Escrito por na el miércoles, 17 de diciembre de 2014
Sé que hay muchas personas que consideran irrelevante llamar a las cosas por su nombre.
Y que consideran gilipolleces cosas para mi fundamentales.
Y no porque lo intuya por ciencia infusa, sino porque se han tomado la molestia de remarcármelo a fuego.
Para que nunca jamás lo olvidara.
Estas líneas van dirigidas a esas otras personas que alguna vez se han planteado la relación entre pensamiento, lenguaje e identidad.
Que saben que hay más maneras de funcionar y que hay vida mas alla del pensamiento único y del masculino genérico.
Haberlas, hailas.
Para mi es fundamental que el lenguaje refleje, lo más fielmente posible, eso que llamamos realidad.
Porque si la realidad cambia y no queda reflejada, todo se queda en agua de borrajas.
Confuso, ambiguo, provisional...
Bastante complicado es ya.
Y la realidad es que cuando pienso en los ciudadanos de Roma (durante el imperio) NO lo hago en genérico. Sólo eran ciudadanos los hombres. Y no todos.
Y la realidad es que pretenden que nos creamos que los ciudadanos de Roma (en la actualidad) incluye a todas las personas y debo haberme perdido algo porque no sé desde cuando.
Y la realidad es que "en la actualidad" en la ciudad de Roma se encuentra el estado del Vaticano y los putos curas siguen sin incluirnos a todas y culpándonos, subvencionados, de no se qué ostias.
Y la realidad es que los roles y los géneros que asociamos a un cuerpo determinado, no coincide con nuestra identidad sexual. Usar el masculino para el hombre y el femenino para la mujer, no recorre todo el espectro. Al contrario, lo polariza y jerarquiza.
La realidad es que el masculino no puede ser genérico y seguir siendo masculino.
Si intenta incluirnos, se queda sin género propio.
Y si no lo intenta, da por sentado que solo existe la forma masculina de funcionar.
Una desigualdad no se arregla con otra desigualdad.
Para mi es una injusticia que siempre seamos provisionales las mismas.
El buen rollito del generico, olvida que han habido y siguen habiendo hombres y mujeres que hablan en masculino sin incluirnos y que a día de hoy sólo podemos detectarlys por el contexto.
Y la realidad es que iguales no somos. Por eso no competimos en las olimpiadas.
El feminismo de la igualdad, a mi juicio, olvida que no ser menos no es ser igual.
Y los grupos de mujeres tienen unas particularides que los convierten en diferentes a los grupos de hombres. Y viceversa.
Hacer como que no existen las vuelven insidiosas.
Y me doy cuenta que hay momentos trascendentes en los que las particularidades dejan de ser fundamentales y se convierten en gilipolleces.
Para esos momentos necesito un género neutro. Un terreno que no sea ni tuyo ni mío, donde lo masculino y lo femenenino quede integrado y no subordinado.
Ni en un sentido, ni en el contrario.
No cuesta tanto construirlo.
Propongo la "y" porque a diferencia de la "x" o la "@" puedo pronunciarla.
Porque la griega, además de nexo copulativo, es vocal consonántica.
Y por la realidad que, búrdamente, he tratado de plasmar.
Mientras nos ponemos de acuerdo, seguiremos caminando.
Y que consideran gilipolleces cosas para mi fundamentales.
Y no porque lo intuya por ciencia infusa, sino porque se han tomado la molestia de remarcármelo a fuego.
Para que nunca jamás lo olvidara.
Estas líneas van dirigidas a esas otras personas que alguna vez se han planteado la relación entre pensamiento, lenguaje e identidad.
Que saben que hay más maneras de funcionar y que hay vida mas alla del pensamiento único y del masculino genérico.
Haberlas, hailas.
Para mi es fundamental que el lenguaje refleje, lo más fielmente posible, eso que llamamos realidad.
Porque si la realidad cambia y no queda reflejada, todo se queda en agua de borrajas.
Confuso, ambiguo, provisional...
Bastante complicado es ya.
Y la realidad es que cuando pienso en los ciudadanos de Roma (durante el imperio) NO lo hago en genérico. Sólo eran ciudadanos los hombres. Y no todos.
Y la realidad es que pretenden que nos creamos que los ciudadanos de Roma (en la actualidad) incluye a todas las personas y debo haberme perdido algo porque no sé desde cuando.
Y la realidad es que "en la actualidad" en la ciudad de Roma se encuentra el estado del Vaticano y los putos curas siguen sin incluirnos a todas y culpándonos, subvencionados, de no se qué ostias.
Y la realidad es que los roles y los géneros que asociamos a un cuerpo determinado, no coincide con nuestra identidad sexual. Usar el masculino para el hombre y el femenino para la mujer, no recorre todo el espectro. Al contrario, lo polariza y jerarquiza.
La realidad es que el masculino no puede ser genérico y seguir siendo masculino.
Si intenta incluirnos, se queda sin género propio.
Y si no lo intenta, da por sentado que solo existe la forma masculina de funcionar.
Una desigualdad no se arregla con otra desigualdad.
Para mi es una injusticia que siempre seamos provisionales las mismas.
El buen rollito del generico, olvida que han habido y siguen habiendo hombres y mujeres que hablan en masculino sin incluirnos y que a día de hoy sólo podemos detectarlys por el contexto.
Y la realidad es que iguales no somos. Por eso no competimos en las olimpiadas.
El feminismo de la igualdad, a mi juicio, olvida que no ser menos no es ser igual.
Y los grupos de mujeres tienen unas particularides que los convierten en diferentes a los grupos de hombres. Y viceversa.
Hacer como que no existen las vuelven insidiosas.
Y me doy cuenta que hay momentos trascendentes en los que las particularidades dejan de ser fundamentales y se convierten en gilipolleces.
Para esos momentos necesito un género neutro. Un terreno que no sea ni tuyo ni mío, donde lo masculino y lo femenenino quede integrado y no subordinado.
Ni en un sentido, ni en el contrario.
No cuesta tanto construirlo.
Propongo la "y" porque a diferencia de la "x" o la "@" puedo pronunciarla.
Porque la griega, además de nexo copulativo, es vocal consonántica.
Y por la realidad que, búrdamente, he tratado de plasmar.
Mientras nos ponemos de acuerdo, seguiremos caminando.
4 Comentarios