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Harto de ser lo que se espera, harto de hilar para sentirme inteligente... 
Escrito por Yosi_ el lunes, 1 de marzo de 2010

Aspecto sobrio, estética rozando el "underground", interfaz limpia de polvo, paja, publicidad y patrocinadores. Pero eso sí, una campaña que ya a simple vista huele a demasiado apoyo desinteresado para tratarse de algo realmente procedente de la base de la pirámide social. Aún así los padrinos se esconden en el backstage, y lo único que se deja ver en la propia web es una agencia de publicidad madrileña y una fundación al parecer constituída para la ocasión denominada Fundación Confianza. Desde luego el juego de palabras está bien logrado, porque todo esto sugiere cualquier cosa salvo confianza en la buena voluntad del proyecto. Más que nada, porque hace mucho tiempo (si es que alguna vez se ha dado el caso) que nadie dedica tanto esfuerzo por un fin realmente altruista, sin los lavados de cara en los que se basan buena parte de las campañas solidarias ni los intereses comerciales subyacentes a todas las demás. En cualquier caso, si bien los financiadores de la hazaña se esconden evitando los tradicionales logos corporativos a pie de página, siguiendo los enlaces se puede llegar hasta la web oficial de la mencionada fundación, y ahí es donde comienza a intuir el lado interesante de la jugada. Porque se empieza a ver el centro de la cuestión, aparecen nombres como El Corte Inglés, Teléfonica, BBVA, Banco Santander, Repsol y, en definitiva, una lista de lo más granado del panorama empresarial a gran escala de este país. Corporaciones que dominan la práctica totalidad de la economía nacional, que participan de buena parte del pastel de la mundial, y que no se sonrojan a la hora de montar un tinglado basado en eslóganes tales como el que sigue:
Somos gente como tú, y pensamos lo mismo que tú piensas. Y lo que hacemos es lo que tú hubieras hecho en nuestro lugar.

Para los desentendidos en materia socio-política, lo que hacen estos señores es explotar un sistema económico hasta el borde del abismo con la vista fija en su cuenta corriente y una total indiferencia hacia cualquiera situado dos escalones por debajo de su nivel en la jerarquía social. Lo que hacen es aminorar la marcha un poco antes de caer por el precipicio con todo el equipo a base de llevarse por delante a millones de personas y de familias sin barreras tras las que cobijarse cuando vienen mal dadas. Y lo que hacen, en último término, es afirmar con la mayor desvergüenza que hemos tenido la desgracia de ver a lo largo de toda esta vorágine sin sentido, que son personas como nosotros, como esa masa social que no pinta absolutamente nada más que servir de escombro sobre el que construir una montaña para que los mecenas de esta historia salgan a flote en medio del mar de mierda que ellos mismos han acumulado y disfrutado mientras afirmaban navegar a toda vela. O lo que es peor, que nosotros, todos, somos como ellos: estafadores, explotadores, individuos carentes de humanidad, de empatía, de principios e incluso de dignidad para defender hasta las últimas consecuencias los despropósitos que siempre los han abanderado. Ahora quizás deberíamos solucionar la chapuza entre casi todos, es posible, pero desde luego no con ellos, y mucho menos para ellos.
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Escrito por Yosi_ el martes, 16 de febrero de 2010

En un medio de prestigio internacional, The New York Times, se podía leer hace ya un tiempo un análisis sobre el problema de la elevadísima tasa de paro juvenil en España, del 42'9% en la franja de edad entre 16 y 24 años según se afirma en el artículo. Es evidente que no cabe esperar una visión profunda sobre las verdaderas dimensiones de la cuestión, ya que está más que claro de donde se cojea por aquellas tierras, pero sí habría sido deseable un mínimo de objetividad a la hora de plantear los hechos dado que todo gira entorno a un dato meramente estadístico al fin y al cabo. Sin embargo, nada más lejos de la realidad: desde el inicio se busca una historia parcial contada por un joven que, irremediablemente atraído por el olor del dinero, abandona su formación muy joven para meterse de lleno en el centro de la burbuja que posteriormente explotó convirtiendo al pobre ignorante en una víctima de su propia e irresponsable avaricia. Esposa en circunstancias similares y descendencia acechada por el hambre, claro está, completan la tragedia española de la juventud de pandereta vista desde la capital del imperio.
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Escrito por Yosi_ el sábado, 26 de diciembre de 2009

