Escrito por Yosi_ el sábado, 22 de diciembre de 2007
Me parece vergonzoso. No voy a tratar de ser la voz discordante que vaya a apoyar la decisión del gobierno respecto al famoso canon patrocinado por SGAE, que a mi parecer ha llegado a niveles de surrealismo preocupantes. Desde luego las anteriores medidas ya resultaban indignantes, y desde mi punto de vista carentes de cualquier posibilidad de justificación, básicamente porque siempre se centraron en buscar el beneficio de las grandes compañias y los autores de cierta relevancia a nivel social tratando de perpetuar a la fuerza un modelo de negocio en extinción en contra de la realidad social por un lado, y de todos los autores que aún no se habían subido al barco por el otro. Porque no nos engañemos, la agonizante gallina de los huevos de oro que con la debida atención clínica aún tiene fuerzas para sufragar las mansiones de los cuatro privilegiados ha servido en gran parte para frenar (afortunadamente no detener) el avance de quienes han intentado abordar otras formas de difusión y asumir alternativas a la hora de redefinir conceptos cada vez con menos contenido real.
Lo nuevo sigue la línea que ya había sido marcada con anterioridad, pero echándole cara, buscando resquicios más allá de la sospecha remotamente razonable para llenar la saca con la mayor celeridad posible mientras el chollo aguante. Sin duda es indignante, para que negarlo (más adelante explicaré la razón, que probablemente no coincidirá con la mayoritaria), una de esas cosas que se escuchan meneando la cabeza e insinuando entre dientes “lo que hay que oir”. Y sin embargo mucho más grave que la vertiente económica del asunto me parece la puramente ideológica que se está acometiendo a nivel mundial, con esas gigantescas campañas de concienciación que tratan de convertir en delincuentes a la práctica totalidad de la sociedad. Evidentemente conseguir que funcionen a gran escala implicaría un importante ejercicio de “doblepensar”, porque es obvio que la gente no va a cambiar un comportamiento ya arraigado que pese a los esfuerzos de las altas esferas no se ve como algo condenable, pero no deja de ser descorazonador como se dilapida el presupuesto público en esos intentos moralizadores.
De todas formas lo interesante de este tema no es todo lo expuesto ahí arriba, sino las contradicciones a las que da lugr. Voy a partir de lo personal, algo que en general considero intrascendente, pero que en este caso he decidido pormenorizar para evitar caer en el saco de quienes defienden una misma postura debido a criterios muy diferentes, en ocasiones opuestos. Yo no tengo nada en contra de que un porcentaje de mis impuestos sea dedicado a la creación y difusión de cultura en cualquiera de sus campos, es más, me parece algo digno de ser considerado. Aclaro la cuestión:
Una vez dicho esto toca cuestionar criterios. Voy a empezar por lo ligero, por todos los autores que protestan contra la “piratería”. De verdad, creo que deberían reestructurar sus prioridades con la máxima urgencia. No se puede protestar acerca de la crueldad del mercado y la sociedad al negarse a pagar un precio por su actividad y omitir la que se sufre en términos generales por parte del sistema que nos impone una forma de vida en la que tanto tienes, tanto vales, y todos, no solo los artistas, estamos condenados a ser esclavos de una maquinaria implacable donde solo cabe la lucha más salvaje para salir a flote pisando o siendo pisado. Claro está que es mucho más fácil ganar la batalla planteando un canon que sirva como parche conformista y sumiso con el verdadero problema de raíz, pero aparte de que evidentemente los triunfos son mucho menores, de esa forma se pierde toda la autoridad moral que en el caso contrario podría enarbolar la protesta con la cabeza bien alta.
Y ahora voy con lo más sangrante, la actitud del resto de la sociedad. Vale que merece la pena analizar el tema, comentarlo, incluso lanzar enérgicas protestas a las más altas esferas, porque la situación es de auténtico circo. Pero que cientos miles de personas que viven levantándose todos los días a las 7 de la mañana para ir a trabajar durante 8 horas (más extras en general no remuneradas) en algo que mayoritariamente no les resulta en absoluto atractivo sino totalmente alienante, que se ven sometidos a jerarquías irracionales y abusivas, que se sienten manipulados (con cierto éxito, y me incluyo) por los mass media, las grandes empresas y el sistema político en general, que saben que para acceder a un lugar donde vivir y a los bienes más básicos deben endeudarse junto con su familia para el resto de su existencia... Podría continuar todo el día citando las amargas consecuencias de todo lo que nos rodea, pero en definitiva, que toda esa gente se movilice de forma desproporcionada llenandolo todo de noticias, protestas, insultos... sobre un granito de arena más que se suma al montón y que ni siquiera supone un handicap relevante en ningún aspecto básico, me parece para hacérselo mirar. Es triste ver como caemos en ciertas obsesiones colectivas centrando en ellas toda nuestra atención mientras bajo la mesa nos cuelan un montón de reformas que si que contribuyen a que las cosas vayan poniéndose cada vez más negras. No digo que haya que dejar pasar los pequeños problemas en favor de los grandes, pero me gustaría ver que estos últimos también tienen al menos la repercusión suficiente para que todos nos demos cuenta de que a pesar de todo están ahí y cada día crecen un poco más.
