Escrito por Yosi_ el viernes, 22 de febrero de 2008
La juventud actual ama el lujo, es maliciosa, es malcriada, se burla de la autoridad y no tiene ningun respeto por los mayores. Nuestros muchachos de hoy son unos tiranos, que no se levantan cuando un anciano entra a alguna parte, que responden con altanería a sus padres y se complacen en ser gentes de mala fe...
O al menos eso es lo que se pensaba varios siglos antes de Cristo. Tal vez a estas alturas podríamos haber llegado a la conclusión de que las cosas no han cambiado tanto como quisiéramos creer, pero asumiendo que vivimos tiempos acelerados, en los que un siglo puede suponer en términos "evolutivos" (a nivel social, no biológico, claro está) lo que antaño requería de un milenio, voy a aceptar el tópico. No de forma literal, sería excesivo, sino entendiendo que tal vez vivamos situaciones nuevas, o al menos que nos veamos obligados a digerirlas más bruscamente que en épocas anteriores, y a partir de ahí plantear que quizá pueda haber una razón para afrontar la situación con cierta perplejidad e impotencia.
Por supuesto eso no implica que debamos unirnos al hilo mediático que a la luz de los sesudos estudios trata de mostrar unas nuevas generaciones cuasi analfabetas, sin inquietudes, motivaciones ni cualquier otra cualidad que se nos pueda ocurrir. Porque no puede ser, ninguna sociedad se transforma de la noche a la mañana como por arte de magia, así que quien se vea dispuesto a defender posturas apocalípticas sobre como hemos pasado de la excelencia (y lo suelen decir de sí mismos, de su propia generación, todo un alarde de modestia) al más rotundo fracaso, debería comenzar por plantearse qué ha pasado con esa genial generación, responsable de lo que según algunos constituye el mayor fracaso educativo de la historia. Llegados a ese punto se hace el silencio sepulcral en el dominio público, y comienzan las intrigas de los expertos de barra de bar. "Falta disciplina", "lo arreglaba yo con un par de ostias", "es que lo tienen todo", etc, etc... múltiples son las sentencias que siembran los alegatos de los iluminados de turno, pero al final todo confluye hacia una misma teoría: "la culpa es de la LOGSE".
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