Escrito por Yosi_ el jueves, 6 de marzo de 2008
Ya hemos sufrido el fragor de otra campaña electoral, y como de costumbre hemos acabado hundidos en la mediocridad hasta lugares insospechados. Cambian las caras, pero las formas y el fondo continúan exactamente igual que hace 4 años, hace 8 o hace 16. Lo grave de la situación para quienes tratan de que siga a flote es que los espectadores si que han cambiado ligeramente, y aunque los que pasaban del tema siguen haciéndolo (nadie ha dado motivos para un cambio de actitud), hay muchos veteranos sufridores del circo político que antaño se mojaban y desengaño tras desengaño han ido perdiendo todo atisbo de motivación. Los intentos de (la escasísima) participación activa en nuestro sistema político ya han tornado para gran parte de la población en gris rutina; gris como los perros de antaño, como los uniformes de los actuales candidatos, como el único futuro que esa panda de incompetentes sabe pintar. Y nótese que a diferencia del resto del mundo, no me refiero únicamente a la santísima dualidad que copa la inmensa mayoría de los medios de difusión, las paredes de las ciudades y las cabezas del cruelmente bombardeado pueblo llano.
Posiblemente una de las notas de color (un color patético, ridiculamente ególatra y vergonzante, eso sí) la haya puesto la famosa universitaria del striptease progresivo. He dudado acerca de comentar esto, porque me parece hasta cierto punto poco digno dar difusión a una acción de esas características, pero viendo que ya se ha hecho eco hasta el apuntador, creo que merece la pena señalarla como ejemplo simbólico de lo que jamás se debería aplaudir. La historia, para el que no la conozca, consiste en que una estudiante de (al parecer) ciencias políticas que se ha propuesto desnudarse online, quitándose una prenda por cada decepción inflingida por los candidatos a la presidencia de los dos partidos mayoritarios.
La reacción popular, variopinta, como era de esperar, aunque destacan por encima de las demás la facción de babeo incontrolado que a estás alturas de la historia debería centrarse en reforzar los diques que mantienen la situación encauzada, y la de aquellos que ven la iniciativa como algo fresco, original, muestra de gran compromiso social. Verdaderamente el hecho de usar algo con cierta carga erótica para atraer la atención del personal es algo inusitado, de no ser por esta muchacha posiblemente a nadie se le habría ocurrido jamás algo semejante. Pero dejando aparte semejante evidencia, la verdad es que me cuesta ver el sentido subyacente al mero espectáculo. Mucha gente confunde actitudes como la mía con una visión reaccionaria de la sexualidad, pero desde luego nada más lejos de la realidad.
En principio la finalidad de la iniciativa tiene tela, el hecho de que una mujer joven con cierto (supuesto) nivel cultural reconozca abiertamente que utilizar su cuerpo para lograr un fin de tipo ideológico es la mejor opción, a mi me parece más un síntoma de sumisión a los estereotipos mercantilistas también empleados por los políticos que se intenta criticar, que un ejemplo de liberación. Peor aún teniendo en cuenta que en lugar de proponer la cuestión como un desnudo artístico (como correspondería a una situación así, suponiendo que pudiera darse), la chica ha decidido solventar el asunto contoneándose de forma absurdamente lasciva, como si la campaña ganara efectividad en función del grado de excitación sexual de la audiencia en lugar de dotarla del simbolismo que habría sido pertinente. ¿O soy el único que no ve la decepción como algo que se pueda representar con luz anaranjada de baja intensidad y poses de gata en celo? Supongo que para todos los admiradores de semejantes formas, el siguiente paso en la concienciación del país será que los candidatos introduzcan en sus discursos secuencias de jóvenes bailando en tanga agarradas a una barra metálica, para que no se diga que somos gente con complejos....
Otro aspecto que pone de manifiesto lo absurdo de la situación es el hecho de que una persona que presume de reflexiva en lo relativo al circo democrático, haga un reduccionismo bipartidista tan obvio en lugar de animar a la gente a analizar la situación más allá de las siglas que tratan de eclipsar verdaderos problemas sociales tras un enfrentamiento con apariencia de competición deportiva arengada por hinchas con colores, banderas y nulo sentido autocrítico. Acercarse a la política, señorita en pelotas, no consiste en repasar hasta la extenuación los discursos vacíos de un par de hombres de paja con el fin de asegurar el futuro de las mismas, sino ponerse a analizar los verdaderos problemas de los que adolece esta sociedad (sin pararse en el realismo falaz de creer que nada puede llegar a ser mejor de lo que ha sido hasta la fecha, tachando de utopía lo que pueda parecer demasiado bueno para lo que nos tienen acostumbrados), contrastar dichos problemas con las soluciones que ante ellos ofrece en primer lugar el marco político actual, y en caso de ser considerado válido en algún sentido (lo cual personalmente no puedo afirmar), con las propuestas de cada uno de los grupos que pretenden alzarse con el poder durante los próximos cuatro años. Y por supuesto, siempre es esperanzador que una movilización de ese tipo responda a algo menos efímero y más racional que la contemplación de una mujer-objeto por elección personal, como si no sobraran los motivos para sentarse a reflexionar sobre lo que está pasando.
