Escrito por Cronos el jueves, 30 de diciembre de 2010
De ratones y gatos.
Las horas mas cálidas del día ya habían pasado, y en el interior de la Taberna de Jack, el calor comenzaba a dejar de invitar a dormir para comenzar a invitar a beber. Hacia solo un rato que incluso Fiona, que parecía tener una especial disposición para dormir cuando el calor más apretaba, había bajado de su habitacion del piso superior y estaba interrogando a Jack con todas las preguntas que se le pasaban por la mente, lo cual no parecía importunar demasiado al viejo tabernero, sino más bien al contrario. La extraña e inteligente niña parecía haber despertado una ternura en Jack que los que lo conocían desde hacía años nunca habían observado en él, y la niña había devuelto esa ternura con un interes inusitado por las innumerables historias que él le contaba, a pesar de que no siempre fuesen demasiado apropiadas para contarselas a una niña de su edad. Tal y como era habitual a esas horas del día, la taberna permanecía sin público y casi en penumbra, puesto que la poca luz que entraba lo hacía a través de la única ventana que había en la sala principal, que además estaba protegida por un cortinaje translúcido de tono oscuro. Allí solamente estaban Jack y Fiona, ella sentada sobre la barra y él por la parte que le correspondía, y Igram, Johan y Vulkar, tratando temas importantes en la mesa más alejada de la puerta, entre la ventana y la puerta a la despensa y las escaleras al piso superior.
Vulkar era uno de sus contactos de confianza, y ya lo había sido antes de Findanar. Era uno de los mas reputados agentes del Rey, hasta el punto de que presumía, siempre en ambientes de confianza plena, de tratar ciertos asuntos de manera directa con él. No es que fuese algo realmente extraordinario, puesto que Ekon Chui'jabari no era un rey endiosado ni apartado de la gente, pero si era algo digno de mención.
En opinion de Igram, Vulkar poseía el carácter perfecto para realizar la labor que tenía encomendada. Era un hombre discreto, astuto y cauto, además de tener amplios conocimientos sobre el carácter y la cultura de la gente de Zalama. Estaba ataviado de la manera más habitual en el, con una larga y amplia chilaba de color claro, casi sin decoración, que le cubría hasta los pies, y en la que las mangas se confundían con el resto de pliegues del atuendo. Cubriendo buena parte de su cabello, corto y de color negro, llevaba uno de los típicos sombreros cilíndricos zalameños, de tono rojizo. Su rostro podía traer a la mente la imagen de un halcón o un águila. De rasgos finos pero marcados, ojos almendrados y negros, piel muy morena, y nariz y mentón pronunciados, llevaba la barba rasurada en las mejillas, aunque larga a partir de la linea de la mandíbula y por debajo del rostro, y formando una trenza a partir de su mentón, que acentuaba aún más los rasgos aguileños de su rostro. Estaba sentado a la derecha Igram, de modo que ambos podían ver la entrada principal de la posada y prácticamente todo el recinto, mientras saboreaban una infusión típica de Zalama, que se bebía caliente, puesto que los lugareños mantenían que tanto la hierba como el consumirla caliente ayudaban a combatir la sensación de calor. "Si calientas tu interior, enfrias el exterior", solían decir los habitantes de la ciudad, muy amigos de refranes y dichos. Por lo que Igram había comprobado en sus carnes, poco adaptadas al calor, el dicho tenía mucho de real. Johan, bastante menos amigo de la cultura popular, y sentado a la izquierda de Igram, bebía una jarra de cerveza fresca, al menos todo lo fresca que podía estar una cerveza a esas horas del día.
