Escrito por Cronos el lunes, 7 de junio de 2010
El General.
-Sé lo que has hecho, mi señora.
-He hecho muchas cosas, hijo. ¿A cuál de ellas te refieres?
-Sabes lo que pienso, puedes ver mi mente.
-Sí, pero era necesario.
-¿Qué necesidad había de aniquilar a toda esa gente? Les necesitamos. Eran parte del plan. No entiendo de qué os sirvió matarlos.
-Sabes que no puedes poner en duda mis decisiones.
-Y tú sabes que soy tu mejor servidor porque entiendo lo que quieres, porque puedo decidir sabiendo que no voy a equivocarme. ¿Cómo quieres que te sirva bien si no sé qué es lo que necesitas? Esas almas se han escapado para siempre, nunca serán tuyas.
-Tienes razón, mi fiel servidor. Mereces una explicación. Es ese lugar. Isvar.
-¿La península?
-Sí. Todo el lugar. Y sus gentes.
-¿Qué tienen de particular?
-Ellos no son como los hombres que has visto hasta ahora. No son gente acostumbrada a ser mandada con brazo fuerte. No son salvajes ni esclavos.
-Conquistamos a otros así antes, y no hubo necesidad de eso.
-Pero en ese lugar todo es más fuerte. Es como si todo fuese más intenso allí. La tierra es más fértil, las ciudades están más pobladas, y la gente tiene un espíritu especial. Hay mucho poder allí.
-¿Poder?
-Sí. Gente sabia y poderosa. Incluso seres de leyenda. No va a ser presa fácil. Pero es necesario que caiga. Necesitamos sus almas para poder continuar con el plan.
-Lo entiendo. Pero también creo que incluso sabiendo eso nos encontraremos con un enemigo prevenido y cargado de odio.
-El miedo es poderoso, mi servidor, debes recordarlo siempre. Nos temerán, y mucho. Es más probable que acepten nuestras reglas ahora. Y estarán debilitados. Cansados. Asustados. Caerán.
-Sabéis cómo me siento ante este tipo de acciones, mi señora. No puedo verme como un exterminador, sino como el general de un imperio que conquista, que lleva la verdadera fe por todo el mundo.
-Lo sé, pero era necesario. Tenemos que vencer. Nunca he estado tan cerca.
-Ahora comprendo, mi señora. Espero no haberos importunado con mi curiosidad.
-Me sirves bien, Asurantax. Ya lo sabes. Eres el primero de entre mis servidores. El puño que maneja mi espada. Y lo haces de manera inmejorable.
-Sé lo que has hecho, mi señora.
-He hecho muchas cosas, hijo. ¿A cuál de ellas te refieres?
-Sabes lo que pienso, puedes ver mi mente.
-Sí, pero era necesario.
-¿Qué necesidad había de aniquilar a toda esa gente? Les necesitamos. Eran parte del plan. No entiendo de qué os sirvió matarlos.
-Sabes que no puedes poner en duda mis decisiones.
-Y tú sabes que soy tu mejor servidor porque entiendo lo que quieres, porque puedo decidir sabiendo que no voy a equivocarme. ¿Cómo quieres que te sirva bien si no sé qué es lo que necesitas? Esas almas se han escapado para siempre, nunca serán tuyas.
-Tienes razón, mi fiel servidor. Mereces una explicación. Es ese lugar. Isvar.
-¿La península?
-Sí. Todo el lugar. Y sus gentes.
-¿Qué tienen de particular?
-Ellos no son como los hombres que has visto hasta ahora. No son gente acostumbrada a ser mandada con brazo fuerte. No son salvajes ni esclavos.
-Conquistamos a otros así antes, y no hubo necesidad de eso.
-Pero en ese lugar todo es más fuerte. Es como si todo fuese más intenso allí. La tierra es más fértil, las ciudades están más pobladas, y la gente tiene un espíritu especial. Hay mucho poder allí.
-¿Poder?
-Sí. Gente sabia y poderosa. Incluso seres de leyenda. No va a ser presa fácil. Pero es necesario que caiga. Necesitamos sus almas para poder continuar con el plan.
-Lo entiendo. Pero también creo que incluso sabiendo eso nos encontraremos con un enemigo prevenido y cargado de odio.
-El miedo es poderoso, mi servidor, debes recordarlo siempre. Nos temerán, y mucho. Es más probable que acepten nuestras reglas ahora. Y estarán debilitados. Cansados. Asustados. Caerán.
-Sabéis cómo me siento ante este tipo de acciones, mi señora. No puedo verme como un exterminador, sino como el general de un imperio que conquista, que lleva la verdadera fe por todo el mundo.
-Lo sé, pero era necesario. Tenemos que vencer. Nunca he estado tan cerca.
-Ahora comprendo, mi señora. Espero no haberos importunado con mi curiosidad.
-Me sirves bien, Asurantax. Ya lo sabes. Eres el primero de entre mis servidores. El puño que maneja mi espada. Y lo haces de manera inmejorable.
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