Hablar de SGAE hace mucho tiempo que es demasiado aburrido. De hecho al cabo del tiempo se ha convertido en un zumbido constante que empieza a pasar desapercibido como cualquier otra cantinela machacona, y por lo general poco hay que decir al respecto aparte de recoger los argumentos prefabricados tiempo ha (cada cual los de su bando), y dispararlos uno tras otro con una mezcla de hartura y dejadez, hasta que ambas partes son conscientes de encontrarse en un bucle si más salida que, tal vez, afilar unos cuantos cds (objeto de discordia por definición) al más puro estilo ninja y utilizarlos a modo de arma arrojadiza contra la principal cabeza visible, de turco por lo general. Últimamente, a raíz de una serie de rotundos fracasos por parte de la industria musical y cinematográfica de la mano cómplice del propio gobierno (democrático durante un día cada cuatro años, nótese), lo que hasta ahora habían sido insultos trasnochados, amenazas y algún amago a nivel jurídico sin pies ni cabeza, han comenzado a convertirse en pretensiones legislativas para sacar los pies del tiesto y resolver en "petit comite" lo que hasta ahora requería la decisión de un juez, con todo lo que ello conlleva. Evidentemente esta acción contextualizada en el hervidero crítico hasta el absurdo (y desde el absurdo, todo sea dicho) que es Internet hoy por hoy cada vez que se toca el tema de la gratuidad de contenidos y el yate o no-yate de los quejumbrosos colegas de Miami (también denominados "artistas" en el argot, pero en cualquier caso sin tener nada que ver con el término definido por la RAE), ha producido una avalancha de protestas encendidas con el fervor de quien, a juzgar por la concienciación y la consciencia de la que habitualmente se hace gala en esta sociedad, no sabe demasiado bien de qué habla ni por qué lo hace, pero está completamente seguro de tener razón. Porque, sin ánimo de emprender alegatos elitistas, esta no es la primera ni la segunda actuación de un gobierno contra la libertad de expresión, la presunción de inocencia u otros principios básicos, aunque duela mucho más la posibilidad de tener que soltar la gallina para conseguir el último Call of Duty, o el último recopilatorio de los 40, que lo que le pase entre las paredes de una comisaría a algún chaval etiquetado como terrorista según el criterio de la misma administración que pretende actuar en este caso.
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Escrito por Yosi_ el sábado, 26 de diciembre de 2009

Hoy divagando entre blogs me he encontrado en getxoblog.org esta entrevista a Jose A. Pérez, guionista de TV, columnista en Público y autor del blog Mi Mesa Cojea, hablando sobre el estado actual de los medios vistos desde dentro y dando una visión con más franqueza y bastante menor corrección política de lo que es habitual, que creo que merece la pena para cualquiera que, como yo, no tenga mucha idea (más allá de lo que puede indicar el sentido común) de lo que se cuece en las grandes productoras y agencias de comunicación que moldean la opinión pública en este país. Es largo pero tiene un formato bastante digerible y, tropezones ocasionales aparte, este tipo parece uno de los pocos miembros de la élite mediática actual a los que merece la pena escuchar.

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Escrito por Yosi_ el domingo, 4 de octubre de 2009

Ya son 24 los trabajadores de France Telecom que en el último año y medio han decidido tirar la toalla y acabar con su vida, al parecer y según sus propias explicaciones, debido a motivos relacionados con su entorno laboral. A primera vista es una cifra estremecedora que hace pensar qué se puede estar cociendo ahí dentro. Al parecer casualmente la situacion ha coincidido con lo que muy finamente se ha dado en llamar "plan de reestructuración de recursos humanos" o algún eufemismo de características similares hábilmente empleado para indicar que, hablando en plata, se está puteando al personal a base de bien con la eterna excusa. sea la base real o infundada, de buscar un aumento en la rentabilidad para paliar los problemas económicos que asedian al monstruo empresarial.