Llevaban un buen rato discutiendo sobre el devenir de la guerra y los siguientes pasos que debían dar. Tenían como costumbre tratar esos temas a esas horas del día, puesto que, a causa del calor, la taberna, como las calles, solía estar vacía, lo cual les aportaba la intimidad necesaria sin ausentarse. Habían pasado varios días desde que Igram intentase ejecutar su venganza sobre Sonen, y seguían sin tener noticias sobre el éxito o fracaso de la misión. Además, habían recibido informes de que en la selva las cosas parecían ponerse difíciles. Los soldados de Sanazar habían provocado varios nuevos incendios para aprovechar el final del verano, y, aunque avanzaban despacio y los Zembuu les tendían duras emboscadas cada cierto tiempo, no lograban detener su avance por completo. Cada vez tenían menos tiempo para disponer de un ejército suficiente para enfrentarse a las tropas del Imperio, y seguían teniendo dificultades para conseguir el metal que necesitaban para disponer de armas y armaduras de calidad para los soldados del rey. Jack, que seguía atendiendo a una Fiona fascinada con sus historias, prestaba atencion con un oido a lo que sus compañeros hablaban mientras dedicaba el otro a la niña.
El silencio se hizo en el local durante unos instantes cuando cuatro hombres, que parecían bastante borrachos, entraron por la puerta. No era extraño ver algun que otro grupo de marineros borrachos a cualquier hora del día, lo extraño era verlos en su posada, que estaba alejada del puerto y era bastante discreta desde el exterior. Todos, incluso Fiona, escrutaron por un momento a los recien llegados, que venían parloteando sobre sus hazañas, reales o inventadas, con las mujeres, hasta que uno de ellos se acercó a la barra y se dirigió a Jack.
- ¡Jack, viejo amigo! - Al marinero, entrado en años, de piel curtida y con la barba grisacea impregnada de algun licor pegajoso bajo los labios y a su alrededor, le costaba articular las palabras.- Cambia esa cara, hombre... ¿O ya no reconoces a un viejo marinero del Señor de las Tormentas? ¿Me serviras algo de tu licor especial, no?
Jack sonrió al marinero borracho mientras hacía un leve y discreto asentimiento de aprobación a los que estaban en la mesa.
- Por supuesto, viejo bribón, os pondre unas jarras para los cuatro. - Jack sonrió amablemente mientras miraba a los tres hombres que le acompañaban. Aunque tambien parecían marineros por lo curtido de su piel y de sus manos, sus rasgos y su atuendo eran más propios de gente de Zalama que de las Islas o de Sanazar. - ¿Aun no te has decidio a retirarte? ¿O es que quieres morir aferrado a lo mas alto de un mastil?
- ¿Por que crees que he venido a tu posada? ¡Hoy llegué de mi último viaje, lo estoy celebrando con estos compañeros, como debe ser! - El viejo marinero borracho, a quien Jack había reconocido aunque no lograba recordar su nombre, habló ahora con voz baja, como si quisiera susurrar, pero sin conseguirlo por completo.- No te preocupes por nada, son buena gente... Este ultimo viaje fue muy rentable, asi que podré establecerme aqui y buscar un trabajo en tierra que pueda llevar a cabo. Uno de los chicos de Eidon me dijo que te habías establecido aqui cuando ellos se fueron, y pensé que estaba obligado a pasarme a dejarte algo de mi bien ganado dinero... Por los viejos tiempos, ya sabes... Siempre te portaste como un padre con todos...
En este tiempo, Jack había llenado hasta rebosar cuatro jarras de uno de sus exquisitos licores, de los que él mismo preparaba.
- Se agradece tu esfuerzo, viejo amigo. Las cosas no me van mal, pero tampoco bien del todo, ya sabes. - Jack salio de detrás de la barra, siempre observado por Fiona, que seguía observando la escena en silencio aunque con curiosidad, y tomó las cuatro jarras. - Venga, os las serviré en la mesa. ¡A tu salud, y que la fortuna te sonria en tierra tanto como te sonrió en el mar!
Al poco tiempo, el local había recuperado cierta normalidad. Los cuatro marineros parecían enfrascados en un interminable intercambio de fanfarronadas amorosas mientras bebían profusamente, Jack y Fiona seguían charlando de no se sabe bien que, y los otres tres seguían departiendo, aunque ahora lo hacían en voz mucho más baja, y procurando no hablar explícitamente de nada que no debiera ser escuchado.
