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Escrito por na el martes, 24 de abril de 2007

Decía Kierkegaard, en una cita que me fascina, que la paradoja es el origen de la pasión del pensador.

Y, paradójicamente, en mi opinión, esta teoría contradice los principios existencialistas sobre los que se supone se basa.

En el cole, nos repiten hasta la saciedad, que uno de los objetivos de la terapia es fomentar el cambio. Y nos enseñan que no podemos hacerlo solas, que necesitamos ayuda. Como si una crisálida no pudiera ni supiera convertirse, en mariposa.

Así, unas cuantas iluminadas e iluminados intentan mostrar al ser humano otras formas de moverse, en lugar de la que rígidamente la sociedad establece. En un desesperado intento de permanecer abierta a la experiencia, y a la vivencia, en un mundo paralizado por los cánones y los clichés. A veces, da la impresión que los terapeutas forman un ejercito que, a lo partera socrática, sólo se esfuerzan por sacar a la luz aquello que conviene a quien les paga.

La teoría paradójica del cambio, podría ser enunciada en una frase: "Cambias cuando te conviertes en lo que eres, no cuando tratas de convertirte en lo que no eres". Eso sí, para desmenuzar sus implicaciones, necesitaríamos folios enteros.

En teoría todo cuadra. La idea es magnifica, para su tiempo, casi revolucionaria: si acudimos a terapia para convertimos en "Lo que somos" no tiene sentido seguir aparentando. Genial, pero… ¿Qué sucede en la práctica? En la práctica, me niego a adoptar el tufazo a filosófico determinismo que desprende el concebir a las personas como previamente formadas. Las teorías de Perls, no dejan de tener esas contradicciones que le llevaban a evitar teorizar sobre algo que da la impresión que apenas tenía hilvanado. Y nadie niega que sus técnicas funcionen, pero… por mucho enfoque holístico que adoptemos sobre el papel, la cruda realidad es que seguimos separando las teorías de las practicas. Lo que no ayuda nada.

Tan solo son impresiones personales, basadas, como no, en proyecciones, pero intentaré explicar la idea. Quien sabe, puede que, quizás, alguien la entienda.


Si adoptamos los principios existencialistas, no podemos afirmar que uno es como realmente es, porque hasta la saciedad, Sartre y los demás no dejaban de repetirnos, (algunas generaciones hasta se creyeron) que en el ser humano, la existencia precede a la esencia, y por tanto, no tenemos forma de saber lo que somos, hasta que lo vivimos. Ese gestáltico “soy lo que soy” elimina la ansiedad que actúa como abono de todas las necesarias frustraciones que nos impiden conformarnos con lo que desde fuera establecen. Por mucho que apeste, necesitamos esa ansiedad. Lo que me parece algo muy sano, y muy humano. Esa búsqueda por “la esencia” no puede, no debe, ser desdeñada, aunque los y las que nos conocen nos adornen el vacío con bonitas palabras después de hacer un terapéutico ejercicio. Me niego a aceptar todo eso como propio. Soy algo más de lo que se ve. Soy algo más de lo que yo misma sé. Y esa ventana abierta, es mi principal fuente de libertad.

¿Qué pasa cuando no sabes lo que eres? ¿Cuándo lo que eres esta en función de lo que vives y no de lo determinado desde fuera? ¿Qué ganamos colocando nuestro centro en otras manos? ¿De donde sale el afán por reducir la incertidumbre que nos permite ser?

Otra cosa no, pero padojico...

Escrito por na el viernes, 20 de abril de 2007

Cuando reducimos nuestras elecciones al hecho de escoger la opción menos mala de entre las que nos proponen, pasa lo que pasa. Y lo llaman democracia, pero algo aquí no cuadra.

Hoy en día, creo que a nadie sorprende el nivel de alineación alcanzado. Tan sólo nos preguntamos hasta cuándo, hasta dónde, podremos aguantarlo. Y si desde distintos sectores señalamos todo lo que esta amalgama de civilizaciones varias nos está pudriendo, nadie ya se extraña. La reducción de nuestra elección, lejos de generar el pretendido bienestar, anula nuestra capacidad para sostenernos por nuestros propios pies. Cargándonos la existencialista ansiedad eliminamos nuestro potencial. Nos hemos quedado sin libertad a cambio de la comodidad de la jaula. Y tenemos la desfachatez de considerar ser humano al animal domesticado. Y totalmente mutilados buscamos en la psicoterapia las soluciones a los males que este desenfocado enfoque nos causa.

De todas las alternativas, que este sistema educativo me ofrecía, la terapia Gestalt parecía, al menos en teoría, la más transgresora de la reducida lista. Y eso, precisamente, es lo que ando buscando. En cierto modo así imagino el origen de cualquier teoría que se precie. Sin embargo, con el tiempo, todas las ideas revolucionarias de la llamada “tercera fuerza” quedaron parapetadas tras la poltrona. Es la impresión que me da cuando intento abarcar esta forma de entender al ser humano y al proceso de cambio.


