Escrito por Yosi_ el lunes, 15 de octubre de 2007
Después de ver en menéame la noticia de un hombre que ha decidido subastar en Ebay su voto para las próximas elecciones generales no he podido evitar profundizar sobre la reacción que en principio me ha producido y tratar de sacar conclusiones acerca de ello.
En este caso el autor del anuncio afirma que donará el importe que obtenga de la venta a una ONG, ya que solamente trata de generar un debate público entorno a la situación, ¿pero que pasaría si el procedimiento se extendiera, pasara a ser un negocio en manos de grandes corporaciones y ello se convirtiera en un factor determinante del resultado de los comicios de ahora en adelante? Bueno, en principio la cuestión parece moralmente reprochable, y he de reconocer que esa ha sido mi primera reacción al leer la noticia.
Está claro que no dejaría de ser una opción personal aceptar o no la venta de tu voto (de lo contrario el debate sería distinto, claro está), pero también hay que contemplar el hecho de que lo que para unas personas podría suponer el dinero destinado a un capricho evidentemente prescindible, para otros podría significar la diferencia entre llegar o no llegar a fin de mes, pagar el plazo de la hipoteca o cualquier otra inversión económica de primera necesidad. Y es obvio que es ese sector de la población situado en el filo de la navaja el que primero se convertiría en objetivo de las ofertas de los grandes partidos. Por tanto creo que todos coincidiremos en que la actividad no sería lícita por parte de los compradores de votos, ya que independientemente de la voluntad de los votantes, tendrían la seguridad de manipular un sector (más o menos importante, todo puede ser decisivo) del sufragio mediante la vil especulación a partir de bienes de primera necesidad, con mejores resultados en tanto mayor fuera el poder económico de los mismos.
Sin embargo la parte más compleja viene cuando nos paramos a analizar el comportamiento de quien decide vender su voto a cambio de dinero o algún otro tipo de beneficio personal. En principio, exactamente igual que en el caso anterior, yo no dudaría en condenar la actitud y tacharla de egoísta, inmoral e irresponsable. Incluso teniendo en cuenta que lo obtenido a cambio de la venta sea suficientemente sustancioso para que a ese individuo en concreto el negocio le pueda resultar conveniente independientemente de las políticas que lleve a cabo el partido al que su voto vaya dirigido, al pensar en la democracia creo que todos imaginamos algo más noble que ese procedimiento individualista y rastrero donde se deja el gobierno de la mayoría en manos del desaprensivo que nos ofrezca un mayor beneficio personal.
Y sin embargo eso es exactamente lo que es (o quizá en lo que se ha convertido) la democracia en occidente tal y como la conocemos hoy en día. Las ventas no se realizan a cambio de dinero, sino de promesas, promesas que inciden en el bien puramente egoísta. Cada individuo selecciona la oferta que más le conviene a sí mismo, vende su voto al mejor postor rebuscando las partes del programa electoral que le vayan a afectar de forma directa (en el sentido más superficial y despreciable de la expresión) desechando todo lo demás. Al fin y al cabo se convierte en un intercambio entre el líder político de turno, que trata de tocar los intereses individuales del mayor número posible de ciudadanos, y los interesados votantes, que sea como sea buscarán a aquel que vaya a bajar sus impuestos, subir su sueldo o mejorar su entorno.
Creo que sería interesante que todos reflexionáramos sobre ello, utilizando el ejemplo que el vendedor de ebay ha puesto sobre la mesa para mostrar la parte mas repugnante del mercantilismo del sistema, y nos planteáramos (aunque sólo sea a nivel teórico, ya que el práctico está tan jodido) cómo debería ser una verdadera democracia.
En este caso el autor del anuncio afirma que donará el importe que obtenga de la venta a una ONG, ya que solamente trata de generar un debate público entorno a la situación, ¿pero que pasaría si el procedimiento se extendiera, pasara a ser un negocio en manos de grandes corporaciones y ello se convirtiera en un factor determinante del resultado de los comicios de ahora en adelante? Bueno, en principio la cuestión parece moralmente reprochable, y he de reconocer que esa ha sido mi primera reacción al leer la noticia.
Está claro que no dejaría de ser una opción personal aceptar o no la venta de tu voto (de lo contrario el debate sería distinto, claro está), pero también hay que contemplar el hecho de que lo que para unas personas podría suponer el dinero destinado a un capricho evidentemente prescindible, para otros podría significar la diferencia entre llegar o no llegar a fin de mes, pagar el plazo de la hipoteca o cualquier otra inversión económica de primera necesidad. Y es obvio que es ese sector de la población situado en el filo de la navaja el que primero se convertiría en objetivo de las ofertas de los grandes partidos. Por tanto creo que todos coincidiremos en que la actividad no sería lícita por parte de los compradores de votos, ya que independientemente de la voluntad de los votantes, tendrían la seguridad de manipular un sector (más o menos importante, todo puede ser decisivo) del sufragio mediante la vil especulación a partir de bienes de primera necesidad, con mejores resultados en tanto mayor fuera el poder económico de los mismos.
Sin embargo la parte más compleja viene cuando nos paramos a analizar el comportamiento de quien decide vender su voto a cambio de dinero o algún otro tipo de beneficio personal. En principio, exactamente igual que en el caso anterior, yo no dudaría en condenar la actitud y tacharla de egoísta, inmoral e irresponsable. Incluso teniendo en cuenta que lo obtenido a cambio de la venta sea suficientemente sustancioso para que a ese individuo en concreto el negocio le pueda resultar conveniente independientemente de las políticas que lleve a cabo el partido al que su voto vaya dirigido, al pensar en la democracia creo que todos imaginamos algo más noble que ese procedimiento individualista y rastrero donde se deja el gobierno de la mayoría en manos del desaprensivo que nos ofrezca un mayor beneficio personal.
Y sin embargo eso es exactamente lo que es (o quizá en lo que se ha convertido) la democracia en occidente tal y como la conocemos hoy en día. Las ventas no se realizan a cambio de dinero, sino de promesas, promesas que inciden en el bien puramente egoísta. Cada individuo selecciona la oferta que más le conviene a sí mismo, vende su voto al mejor postor rebuscando las partes del programa electoral que le vayan a afectar de forma directa (en el sentido más superficial y despreciable de la expresión) desechando todo lo demás. Al fin y al cabo se convierte en un intercambio entre el líder político de turno, que trata de tocar los intereses individuales del mayor número posible de ciudadanos, y los interesados votantes, que sea como sea buscarán a aquel que vaya a bajar sus impuestos, subir su sueldo o mejorar su entorno.
Creo que sería interesante que todos reflexionáramos sobre ello, utilizando el ejemplo que el vendedor de ebay ha puesto sobre la mesa para mostrar la parte mas repugnante del mercantilismo del sistema, y nos planteáramos (aunque sólo sea a nivel teórico, ya que el práctico está tan jodido) cómo debería ser una verdadera democracia.