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Harto de ser lo que se espera, harto de hilar para sentirme inteligente... 
Escrito por Yosi_ el martes, 31 de mayo de 2011

Es jodido vivir en un mundo como este. Es jodido acostumbrarse a tener que ser crítico con las cosas pensando en lo poco que va bien y cargando contra todo lo demás, harto de vivir rodeado de listados inacabados de interminables enumeraciones de lo que a duras penas podría ir peor. Y algo falla, y falla gravemente, cuando lo que debería inspirar ciertas dosis de ilusión es lo que hace que todo se cubra de un negro aún más negro y haga pensar que apenas queda esperanza para otro paso más, para otra decepción, otra traición u otro tropiezo que fuerce el siguiente cuerpo a tierra.

El ambiente general dentro de los círculos tradicionalmente hartos de la situación actual, incluso a nivel internacional, es de optimismo desmedido, de batalla ganada y de guerra con un horizonte teñido de flores, de juveniles y entusiastas voces clamando al unísono ideas de justicia y paz social. Columnistas en los medios minoritarios, o en los grandes que basan su negocio en contar mentiras diferentes a las del resto, derrochan palabras de ánimo y brindan al sol por la “revolution” que se está llevando a cabo. Y mientras, desde fuera de la cúpula de buen rollo y cristal resplandeciente que cubre todos los sucesos englobados bajo el famoso hashtag, todo sigue exactamente igual.

Lo vacío del asunto recuerda en cierto modo a la actitud de quienes, siempre en absoluta minoría y ante la indiferencia de los que recientemente han descubierto que algo está mal y es necesario ponerse a montar videos enternecedores para que la policía reparta hostias con buen talante, paseaban por las plazas en días señalados enarbolando la maltrecha bandera tricolor y gritando “que viva la república” como solución a la casta política, a las injusticias, a la explotación, y en resumen, al sistema en sí mismo. Y digo que se trata de situaciones similares, porque en ambos casos el tirón consiste en proclamar un marco institucional que en principio no implica absolutamente nada para que cada uno lo rellene como crea más oportuno, pero sin entrar en detalles explícitos para posibilitar que un colectivo mayor sea capaz de sentirse representado y de emocionarse por una idea tan versátil como ambigua e inconcreta. Hemos aprendido mucho de marketing y poco de conciencia social, y esto no es más que la victoria definitiva de lo primero frente a lo segundo. Desde el principio el movimiento se ha bañado de apartidismo (imposibilitando de paso la aportación de cualquier idea contenida en el programa de algún partido existente, pervirtiendo el concepto de ideología como propiedad inherente a los actores del sistema actual), se han centrado los consensos en las quejas y se ha huido de las propuestas que han ido surgiendo, a cual más dispar, a cual más disparatada, voluble, carente de base, de fundamento o de visión de conjunto. Hemos hecho una “revolución” haciendo que miles de personas tengan la oportunidad de levantarse de una en una y gritar ante un megáfono, ante un compañero de acampada o ante el mundo:

- Hola, me llamo Fulanito y mi vida es una mierda. Algunos de mis problemas se parecen a los tuyos y otros entran en conflicto, pero renuncio a hablar sobre soluciones que podrían resultarte molestas para que grites junto a mí. Nada aparte de eso importa, quiero volver a sentirme parte de algo y ya he renunciado a tener un futuro, o una vida. A estas alturas solo necesito poder quejarme por ello y sentir que, por una vez, hay alguien que me escucha.

