Escrito por na el miércoles, 18 de abril de 2007
Detesto a las personas que intentan engañarme. Y me detesto a mi misma cuando lo consiguen. Por mucho "bien" que crean hacerme, por más que me convenzan que lo hacen por mi bien. Sé que resulta cómodo dejarse llevar, pero la sensación de vacío, hoy por hoy, no me compensa. Sin embargo, en más de una ocasión me he descubierto intentando mostrar más de lo que hay. Patética… ¿Verdad?
¿Cómo criticar las mentiras cuando yo misma las cuento? Quizás precisamente por eso las reconozca. Quizás por eso no sea capaz de asumir en los demás la parte de mi misma que tanto aborrezco.
Sea como sea, y aun a riesgo de cargarme mi tejado, hay ciertas mentiras que me resultan a estas civilizadas alturas, inaguantables. Me he marcado como objetivo al menos señalarlas. Y que cada cual decida si pretende seguir tragando.
Por mucho que nos vendan que hay que adornar nuestra esencia con lencerías me resulta mas fascinante la verdad desnuda. Aunque este sentimiento de vulnerabilidad me obligue a perderme en roles que ahogan cualquier indicio de sinceridad.
No me canso de repetir que no necesitamos plumas como Dumbo para volar. El efecto placebo nos recuerda todo nuestro malgastado potencial. Pero solo consigo perderme en buenas intenciones sin ser capaz de crear algo realmente coherente capaz de mirar a la cara a todos esos engaños que me están encadenando. ¡Ojala el tiempo ponga a cada cual en su lugar! Pero cuesta tanto...
Las técnicas terapéuticas y las corrientes que las sustentan son mentira porque se asientan en preceptos que no son reales. Y funcionan, no lo niego, pero al usarlas nos quedamos sin saber donde llegaríamos sin esas falacias.
Desconozco las causas que llevan a una persona a creerse tan prepotente como para pretender ayudar a alguien. A creerse tan impotente como para necesitar que la ayuden. Y suspendida estoy en ambos roles de la misma moneda. Cada persona es dueña de su proceso. Y con demasiada frecuencia delegamos nuestras riendas. Es tan fácil dar consejo. ¿Qué conseguimos con ello?
La mayoría de los métodos terapéuticos están basados en las distintas teorías de la personalidad que a cuatro iluminados se les ocurrieron. En función del momento y del lugar y de como entendamos el funcionamiento humano, personas como tu y como yo se creyeron con el poder de definir y reconducir eso que no podemos ni medir. ¿Hasta cuándo se lo vamos a consentir?
Peligrosamente apoyándonos en filosofías y religiones, nos atrevimos a catalogar nuestra esencia. Y así hemos llegado a los tristes hechos. A esta época en que lo difícil no es perdernos, sino encontrarnos.
¿Alguna sugerencia por el momento?
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