El viejo marinero se levantó y se dirigió hasta la puerta despues de balbucear algo sobre hacer sitio para lo que le quedaba por beber esa noche, pero no consiguió llegar hasta la puerta. A medio camino, comenzó a vomitar como si tuviese una ballena resoplando en su interior, haciendo un ruido espantoso, como sintiese un dolor insoportable, y rodó por el suelo. El vómito parecía sangre.
La escena hizo reaccionar a Vulkar como un resorte. Empujó con fuerza a Igram, lo cual hizo que ambos rodasen al suelo en direcciones opuestas, y, de paso, hizo dar un respingo a Johan, que inclinó su silla hacia atrás y se pegó a la pared inmediatamente, lo que seguramente le salvó la vida. A pocos centímetros de su nariz pasó un dardo que, sin duda, iba dirigido a donde unos instantes antes estaba su rostro. En la pared, detrás de donde se encontraban Igram y Vulkar se clavaron otros dos. Jack rodeó a Fiona con sus brazos, protegiéndola con el cuerpo y la bajó al suelo, tras la barra. Durante el rápido movimiento notó una picazón en la parte posterior de su brazo derecho, que en poco tiempo se había convertido en un adormecimiento de la zona. Sin duda, uno de esos dardos le había alcanzado.
En unos segundos la situación se precipitó. Johan se puso en pie lanzando un alarido de furia que atrajo la atención de los falsos marineros, que, al ver que su plan había fracasado se abalanzaron hacia la puerta con la intencion de huir de alli inmediatamente. El contramaestre aprovechó el impulso necesario para levantarse para lanzar su jarra de cerveza hacia la mesa desde la que les habían atacado. La jarra se destrozó contra la pared, reventando con el impacto y haciendo caer buena parte de su contenido sobre las cabezas de sus agresores. Igram, tras rodar sobre si mismo con una agilidad inimaginable a simple vista, lanzó dos dagas sobre el que más alejado estaba de la puerta. Una de ellas se clavó en un lateral de la mesa. La otra, en el cuello de su objetivo, que cayó al suelo intentando tapar la herida con sus manos mientras intentaba respirar. Uno de los asesinos había cruzado ya la puerta cuando Vulkar dio una voltereta hacia delante y, tras sacar dos dagas curvas de algun lugar en el interior de su túnica, las clavó en la espalda del que aun intentaba salir, a la altura de los riñones. Johan salió por delante de él, saltando por encima del marinero moribundo, con el sable desenvainado, y persiguiendo al que había logrado cruzar la puerta. Vulkar echó una mirada breve a Jack, que había caído inconsciente tras la barra, y, tras dibujar en su rostro un gesto de fatalidad, salió en pos del enemigo huido.
Igram se puso en pie y, tras asegurarse de que los enemigos heridos no estaban en condiciones de seguir luchando, pasó a detrás de la barra. Fiona estaba en el suelo, sentada junto a Jack y abrazada a sus propias rodillas mientras sollozaba. A Jack le había alcanzado un dardo en el brazo mientras la protegía. Tomó el dardo e intentó averiguar que clase de veneno contenía. El dardo se había clavado profundamente en el antebrazo de su ammigo. Si el veneno era potente, Jack ya estaba perdido. Fiona comenzó a mirar alternativamente a Jack y a Igram. Sus ojos estaban enrojecidos, y sus sollozos eran cada vez mas profundos y descarnados.
- No... -Fiona miraba a Igram como si pudiera ver en su cara lo que parecía evidente.- Jack no... él es bueno, no puede...
Igram no pudo sostener la mirada de la niña, puesto que el llanto estaba llegando a sus ojos a toda velocidad, cosa que hacía muchos años que no le sucedía. El viejo tabernero comenzó a convulsionarse sobre el suelo. Igram sabía que eso era la señal de lo que ya temía. El veneno era mortal, y muy rápido. Demasiado.
- ¡No! - El llanto de Fiona cada vez era mas chillido y menos sollozo. - ¡No!, ¡tú tambien no! ¡No dejaré que te vayas como mama!
