Escrito por na el miércoles, 4 de marzo de 2015
En lo que me parece otro de mis desesperados intentos de seguir retrasando el ahora entero, ahora mismo, va y llega la primavera.
Así como acostumbra a llegar ella.
Sin importarle lo que digan calendarios, publicistas y agendas.
Y me siento como una quinceañera.
Otra vez.
Y eso lo cambia todo.
Otra vez.
Y me doy cuenta que puedo vivirlo como un pecado, o puedo vivirlo como un regalo.
Puedo reprimirlo, negarlo, evitarlo, sublimarlo...
Puedo hablarlo, puedo callarlo.
Puedo torturarme, puedo disfrutarlo...
He vivido algunas primaveras y reconozco mis síntomas.
Pero nunca me había parado a observarlos desde dentro.
El diagnóstico es claro: llega hasta el tuétano.
Y no comprendo cómo ha podido llenarme tanto, tan profundo, tan rápido.
Ignoro de dónde viene esta fuerza, esta vitalidad, esta energía que ahora mismo estoy sintiendo.
Y no sé cómo he podido bajar la guardia cuando ni buscaba, ni merezco, todo esto.
No tengo ni idea de cómo ha podido pasar, por qué a mi, por qué ahora, por qué así.
no lo entiendo y, ahora mismo, me da igual.
Está sucediendo. A pesar de todo. Y me doy permiso para explorarlo.
Sólo pensar en él, sólo pensar que existe, me hace sonreir.
Y voy como feliz por la vida.
Y me doy cuenta que puedo convertirlo fácilmente en otro pensamiento con el que obsesionarme, si no fuera por su presencia.
Por todo lo que siento dentro de mi cuando él llega.
Por cómo magnéticamente atrapa mi atención con su mirada, con su silencio, con su escucha y con sus hechos.
Por como me atrae una y otra vez al ahora.
El unico lugar donde encontrarnos.
Y me gusta tanto lo que siento que quiero acercarme mucho más de lo que procede.
Muchísimo más de lo socialmente aceptado y personalmente aceptable.
No es que sean imaginaciones mías, la tele dice que lapidan por menos.
Y donde ya no se estila es porque hemos encontrado maneras mas sutiles y efectivas de reconducirlas.
Y ahora mismo me duelen todas.
Otra vez.
Así como acostumbra a llegar ella.
Sin importarle lo que digan calendarios, publicistas y agendas.
Y me siento como una quinceañera.
Otra vez.
Y eso lo cambia todo.
Otra vez.
Y me doy cuenta que puedo vivirlo como un pecado, o puedo vivirlo como un regalo.
Puedo reprimirlo, negarlo, evitarlo, sublimarlo...
Puedo hablarlo, puedo callarlo.
Puedo torturarme, puedo disfrutarlo...
He vivido algunas primaveras y reconozco mis síntomas.
Pero nunca me había parado a observarlos desde dentro.
El diagnóstico es claro: llega hasta el tuétano.
Y no comprendo cómo ha podido llenarme tanto, tan profundo, tan rápido.
Ignoro de dónde viene esta fuerza, esta vitalidad, esta energía que ahora mismo estoy sintiendo.
Y no sé cómo he podido bajar la guardia cuando ni buscaba, ni merezco, todo esto.
No tengo ni idea de cómo ha podido pasar, por qué a mi, por qué ahora, por qué así.
no lo entiendo y, ahora mismo, me da igual.
Está sucediendo. A pesar de todo. Y me doy permiso para explorarlo.
Sólo pensar en él, sólo pensar que existe, me hace sonreir.
Y voy como feliz por la vida.
Y me doy cuenta que puedo convertirlo fácilmente en otro pensamiento con el que obsesionarme, si no fuera por su presencia.
Por todo lo que siento dentro de mi cuando él llega.
Por cómo magnéticamente atrapa mi atención con su mirada, con su silencio, con su escucha y con sus hechos.
Por como me atrae una y otra vez al ahora.
El unico lugar donde encontrarnos.
Y me gusta tanto lo que siento que quiero acercarme mucho más de lo que procede.
Muchísimo más de lo socialmente aceptado y personalmente aceptable.
No es que sean imaginaciones mías, la tele dice que lapidan por menos.
Y donde ya no se estila es porque hemos encontrado maneras mas sutiles y efectivas de reconducirlas.
Y ahora mismo me duelen todas.
Otra vez.
4 Comentarios