Escrito por ObservatoriuLlaboral el llunes, 8 avientu de 2008
Lleemos en LNE:
El astillero Naval Gijón ya es historia. Los sindicatos han firmado sus prejubilaciones, sus liquidaciones, y la factoría ha quedado lista para el achatarramiento, que suponemos será su destino último. Es un lástima que estos cierres empresariales tengan siempre por protagonistas de los últimos capítulos a los sindicatos, que, ya decimos, son las abajofirmantes.
Pero, en el caso de Nagisa, lo que nos ha dado la puñalada trapera ha sido la brillante gestión pública del astillero operada durante los últimos años por Pequeños y Medianos Astilleros en Reconversión (PYMAR), del mismo modo que otro ente público -la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales, la SEPI- nos ha hundido el astillero Juliana con su genial privatización a Factorías Vulcano.
Entiéndase bien: el Estado, lo público, no lo tenía fácil con Naval Gijón, pero, finalmente, lo ha dejado muerto. En cuanto a la SEPI, era todo lo contrario: vendió un astillero saneado y adecuado tecnológicamente y ahora mismo es un organismo en coma y sin reversión a la vista de la maldita privatización.
Por tanto, que se nos quite de delante el Estado, necio gestor del procomún. En cuanto a las administraciones hermanitas de la Administración central, que son el Principado y el Ayuntamiento, han sido cooperadoras necesarias de la catástrofe, por acción o por omisión. El Gobierno regional ha puesto mucho dinero en Nagisa en forma de avales, pero el colega PYMAR pudo con todo ello.
En cuanto a la omisión, ni una sola voz del Principado ni del Ayuntamiento trataron de meter a Juliana en Navantia, a diferencia de lo que sucedió con algún astillero andaluz.
Decíamos que nada queda ya de Nagisa, y pronto sucederá lo mismo con Juliana, que ni ha podido incorporar los excedentes laborales del primero.
Naval Gijón es «pulvis, cinis, nihil», polvo, ceniza, nada. Y lo peor de todo es que desaparece y nadie nos ha contado todavía cómo lograron hundirlo totalmente.
Eso sí que es impunidad.