Escrito por Yosi_ el viernes, 20 de abril de 2007
Vayan por delante las excusas por la simplificación, pero es que uno se acostumbra. Estar toda la vida oyendo como absolutamente todo se divide en dos bandos, ya sea en cuestiones ideológicas, territoriales, deportivas o incluso informáticas, acaba por crear cierta tendencia a seguir el mismo método de análisis, que además simplifica la cuestión una barbaridad.
En este caso el tema trata de la notable diferencia que se observa entre la cruda realidad cotidiana y la que los medios se empeñan en mostrar. Y cuando hablo de los medios me refiero a television, radio, prensa... porque es igual, por todas partes se extiende ese difuso velo que al parecer no permite ver mas allá de las propias narices.
Se puede empezar hablando de los casos mas flagrantes, como las tipicas series de enredos variados (desde la extinta "Al salir de clase" hasta los vigentes Serranos) donde lo más habitual es que los chavales del instituto tengan un coche deportivo y un par de pisos francos para montarse sus fiestas, o donde estar arruinado significa no ir muy holgado a la hora de mantener un chalet de 400 metros cuadrados y alimentar a una familia de 10 miembros (sin contar amigos habituales de la casa). Pero bueno, al fin y al cabo son series de ficción, puede ser hasta cierto punto comprensible que distorsionen en mayor o menor medida.
Lo que ya se sale del tiesto son las tertulias televisivas o radiofónicas donde los participantes comparten, comentan y sugieren diversas cuestiones relacionadas con la vida laboral o el tiempo de ocio con la mayor naturalidad del mundo. Es realmente escalofriante oir a un señor muy entendido en gastronomía comentar las delicias de un nuevo restaurante, cuyo ambiente resulta perfecto para una comida en familia. Después de relatar los diversos platos exquisitos de los que el local dispone y el excelente trato que el personal de servicio proporciona, la conclusión consiste en animar a todo el mundo a visitar el lugar en cuestión añadiendo finalmente que la broma viene saliendo a 100€ por cabeza.
Se puede pensar que bueno, al fin y al cabo un día es un día y puede haber un cierto porcentaje poblacional que se pueda permitir ese lujo. Pues la cosa no queda ahí, porque después toca hablar de las vacaciones. Resulta que el corresponsal Pepe Perez se encuentra en una ciudad hermosísima donde la magia de las calles te envuelve y la culminación del hechizo consiste en cenar en tal sitio, irse de copas por tal zona y finalmente alojarse en el extraordinario hotel "Juan Carlos XV". Y resulta que ahí la tonteria asciende a 5 o 6 meses de hipoteca.
Todo esto se comenta con una ligereza que asusta, y digo yo que a todos estos magníficos comunicadores no les habrá dado por contemplar el rostro lívido de gran parte de su audiencia, entre el mosqueo y la indignación, cada vez que sacan a colación algún tema por el estilo. En el fondo es normal desde el momento en que el hecho de ocupar ciertos puestos de cara al público implica recibir un salario que automáticamente te aleja del suelo y te trasporta a la otra dimensión a la que todo el mundo tan rápidamente se acostumbra. Y el problema al fin y al cabo no es la inutilidad de unos discursos tan surrealistas, el verdadero daño viene cuando a fuerza de oir una y otra vez la misma historia, una visión de la vida desde un punto de vista burgués y artificial, acabamos acostumbrándonos a ella, dando por hecho que esa es la auténtica imagen de la vida cotidiana y convenciéndonos de que efectivamente "España va bien", muchas veces incluso pasando por alto la propia realidad personal y sosteniendo un falso nivel de vida sustentado a base de créditos, préstamos o hipotecas. Provocando que al final todos terminemos siendo deudores vitalicios de la entidad bancaria de turno, viviendo una vida que realmente pertenece a una junta de accionistas formada por un grupo de respetables señores de avanzada edad que hacen cálculos metódicos y eficientes acerca de tus sueños, esperanzas y ambiciones. Y ante todo, lo peor es darse cuenta de todo eso cuando ya es demasiado tarde.
En este caso el tema trata de la notable diferencia que se observa entre la cruda realidad cotidiana y la que los medios se empeñan en mostrar. Y cuando hablo de los medios me refiero a television, radio, prensa... porque es igual, por todas partes se extiende ese difuso velo que al parecer no permite ver mas allá de las propias narices.
Se puede empezar hablando de los casos mas flagrantes, como las tipicas series de enredos variados (desde la extinta "Al salir de clase" hasta los vigentes Serranos) donde lo más habitual es que los chavales del instituto tengan un coche deportivo y un par de pisos francos para montarse sus fiestas, o donde estar arruinado significa no ir muy holgado a la hora de mantener un chalet de 400 metros cuadrados y alimentar a una familia de 10 miembros (sin contar amigos habituales de la casa). Pero bueno, al fin y al cabo son series de ficción, puede ser hasta cierto punto comprensible que distorsionen en mayor o menor medida.
Lo que ya se sale del tiesto son las tertulias televisivas o radiofónicas donde los participantes comparten, comentan y sugieren diversas cuestiones relacionadas con la vida laboral o el tiempo de ocio con la mayor naturalidad del mundo. Es realmente escalofriante oir a un señor muy entendido en gastronomía comentar las delicias de un nuevo restaurante, cuyo ambiente resulta perfecto para una comida en familia. Después de relatar los diversos platos exquisitos de los que el local dispone y el excelente trato que el personal de servicio proporciona, la conclusión consiste en animar a todo el mundo a visitar el lugar en cuestión añadiendo finalmente que la broma viene saliendo a 100€ por cabeza.
Se puede pensar que bueno, al fin y al cabo un día es un día y puede haber un cierto porcentaje poblacional que se pueda permitir ese lujo. Pues la cosa no queda ahí, porque después toca hablar de las vacaciones. Resulta que el corresponsal Pepe Perez se encuentra en una ciudad hermosísima donde la magia de las calles te envuelve y la culminación del hechizo consiste en cenar en tal sitio, irse de copas por tal zona y finalmente alojarse en el extraordinario hotel "Juan Carlos XV". Y resulta que ahí la tonteria asciende a 5 o 6 meses de hipoteca.
Todo esto se comenta con una ligereza que asusta, y digo yo que a todos estos magníficos comunicadores no les habrá dado por contemplar el rostro lívido de gran parte de su audiencia, entre el mosqueo y la indignación, cada vez que sacan a colación algún tema por el estilo. En el fondo es normal desde el momento en que el hecho de ocupar ciertos puestos de cara al público implica recibir un salario que automáticamente te aleja del suelo y te trasporta a la otra dimensión a la que todo el mundo tan rápidamente se acostumbra. Y el problema al fin y al cabo no es la inutilidad de unos discursos tan surrealistas, el verdadero daño viene cuando a fuerza de oir una y otra vez la misma historia, una visión de la vida desde un punto de vista burgués y artificial, acabamos acostumbrándonos a ella, dando por hecho que esa es la auténtica imagen de la vida cotidiana y convenciéndonos de que efectivamente "España va bien", muchas veces incluso pasando por alto la propia realidad personal y sosteniendo un falso nivel de vida sustentado a base de créditos, préstamos o hipotecas. Provocando que al final todos terminemos siendo deudores vitalicios de la entidad bancaria de turno, viviendo una vida que realmente pertenece a una junta de accionistas formada por un grupo de respetables señores de avanzada edad que hacen cálculos metódicos y eficientes acerca de tus sueños, esperanzas y ambiciones. Y ante todo, lo peor es darse cuenta de todo eso cuando ya es demasiado tarde.