La ultima frase sonó extraña en los oidos de Igram. La voz era demasiado profunda, demasiado potente. El rostro de Fiona estaba desencajado, con un rictus entre la furia y el llanto, cada vez mas exagerado, rondando en cierto modo lo grotesco. La niña agarró la parte del brazo de Jack que estaba herida, y sin dejar de sollozar, apretó con todas sus fuerzas. Entonces, sus manos y su rostro comenzaron a cambiar. Como si siempre hubiesen estado alli, unas lineas tenues y oscuras comenzaron a emitir una luminosidad extraña, como si la propia luz fuese de color negro. Las lineas formaban dibujos extraños, como tatuajes de motivos naturales que, aunque le resultaban levemente familiares, Igram no podía identificar.
- ¡No! - La voz de la niña resultaba ahora casi irreconocible.- ¡No te dejare marchar! ¡No quiero que te vayas! ¡No quiero que te lleven como a ella!
La luz oscura que emitian los extraños tatuajes que parecían estar sobre todo el cuerpo de la niña se fue acumulando en sus manos, y, a traves de ellas, fue entrando en el cuerpo de Jack, como si fuese recorriendo sus venas. Igram observó lo que sucedía como en extasis, sin atreverse a intervenir. Esa luz se extendio por todo el brazo de Jack, formando lineas oscuras y a la vez luminosas por sus venas, y se fue extendiendo por todo su cuerpo para, finalmente, apagarse. Cuando la luz cesó, la niña se quedó tumbada al lado de Jack, dormida o inconsciente, pero respirando. Igram los contempló a ambos sin atreverse a acercarse a comprobar la suerte de su viejo amigo.
- Es una lastima. Nunca pudimos hacer nada por el. - La voz de Vulkar llegó desde la puerta.- Es veneno zembuu, mortal de necesidad.
A pesar de las palabras de Vulkar, Igram se acercó a tomar el pulso de su amigo. Su corazón aun latía.
- No está muerto.
-¿Como...? ¡Es imposible!
- Parece que nuestra pequeña Fiona guarda muchos secretos que nos costará descubrir. Mira... - Igram tomó a la niña del suelo en brazos y la colocó suavemente sobre la barra. Su rostro parecía ahora relajado, en paz, y respiraba profundamente, como si durmiera.- Mira estas lineas en su piel. Antes no estaban. Se iluminaron, y la luz entró en Jack. Creo que eso lo salvó.
- Zembuu... -Vulkar miraba maravillado los brazos y el rostro de la niña.- Son... tatuajes rituales. Tienen que ver con los espiritus de la jungla a los que adoran...
- ¿Quien nos atacó? ¿Y que querrían? - Igram señaló a los cadáveres.
- Son de alguna secta de asesinos, eso seguro. Averiguaré para quien trabajaban, es cuestión de tiempo. Sin duda se ganaron la confianza de este viejo marinero para llegar a vosotros.
- Mmm... has dicho que el veneno era de los Zembuu. ¿Tendrán algo que ver en esto?
- Imposible. Han tenido que obtenerlo de forma violenta, si no jamás hubiera llegado a sus manos. Ellos lo consideran un regalo de sus dioses, y tienen prohibido usarlo contra otros seres humanos. Dicen que es para cazar, no para matar.
- Mala suerte... - Johan entró por la puerta, casi sin respiracion. - Lo acorralé aqui cerca, pero guardaba un dardo para sí mismo. Está en un charco de babas a varias calles de aqui.
- Da lo mismo, nunca le hubieras sacado nada. Eran asesinos de una secta. O tienen exito o mueren. - Vulkar miro de nuevo a Jack, que ahora parecía dormir plácidamente.- Y no maldigas a la suerte, bastante ha tenido Jack.
Como si el viejo tabernero hubiese oido sus palabras, se revolvió lentamente sobre si mismo y abrió los ojos.
- Fiona... - su voz era un susurro - ¿Estas bien?
La niña estaba recostada en la barra, en posicion fetal, mirando a los ojos de su amigo y sonriendo como si nunca se hubiese sentido tan alegre.
- Ahora si. - El sonido de su voz les sonó a todos a sonrisa.
