Escrito por Slagator el lunes, 12 de octubre de 2009

Lo peor que le puede ocurrir al fascismo a día de hoy no es la ilegalización de partidos políticos de ideología nacional-socialista, ni la prohibición de manifestaciones, mítines, u otras expresiones colectivas de carácter racista y xenófobo.
Lo peor que le puede ocurrir hoy al fascismo es lo que le ocurrió ayer en las calles de Pamplona. Una fotografía aérea de la ciudad ayer al mediodía habría captado a la perfección la situación del fascismo en Iruñerria.
¿Por qué exigir ilegalizaciones y censura cuando podemos disfrutar del hermoso espectáculo de una multitud congregada, unida, para mostrar su desprecio al fascismo en solidaridad con los asesinados, agredidos, humillados? Efectivamente, una muestra explícita de desprecio sobre un trasfondo de solidaridad.
En eso consiste el rechazo a la injusticia. En el amor a la justicia. En eso consiste la intolerancia ante la intolerancia (negativo y negativo se anulan).
Ayer los falangistas vagaban avergonzados y deshonrados por la ciudad a la que habían venido, orgullosos, confiados, a triunfar. Ayer estos fanáticos se llevaron a casa la constancia de que no son bien recibidos. De que no es la ley la que les ha ganado la partida, sino el pueblo.
Me alegro profundamente de que el mitin no hubiera sido declarad ilegal. Porque este hecho dio al pueblo la oportunidad de mostrar su repulsa en primera persona, sin intermediarios, cara a cara.
Cincuenta fascistas, contra mil antifascistas. Aquí no actuó la corrección política, ni el deber constitucional. Actuaron las entrañas de un pueblo cansado, dolorido, asqueado ante las muestras más obscenas de intolerancia que podamos presenciar en nuestras calles hoy en día.
Hoy no podéis usar la censura y el victimismo a vuestro favor en vuestro alegato demagógico habitual. Porque ayer, el demos, os repudió a la cara. Ayer tuvisteis la oportunidad de apelar a los más irracionales instintos del ser humano para adentraros en nuestros corazones y envenenarlos, y no os dejamos pasar. Existía una barricada insalvable entre vuestra intransigencia y nuestra conciencia. Ayer la retórica no fue suficiente, la solidaridad venció.
Ayer la voz del pueblo se impuso a la vuestra. Necesitáis algo más que megáfonos para acallar nuestra voz. No probéis a hablar más alto, no os molestéis en gritar más, no se trata de eso.
La ciudad que esperabais conquistar sin resistencia os dio una lección de humanidad, de dignidad.
Nos bastamos, y nos sobramos, para hacer retroceder al fascismo. Porque ayer el fascismo retrocedía. Ni las armas de vuetros perros pudieron contener la ira colectiva.
Tengo la firme esperanza, hoy más que nunca, de que no necesitamos recurrir al poder para proteger nuestras conciencias de la sugestión del discurso fascista. Estoy convencida, de que nosotros podemos.
"Todo nuestro odio, para quienes aman el odio".
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