Y es que es evidente que todo el mundo esta en contra de la corrupción, excepto el corrupto. Todo el mundo esta en contra del derroche, salvo el derrochador. Incluso corruptos y derrochadores ven con muy malos ojos que sean otros quienes ejerzan dichos comportamientos, y por lo tanto es absurdo salir a la calle y decir eso pretendiendo que sea revolucionario. Hay que afrontar el hecho de que el problema de fondo es otro, mucho mayor y muy diferente, y es que la situación general no sería mejor si la rebaja de los derechos laborales fuese votada por gente perfectamente íntegra y de comportamiento estrictamente austero. Porque la rebaja sería la misma, como idéntica sería la riqueza que alcanzaría a los últimos eslabones de la sociedad: la mínima posible. Se hace necesario, incluso imprescindible, pararse a pensar sobre qué es lo que esta mal a un nivel mucho más profundo, aunque suponga herir sensibilidades y provocar que quien se manifiesta a tu lado deje de hacerlo porque comparta el enfado, pero no las motivaciones ni las direcciones del cambio. Hay que reflexionar y darse cuenta de que de nada sirve la modificación del sistema electoral español cuando lo que realmente frustra a la mayoría (inconscientemente, es cierto) es que independientemente de la forma en la que se quieran hacer las cuentas, la región, el país o el mundo van a seguir gobernados por individuos que comparten la misma forma de hacer las cosas (aquí están los resultados, haz números, prueba), parapetados tras símbolos de uno u otro color pero elegidos por la voluntad de una mayoría aplastante. Hay que darse cuenta de que es inútil hablar de democracia (por real que quiera hacerse) en un contexto social que carece por completo de la cultura, el sentimiento de colectividad y la amplitud de miras necesaria para tomar decisiones de forma consecuente y honesta. En una sociedad que es capaz de unirse para quejarse, pero que para ello se ve obligada a ocultarse las razones por las que realmente lo hace.

Escrito por Yosi_ el domingo, 19 de diciembre de 2010

La que se ha montado. En el buen sentido, claro, con héroe popular víctima de conspiración incluido, casi a la altura de un buen guión de HBO. Y asuntos personales aparte, el tipo se ha jugado suficiente como para merecer ser la cara del lío durante un tiempo, incluso aunque el desenlace de su periplo personal de mano de la "diplomacia" internacional no acabe tan dramáticamente como en un principio cabía esperar (y eso aún está por ver). Se ha liado parda, el mundo (o la parte del mundo que pinta algo) se ha puesto nervioso y al parecer nos pasaremos una temporada inmersos en un caos mediático impensable de no ser porque quienes diseñan los titulares no parecen ponerse de acuerdo acerca de cómo minimizar los daños, y entre lobby y lobby, el gato se escapa de la redacción y no se está entreteniendo al pueblo con la diligencia con la que se debería. Y a raíz del imprevisto, la torpeza, y de esta última unos cuantos ríos de tinta (más que nada virtual) que hacen que el señor Assange se esté poniendo duro de pelar a base de ser incubado bajo los focos de la opinión pública de medio mundo, que a falta de otra diana a la que dirigir sus quejas (porque no hay derecho, y esto sí es dramático dadas las fechas, consumir cada vez está más caro), se despacha a base de bien repitiendo la consigna "Wikileaks" sin entender muy bien de que va todo este asunto. O igual, tal vez, resulta que todos los que parecen tener opinón acerca de todo esto, de repente se preocupan por los crímenes de guerra. Tal vez se preocupan por los manejos en política exterior que la CIA viene haciendo desde que Lenin vestía de corto, o porque en una guerra muy lejos de aquí alguien haya muerto con impunidad deliberada. O incluso por el hecho de que un gran lobby empresarial internacional tenga capacidad de influir en el gobierno español, inesperadísima tragedia, no lo quieran los dioses - nosotros que creíamos que en cuestión de lobbies, todo quedaba en casa. El argumento es claro: si los que ahora se inquietan lo hicieran de forma habitual, tal vez no habría tantos trapos sucios que sacar a paseo, porque seguramente quienes los manchan no ostentarían el poder que hoy tienen.

De cualquier forma no se debe malinterpretar la cuestión, porque realmente debemos mucho a Wikileaks y a todos los que detrás de esa organización, de uno u otro modo (e incluyo a las fuentes), colaboran en hacer periodismo heroico, del de verdad, el único que siempre debería haberse hecho y del que hace muchísimo (tal vez nunca, y no creo que haya que ser muy joven para afirmarlo) que no se ve en ningún gran medio de comunicación, sea del tipo que sea. Así que resucitar conceptos tan necesarios es bueno aún cuando solo sea a modo anecdótico (porque no cundirá ejemplo, no puede), para que dentro de un tiempo podamos echar la vista atrás y afirmar que una vez, gracias a que alguien se arriesgó por una idea, llegamos a leer un trozo de papel que los grandes poderes de todo el mundo no querían que leyésemos.