Las horas mas cálidas del día ya habían pasado, y en el interior de la Taberna de Jack, el calor comenzaba a dejar de invitar a dormir para comenzar a invitar a beber. Hacia solo un rato que incluso Fiona, que parecía tener una especial disposición para dormir cuando el calor más apretaba, había bajado de su habitacion del piso superior y estaba interrogando a Jack con todas las preguntas que se le pasaban por la mente, lo cual no parecía importunar demasiado al viejo tabernero, sino más bien al contrario. La extraña e inteligente niña parecía haber despertado una ternura en Jack que los que lo conocían desde hacía años nunca habían observado en él, y la niña había devuelto esa ternura con un interes inusitado por las innumerables historias que él le contaba, a pesar de que no siempre fuesen demasiado apropiadas para contarselas a una niña de su edad. Tal y como era habitual a esas horas del día, la taberna permanecía sin público y casi en penumbra, puesto que la poca luz que entraba lo hacía a través de la única ventana que había en la sala principal, que además estaba protegida por un cortinaje translúcido de tono oscuro. Allí solamente estaban Jack y Fiona, ella sentada sobre la barra y él por la parte que le correspondía, y Igram, Johan y Vulkar, tratando temas importantes en la mesa más alejada de la puerta, entre la ventana y la puerta a la despensa y las escaleras al piso superior.
Vulkar era uno de sus contactos de confianza, y ya lo había sido antes de Findanar. Era uno de los mas reputados agentes del Rey, hasta el punto de que presumía, siempre en ambientes de confianza plena, de tratar ciertos asuntos de manera directa con él. No es que fuese algo realmente extraordinario, puesto que Ekon Chui'jabari no era un rey endiosado ni apartado de la gente, pero si era algo digno de mención.
En opinion de Igram, Vulkar poseía el carácter perfecto para realizar la labor que tenía encomendada. Era un hombre discreto, astuto y cauto, además de tener amplios conocimientos sobre el carácter y la cultura de la gente de Zalama. Estaba ataviado de la manera más habitual en el, con una larga y amplia chilaba de color claro, casi sin decoración, que le cubría hasta los pies, y en la que las mangas se confundían con el resto de pliegues del atuendo. Cubriendo buena parte de su cabello, corto y de color negro, llevaba uno de los típicos sombreros cilíndricos zalameños, de tono rojizo. Su rostro podía traer a la mente la imagen de un halcón o un águila. De rasgos finos pero marcados, ojos almendrados y negros, piel muy morena, y nariz y mentón pronunciados, llevaba la barba rasurada en las mejillas, aunque larga a partir de la linea de la mandíbula y por debajo del rostro, y formando una trenza a partir de su mentón, que acentuaba aún más los rasgos aguileños de su rostro. Estaba sentado a la derecha Igram, de modo que ambos podían ver la entrada principal de la posada y prácticamente todo el recinto, mientras saboreaban una infusión típica de Zalama, que se bebía caliente, puesto que los lugareños mantenían que tanto la hierba como el consumirla caliente ayudaban a combatir la sensación de calor. "Si calientas tu interior, enfrias el exterior", solían decir los habitantes de la ciudad, muy amigos de refranes y dichos. Por lo que Igram había comprobado en sus carnes, poco adaptadas al calor, el dicho tenía mucho de real. Johan, bastante menos amigo de la cultura popular, y sentado a la izquierda de Igram, bebía una jarra de cerveza fresca, al menos todo lo fresca que podía estar una cerveza a esas horas del día.
