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Escrito por na el jueves, 12 de enero de 2017

Emilio Carrillo, en sus charlas, utiliza una metáfora, en mi opinión muy lúcida, para describir al ser que somos.
Me tomo la licencia de incorporarla y con gratitud divulgarla.
No es la primera vez que la contemplo.
Allá por el XIX, cuando descubrimos nuestra parte racional, usamos la misma metáfora con otros conceptos.
Viajábamos de otra manera.
En aquel entonces, mi yo físico era el caballo.
Mi yo mental era el jinete.
El jinete, que por el mero uso de su razón, se libraba de la tiranía y la opresión.
Y tomando las riendas del animal desbocado, se libraba de milenios de ignorancia y superstición.

Emilio recurre a la misma idea. Dice que somos el conductor dentro de un coche.
Aclarando con su brillante claridad y sencillez conceptos que se quedaron en los carruajes del materialismo dialéctico.
Conceptos que faltaban en mi vocabulario.
El coche, para él, es el yo físico, mental y emocional.
El conductor es el ser infinito, divino y eterno.
El ego es el piloto automático que activa la mente cuando no hay nadie al volante.
Cuando no recordamos quiénes somos.
Cuando todo esta montado para que ni siquiera importe.
Y sin embargo importa.

En el XXI, en este europero Mediterráneo donde la educada mente campa a sus anchas, tengo manuales de instrucciones prácticamente sobre cualquier materia.
Dispongo de tantos manuales como modelos de coches. Donde tengo la información sobre cómo funciona y cuales son sus caracterísitcas y limitaciones.
Y tengo tantos códigos de circulación como fronteras. Y tengo leyes y tengo que conocerlas para poder conducir. Para tomar las riendas.
Y me doy cuenta que no conozco un manual que me ayude a paliar los efectos de la amnesia.
No tengo información coherente sobre el funcionamiento del yo físico, mental y emocional que me conforma.
No conozco la manera de hacer llegar a mi consciencia el funcionamiento del ser que somos.
Todavía.
Sigo yendo en bicicleta.