Escrito por Yosi_ el domingo, 11 de julio de 2010
Lo de hoy es solo fútbol. Solo deporte. Eso se vocifera por todas partes cada vez que alguien tímidamente apela al sentido del buen gusto y de la trascendencia en su justa medida, cada vez que se contraponen verdaderos problemas de gran calado en el tiempo y en el espacio, y sin embargo todo parece indicar lo contrario. Viva España sin complejos como en los viejos tiempos ante el Palacio de Oriente, inevitable comparación para los que nunca hemos visto semejante desproporción estética salvo en documentos históricos de otros momentos y otros regímenes. Vivan los Paises Bajos, y Paraguay, y Alemania, pero de otra forma. Sin lastres de rancio abolengo, y en lo tocante al norte de la ecuación (que suramérica tiene su ración de opio, porque, como en el caso que nos ocupa, falta hace), sin tanto que reprochar ni tanto que echar en falta. Hoy es un día grande porque salen juntos a la calle el banquero y el embargado, el violador impune (el sexual, el inmobiliario, el emprendedor y otros tantos) y su víctima , el despotismo del alto cargo y la indefensión del pueblo raso. Salen juntos y de la mano, proclamando que hay que dejarse la bilis encerrada en casa (¿acaso tú no vas a hacerlo? El antisocial, hijo de puta y antiespañol de toda la vida, qué vamos a esperar, no vas a ceder ni aunque hagamos el esfuerzo de llamarle "roja" sin escupir a continuación), y y habrá tiempo de seguir embargando, violando y prevaricando mañana lunes, o el martes a más tardar, que tampoco es cuestión de perder los papeles más allá de lo oportunamente necesario salvo que tu bajo estrato social te consienta y te exija ser desmedido en la inconsciencia así como en la resignación.
Pues que viva España, pero sin honra, Prim, no te remuevas ni te alteres. Que hace mucho que España no vive por nada de eso, que ya solo se vive de forma puntual y para sobrellevar la dosis de muerte cotidiana. Hoy no va a caer ningún rey, no se va a derrocar ningún sistema opresivo ni se va a luchar contra ningún poder establecido. Hoy se va a tirar duros a los pobres negritos y a enterrar el espíritu crítico junto con la mala hostia fundamentada bajo la siesta de algún león de aire cansino. Que viva la patria de todos, les guste o no, aunque no tengo muy claro contra quién. Quizá contra los putos sudacas, o contra algún otro de los muchos rivales de mierda que se han cruzado en tan grandioso homenaje al espíritu deportivo. O a lo mejor contra los catalanes, los vascos, o contra los que sencillamente no estan interesados en el evento. O quizá contra los que además se atreven a afirmarlo públicamente. Porque no se si lo he dicho ya, pero esto es solo un deporte, y como todos los deportes (bien sabido es en todas las barras de todos los bares, en todas las diputaciones y parlamentos) la cosa trata de escupir al prójimo con la mayor rabia que se posea, de engrandecer el espíritu de un grupo de ruines garrulos con la cara pintada a costa de la moral de otro de no menor envergadura.
La verdad, lo tengo ni idea de lo que se siente cuando el momento más importante de tu vida, parádojicamente, no tiene absolutamente nada que ver con tu vida. No se lo que se siente formando parte de algo únicamente en contraposición (agresiva y hostil) a otros. No se lo que se siente dispendiando adrenalina y testosterona. No tengo ni idea de los motivos a los que puede llevar dejarse la garganta, el sueldo de 4 meses y las ilusiones en función del azar y, en ocasiones, la habilidad psicomotriz de once individuos frente a la desgracia o la torpeza de otros once. Lo desconozco y sin embargo no me importa. Soy capaz de tragarme que las leyes y normas que dan por el culo a las minorías el resto del año hoy no tengan vigencia para los que deciden hacer trompos con un coche ondeando una bandera, hacer sonidos estridentes a altas horas de la noche y, en términos generales, pasarse cualquier concepto de civismo por el arco de triunfo. Pero no es bueno que sacar a la calle unos colores siempre vaya unido a hablar de los putos catalanes, ni de los vascos. No es bueno que siempre coincida con los comentarios homófobos, ni con la apología de la inconsciencia, la intolerancia ante cualquier crítica que trata de acallarse a las bravas y sin pizca de reflexión, si acaso con victimismo nacionalista y bandera en ristre. No es nada sano, porque hay un grave peligro que ante tanta coincidencia, los espectadores imparciales acabemos estableciendo una relación inconsciente entre unas cosas y las otras. De que nos de por escuchar a Paco Ibañez hablar de la mala reputación y pensemos que tal vez deberíamos estar escuchandole en el país en el que lo cantaba, y no bajo una bandera que (cada vez más, qué pena) solo se airea para pasear la cerrazón hacia lo alternativo y la absoluta falta de respeto hacia lo minoritario.
