Escrito por Torres el miércoles, 7 de enero de 2009
Escrito por Torres el viernes, 26 de diciembre de 2008
En esta página podréis encontrar una amplia base de datos para visualizar conciertos online. Diferentes estilos, buenos grupos y grabaciones de calidad. Una gozada para pasar buenos ratos disfrutando de buena música.
FabChannel
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Escrito por Torres el domingo, 3 de febrero de 2008
No creo en nada más antiguo que las contraposiciones, nada que se estableciera antes para así disponer desde un primer momento y antes que nada de criterios para clasificar, para dividir, para separar y dar pie a la hostilidad. El cielo y el infierno, el blanco y el negro, lo bonito y lo feo, el día y la noche, el sol y la oscuridad... lo bueno y lo malo. No puede mas que confirmarse que se ha seguido este camino desde que surgió aquella fe que derivaba de antiguos dioses que simbolizando al sol trataban de agenciarse los prominentes atributos de verdad, bondad y alegría frente a la maldad, el miedo y la desconfianza propios de la oscuridad.
Son esos matices los que propician que multitud de personas traten de disfrutar de tales atributos y se apeguen a ello con la lealtad del perro al amo. De las tardes soleadas llenas de chavales correteando, gente paseando plácidamente o de la tranquilidad de reposar a la vera de Lorenzo. A su vez, y por ese mismo motivo es por el cual otras tantas hordas de individuos se apartan y encuentran su regocijo en la oscuridad, en la noche que da pie a sensaciones más poéticas y a emociones más sombrías que no encontrarían sometidos a la otra elección.
Lo cierto es que en el rato que llevo aquí, desde que era de día hasta ahora que ya ha anochecido me lo he pasado escuchando repetidamente esta canción, que resulta ser adecuada para ambos momentos. Posiblemente sea ese su atractivo, el hecho de que algo escape del absurdo maniqueísmo que actúa y ha venido siempre actuando como veneno y se escape de la lógica de aferrarse al sol que más caliente o por el contrario de buscar como pollo sin cabeza la sombra que más ampare. Tal vez la clave haya sido el atardecer, la muestra de posibles matices, de que el viento no sopla siempre en la misma dirección de manera inalterable. Creo que así el mundo estaría un poco más relajado.
Son esos matices los que propician que multitud de personas traten de disfrutar de tales atributos y se apeguen a ello con la lealtad del perro al amo. De las tardes soleadas llenas de chavales correteando, gente paseando plácidamente o de la tranquilidad de reposar a la vera de Lorenzo. A su vez, y por ese mismo motivo es por el cual otras tantas hordas de individuos se apartan y encuentran su regocijo en la oscuridad, en la noche que da pie a sensaciones más poéticas y a emociones más sombrías que no encontrarían sometidos a la otra elección.
Lo cierto es que en el rato que llevo aquí, desde que era de día hasta ahora que ya ha anochecido me lo he pasado escuchando repetidamente esta canción, que resulta ser adecuada para ambos momentos. Posiblemente sea ese su atractivo, el hecho de que algo escape del absurdo maniqueísmo que actúa y ha venido siempre actuando como veneno y se escape de la lógica de aferrarse al sol que más caliente o por el contrario de buscar como pollo sin cabeza la sombra que más ampare. Tal vez la clave haya sido el atardecer, la muestra de posibles matices, de que el viento no sopla siempre en la misma dirección de manera inalterable. Creo que así el mundo estaría un poco más relajado.
Escrito por Torres el lunes, 9 de julio de 2007
Sobra todo lo que yo pueda decir cuando es el mismísimo Andrés, con su abultada trayectoria y todo lo vivido en este mundo, el que confiesa que el del sábado en Getafe, es uno de esos conciertos que se recuerdan veinte años adelante.
Y es que yo soy de los que piensan que hay todo tipo de conciertos: unos pésimos y otros simplemente malos (de los que pueden llegar a hacer replantearte la pasión por esto de la música), otros mediocres, normales o buenos (donde ya sientes ese feeling de la música en vivo), otros cojonudos, y caso aparte, unos pocos inolvidables.
El de anteayer, por supuesto, pertenece a los de la última categoría.
