Creative Commons 3.0 RSS CSS 2.1 XHTML 1.0
Login  
Registro
"Engullimos de un sorbo la mentira que nos adula y bebemos gota a gota la verdad que nos amarga" 
Escrito por Slagator el martes, 21 de septiembre de 2010

Llevan pasando demasiado tiempo.
Al principio con cautela, mirando a ambos lados, con sombrero de copa cubriéndoles la frente, gafas de sol, y el cuello de la gabardina lenvantado.
Ahora con descaro, la gabardina desabrochada a merced del viento y sin ropa interior debajo, mirándonos a los ojos con media sonrisa altanera y las manos a la espalda, seguros, despreocupados.
Y nosotros levantamos la vista un segundo, el único que podemos concedernos, para secarnos el sudor de la frente y seguirlos con la mirada hasta que doblan la primera esquina, con silenciosa indignación, y volvemos a lo nuestro un poquito más humillados si cabe.

"¡No pasarán!" Ya... estamos cansados de verlos pasar, de uno en uno, habituándonos a su presencia, de forma que no la sintamos ya como una intrusión, sino como el pan de cada día, tan normalizado como "natural".

No nos colaron de golpe las 65 horas semanales. Pero irán pasando, de una en una.
No sacaron adelante el plan de jubilación a los 67, de momento, pero encontrarán la manera de permitir que la patronal se haga de rogar, cada vez más.

Y nosotros seguimos observando, más que impasibles paralizados. Paralizados por el terror en el que nos han educado. Y continuamos digiriendo como podemos sus reformas, su progresiva ampliación del tiempo de nuestra vida destinado por convenio a su complacencia.

¡Qué bien hacen su trabajo! Y qué mal hacemos nosotros el nuestro.

Ni siquiera hay un "nosotros" del que poder hablar en condiciones. Si perdemos la conciencia de quiénes somos, perderemos el norte. Si perdemos el "nosotros", no identificaremos el "ellos". No sabremos contra quién luchar, pero esto no aplacará nuestro ánimo de lucha. Simplemente daremos palos de ciego, aporreando a inocentes mientras los culpables nos susurran al oído, como quien no quiere la cosa, simulando estar de nuestra parte, los nombres y apellidos de aquellos que nos "roban" el trabajo, echando más leña a un fuego que ellos mismos han creado.

No es que no queramos levantarnos del sofá, es que no sabemos cómo hacerlo. Porque este poder no lo derroca un invdividuo, lo derroca la sociedad.

¿Quién dará el primer paso al frente? ¿Quién lanzará la primera piedra? Debería existir entre nosotros la suficiente confianza como para poder dar ese paso con la certeza de que otros vendrán detrás. Es eso lo que nos falta. Porque llevamos mucho tiempo luchando entre nosotros, compitiendo, mirándonos de reojo o por encima del hombro (según nuestro puesto en la empresa o nuestro nivel social), pero nunca cara a cara. Y es ahora cuando nos necesitamos y no tenemos nada claro que nos tengamos. Cuando ni siquiera tenemos claro si somos cómplices o rivales.

Y así, titubeamos en amagos fallidos y mal disimulados de dar ese paso que estamos deseando dar. Miramos atrás para comprobar que alguien nos sigue antes de pisar al otro lado de esa línea imaginaria que entre todos hemos afianzado, y tras la cual el oxígeno se va agotando. Pero al volver la vista al frente nos vuelve a turbar la idea de que quizá, esta vez sí, se hayan echado atrás. Y así no se avanza.

Para que no pasen, la barricada debe ser lo suficientemente sólida. Y para eso no bastan 4 ni 5. Ni siquiera basta una ciudad, ni un país, porque este poder trasciende con mucho sus límites. La barricada la formamos todos, y entre todos volveremos a crear otra línea imaginaria, muy por delante que ésta que nos asfixia, y nos uniremos tanto los unos a los otros, que no habrá grieta por donde puedan colarse. Y chocarán contra nosotros, contra nuestra dignidad, todos los intentos de opresión, y lejos de atravesarnos, rebotarán humillados. No sé si llegaré a ver esto alguna vez, o si alguien lo verá. Sólo lo estoy imaginando, que imaginar es gratis, y no pasa factura siempre que la esperanza no sea desproporcionada, y creedme, no lo es.

No vale trazar la nueva línea a dos pasos de la anterior. Debemos ser ambiciosos. Debemos aspirar a todo aquello que merecemos, sin renuncias, sin concesiones, y la clave está en reconocer qué es lo que merecemos, en saber que estamos dando mucho más de lo que estamos recibiendo.

Un pacto no resolvería nada, sólo afianzaría la posición de gobernantes y gobernados actualmente imperante. El pacto de clases supone la minusvalorización de la clase trabajadora, que por sistema sale perdiendo. Sólo nos queda luchar, combatir no a un gobierno, ni a una ley, sino a un sistema de gobiernos y leyes intrínsecamente diseñados para la opresion de una de las clases. La que no los crea, la que los padece.

Una "democracia", entendida en su sentido habitual y socialmente aceptado, es un sistema en el que el pueblo avanza poco a poco, camina a pequeñas zancadas, de tal suerte que por cada paso al frente da dos hacia atrás, empujado por el enemigo, que aprovecha su debilidad para ejercer constante presión sobre él. En una revolución el pueblo simplemente corre, no piensa, actúa guiado por sus impulsos de fuerza, sus anhelos de autogobierno, de libertad. Y la fuerza es tal, que se lleva por delante al enemigo, en inferioridad numérica y por tanto, más débil.

A estas alturas el retroceso del que estamos siendo víctimas y partícipes debería ser evidente. El avance sólo lo es en apariencia, pues incluso cuando retrocedemos, lo hacemos mirando al frente, síntoma de una confianza absurda y ciega en el enemigo, que nos quiere hacer creer que es uno de los nuestros.

Las fotos diplomáticas, los apretones de mano entre víctimas y verdugos, que se presentan como un acuerdo entre iguales en el que ambas partes sacrifican lo mismo, pero que no pueden evitar evocar la imagen del gladiador arrodillado en la arena enunciando un "ave césar", y el emperador levantando el pulgar hacia arriba esperando la eterna gratitud del infeliz por haberle perdonado la vida, no sólo no solucionan nada, sino que dejan al gladiador postrado en la arena eternamente.

Vemos cómo nuestros representantes oficiales, los que nos han asignado los medios de comunicación, besan el anillo en el dedo de la patronal, y se agachan a sacar brillo a sus zapatos, y luego se dirigen hacia nosotros diciéndonos: los tenemos acorralados. La decepción llega poco después, y entonces esperamos que reaccionen, volvemos a concederles nuestra tutela y vuelven a decepcionarnos. Y de nuevo se sacan del bolsillo el paño para lustrar su calzado, a ver si esta vez...

¿Dónde está la mecha que encienda esta guerra? ¿Cuál es la gota que colma el vaso? Porque tengo la impresión de que este vaso cada vez es más profundo, y el cangrejo cada vez va más deprisa. Esto ya hace tiempo que se salió de madre. Han pasado, no nos queda más remedio que echarlos.