Escrito por Sumiciu el sábadu, 26 mayu de 2007
Venía oyendo sus pasos de lejos, aunque con gesto indiferente los fingía inaudibles. Quieto, temblando por dentro y con el cuidado preciso, contuve la respiración cuando nuestros caminos se cruzaron. Nada que no hubiera pasado antes, nada que no temiera.
Aprendí hace tiempo a andar sonámbulo entre los vivos, alimentarme de la indiferencia y perder el tiempo cavando mi propio agujero. Aprendí a caminar entre fantasmas que ven y vienen sin aviso previo. Se cuelan por mis poros, por mi boca, por mi nariz y por mis orejas, se cuelan sin pedir permiso por cada puerta que pueda dejar abierta. Entran, ocupan, deciden; y a modo de despieste, se hacen con las riendas. Raptan la sonrisa, borran el horizonte, se colocan sobre mi pecho y presionan con toda su fuerza; y yo, en un último intento, luchando contra mi respiración, por mantenerla.
Son cristales por las venas, venas que necesitan anestesia; un movimiento rápido, un no dar tregua para que no se me pare la sangre y corran los cristales, que corran tan rápido que no me rajen las venas.
Recojo una montaña de frases,
las que me tragué,
las que me esnifé,
las que se quedaron presas.
Aquellas que me hacen cautivo y por hacer,
me hacen el trueno de la tormenta.
Desaparezco de mi vida un ratito
y todo comienza a dar vueltas.
Pelea el cristal contra cristales, lucha inédita de pequeños granos de arena, fundidos al calor preciso y condenados a alguna pena...mas pequeña, más grande....
Dan miedo los fantasmas porque son invisibles, porque cuando te quieres dar cuenta estás bajo sus sábanas: frías, solas, tristes y en ninguna parte. Dan miedo porque te ahogan la sonrisa y no se escapa ni con esfuerzos, joden porque contagian y nadie se escapa a su manifiestación. Joden por hacer sentirte enfermo contagiaoso eventual e informal, joden porque son fantasmas, joden porque aún les recuerdo.
Dan miedo porque son insolentes, y a ún se atreven a agarrarme por el cuello, zarandearme, partirme la boca y recordarme lo que vengo siendo.
No duele, pero destroza; no lo ves, ni te está concerniendo.
Aprendí hace tiempo a andar sonámbulo entre los vivos, alimentarme de la indiferencia y perder el tiempo cavando mi propio agujero. Aprendí a caminar entre fantasmas que ven y vienen sin aviso previo. Se cuelan por mis poros, por mi boca, por mi nariz y por mis orejas, se cuelan sin pedir permiso por cada puerta que pueda dejar abierta. Entran, ocupan, deciden; y a modo de despieste, se hacen con las riendas. Raptan la sonrisa, borran el horizonte, se colocan sobre mi pecho y presionan con toda su fuerza; y yo, en un último intento, luchando contra mi respiración, por mantenerla.
Son cristales por las venas, venas que necesitan anestesia; un movimiento rápido, un no dar tregua para que no se me pare la sangre y corran los cristales, que corran tan rápido que no me rajen las venas.
Recojo una montaña de frases,
las que me tragué,
las que me esnifé,
las que se quedaron presas.
Aquellas que me hacen cautivo y por hacer,
me hacen el trueno de la tormenta.
Desaparezco de mi vida un ratito
y todo comienza a dar vueltas.
Pelea el cristal contra cristales, lucha inédita de pequeños granos de arena, fundidos al calor preciso y condenados a alguna pena...mas pequeña, más grande....
Dan miedo los fantasmas porque son invisibles, porque cuando te quieres dar cuenta estás bajo sus sábanas: frías, solas, tristes y en ninguna parte. Dan miedo porque te ahogan la sonrisa y no se escapa ni con esfuerzos, joden porque contagian y nadie se escapa a su manifiestación. Joden por hacer sentirte enfermo contagiaoso eventual e informal, joden porque son fantasmas, joden porque aún les recuerdo.
Dan miedo porque son insolentes, y a ún se atreven a agarrarme por el cuello, zarandearme, partirme la boca y recordarme lo que vengo siendo.
No duele, pero destroza; no lo ves, ni te está concerniendo.
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