Llevaban un buen rato discutiendo sobre el devenir de la guerra y los siguientes pasos que debían dar. Tenían como costumbre tratar esos temas a esas horas del día, puesto que, a causa del calor, la taberna, como las calles, solía estar vacía, lo cual les aportaba la intimidad necesaria sin ausentarse. Habían pasado varios días desde que Igram intentase ejecutar su venganza sobre Sonen, y seguían sin tener noticias sobre el éxito o fracaso de la misión. Además, habían recibido informes de que en la selva las cosas parecían ponerse difíciles. Los soldados de Sanazar habían provocado varios nuevos incendios para aprovechar el final del verano, y, aunque avanzaban despacio y los Zembuu les tendían duras emboscadas cada cierto tiempo, no lograban detener su avance por completo. Cada vez tenían menos tiempo para disponer de un ejército suficiente para enfrentarse a las tropas del Imperio, y seguían teniendo dificultades para conseguir el metal que necesitaban para disponer de armas y armaduras de calidad para los soldados del rey. Jack, que seguía atendiendo a una Fiona fascinada con sus historias, prestaba atencion con un oido a lo que sus compañeros hablaban mientras dedicaba el otro a la niña.
El silencio se hizo en el local durante unos instantes cuando cuatro hombres, que parecían bastante borrachos, entraron por la puerta. No era extraño ver algun que otro grupo de marineros borrachos a cualquier hora del día, lo extraño era verlos en su posada, que estaba alejada del puerto y era bastante discreta desde el exterior. Todos, incluso Fiona, escrutaron por un momento a los recien llegados, que venían parloteando sobre sus hazañas, reales o inventadas, con las mujeres, hasta que uno de ellos se acercó a la barra y se dirigió a Jack.
- ¡Jack, viejo amigo! - Al marinero, entrado en años, de piel curtida y con la barba grisacea impregnada de algun licor pegajoso bajo los labios y a su alrededor, le costaba articular las palabras.- Cambia esa cara, hombre... ¿O ya no reconoces a un viejo marinero del Señor de las Tormentas? ¿Me serviras algo de tu licor especial, no?
Jack sonrió al marinero borracho mientras hacía un leve y discreto asentimiento de aprobación a los que estaban en la mesa.
- Por supuesto, viejo bribón, os pondre unas jarras para los cuatro. - Jack sonrió amablemente mientras miraba a los tres hombres que le acompañaban. Aunque tambien parecían marineros por lo curtido de su piel y de sus manos, sus rasgos y su atuendo eran más propios de gente de Zalama que de las Islas o de Sanazar. - ¿Aun no te has decidio a retirarte? ¿O es que quieres morir aferrado a lo mas alto de un mastil?
- ¿Por que crees que he venido a tu posada? ¡Hoy llegué de mi último viaje, lo estoy celebrando con estos compañeros, como debe ser! - El viejo marinero borracho, a quien Jack había reconocido aunque no lograba recordar su nombre, habló ahora con voz baja, como si quisiera susurrar, pero sin conseguirlo por completo.- No te preocupes por nada, son buena gente... Este ultimo viaje fue muy rentable, asi que podré establecerme aqui y buscar un trabajo en tierra que pueda llevar a cabo. Uno de los chicos de Eidon me dijo que te habías establecido aqui cuando ellos se fueron, y pensé que estaba obligado a pasarme a dejarte algo de mi bien ganado dinero... Por los viejos tiempos, ya sabes... Siempre te portaste como un padre con todos...
En este tiempo, Jack había llenado hasta rebosar cuatro jarras de uno de sus exquisitos licores, de los que él mismo preparaba.
- Se agradece tu esfuerzo, viejo amigo. Las cosas no me van mal, pero tampoco bien del todo, ya sabes. - Jack salio de detrás de la barra, siempre observado por Fiona, que seguía observando la escena en silencio aunque con curiosidad, y tomó las cuatro jarras. - Venga, os las serviré en la mesa. ¡A tu salud, y que la fortuna te sonria en tierra tanto como te sonrió en el mar!
Al poco tiempo, el local había recuperado cierta normalidad. Los cuatro marineros parecían enfrascados en un interminable intercambio de fanfarronadas amorosas mientras bebían profusamente, Jack y Fiona seguían charlando de no se sabe bien que, y los otres tres seguían departiendo, aunque ahora lo hacían en voz mucho más baja, y procurando no hablar explícitamente de nada que no debiera ser escuchado.