Nunca faltan las voces que ante cualquier problema relacionado con la economía y más concretamente con el mundo de la iniciativa privada, comenten que aquí nadie obliga a nadie a hacer absolutamente nada, que todas esas personas que protestan por una determinada situación en un contexto donde el libre albedrío campa a sus anchas no están en absoluto forzadas a trabajar para nadie. Es evidente, no tienen más que asociarse con su cuñado o con su primo segundo por parte de padre y montar una alternativa al gigante de las telecomunicaciones, por ejemplo, porque sin riesgo no hay gloria y al fin y al cabo es bien sabido que los altos directivos de esas grandes compañías asumen una responsabilidad y un riesgo mucho mayor que el de todos sus empleados. De ahí su estatus y de ahí la justificación para su inmunidad ante las medidas anticrisis.

Sin embargo, en este caso concreto en el que la gente empieza a volar por las ventanas y a esparcer por las aceras lo que más debería valorar, el planteamiento cambia bastante. Cuando uno se pregunta qué puede empujar a alguien a renunciar a su vida debido a algo tan trivial, tan absurdo y tan vacío como, paradójicamente, un medio para ganársela, supongo que nadie tenga el cuajo de entrar en disquisiciones sobre la valía de la clase empresarial o la cobardía de la asalariada. Porque esto va de algo mucho más profundo y más grave que el ánimo de quejarse porque sí, de la comodidad de no asumir responsabilidades y de todo lo que se pueda pensar. Basta con hacer una reflexión superficial sobre el tema a nivel personal y plantearse donde hay que tener la cabeza, o más bien donde te la deben llevar, para que el nivel de asfixia debido a un factor completamente ajeno a tu vida personal (siempre hablando sobre casos ideales y quizá utópicos en muchos casos a estas alturas, claro está) alcance proporciones tan absurdas como la presente.

Por supuesto la cifra anteriormente mencionada constituye una minoría absoluta en comparación con el número total de empleados de una corporación tan grande, pero a la vez que se ajusta la importancia a sus debidas proporciones, hay que pensar que 24 han sido los que han dado el último paso hacia el abismo ubicado en el patio trasero del ideario neoliberal, pero sin duda y siguiendo una sencilla deducción lógica, muchísimos más han de estar rondando ese mismo lugar, muchos otros que jamás llegarán a esos extremos pero que sin duda si que sufren y sufrirán en propias carnes las consecuencias de un mercado tan libre levantado sobre personas tan sometidas.

Pero sin embargo lo más siniestro es que debido a la repercusión que alcanza cada nuevo caso, la empresa ha decidido tomar cartas en el asunto con compromisos tales como reforzar su departamento de psicología. No sé si se puede calificar de inútil, porque desconozco el grado de perfeccionamiento que dichos profesionales han podido alcanzar en las tareas de lavado de cerebro, pero lo que sin duda sí se puede afirmar es que es absolutamente insultante. Si puede haber algo peor que el hecho de que alguien considere secundario convertir la vida de cientos de miles de personas en un infierno en pro de los beneficios económicos, es que además a la hora de buscar soluciones se señale a esas personas como culpables de su autodestrucción en lugar de aplicar el tratamiento psicológico, o tal vez psiquiátrico, a los sociópatas encorbatados responsables de semejante cúmulo de desprópositos. Y a estas alturas ya no hablo de los fallecidos de esta historia (en un mundo más justo, asesinados), ni de France Telecom, sino de todos los que a diario se sienten presionados, humillados o sometidos a cambio de un puñado de euros y hace tiempo que por una u otra razón han perdido la fuerza necesaria para salir de esa espiral y plantar cara antes de que sea demasiado tarde. Nunca merece la pena, y nunca se dirá lo suficientemente alto, pero hace tiempo que ya es hora de que sean otros quienes vuelen desde pisos mucho más altos del rascacielos de turno y experimenten caídas mucho más duras de lo que una gráfica en Wall Street es capaz de representar. Por mi parte sólo espero que esos acontecimientos lleguen antes de acabar yo mismo convencido de que un trabajo bien vale una vida, creo que es el extremo más indigno y alienante que hoy por hoy puedo llegar a imaginar. Y espero no ser el único.
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Escrito por Yosi_ el jueves, 21 de mayo de 2009