¿Hasta cuando seguiremos necesitando genios para que nos expulsen del templo?



Escrito por na el miércoles, 18 de abril de 2007



Detesto a las personas que intentan engañarme. Y me detesto a mi misma cuando lo consiguen. Por mucho "bien" que crean hacerme, por más que me convenzan que lo hacen por mi bien. Sé que resulta cómodo dejarse llevar, pero la sensación de vacío, hoy por hoy, no me compensa. Sin embargo, en más de una ocasión me he descubierto intentando mostrar más de lo que hay. Patética… ¿Verdad?

¿Cómo criticar las mentiras cuando yo misma las cuento? Quizás precisamente por eso las reconozca. Quizás por eso no sea capaz de asumir en los demás la parte de mi misma que tanto aborrezco.

Sea como sea, y aun a riesgo de cargarme mi tejado, hay ciertas mentiras que me resultan a estas civilizadas alturas, inaguantables. Me he marcado como objetivo al menos señalarlas. Y que cada cual decida si pretende seguir tragando.

Por mucho que nos vendan que hay que adornar nuestra esencia con lencerías me resulta mas fascinante la verdad desnuda. Aunque este sentimiento de vulnerabilidad me obligue a perderme en roles que ahogan cualquier indicio de sinceridad.


No me canso de repetir que no necesitamos plumas como Dumbo para volar. El efecto placebo nos recuerda todo nuestro malgastado potencial. Pero solo consigo perderme en buenas intenciones sin ser capaz de crear algo realmente coherente capaz de mirar a la cara a todos esos engaños que me están encadenando. ¡Ojala el tiempo ponga a cada cual en su lugar! Pero cuesta tanto...

Las técnicas terapéuticas y las corrientes que las sustentan son mentira porque se asientan en preceptos que no son reales. Y funcionan, no lo niego, pero al usarlas nos quedamos sin saber donde llegaríamos sin esas falacias.

Desconozco las causas que llevan a una persona a creerse tan prepotente como para pretender ayudar a alguien. A creerse tan impotente como para necesitar que la ayuden. Y suspendida estoy en ambos roles de la misma moneda. Cada persona es dueña de su proceso. Y con demasiada frecuencia delegamos nuestras riendas. Es tan fácil dar consejo. ¿Qué conseguimos con ello?

La mayoría de los métodos terapéuticos están basados en las distintas teorías de la personalidad que a cuatro iluminados se les ocurrieron. En función del momento y del lugar y de como entendamos el funcionamiento humano, personas como tu y como yo se creyeron con el poder de definir y reconducir eso que no podemos ni medir. ¿Hasta cuándo se lo vamos a consentir?

Peligrosamente apoyándonos en filosofías y religiones, nos atrevimos a catalogar nuestra esencia. Y así hemos llegado a los tristes hechos. A esta época en que lo difícil no es perdernos, sino encontrarnos.



¿Alguna sugerencia por el momento?



Escrito por na el lunes, 16 de abril de 2007



LA ORACIÓN GESTÁLTICA DE FRITZ

Yo soy Yo

Tú eres Tú

Yo no estoy en este mundo para cumplir tus expectativas


Tú no estás en este mundo para cumplir las mías

Tú eres Tú

Yo soy Yo

Si en el tiempo o en el espacio nos encontramos

Será maravilloso

Si no, no podrá remediarse

Falto de amor a Mí mismo

Cuando en el intento de complacerte me traiciono

Falto de amor a Ti


Cuando intento que seas como yo quiero

En vez de aceptarte como realmente eres

Tú eres Tú y Yo soy Yo.


A la hora de redactar vivencias, siempre tropiezo con la misma dificultad: Prácticamente incapaz de organizar el material de forma coherente, sin dejarme llevar por las literaturas que pueblan mi mente. Utópico resulta ceñirme a los hechos, cuando en primera persona los cuento.

Cuanto más esfuerzo invierto en estructurar, mas me da la impresión que me alejo de la caótica realidad que intento plasmar. Paradójicamente, a medida que voy perfilando el personaje menos me identifico con él. Supongo, una de tantas cualidades inherentes al ser. Y aun siendo consciente de todas las limitaciones a las que me someto cuando intento atrapar este momento, a redactar mi propia memoria anhelo. Independientemente de los criterios externos por los que seré evaluada. Así de prepotente me muestro y con la cabeza bien alta. Soy consciente del precio de no ajustarme a los académicos guiones, pero aunque sólo sea por una vez, necesito satisfacer mis propias expectativas antes de pasar página y dejar constancia de todo el torbellino de esta etapa. Si alguien mas lo encuentra de utilidad: será maravilloso. Si no, no podrá remediarse.

Adoptar cualquier otro enfoque, significaría no haber entendido ni una sola palabra.