Posiblemente habrá quien diga que pese a todo, la única propuesta que empíricamente se ha demostrado efectiva frente a otras muchas movilizaciones de mucha más relevancia a todos los niveles, ha sido la de la stripper de moda. Francamente, para mí el fin no justifica los medios, pero además tengo la impresión de que las personas que momentáneamente hayan puesto un ojo en el panorama político acuciados por semejante dosis de frivolidad innecesaria no van a ser los responsables de ningún cambio en absoluto, si exceptuamos el refuerzo del concepto que hace del sexo una mercancía y, por lo tanto, para que siga siendo rentable, un tabú causa de innumerables desdichas. Respecto a la política, hace tiempo que corrió a esconderse en un oscuro rincón lejos del vergonzoso comportamiento de unos y otros. Lo que ha quedado es sólo el espectáculo que busca poder, dinero, protagonismo o autocomplacencia y que sirve como telón para los desastres que perpetran unos y otros en su búsqueda de los más bajos objetos de deseo.
Posiblemente una de las notas de color (un color patético, ridiculamente ególatra y vergonzante, eso sí) la haya puesto la famosa universitaria del striptease progresivo. He dudado acerca de comentar esto, porque me parece hasta cierto punto poco digno dar difusión a una acción de esas características, pero viendo que ya se ha hecho eco hasta el apuntador, creo que merece la pena señalarla como ejemplo simbólico de lo que jamás se debería aplaudir. La historia, para el que no la conozca, consiste en que una estudiante de (al parecer) ciencias políticas que se ha propuesto desnudarse online, quitándose una prenda por cada decepción inflingida por los candidatos a la presidencia de los dos partidos mayoritarios.
La reacción popular, variopinta, como era de esperar, aunque destacan por encima de las demás la facción de babeo incontrolado que a estás alturas de la historia debería centrarse en reforzar los diques que mantienen la situación encauzada, y la de aquellos que ven la iniciativa como algo fresco, original, muestra de gran compromiso social. Verdaderamente el hecho de usar algo con cierta carga erótica para atraer la atención del personal es algo inusitado, de no ser por esta muchacha posiblemente a nadie se le habría ocurrido jamás algo semejante. Pero dejando aparte semejante evidencia, la verdad es que me cuesta ver el sentido subyacente al mero espectáculo. Mucha gente confunde actitudes como la mía con una visión reaccionaria de la sexualidad, pero desde luego nada más lejos de la realidad.
En principio la finalidad de la iniciativa tiene tela, el hecho de que una mujer joven con cierto (supuesto) nivel cultural reconozca abiertamente que utilizar su cuerpo para lograr un fin de tipo ideológico es la mejor opción, a mi me parece más un síntoma de sumisión a los estereotipos mercantilistas también empleados por los políticos que se intenta criticar, que un ejemplo de liberación. Peor aún teniendo en cuenta que en lugar de proponer la cuestión como un desnudo artístico (como correspondería a una situación así, suponiendo que pudiera darse), la chica ha decidido solventar el asunto contoneándose de forma absurdamente lasciva, como si la campaña ganara efectividad en función del grado de excitación sexual de la audiencia en lugar de dotarla del simbolismo que habría sido pertinente. ¿O soy el único que no ve la decepción como algo que se pueda representar con luz anaranjada de baja intensidad y poses de gata en celo? Supongo que para todos los admiradores de semejantes formas, el siguiente paso en la concienciación del país será que los candidatos introduzcan en sus discursos secuencias de jóvenes bailando en tanga agarradas a una barra metálica, para que no se diga que somos gente con complejos....
Otro aspecto que pone de manifiesto lo absurdo de la situación es el hecho de que una persona que presume de reflexiva en lo relativo al circo democrático, haga un reduccionismo bipartidista tan obvio en lugar de animar a la gente a analizar la situación más allá de las siglas que tratan de eclipsar verdaderos problemas sociales tras un enfrentamiento con apariencia de competición deportiva arengada por hinchas con colores, banderas y nulo sentido autocrítico. Acercarse a la política, señorita en pelotas, no consiste en repasar hasta la extenuación los discursos vacíos de un par de hombres de paja con el fin de asegurar el futuro de las mismas, sino ponerse a analizar los verdaderos problemas de los que adolece esta sociedad (sin pararse en el realismo falaz de creer que nada puede llegar a ser mejor de lo que ha sido hasta la fecha, tachando de utopía lo que pueda parecer demasiado bueno para lo que nos tienen acostumbrados), contrastar dichos problemas con las soluciones que ante ellos ofrece en primer lugar el marco político actual, y en caso de ser considerado válido en algún sentido (lo cual personalmente no puedo afirmar), con las propuestas de cada uno de los grupos que pretenden alzarse con el poder durante los próximos cuatro años. Y por supuesto, siempre es esperanzador que una movilización de ese tipo responda a algo menos efímero y más racional que la contemplación de una mujer-objeto por elección personal, como si no sobraran los motivos para sentarse a reflexionar sobre lo que está pasando.
Posiblemente habrá quien diga que pese a todo, la única propuesta que empíricamente se ha demostrado efectiva frente a otras muchas movilizaciones de mucha más relevancia a todos los niveles, ha sido la de la stripper de moda. Francamente, para mí el fin no justifica los medios, pero además tengo la impresión de que las personas que momentáneamente hayan puesto un ojo en el panorama político acuciados por semejante dosis de frivolidad innecesaria no van a ser los responsables de ningún cambio en absoluto, si exceptuamos el refuerzo del concepto que hace del sexo una mercancía y, por lo tanto, para que siga siendo rentable, un tabú causa de innumerables desdichas. Respecto a la política, hace tiempo que corrió a esconderse en un oscuro rincón lejos del vergonzoso comportamiento de unos y otros. Lo que ha quedado es sólo el espectáculo que busca poder, dinero, protagonismo o autocomplacencia y que sirve como telón para los desastres que perpetran unos y otros en su búsqueda de los más bajos objetos de deseo.