Últimamente el viento trae voces que anuncian aires de cambio, que asumen escarmientos de gran provecho, que prometen no caer de nuevo en los errores de siempre
Ante el constante chaparrón de desastres (adornados o a cara de perro) que a estas alturas ya se muestra a las claras en toda su dimensión, y ante las consecuencias subyacentes, principalmente una disminución bastante importante de la irracional voracidad del mercado, el Gobierno decide liarse la manta a la cabeza y repartir ayudas a diestro y siniestro. En principio se trata de una iniciativa muy loable a la que en apariencia sólo un despiadado usurero podría oponerse, porque qué hay de malo en que el Estado se solidarice con la gente en las épocas de vacas flacas. Nada, naturalmente, salvo que no deberíamos olvidar el hecho de que las arcas públlicas no son un pozo insondable donde los bienes surjan de forma espontánea e indefinida. Evidentemente no seré yo quien se aferre al individualismo tan típicamente liberal para reivindicar que cada palo aguante su vela, si es que la aguanta, y de lo contrario apelar a una extraña variante de la selección natural de las especies adaptada al capitalismo más salvaje, pero francamente debo decir que me resultan sospechosas ciertas cuestiones relacionadas con los métodos para repartir el pastel y con esa "nueva" forma de hacer las cosas. Nos damos de frente contra una crisis del modelo de consumo e interpretamos que la solución pasa por estimularlo con gesto desquiciado y dejar que quienes han generado este nivel de desigualdad insostible hasta para sí mismos sean quienes redistribuyan el bienestar que de haber exististido, hace mucho que forma parte del pasado.

La historia se convierte en déjà vu aún antes de que anuncien novedades, reformas de modelos productivos y propuestas abiertamente falaces para batirse el cobre en un absurdo concurso basado en escupir tonterias con cara de burócrata empedernido. Se habla de nuevos tiempos en los que apenas cambia el color del saco en el que los de siempre van a guardarse lo de todos, se predica al viento con la confianza adquirida a base de jugar a estereotipos cada vez más marcados, más arriesgados y más irreales para cualquier con los pies en la Tierra (aunque quizás en otra, porque ésta no me la creo), cada vez con mayor impunidad. Hoy por hoy la manida pirámide social que representa la sociedad a partir de la revolución industrial ve como queda descabezada por una cúspide cada vez más desvergonzada, que ya no se apoya en sus subordinados, sino que sobrevuela el desastre y ocasionalmente desciende para repostar y poner el cazo. O tal vez no, tal vez esa sea sólo la apariencia, pero quizá seamos nosotros mismos quienes la llevamos a hombros provocando esa sensación de ingravidez infalible que justifica y protege una estructura social que, seamos serios, se cae a pedazos de forma ofensivamente evidente. Se puede temer a la crisis económica, a la decadencia individual o a que el cielo caiga sobre nuestras cabezas, pero todo eso sería trivial si estuviéramos a salvo de la vorágine que envuelve todo y a todos. Sal a la calle, pregunta a alguien, y seguramente responderá que nada es posible más allá de esta mediocridad que asfixia por culpa de los demás, seres incapaces de vivir sin vigilancia, sin alambre de espino. Y paradójicamente los demás dirán exactamente lo mismo, porque el enemigo siempre se esconde en el otro, un palmo más allá de nuestras narices, justo donde se encuentra el miedo inevitablemente recíproco a quien a la mínima ocasión robará, violará, matará. Mientras, quienes de todas formas lo harían e incluso unos cuantos más que se apuntan por mera desesperación, naturalmente roban, violan, y matan, como no podría ser de otra forma. Eso sí, lo hacen dentro de un Estado de Derecho que hace la situación mucho más tranquilizadora e inocua, soportable precisamente por responder a estadísticas predecibles bajo el yugo de la rutina. Aunque la rutina se torne más insoportable que cualquier posible imprevisto.