Y no obstante, tras tanto esfuerzo es una pena que quienes tenemos algún interés y ninguna capacidad para enmendarlo, ya lo supiésemos todo de antemano. Sabíamos que el ejército de cualquier nación mata, tortura y oculta a cambio de beneficios económicos o tácticos. Sabíamos que EEUU juega al ajedrez con la política internacional, que hay gobiernos que están debajo de otros, que hay gobiernos que incluso existen por el único hecho de estar debajo de otros. Y también que en el mundo hay grandes intereses privados que mueven enormes cantidades de influencias empleadas para legislar, juzgar, condenar o absolver, según sea el caso. Somos perfectamente conscientes, hace mucho, de que los beneficios egoístas de empresas o estados (olvidemos la democracia, nunca pensando en el "pueblo" concebido como suma de individualidades) se valoran muy por encima de ese documento maltratado y caduco llamado "Carta de los Derechos Humanos" que todos se han follado con total impunidad una y mil veces hasta el absurdo. Sabemos todo eso no por haberlo leído en ningún cable dirigido a un alto cargo, sino porque es la única explicación a absolutamente todo lo que ha ocurrido en todo el mundo en los últimos 20 o 30 años. Sencillamente porque de otro modo sería inexplicable que el caos, el azar o la ineptitud colectiva castiguen siempre a los mismos con dureza en nivel creciente. Porque nadie apuesta y gana siempre, salvo que ese alguien sea la banca.

Escrito por Yosi_ el miércoles, 8 de septiembre de 2010

Ya hacía tiempo que no nos veíamos en una similar, huelga general bajo el símbolo del puño y la rosa. Novedad casi excitante a bote pronto, hace pensar que algo va a moverse tras años de anquilosamiento y pérdida tan inadvertida como cotidiana de derechos laborales antaño considerados básicos, irrenunciables. Y bueno, a grandes rasgos convocan los de siempre, los "oficiales", más que nada por ser los únicos con visibilidad y eco suficientes como para acometer una movilización de semejantes características. La pregunta que supongo todo el mundo se ha hecho o se hará en algún momento es si se decide participar en la "fiesta" o dejarlo pasar como algo que ni nos va, ni nos viene. En ese sentido y a nivel personal (porque la propuesta oficial está redactada en cómodos puntos) cabe hacerse dos preguntas que engloban a casi todas las demás: contra qué o quién se lleva a cabo la huelga, y al lado de quién.

Respecto al primer punto, en la mayor parte de los casos se trata de arremeter contra el "gobierno". Es decir, contra unas siglas, unas caras y una coyuntura personal (individual e individualista) desfavorable. Y nada más, ahí queda todo. Da igual la banca (porque tú eliges de quién eres cliente, ¿o no?), da igual el mundo empresarial (porque tú eliges qué condiciones laborales aceptas, ¿o no?) y da igual la ideología de base (o su ausencia) que dé lugar a los problemas concretos. Lo que se percibe al cabo del tiempo es un malestar procedente de un berrinche circunstancial que se puede aliviar a base de primas en dinero B o de burbujas recurrentes, pero que en cualquier caso no requiere de un verdadero cambio en ningún sentido. Lo preocupante del asunto es que a nivel general se trata de una huelga orquestada en contra de un colectivo de cabezas de turco que a día de hoy no tienen demasiado que perder, no con el fin de presionar ingenuamente para transmitir y hacer valer la voluntad colectiva, sino con el de dar a la multitud una salida para rebajar presiones diseñada por parte de una clase dirigente que desde un bando trata de detonar controladamente una situación que cerca de las elecciones resultaría mucho más destructiva, y desde el otro de utilizar la corriente como método de oposición populista antorcha en mano, aprovechando el fragor de las multitudes para ocultar que la receta es prácticamente la misma, salvo por unos cuantos retoques cosméticos como la intención de que las niñas ricas vuelvan a viajar a Londres para interrumpir sus inoportunos embarazos. Teniendo en cuenta todo eso, ciertamente es posible salir a la calle a luchar por lo que cada uno cree justo o conveniente (y lo ideal es que ambas cosas coincidan, sería realmente hermoso), pero no está de más ser consciente de cuál es el verdadero enemigo de las mayorías, máxime si se tiene la idea de que una huelga al uso cobra especial legitimidad en la medida en la que represente los intereses de un cierto porcentaje de la población.