Pues que viva España, pero sin honra, Prim, no te remuevas ni te alteres. Que hace mucho que España no vive por nada de eso, que ya solo se vive de forma puntual y para sobrellevar la dosis de muerte cotidiana. Hoy no va a caer ningún rey, no se va a derrocar ningún sistema opresivo ni se va a luchar contra ningún poder establecido. Hoy se va a tirar duros a los pobres negritos y a enterrar el espíritu crítico junto con la mala hostia fundamentada bajo la siesta de algún león de aire cansino. Que viva la patria de todos, les guste o no, aunque no tengo muy claro contra quién. Quizá contra los putos sudacas, o contra algún otro de los muchos rivales de mierda que se han cruzado en tan grandioso homenaje al espíritu deportivo. O a lo mejor contra los catalanes, los vascos, o contra los que sencillamente no estan interesados en el evento. O quizá contra los que además se atreven a afirmarlo públicamente. Porque no se si lo he dicho ya, pero esto es solo un deporte, y como todos los deportes (bien sabido es en todas las barras de todos los bares, en todas las diputaciones y parlamentos) la cosa trata de escupir al prójimo con la mayor rabia que se posea, de engrandecer el espíritu de un grupo de ruines garrulos con la cara pintada a costa de la moral de otro de no menor envergadura.
La verdad, lo tengo ni idea de lo que se siente cuando el momento más importante de tu vida, parádojicamente, no tiene absolutamente nada que ver con tu vida. No se lo que se siente formando parte de algo únicamente en contraposición (agresiva y hostil) a otros. No se lo que se siente dispendiando adrenalina y testosterona. No tengo ni idea de los motivos a los que puede llevar dejarse la garganta, el sueldo de 4 meses y las ilusiones en función del azar y, en ocasiones, la habilidad psicomotriz de once individuos frente a la desgracia o la torpeza de otros once. Lo desconozco y sin embargo no me importa. Soy capaz de tragarme que las leyes y normas que dan por el culo a las minorías el resto del año hoy no tengan vigencia para los que deciden hacer trompos con un coche ondeando una bandera, hacer sonidos estridentes a altas horas de la noche y, en términos generales, pasarse cualquier concepto de civismo por el arco de triunfo. Pero no es bueno que sacar a la calle unos colores siempre vaya unido a hablar de los putos catalanes, ni de los vascos. No es bueno que siempre coincida con los comentarios homófobos, ni con la apología de la inconsciencia, la intolerancia ante cualquier crítica que trata de acallarse a las bravas y sin pizca de reflexión, si acaso con victimismo nacionalista y bandera en ristre. No es nada sano, porque hay un grave peligro que ante tanta coincidencia, los espectadores imparciales acabemos estableciendo una relación inconsciente entre unas cosas y las otras. De que nos de por escuchar a Paco Ibañez hablar de la mala reputación y pensemos que tal vez deberíamos estar escuchandole en el país en el que lo cantaba, y no bajo una bandera que (cada vez más, qué pena) solo se airea para pasear la cerrazón hacia lo alternativo y la absoluta falta de respeto hacia lo minoritario.
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