Todo lo que no es miseria se convierte instantáneamente en utopía, así que definitivamente el sufrimiento nos acerca a la realidad tal como la intuye el común de los mediocres que dan vida a la némesis que todos tenemos que soportar con estoicidad, sin levantar mucho la voz ni transgredir el discurso oficial so pena de ser vistos como individuos sin madurez, sin objetividad, sin criterio. Así las cosas, todo queda en manos de la mayoría e indirectamente, de quien sea capaz de llevarse el gato al agua e inculcar en dicha mayoría un grado de desesperanza suficientemente creíble (por ejemplo, convirtiendo las buenas palabras en mentiras implícitas por definición) como para asumirlo como espectativa de futuro. Tal es el miedo que tenemos a la incertidumbre, tal el temor que nos produce vivir.
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Escrito por Yosi_ el lunes, 30 de marzo de 2009

Hay cosas que se pueden llegar a entender, pero otras muchas sencillamente no tienen sentido aún aplicando un grado de tolerancia insano. El hecho de que haya quien vea moralmente reprochable todo este tema del aborto y se posicione en contra a título personal es sencillamente una opción tan respetable como cualquiera siempre y cuando ninguna tercera persona se vea perjudicada por ella. Que una institución como la Iglesia Católica a estas alturas eleve el tono de la forma que lo hace es vergonzoso pero comprensible: no vamos a esperar que a estas alturas desarrollen un respeto que en más de dos mil años no han sido capaces de encontrar por ningun sitio, es algo utópico. Lo que de ninguna forma se puede comprender es que buena parte de la sociedad se alinee detrás de dicha institución por la sola motivación de defender sus colores políticos y hundir al adversario.

Generalmente, hasta que desafortunadamente el tema empezó a identificarse con la cara de ZP, la postura anti-abortista solía ir unida a una petición de responsabilidad a la hora de utilizar métodos anticonceptivos, centrando la crítica en aquellos casos en los que la interrupción del embarazo toma visos de negligencia por parte de los involucrados en el hecho. Pero desde que el clero se ha puesto a la cabeza de la situación con fuerzas renovadas, parece ser que un sector tristemente amplio de la población asiente ante todo lo que venga sellado con una cruz y un par de gaviotas.

Recordemos, para quien pueda pasar desapercibido, que para la Iglesia el "delito" se da desde el momento en el que se decide utilizar un método anticonceptivo, y que por tanto abortar solo implica retrasar el pecado implícito en el sexo siempre y cuando no vaya encaminado a aumentar la prole. Tal vez alguien debería preocuparse de escribir esto en letras bien grandes en la portada de algún medio nacional de esos que por un lado aplauden los despropósitos del Vaticano y por otro hacen negocio sistemáticamente a base de material con contenido erótico implícito o abiertamente pornográfico. Alinearse con esa determinada postura tiene unas connotaciones que a día de hoy nadie (al margen de quizá los sectores rancios del Opus Dei) está dispuesto a asumir: adoptar una escala de valores que nada tiene que ver con la sociedad actual, en la que el erotismo y el deseo sexual son neutralizados a base de prejuicios y mandatos sin base racional que el pueblo debe aceptar como dogma. Todo lo que no cumpla alguna de las anteriores premisas es considerado una ofensa a "Dios" para las personas que encabezan la movilización de caracter abiertamente político que trata por un lado de marcar los cauces del comportamiento social, y por otro de retomar el control a la hora de poner y quitar gobiernos forzando la influencia sobre el rebaño.

Francamente, dudo muchísimo que toda esa masa conservadora que vocea siguiendo el guión marcado por el ultracatolicismo esté dispuesta a renunciar a uno de los principales motores de su economía, y de no ser así tal vez deberíamos plantearnos hasta que punto llega la coherencia de ese discurso. Si se trata de apoyar dejando de lado las discrepancias para luchar por un interés común, lo realmente interesante es plantearse cuál es ese interés. No, no se trata de defender "el derecho a la vida", algo que, puestos a ello, se puede emprender de forma sencilla en muchos otros campos sin necesidad de forzar a otras personas a vivir como incubadoras a disposición de los jueces que señalan qué errores se pueden perdonar y cuáles no. Se está luchando contra una realidad que ha estado ahí durante más de 25 años, que ha soportado el paso de diversos gobiernos, y que a casi nadie interesaría con semejante ímpetu de no haber intereses políticos subyacentes.

Pero en fin, incluso en los discursos más esperpénticos pueden encontrarse puntos de consenso sobre los que llegar a un acuerdo parcial, y este caso no es una excepción. En lo que a mi respecta, estoy totalmente de acuerdo en que las hembras de Lince Ibérico tengan derecho a decidir acerca de su maternidad, ya era hora de que alguien pusiera el tema sobre la mesa sin complejos, con verdadero altruismo. Como debe ser.
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