Y a raíz de eso surge la pregunta no menos importante de a quién estás permitiendo que se coloque a tu lado a generar ruido mediático. Si partimos del hecho de que en las últimas elecciones generales (y en las anteriores, y en las otras...) una mayoría aplastante de la población con derecho a voto optó por dar su confianza a uno de los partidos abiertamente neoliberales con políticas ecónomicas y sociales descaradamente orientadas al individualismo competitivo, al beneficio de la banca y de las oligarquías empresariales dominantes, no creo que nadie pueda esperar milagros en un contexto de reivindicación de los derechos de los trabajadores, concepto completamente opuesto por definición a todo lo que el liberalismo engloba. La fórmula general girará, como siempre lo hace, entorno al "mi, me, conmigo", y no se puede pretender de ninguna forma que se dé una condición tan básica para optar a cualquier avance social como que la lucha se enfoque de forma colectiva y no como una suma inconexa de individualidades que caminan por la misma calle únicamente como resultado de un berrinche multitudinario sin una base ideológica seria dirigido hacia donde más caliente el sol en cada momento. Y lo más jodido de la cuestión es que una persona cabal voceando (de forma literal o metafórica) entre cien ovejas pastoreadas por el lobby de turno, no hace otra cosa que elevar el volumen y engrosar la cifra de individuos en apoyo a los intereses mayoritarios.

Al fin y al cabo, lo cierto es que quien decida participar en la huelga, lo haga o no de forma activa,va a convertirse al día siguiente en uno de los millones de individuos que en los mass media engrosarán las cifras de apoyo a unos sindicatos traidores e infames hasta la saciedad, y que decenas de individuos sin pizca de dignidad o decencia emplearán para llevar la cuestión a su terreno y convertir el amago de lucha social en lo que para la mentalidad bipolar de un ciudadano español medio, solo puede traducirse en rechazo a unos colores y apoyo a otros. Y lo peor de todo esto es que quien por el contrario, por pasividad, avaricia u objección de conciencia decida no unirse a la fiesta de los grandes "ídolos" de la lucha obrera, solo puede aspirar a conseguir exactamente lo mismo, pero a la inversa. Llevamos demasiado tiempo basando toda nuestra actividad en colores, símbolos, escudos y banderas, como para que de la noche a la mañana vayamos a convertirnos en una sociedad capaz de valorar las ideas sin bandos de por medio, a través de un espectro heterogéneo y continuo. Toca elegir indios o vaqueros, y la cuestión es que en este caso ambos son unos perfectos hijos de puta sin escrúpulos.

Escrito por Yosi_ el sábado, 26 de diciembre de 2009

Hoy divagando entre blogs me he encontrado en getxoblog.org esta entrevista a Jose A. Pérez, guionista de TV, columnista en Público y autor del blog Mi Mesa Cojea, hablando sobre el estado actual de los medios vistos desde dentro y dando una visión con más franqueza y bastante menor corrección política de lo que es habitual, que creo que merece la pena para cualquiera que, como yo, no tenga mucha idea (más allá de lo que puede indicar el sentido común) de lo que se cuece en las grandes productoras y agencias de comunicación que moldean la opinión pública en este país. Es largo pero tiene un formato bastante digerible y, tropezones ocasionales aparte, este tipo parece uno de los pocos miembros de la élite mediática actual a los que merece la pena escuchar.


Escrito por Yosi_ el miércoles, 28 de enero de 2009

Parece que a estas alturas ya hace tiempo que pintan bastos. Y por si fuera poco, todo hace pensar que la cosa irá para largo. Es curioso, porque salvo pequeños cambios originados por las lógicas transiciones generacionales, el mundo es exactamente igual que hace 5 años, cuando al parecer occidente se situaba en la cresta de la ola. A modo de pasatiempo trato de buscar los factores que hacen que, lo que antes servía para dar trabajo y sustento a un determinado número de personas, hoy en día nos conduzca directamente hacia la debacle. No ha habido catástrofes naturales especialmente reseñables, la producción de alimentos se mantiene en niveles lógicos, el flujo de materias primas sigue un ritmo predecible, el tercer mundo se mantiene obediente bajo el yugo del primero, y sin embargo de la noche a la mañana todo parece ir mal. "No es tan sencillo", dirán algunos, "dénse cuenta de las caídas de las ventas en el sector inmobiliario, la reducción de empleos como consecuencia, etc, etc...". Apasionante, de verdad, el juego es apasionante, podría dar pie a una nueva versión del gran SimCity, pero apartemos un poco la mirada de las hilarantes peripecias de esa panda de bits y echemos un ojo al mundo real.

