Por un momento solamente se escuchó en la cueva el sonido del mar golpeando contra las rocas.
-¿Yo?... y… ¿Qué hiciste?
-Dudé por un momento, pues no sabía si quien estaba allí eras tú o no, pero finalmente decidí que no podías ser tú. Maté a aquella criatura, y su sangre era verde y espesa, más parecida a la de uno de esos lagartos que a la de un hombre. Entonces oí que llegaban más lezzars, y decidí que mi presencia allí no era bien recibida, así que me escapé. Tras ello me dirigí hacia aquí y… bueno, el resto ya lo sabéis.
-Son noticias terribles, Vanya.
-Lo sé. Están haciendo… copias mágicas de algunos de nosotros. Pretenden confundirnos y conseguir información. ¿Recuerdas quién te dijo que el camino por el río hacia Arbórea era el más seguro?
-Sí, claro, fue el senador Makhram Naft, en una carta. Tendré que tener un intercambio de opiniones con él. Necesitamos saber si la sangre de las copias permanece verde al final del proceso, y… digamos que Makhram es muy sospechoso de haber sido sustituido. Si no me equivoco estará en Fortaleza. Y allí es a donde pretendía dirigirme ahora. Podremos hacerle algunas preguntas.
-Si las copias tienen la sangre verde tendremos una manera de saber en quien podemos confiar. ¿Y después? – Maray había estado en silencio hasta ese momento.
-Tendré que hacer entender al Senado que estamos en guerra antes de que haya más matanzas como la de Vallefértil. Pero quizá el enemigo me haya dado la mejor de las armas para ello. Ahora entiendo muchas cosas, y he de actuar de manera rápida y contundente, o quizá nunca seamos capaces de parar a La Horda. Me gustaría hablar con Clover. Hay algunos puntos que ya tengo claros, y creo que sé por qué Clover me pidió lo que me pidió…
-¿A qué te refieres?-Ahora era Vanya la que no lograba entender lo que se escondía tras las palabras de Saryon.
-Varias cosas. Información importante. Viajan por el submundo, ahora ya es evidente, y creo que éstos son los mismos lagartos que estaban en el norte de Arbórea.
-¿Por qué lo dices?- Vanya parecía sorprendida.
-Hace tiempo que están cambiando, se han vuelto organizados. Eso lo dijiste tú en Arbórea. ¿No te parece significativo?
-Sí, tienes razón.
-Eso me hace creer que hay alguien detrás. Creo que es fácil relacionar la desaparición de los lezzars de Arbórea con la aparición de éstos. Además, esta horda, o lo que sea, sólo puede provenir de esa zona, o del mar. Si viniesen del mar habríamos visto barcos, o los tritones de Clover nos habrían avisado si viajaban bajo la superficie. Tienen que venir de allí, y tienen que ser ellos. Pero también tiene que haber un motivo para que repentinamente estos seres se hayan vuelto inteligentes, fuertes y voraces. Vienen a comer.
-Otra vez alguien que guía y manipula.
-Sí, y Clover me avisó en su carta de que esto es incluso más grande de lo que parece. Empiezo a ver algo más allá, y empiezo a entender el porqué de algunas cosas. Creo que los lagartos son sólo una herramienta, y no la verdadera amenaza. Por eso Clover mandó a Willowith y al ejército lejos.
-¿Por qué? Deberíamos defendernos de ellos, deberíamos defender a la gente.-Vanya parecía indignada.
-Porque la manera de vencerles no es luchando contra ellos. Si la amenaza es mayor, los lezzars han sido enviados para desgastarnos y habrá algo después. Son un simple sacrificio, algo que nos envían para confundirnos y asustarnos, pero no el enemigo real. Si nos enfrentásemos con ellos y nos derrotasen, o incluso si los derrotásemos a ellos, el ejército quedaría muy dañado, y no podría enfrentarse a un nuevo enemigo.
-Y eso es lo que pretende el enemigo. Pero la solución no puede depender de la muerte de miles de inocentes.-Maray parecía consternada.
-Todo depende del verdadero tamaño de la amenaza, cosa que desconozco. Pero me fío del criterio de Clover. Jamás me ha fallado. Quizá nuestra derrota conllevase derrotas más graves, o quizá la siguiente amenaza sea incluso mayor que la de morir para ser alimento de los lezzars. Pero lo que ya tengo claro es cómo vencerles. Ahora ya sé por qué Clover me pidió todo lo que me pidió. Y tenemos que actuar rápido.
-¿Y cómo les venceremos sin el ejército?
-Tenemos que matarles de hambre.
De nuevo, el sonido de las olas en su eterno y laborioso trabajo contra la roca fue lo único que sonó en la cueva.
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