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Lea aquí la recopilación de textos de Enrique Martínez Reguera 
Escrito por 1984 el jueves, 7 de febrero de 2008

En la segunda remesa de niños las instituciones tutelares y de reforma comenzaron a enviar os lo que más les perturbaba: chiquillos con trastornos del comportamiento u homosexuales o violentos y agresivos...

    Parece ser que a José Angel y a su hermano nos les enviaron por arrojar a la calle colchones ardiendo, desde las ventanas de un dormitorio en donde les habían recluido como castigo, en el centro que hoy llaman Chamberí y entonces llamaban Sagrada Familia. Fue la gota que les colmó el vaso.


    La Safa era un criadero de rencores y venganzas en donde cualquier adulto le podía propinar una paliza a un chiquillo, porque los niños eran inquietos y sus encargados estaban muy resentidos con la institución. Me contó mi chaval que apenas con diez años le atizaron varias tundas de solemnidad, en cierta ocasión le tiraron al suelo y le molieron a patadas; en otra, porque estaba jugando con el chorrito de agua de una fuente, le dejaron castigado el fin de semana impidiéndole visitar a su madre que estaba en un hospital, crueldades de hondo calado que se cometen como al descuido, y el diminuto prisionero se pasó la tarde de asueto bajando sillas al sótano con el propósito de prenderles fuego, porque deseaba inmolarse en la pira.


    Es lo que tenía la dictadura, que era muy franca en el manejo de la estaca, incluso con los niños. Para niños, aun no se habían inventado procedimientos tan sofisticados como las celdas de catarsis que se aplican hoy, ni el barrido que inmoviliza contra el suelo, ni la técnica de extinción; se les cubría de contusiones y desgarros y ya está; no como ahora, que también lo hacen pero para evitar que se autolesionen. Es lo que tienen las democracias cuando traicionan su vocación.


    En todo caso ¿nosotros?, encantados de que nos enviaran a los protagonistas de cualquier fechoría, precisamente nos habíamos ofrecido para los más difíciles, tal cual. Útiles e incautos, peligro redondo.


    De este chaval nos dijeron las cosas más descabelladas y atroces que se pueden decir de un chiquillo, nos dijeron que se trataba de un psicópata, amoral e irrecuperable. Se ve que el perito de turno oficiaba de psiquiatra, moralista y futurólogo.