Me parece estupendo que ustedes se lo estén pasando tan bien haciendo fluctuar los numeritos, pero aquí y ahora la cosa va de alimentar a personas reales, tan reales que el día menos pensado pueden tomar conciencia de lo grotesco de la situación y hacer que todos nos pongamos un poco más serios. Porque digo yo que si anteayer aquí (que cada uno se sitúe donde quiera) había recursos básicos para asegurar la subsistencia de X millones de personas, a día de hoy tiene que seguir habiéndolos, ya que no ha habido una ruptura sustancial entre ambas proporciones. Y dado que la situación es así, dejen de provocarnos jaquecas hablando de situaciones difíciles con gesto resignado y angelical, porque la coyuntura es tan fácil o tan complicada como cuando todo eran sonrisas.

Invéntense otra forma de hacer la comedia, a bote pronto se me ocurre proponer que empecemos a justificar el reparto empleando billetes del monopoly, pero no nos digan que donde hubo capacidad para mantener a todos y además para que cientos de personas se llenaran los bolsillos hasta niveles absurdos a cuenta de la infinita permisividad de las masas, ya no queda suficiente para paliar las necesidades más urgentes del pueblo llano. No nos cuenten eso, porque además de no ser en absoluto creíble, es ofensivo y de muy mal gusto. Pero puestos a pagar, si realmente de un día para otro han perdido la capacidad de multiplicar los panes y los peces, que pague quien corresponde. Yo no me inventé su juego, no impuse las normas, ni siquiera llegó a parecerme nada más que una gran majadería fruto de mentes tan interesadas como inconscientes, justo lo que a la postre ha demostrado ser. Pero cuando se juega con las vidas de tanta gente que nunca tuvo el poder para decidir lo que estaba pasando, un error no se enmienda con un tímido "lo siento", ni aún cuando se diga de forma sincera, que no es el caso. Se echa en falta una claudicación sincera, se echa en falta un verdadero sentido de la responsabilidad, y la inteligencia para reconocer que estamos al final del camino que se empeñaron en trazar en nombre de todos. Pero sobre todo, como de costumbre, se anhela una reacción acorde a las circunstancias que devuelva la vergüenza a quienes ya se han demostrado incapaces de sentirla de forma espontánea.

En declaraciones recientes en televisión, el Presidente del Gobierno afirma que "hay que consumir", y lo hace sin despeinarse, sin palidecer, sin dar muestra alguna de estar consumiéndose en su propio descaro. Tal vez ese señor no se da cuenta de que nadie es tan sumamente estúpido como para no consumir lo que necesita si se le da la opción de hacerlo, o tal vez esta afirmando con toda la cara que esa patología endémica conocida como "consumismo", consistente en hacer uso y abuso de una cantidad de bienes muy por encima de las necesidades reales, es en realidad una especie de panacea totalmente deseable como buque insignia del progreso social. Para quien no vea lo grave del asunto, esto es algo así como empujarnos a la ludopatía, como sugerir que introducir monedas en máquinas tragaperras sin finalidad aparente supone una excelente forma de mover la riqueza a un ritmo suficientemente vertiginoso como para que nadie se de cuenta de lo que están haciendo con ella.

En el fondo eso es exactamente lo que pasa, nada más, y de hecho es precisamente eso lo que han estado pidiéndonos durante años empleando métodos más o menos ortodoxos. Ahora bien, el hecho de que un presidente teóricamente de izquierdas (ya ni siquiera me da la risa, lo siento), presunto adalid de la igualdad social, de la sostenibilidad, de la conciencia ecológica, aparezca en un gran medio de comunicación afirmando abiertamente que nos entreguemos a la fiebre de adquirir compulsivamente lo que no necesitamos, pone un punto y aparte en la carrera hacia la autodestrucción. Ya sólo nos quedan unas pocas pinceladas como colofón a tanta estupidez, supongo que, como siempre, será sólo cuestión de tiempo.