Lo nuevo sigue la línea que ya había sido marcada con anterioridad, pero echándole cara, buscando resquicios más allá de la sospecha remotamente razonable para llenar la saca con la mayor celeridad posible mientras el chollo aguante. Sin duda es indignante, para que negarlo (más adelante explicaré la razón, que probablemente no coincidirá con la mayoritaria), una de esas cosas que se escuchan meneando la cabeza e insinuando entre dientes “lo que hay que oir”. Y sin embargo mucho más grave que la vertiente económica del asunto me parece la puramente ideológica que se está acometiendo a nivel mundial, con esas gigantescas campañas de concienciación que tratan de convertir en delincuentes a la práctica totalidad de la sociedad. Evidentemente conseguir que funcionen a gran escala implicaría un importante ejercicio de “doblepensar”, porque es obvio que la gente no va a cambiar un comportamiento ya arraigado que pese a los esfuerzos de las altas esferas no se ve como algo condenable, pero no deja de ser descorazonador como se dilapida el presupuesto público en esos intentos moralizadores.
De todas formas lo interesante de este tema no es todo lo expuesto ahí arriba, sino las contradicciones a las que da lugr. Voy a partir de lo personal, algo que en general considero intrascendente, pero que en este caso he decidido pormenorizar para evitar caer en el saco de quienes defienden una misma postura debido a criterios muy diferentes, en ocasiones opuestos. Yo no tengo nada en contra de que un porcentaje de mis impuestos sea dedicado a la creación y difusión de cultura en cualquiera de sus campos, es más, me parece algo digno de ser considerado. Aclaro la cuestión:
- Cuando digo impuestos me refiero a los directos, esos en los que pagas en función de lo que tienes, porque me parece de juzgado de guardia que Botín y yo tengamos que contribuir de igual manera en cualquier cuestión pública.
- En segundo lugar doy por hecho que van a ser gestionados por una institución pública al servicio de todos, no por una entidad privada que personalmente no me merece ningún tipo de confianza.
- En tercer lugar y como punto de mayor importancia, dado que estamos hablando de una medida social para paliar los efectos de una actividad completamente legal como lo es la copia privada, el dinero recaudado mediante los citados impuestos debería ser distribuido en función de las necesidades de las personas que participen en la creación o difusión de la cultura, de forma que les asegure la posibilidad de llevar a cabo sus proyectos. Y por supuesto esto no incluye los yates de Alejandro Sanz, porque si empezamos a hablar de criterios de mercado, de la riqueza que genera o deja de generar un artista en un contexto capitalista, me veré en la obligación (por principios) de recomendar a dicho artista que se aplique los mismos términos a la hora de medir su capacidad competitiva frente a algo que entra perfectamente dentro de las reglas del neoliberalismo actual como es el intercambio p2p.
Una vez dicho esto toca cuestionar criterios. Voy a empezar por lo ligero, por todos los autores que protestan contra la “piratería”. De verdad, creo que deberían reestructurar sus prioridades con la máxima urgencia. No se puede protestar acerca de la crueldad del mercado y la sociedad al negarse a pagar un precio por su actividad y omitir la que se sufre en términos generales por parte del sistema que nos impone una forma de vida en la que tanto tienes, tanto vales, y todos, no solo los artistas, estamos condenados a ser esclavos de una maquinaria implacable donde solo cabe la lucha más salvaje para salir a flote pisando o siendo pisado. Claro está que es mucho más fácil ganar la batalla planteando un canon que sirva como parche conformista y sumiso con el verdadero problema de raíz, pero aparte de que evidentemente los triunfos son mucho menores, de esa forma se pierde toda la autoridad moral que en el caso contrario podría enarbolar la protesta con la cabeza bien alta.
Y ahora voy con lo más sangrante, la actitud del resto de la sociedad. Vale que merece la pena analizar el tema, comentarlo, incluso lanzar enérgicas protestas a las más altas esferas, porque la situación es de auténtico circo. Pero que cientos miles de personas que viven levantándose todos los días a las 7 de la mañana para ir a trabajar durante 8 horas (más extras en general no remuneradas) en algo que mayoritariamente no les resulta en absoluto atractivo sino totalmente alienante, que se ven sometidos a jerarquías irracionales y abusivas, que se sienten manipulados (con cierto éxito, y me incluyo) por los mass media, las grandes empresas y el sistema político en general, que saben que para acceder a un lugar donde vivir y a los bienes más básicos deben endeudarse junto con su familia para el resto de su existencia... Podría continuar todo el día citando las amargas consecuencias de todo lo que nos rodea, pero en definitiva, que toda esa gente se movilice de forma desproporcionada llenandolo todo de noticias, protestas, insultos... sobre un granito de arena más que se suma al montón y que ni siquiera supone un handicap relevante en ningún aspecto básico, me parece para hacérselo mirar. Es triste ver como caemos en ciertas obsesiones colectivas centrando en ellas toda nuestra atención mientras bajo la mesa nos cuelan un montón de reformas que si que contribuyen a que las cosas vayan poniéndose cada vez más negras. No digo que haya que dejar pasar los pequeños problemas en favor de los grandes, pero me gustaría ver que estos últimos también tienen al menos la repercusión suficiente para que todos nos demos cuenta de que a pesar de todo están ahí y cada día crecen un poco más.