El viejo marinero se levantó y se dirigió hasta la puerta despues de balbucear algo sobre hacer sitio para lo que le quedaba por beber esa noche, pero no consiguió llegar hasta la puerta. A medio camino, comenzó a vomitar como si tuviese una ballena resoplando en su interior, haciendo un ruido espantoso, como sintiese un dolor insoportable, y rodó por el suelo. El vómito parecía sangre.
La escena hizo reaccionar a Vulkar como un resorte. Empujó con fuerza a Igram, lo cual hizo que ambos rodasen al suelo en direcciones opuestas, y, de paso, hizo dar un respingo a Johan, que inclinó su silla hacia atrás y se pegó a la pared inmediatamente, lo que seguramente le salvó la vida. A pocos centímetros de su nariz pasó un dardo que, sin duda, iba dirigido a donde unos instantes antes estaba su rostro. En la pared, detrás de donde se encontraban Igram y Vulkar se clavaron otros dos. Jack rodeó a Fiona con sus brazos, protegiéndola con el cuerpo y la bajó al suelo, tras la barra. Durante el rápido movimiento notó una picazón en la parte posterior de su brazo derecho, que en poco tiempo se había convertido en un adormecimiento de la zona. Sin duda, uno de esos dardos le había alcanzado.
En unos segundos la situación se precipitó. Johan se puso en pie lanzando un alarido de furia que atrajo la atención de los falsos marineros, que, al ver que su plan había fracasado se abalanzaron hacia la puerta con la intencion de huir de alli inmediatamente. El contramaestre aprovechó el impulso necesario para levantarse para lanzar su jarra de cerveza hacia la mesa desde la que les habían atacado. La jarra se destrozó contra la pared, reventando con el impacto y haciendo caer buena parte de su contenido sobre las cabezas de sus agresores. Igram, tras rodar sobre si mismo con una agilidad inimaginable a simple vista, lanzó dos dagas sobre el que más alejado estaba de la puerta. Una de ellas se clavó en un lateral de la mesa. La otra, en el cuello de su objetivo, que cayó al suelo intentando tapar la herida con sus manos mientras intentaba respirar. Uno de los asesinos había cruzado ya la puerta cuando Vulkar dio una voltereta hacia delante y, tras sacar dos dagas curvas de algun lugar en el interior de su túnica, las clavó en la espalda del que aun intentaba salir, a la altura de los riñones. Johan salió por delante de él, saltando por encima del marinero moribundo, con el sable desenvainado, y persiguiendo al que había logrado cruzar la puerta. Vulkar echó una mirada breve a Jack, que había caído inconsciente tras la barra, y, tras dibujar en su rostro un gesto de fatalidad, salió en pos del enemigo huido.
Igram se puso en pie y, tras asegurarse de que los enemigos heridos no estaban en condiciones de seguir luchando, pasó a detrás de la barra. Fiona estaba en el suelo, sentada junto a Jack y abrazada a sus propias rodillas mientras sollozaba. A Jack le había alcanzado un dardo en el brazo mientras la protegía. Tomó el dardo e intentó averiguar que clase de veneno contenía. El dardo se había clavado profundamente en el antebrazo de su ammigo. Si el veneno era potente, Jack ya estaba perdido. Fiona comenzó a mirar alternativamente a Jack y a Igram. Sus ojos estaban enrojecidos, y sus sollozos eran cada vez mas profundos y descarnados.
- No... -Fiona miraba a Igram como si pudiera ver en su cara lo que parecía evidente.- Jack no... él es bueno, no puede...
Igram no pudo sostener la mirada de la niña, puesto que el llanto estaba llegando a sus ojos a toda velocidad, cosa que hacía muchos años que no le sucedía. El viejo tabernero comenzó a convulsionarse sobre el suelo. Igram sabía que eso era la señal de lo que ya temía. El veneno era mortal, y muy rápido. Demasiado.
- ¡No! - El llanto de Fiona cada vez era mas chillido y menos sollozo. - ¡No!, ¡tú tambien no! ¡No dejaré que te vayas como mama!
