Escrito por Yosi_ el lunes, 30 de marzo de 2009
Hay cosas que se pueden llegar a entender, pero otras muchas sencillamente no tienen sentido aún aplicando un grado de tolerancia insano. El hecho de que haya quien vea moralmente reprochable todo este tema del aborto y se posicione en contra a título personal es sencillamente una opción tan respetable como cualquiera siempre y cuando ninguna tercera persona se vea perjudicada por ella. Que una institución como la Iglesia Católica a estas alturas eleve el tono de la forma que lo hace es vergonzoso pero comprensible: no vamos a esperar que a estas alturas desarrollen un respeto que en más de dos mil años no han sido capaces de encontrar por ningun sitio, es algo utópico. Lo que de ninguna forma se puede comprender es que buena parte de la sociedad se alinee detrás de dicha institución por la sola motivación de defender sus colores políticos y hundir al adversario.
Generalmente, hasta que desafortunadamente el tema empezó a identificarse con la cara de ZP, la postura anti-abortista solía ir unida a una petición de responsabilidad a la hora de utilizar métodos anticonceptivos, centrando la crítica en aquellos casos en los que la interrupción del embarazo toma visos de negligencia por parte de los involucrados en el hecho. Pero desde que el clero se ha puesto a la cabeza de la situación con fuerzas renovadas, parece ser que un sector tristemente amplio de la población asiente ante todo lo que venga sellado con una cruz y un par de gaviotas.
Recordemos, para quien pueda pasar desapercibido, que para la Iglesia el "delito" se da desde el momento en el que se decide utilizar un método anticonceptivo, y que por tanto abortar solo implica retrasar el pecado implícito en el sexo siempre y cuando no vaya encaminado a aumentar la prole. Tal vez alguien debería preocuparse de escribir esto en letras bien grandes en la portada de algún medio nacional de esos que por un lado aplauden los despropósitos del Vaticano y por otro hacen negocio sistemáticamente a base de material con contenido erótico implícito o abiertamente pornográfico. Alinearse con esa determinada postura tiene unas connotaciones que a día de hoy nadie (al margen de quizá los sectores rancios del Opus Dei) está dispuesto a asumir: adoptar una escala de valores que nada tiene que ver con la sociedad actual, en la que el erotismo y el deseo sexual son neutralizados a base de prejuicios y mandatos sin base racional que el pueblo debe aceptar como dogma. Todo lo que no cumpla alguna de las anteriores premisas es considerado una ofensa a "Dios" para las personas que encabezan la movilización de caracter abiertamente político que trata por un lado de marcar los cauces del comportamiento social, y por otro de retomar el control a la hora de poner y quitar gobiernos forzando la influencia sobre el rebaño.
Francamente, dudo muchísimo que toda esa masa conservadora que vocea siguiendo el guión marcado por el ultracatolicismo esté dispuesta a renunciar a uno de los principales motores de su economía, y de no ser así tal vez deberíamos plantearnos hasta que punto llega la coherencia de ese discurso. Si se trata de apoyar dejando de lado las discrepancias para luchar por un interés común, lo realmente interesante es plantearse cuál es ese interés. No, no se trata de defender "el derecho a la vida", algo que, puestos a ello, se puede emprender de forma sencilla en muchos otros campos sin necesidad de forzar a otras personas a vivir como incubadoras a disposición de los jueces que señalan qué errores se pueden perdonar y cuáles no. Se está luchando contra una realidad que ha estado ahí durante más de 25 años, que ha soportado el paso de diversos gobiernos, y que a casi nadie interesaría con semejante ímpetu de no haber intereses políticos subyacentes.
Pero en fin, incluso en los discursos más esperpénticos pueden encontrarse puntos de consenso sobre los que llegar a un acuerdo parcial, y este caso no es una excepción. En lo que a mi respecta, estoy totalmente de acuerdo en que las hembras de Lince Ibérico tengan derecho a decidir acerca de su maternidad, ya era hora de que alguien pusiera el tema sobre la mesa sin complejos, con verdadero altruismo. Como debe ser.
Generalmente, hasta que desafortunadamente el tema empezó a identificarse con la cara de ZP, la postura anti-abortista solía ir unida a una petición de responsabilidad a la hora de utilizar métodos anticonceptivos, centrando la crítica en aquellos casos en los que la interrupción del embarazo toma visos de negligencia por parte de los involucrados en el hecho. Pero desde que el clero se ha puesto a la cabeza de la situación con fuerzas renovadas, parece ser que un sector tristemente amplio de la población asiente ante todo lo que venga sellado con una cruz y un par de gaviotas.
Recordemos, para quien pueda pasar desapercibido, que para la Iglesia el "delito" se da desde el momento en el que se decide utilizar un método anticonceptivo, y que por tanto abortar solo implica retrasar el pecado implícito en el sexo siempre y cuando no vaya encaminado a aumentar la prole. Tal vez alguien debería preocuparse de escribir esto en letras bien grandes en la portada de algún medio nacional de esos que por un lado aplauden los despropósitos del Vaticano y por otro hacen negocio sistemáticamente a base de material con contenido erótico implícito o abiertamente pornográfico. Alinearse con esa determinada postura tiene unas connotaciones que a día de hoy nadie (al margen de quizá los sectores rancios del Opus Dei) está dispuesto a asumir: adoptar una escala de valores que nada tiene que ver con la sociedad actual, en la que el erotismo y el deseo sexual son neutralizados a base de prejuicios y mandatos sin base racional que el pueblo debe aceptar como dogma. Todo lo que no cumpla alguna de las anteriores premisas es considerado una ofensa a "Dios" para las personas que encabezan la movilización de caracter abiertamente político que trata por un lado de marcar los cauces del comportamiento social, y por otro de retomar el control a la hora de poner y quitar gobiernos forzando la influencia sobre el rebaño.
Francamente, dudo muchísimo que toda esa masa conservadora que vocea siguiendo el guión marcado por el ultracatolicismo esté dispuesta a renunciar a uno de los principales motores de su economía, y de no ser así tal vez deberíamos plantearnos hasta que punto llega la coherencia de ese discurso. Si se trata de apoyar dejando de lado las discrepancias para luchar por un interés común, lo realmente interesante es plantearse cuál es ese interés. No, no se trata de defender "el derecho a la vida", algo que, puestos a ello, se puede emprender de forma sencilla en muchos otros campos sin necesidad de forzar a otras personas a vivir como incubadoras a disposición de los jueces que señalan qué errores se pueden perdonar y cuáles no. Se está luchando contra una realidad que ha estado ahí durante más de 25 años, que ha soportado el paso de diversos gobiernos, y que a casi nadie interesaría con semejante ímpetu de no haber intereses políticos subyacentes.
Pero en fin, incluso en los discursos más esperpénticos pueden encontrarse puntos de consenso sobre los que llegar a un acuerdo parcial, y este caso no es una excepción. En lo que a mi respecta, estoy totalmente de acuerdo en que las hembras de Lince Ibérico tengan derecho a decidir acerca de su maternidad, ya era hora de que alguien pusiera el tema sobre la mesa sin complejos, con verdadero altruismo. Como debe ser.