Escrito por na el miércoles, 4 de febrero de 2015
Según la versión del ser que manejo hoy
soy
somos
un campo energético pulsando interconectado en un campo energético mayor.
Muchos nombres ha recibido la energía que impulsa la vida.
Que la hace pulsar y que la conecta.
Y seguimos ignorándola.
Y sigo ignorando.
El paradigma oficial atribuye todo el mérito energético de la vida a la bioquímica.
Y a eso reducimos todo: la nutrición, la respiración, el sexo, el amor...
Sin embargo, segun Benveniste, las células no sólo responden a la sustancia química, sino también a su frecuencia.
Este dato indica que algo falla en nuestros universos aleatorios.
Algo falta en nuestros modelos y en nuestras vidas.
Y lo sabemos.
Esta energía que nos falta contradice lo que creemos saber de las otras energías no vitales.
De las otras manifestaciones energéticas.
En concreto, contradice la segunda ley de la termodinamica que dice que la transferencia de energía entre dos cuerpos con diferente nivel energético se produce siempre del mas cargado hacia el menos, hasta que ambos se quedan en equilibrio.
Amén.
Pero eso, con la energía de la vida, es mentira.
Cuando dos cuerpos vivos entran en contacto, el que tiene mayor carga vital absorve energía del que menos carga tiene hasta dejarlo sin nada.
Mientras se deje, hasta la muerte.
Literalmente.
Las implicaciones de todo esto me ayudan a comprender lo que hasta hoy consideraba mi tara.
Me ayuda a comprenderme.
Mis subidas y mis bajadas.
Me ayuda a comprender la psicoinmunología y el placebo.
Me ayuda a comprender lo que las grandes ciudades hacen con nosotrys.
Y lo que nos cortan y cortamos para adaptarnos a ellas.
La falta de contacto para no ir de vampiresa, ni de presa.
El aislamiento como alternativa a la locura de notar algo que no solo dicen que no existe.
Sino que, paradójicamente, persiguen.
Y sin embargo, aislarme de mi y de ti, no es alternativa de nada porque no me protege: me pudre.
Me quedo sin palabras ante lo que siento al pasarlo tan mal tratando de ponerme bien.
Es muy jodido, es una puta mierda, pasar del muy mal al peor.
Me hace querer estar mal para sentirme mejor.
Resistencia lo llaman.
Y es una putada.
Hay muchos caminos para tomar consciencia de esta energía vital.
Pero todos los que conozco apuntan hacia dentro.
Hacia el aterrador silencio de la profundidad.
Hacia el único lugar donde no quiero estar porque tengo miedo de mi.
De la bestia que soy.
Cada vez que reconecto conmigo, enfermo.
Cada vez que me adentro en mi, lloro.
No importa la técnica que aplique.
Todas me desgarran por dentro.
Y salgo corriendo.
Llevo demasiado tiempo huyendo del dolor que arrastro.
Fuera de mi.
Buscando.
Sedando a esta bestia ignorada, herida y podrida que me transforma.
Que me boicotea y me agota.
Estoy harta de tratar de seguir viviendo como si na.
Otra vez.
Todavía.
Y por fin me doy cuenta, mirando a la bestia que hasta dormida me aterra, que no puedo tratarme así yo tambien.
Por una vez, voy a quedarme conmigo.
Aunque me de miedo y me duela.
Voy a nutrirme y cuidarme hasta liberarme.
O hasta que me muera.
No como bestia o mascota, sino como el animal libre y salvaje que soy.
soy
somos
un campo energético pulsando interconectado en un campo energético mayor.
Muchos nombres ha recibido la energía que impulsa la vida.
Que la hace pulsar y que la conecta.
Y seguimos ignorándola.
Y sigo ignorando.
El paradigma oficial atribuye todo el mérito energético de la vida a la bioquímica.
Y a eso reducimos todo: la nutrición, la respiración, el sexo, el amor...
Sin embargo, segun Benveniste, las células no sólo responden a la sustancia química, sino también a su frecuencia.
Este dato indica que algo falla en nuestros universos aleatorios.
Algo falta en nuestros modelos y en nuestras vidas.
Y lo sabemos.
Esta energía que nos falta contradice lo que creemos saber de las otras energías no vitales.
De las otras manifestaciones energéticas.
En concreto, contradice la segunda ley de la termodinamica que dice que la transferencia de energía entre dos cuerpos con diferente nivel energético se produce siempre del mas cargado hacia el menos, hasta que ambos se quedan en equilibrio.
Amén.
Pero eso, con la energía de la vida, es mentira.
Cuando dos cuerpos vivos entran en contacto, el que tiene mayor carga vital absorve energía del que menos carga tiene hasta dejarlo sin nada.
Mientras se deje, hasta la muerte.
Literalmente.
Las implicaciones de todo esto me ayudan a comprender lo que hasta hoy consideraba mi tara.
Me ayuda a comprenderme.
Mis subidas y mis bajadas.
Me ayuda a comprender la psicoinmunología y el placebo.
Me ayuda a comprender lo que las grandes ciudades hacen con nosotrys.
Y lo que nos cortan y cortamos para adaptarnos a ellas.
La falta de contacto para no ir de vampiresa, ni de presa.
El aislamiento como alternativa a la locura de notar algo que no solo dicen que no existe.
Sino que, paradójicamente, persiguen.
Y sin embargo, aislarme de mi y de ti, no es alternativa de nada porque no me protege: me pudre.
Me quedo sin palabras ante lo que siento al pasarlo tan mal tratando de ponerme bien.
Es muy jodido, es una puta mierda, pasar del muy mal al peor.
Me hace querer estar mal para sentirme mejor.
Resistencia lo llaman.
Y es una putada.
Hay muchos caminos para tomar consciencia de esta energía vital.
Pero todos los que conozco apuntan hacia dentro.
Hacia el aterrador silencio de la profundidad.
Hacia el único lugar donde no quiero estar porque tengo miedo de mi.
De la bestia que soy.
Cada vez que reconecto conmigo, enfermo.
Cada vez que me adentro en mi, lloro.
No importa la técnica que aplique.
Todas me desgarran por dentro.
Y salgo corriendo.
Llevo demasiado tiempo huyendo del dolor que arrastro.
Fuera de mi.
Buscando.
Sedando a esta bestia ignorada, herida y podrida que me transforma.
Que me boicotea y me agota.
Estoy harta de tratar de seguir viviendo como si na.
Otra vez.
Todavía.
Y por fin me doy cuenta, mirando a la bestia que hasta dormida me aterra, que no puedo tratarme así yo tambien.
Por una vez, voy a quedarme conmigo.
Aunque me de miedo y me duela.
Voy a nutrirme y cuidarme hasta liberarme.
O hasta que me muera.
No como bestia o mascota, sino como el animal libre y salvaje que soy.
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