La ultima frase sonó extraña en los oidos de Igram. La voz era demasiado profunda, demasiado potente. El rostro de Fiona estaba desencajado, con un rictus entre la furia y el llanto, cada vez mas exagerado, rondando en cierto modo lo grotesco. La niña agarró la parte del brazo de Jack que estaba herida, y sin dejar de sollozar, apretó con todas sus fuerzas. Entonces, sus manos y su rostro comenzaron a cambiar. Como si siempre hubiesen estado alli, unas lineas tenues y oscuras comenzaron a emitir una luminosidad extraña, como si la propia luz fuese de color negro. Las lineas formaban dibujos extraños, como tatuajes de motivos naturales que, aunque le resultaban levemente familiares, Igram no podía identificar.
- ¡No! - La voz de la niña resultaba ahora casi irreconocible.- ¡No te dejare marchar! ¡No quiero que te vayas! ¡No quiero que te lleven como a ella!
La luz oscura que emitian los extraños tatuajes que parecían estar sobre todo el cuerpo de la niña se fue acumulando en sus manos, y, a traves de ellas, fue entrando en el cuerpo de Jack, como si fuese recorriendo sus venas. Igram observó lo que sucedía como en extasis, sin atreverse a intervenir. Esa luz se extendio por todo el brazo de Jack, formando lineas oscuras y a la vez luminosas por sus venas, y se fue extendiendo por todo su cuerpo para, finalmente, apagarse. Cuando la luz cesó, la niña se quedó tumbada al lado de Jack, dormida o inconsciente, pero respirando. Igram los contempló a ambos sin atreverse a acercarse a comprobar la suerte de su viejo amigo.
- Es una lastima. Nunca pudimos hacer nada por el. - La voz de Vulkar llegó desde la puerta.- Es veneno zembuu, mortal de necesidad.
A pesar de las palabras de Vulkar, Igram se acercó a tomar el pulso de su amigo. Su corazón aun latía.
- No está muerto.
-¿Como...? ¡Es imposible!
- Parece que nuestra pequeña Fiona guarda muchos secretos que nos costará descubrir. Mira... - Igram tomó a la niña del suelo en brazos y la colocó suavemente sobre la barra. Su rostro parecía ahora relajado, en paz, y respiraba profundamente, como si durmiera.- Mira estas lineas en su piel. Antes no estaban. Se iluminaron, y la luz entró en Jack. Creo que eso lo salvó.
- Zembuu... -Vulkar miraba maravillado los brazos y el rostro de la niña.- Son... tatuajes rituales. Tienen que ver con los espiritus de la jungla a los que adoran...
- ¿Quien nos atacó? ¿Y que querrían? - Igram señaló a los cadáveres.
- Son de alguna secta de asesinos, eso seguro. Averiguaré para quien trabajaban, es cuestión de tiempo. Sin duda se ganaron la confianza de este viejo marinero para llegar a vosotros.
- Mmm... has dicho que el veneno era de los Zembuu. ¿Tendrán algo que ver en esto?
- Imposible. Han tenido que obtenerlo de forma violenta, si no jamás hubiera llegado a sus manos. Ellos lo consideran un regalo de sus dioses, y tienen prohibido usarlo contra otros seres humanos. Dicen que es para cazar, no para matar.
- Mala suerte... - Johan entró por la puerta, casi sin respiracion. - Lo acorralé aqui cerca, pero guardaba un dardo para sí mismo. Está en un charco de babas a varias calles de aqui.
- Da lo mismo, nunca le hubieras sacado nada. Eran asesinos de una secta. O tienen exito o mueren. - Vulkar miro de nuevo a Jack, que ahora parecía dormir plácidamente.- Y no maldigas a la suerte, bastante ha tenido Jack.
Como si el viejo tabernero hubiese oido sus palabras, se revolvió lentamente sobre si mismo y abrió los ojos.
- Fiona... - su voz era un susurro - ¿Estas bien?
La niña estaba recostada en la barra, en posicion fetal, mirando a los ojos de su amigo y sonriendo como si nunca se hubiese sentido tan alegre.
- Ahora si. - El sonido de su voz les sonó a todos a sonrisa.
37 Comentarios