Escrito por Yosi_ el jueves, 6 de marzo de 2008

Ya hemos sufrido el fragor de otra campaña electoral, y como de costumbre hemos acabado hundidos en la mediocridad hasta lugares insospechados. Cambian las caras, pero las formas y el fondo continúan exactamente igual que hace 4 años, hace 8 o hace 16. Lo grave de la situación para quienes tratan de que siga a flote es que los espectadores si que han cambiado ligeramente, y aunque los que pasaban del tema siguen haciéndolo (nadie ha dado motivos para un cambio de actitud), hay muchos veteranos sufridores del circo político que antaño se mojaban y desengaño tras desengaño han ido perdiendo todo atisbo de motivación. Los intentos de (la escasísima) participación activa en nuestro sistema político ya han tornado para gran parte de la población en gris rutina; gris como los perros de antaño, como los uniformes de los actuales candidatos, como el único futuro que esa panda de incompetentes sabe pintar. Y nótese que a diferencia del resto del mundo, no me refiero únicamente a la santísima dualidad que copa la inmensa mayoría de los medios de difusión, las paredes de las ciudades y las cabezas del cruelmente bombardeado pueblo llano.

Posiblemente una de las notas de color (un color patético, ridiculamente ególatra y vergonzante, eso sí) la haya puesto la famosa universitaria del striptease progresivo. He dudado acerca de comentar esto, porque me parece hasta cierto punto poco digno dar difusión a una acción de esas características, pero viendo que ya se ha hecho eco hasta el apuntador, creo que merece la pena señalarla como ejemplo simbólico de lo que jamás se debería aplaudir. La historia, para el que no la conozca, consiste en que una estudiante de (al parecer) ciencias políticas que se ha propuesto desnudarse online, quitándose una prenda por cada decepción inflingida por los candidatos a la presidencia de los dos partidos mayoritarios.

Escrito por Yosi_ el sábado, 22 de diciembre de 2007

Me parece vergonzoso. No voy a tratar de ser la voz discordante que vaya a apoyar la decisión del gobierno respecto al famoso canon patrocinado por SGAE, que a mi parecer ha llegado a niveles de surrealismo preocupantes. Desde luego las anteriores medidas ya resultaban indignantes, y desde mi punto de vista carentes de cualquier posibilidad de justificación, básicamente porque siempre se centraron en buscar el beneficio de las grandes compañias y los autores de cierta relevancia a nivel social tratando de perpetuar a la fuerza un modelo de negocio en extinción en contra de la realidad social por un lado, y de todos los autores que aún no se habían subido al barco por el otro. Porque no nos engañemos, la agonizante gallina de los huevos de oro que con la debida atención clínica aún tiene fuerzas para sufragar las mansiones de los cuatro privilegiados ha servido en gran parte para frenar (afortunadamente no detener) el avance de quienes han intentado abordar otras formas de difusión y asumir alternativas a la hora de redefinir conceptos cada vez con menos contenido real.



Lo nuevo sigue la línea que ya había sido marcada con anterioridad, pero echándole cara, buscando resquicios más allá de la sospecha remotamente razonable para llenar la saca con la mayor celeridad posible mientras el chollo aguante. Sin duda es indignante, para que negarlo (más adelante explicaré la razón, que probablemente no coincidirá con la mayoritaria), una de esas cosas que se escuchan meneando la cabeza e insinuando entre dientes “lo que hay que oir”. Y sin embargo mucho más grave que la vertiente económica del asunto me parece la puramente ideológica que se está acometiendo a nivel mundial, con esas gigantescas campañas de concienciación que tratan de convertir en delincuentes a la práctica totalidad de la sociedad. Evidentemente conseguir que funcionen a gran escala implicaría un importante ejercicio de “doblepensar”, porque es obvio que la gente no va a cambiar un comportamiento ya arraigado que pese a los esfuerzos de las altas esferas no se ve como algo condenable, pero no deja de ser descorazonador como se dilapida el presupuesto público en esos intentos moralizadores.




De todas formas lo interesante de este tema no es todo lo expuesto ahí arriba, sino las contradicciones a las que da lugr. Voy a partir de lo personal, algo que en general considero intrascendente, pero que en este caso he decidido pormenorizar para evitar caer en el saco de quienes defienden una misma postura debido a criterios muy diferentes, en ocasiones opuestos. Yo no tengo nada en contra de que un porcentaje de mis impuestos sea dedicado a la creación y difusión de cultura en cualquiera de sus campos, es más, me parece algo digno de ser considerado.

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