Calamaro, con una percha perfecta aunque ligeramente pasado de kilos, manteniendo esa actitud un tanto chulesca que no se riñe nada, sino que se complementa perfectamente con la elegancia que le caracteriza. Provisto de su Gibson Les Paul bfg, la cual soltaba únicamente para seguir cantando al son de los bailoteos que se marcaba, ya que estaba propenso a ello esa noche. Repertorio largo y completo, con abundante salmón y una honestidad brutal, muy fino a la voz y respaldado por una banda impresionante, de las que dejan el terreno bien trabajado para poder estar a la altura. Agradecido se mostró continuamente el bonaerense y agradecido me siento yo por haber podido disfrutar de su presencia. Un placer.
Fito no me ofreció más que lo que me podía esperar, que no es poco, sino bastante, de hecho. Con su reducido tamaño y la guitarra colgada sobre los hombros, no paraba de rockear de ese modo tan particular, moviéndose de un lado a otro del escenario, codeándose con sus músicos y ofreciendo de manera impecable sus canciones, abundantes del nuevo disco pero sin olvidar temás clásicos y otros de hace más tiempo. Es de agradecer también, resulta imposible negarlo, el hecho de que el bilbaino se muestre como siempre tan cercano, con esas maneras que inspiran agradecimiento y amabilidad. Y ya que andamos sueltos en el reparto de agradecimientos, no se podía quedar sin su debida parte del pastel el comandante del buque, el inimitable Carlos Raya a las seis cuerdas. Da gusto verle y da gusto verlos.
Pero muy importante en todo este fenómeno es el hecho de salir los dos amigos juntos a escena, compartir e intercambiar canciones a modo de conectores o de puente en momentos tan importantes como el principio y el final o los momentos intermedios. La verdad es que es una postal digna de ver.
En fin, cuatro horas de música sin pausa que al final resulta que se quedaron cortas. Desde luego, no resulta mal indicio...
Y es que yo soy de los que piensan que hay todo tipo de conciertos: unos pésimos y otros simplemente malos (de los que pueden llegar a hacer replantearte la pasión por esto de la música), otros mediocres, normales o buenos (donde ya sientes ese feeling de la música en vivo), otros cojonudos, y caso aparte, unos pocos inolvidables.
El de anteayer, por supuesto, pertenece a los de la última categoría.
Calamaro, con una percha perfecta aunque ligeramente pasado de kilos, manteniendo esa actitud un tanto chulesca que no se riñe nada, sino que se complementa perfectamente con la elegancia que le caracteriza. Provisto de su Gibson Les Paul bfg, la cual soltaba únicamente para seguir cantando al son de los bailoteos que se marcaba, ya que estaba propenso a ello esa noche. Repertorio largo y completo, con abundante salmón y una honestidad brutal, muy fino a la voz y respaldado por una banda impresionante, de las que dejan el terreno bien trabajado para poder estar a la altura. Agradecido se mostró continuamente el bonaerense y agradecido me siento yo por haber podido disfrutar de su presencia. Un placer.
Fito no me ofreció más que lo que me podía esperar, que no es poco, sino bastante, de hecho. Con su reducido tamaño y la guitarra colgada sobre los hombros, no paraba de rockear de ese modo tan particular, moviéndose de un lado a otro del escenario, codeándose con sus músicos y ofreciendo de manera impecable sus canciones, abundantes del nuevo disco pero sin olvidar temás clásicos y otros de hace más tiempo. Es de agradecer también, resulta imposible negarlo, el hecho de que el bilbaino se muestre como siempre tan cercano, con esas maneras que inspiran agradecimiento y amabilidad. Y ya que andamos sueltos en el reparto de agradecimientos, no se podía quedar sin su debida parte del pastel el comandante del buque, el inimitable Carlos Raya a las seis cuerdas. Da gusto verle y da gusto verlos.
Pero muy importante en todo este fenómeno es el hecho de salir los dos amigos juntos a escena, compartir e intercambiar canciones a modo de conectores o de puente en momentos tan importantes como el principio y el final o los momentos intermedios. La verdad es que es una postal digna de ver.
En fin, cuatro horas de música sin pausa que al final resulta que se quedaron cortas. Desde luego, no resulta mal indicio...