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Escrito por na el martes, 21 de marzo de 2017

Desde que tengo uso de razón, uno de los roles que he asumido, en grupos muy distintos, es el de persona conflictiva.
Eso, cuando el conflicto era pequeño y seguían considerándome persona.
Si insistía lo bastante y cruzaba el límite, lo cual era frecuente, bien por ignorancia y/o reactancia, pasaban a considerarme una persona estropeada.
Tarada.
Loca.
En el momento en el que dejo de considerarme enferma y me posiciono en la diferencia, cuando dejo de someterme a tratamiento y me coloco en el lugar en el que decido estar, cuando suelto la enfermedad y la moral, me transformo en el enemigo.
Y la hipocrita lasmitita que sentimos por la enfermita, se transforma en odio visceral ante quien percibe, muestra y traspasa conflictos intolerables.
Intolerables en mi y en el resto.
Hablemos de lo que hablemos, repetimos lo mismo cuando nos quedamos sin argumentos.
Me costó entender porqué evitamos el conflicto.
Y porqué gastamos tanta energía en ocultarlo y reprimirlo.
Porqué tratamos de despojar de su dignidad a quien una y otra vez nos muestra lo que negamos.
Lo que niego en mi y en el resto.
Y así seguimos larvando los holocaustos cotidianos.
Llenando el vaso.
Cueste lo que cueste y a costa de la salud, de la verdad, de la justicia...
A costa incluso de la vida.
Reflexionando sobre el funcionamiento de los grupos en los que he participado y mi trayectoria en ellos, me doy cuenta de algunas cosas que siento que tengo la necesidad de compartir.
Cosas que dinamitan todo lo que creía.
Otra vez.
Me doy cuenta que algunos conflictos pueden hacer que el grupo se rompa.
Y por eso, evitamos a las personas conflictivas y las excluimos.
Para mantener la integridad grupal.
Aunque sea de mentira.
Es un mecanismo de defensa porque una sola persona conflictiva puede destruir un grupo entero si no se le para a tiempo.
¿Qué hacer con todo esto?
¿Qué hacer en asamblea donde cada vez que se tocan temas conflictivos ciertas personas desviamos la atención boicoteando e impidiendo el desarrollo del libre albedrío humano.
Bien porque no lo toleramos, bien porque tenemos intereses egoicos (conscientes e inconscientes) en el juego.
Desde lo humano no tengo respuesta. Ante lys perturbadys, ante lys adictys, ante la histeria colectiva.
Convulsion de repeticion, sí, pero... ¿por qué?
¿Qué hay detras de todo este velo?
Tan solo puedo exponer mi caso:
Estaba poseida.

Escrito por na el martes, 21 de marzo de 2017

En el mundo de mis ideas, puedo distinguir, puedo discriminar y diferenciar entre ambos conceptos.
Creo firmemente que el ser humano tiene esa potencialidad inherente a su ser.
Por eso innecesario gobierno, ley y moral.
Ya los lleva incorporados: en el cuerpo.
Y en el cuerpo sabe, sin que nadie más se lo indique, lo que esta bien y lo que esta mal.
Sabe distinguir lo verdadero de lo falso.
Lo justo de lo injusto.
Lo correcto de lo erróneo.
Y sabe, además, con esa sabíduría perenne y trascendente, diferenciar el bien y mi bien.
El mal y mi mal.
Lo sabe. Por eso, cuando no coincide, se boicotea.
Y al hacerlo, al separar mi luz de la luz, mi oscuridad de la oscuridad, corto la conexión con las fuerzas no humanas que explican, que dan sentido a algunas de las cosas que me pasan.

Durante mucho tiempo, he sentido fascinación por la sombra.
Por esa parte del cuerpo inconsciente que integra y conecta las fuerzas del universo.
Esa parte que, pese a todo, trata de mantener los pies en el suelo.
Aunque no lo parezca, aunque nadie la entienda.
Tengo la sensación que en el gris relativismo de la sombra sigue escondida mi clave.
Esa sombra inconsciente, esa coraza bioenergética, que plantea la pugna entre el bien y el mal bajo claves exclusivamente humanas.
Sin embargo, sé que para enraizar, he de permitirme manejar otras claves.
Soltarme de mi rama conocida, explorar el aire para llegar a la tierra.
Y cuanto mas vuelo, con más fuerza tropiezo con el pentateuco.
Con el ancestral muro de hormigon donde se estampan mis semillas.
Es ineludible, es frustrante.
Si la existencia de seres angelicales perturba todas mis claves, la presencia de seres demoníacos, cambia mi percepción de la especie entera.
Cambia por completo las reglas del juego.
Cambia el funcionamiento de las asambleas.

El bien, para mi, es lo que mi corazón me dice.
Lo verdadero, lo justo, lo correcto, es seguirlo a dónde quiera que me lleve.
Lo luminoso es respetar mi libre albedrío.
Al hacerlo, recupero ese poder para mi y todys lys otrys.

Sin embargo, en ocasiones, mi corazón se me antoja caprichoso e inconstante.
Como el horizonte.
Cuando me falta amor, cuando olvido mi centro y pierdo la paz, mi corazón se protege, se cierra.
La brújula deja de funcionar para conectar y empieza a funcionar para bloquear.
Desde ese bloqueo, la capacidad de decidir se esfuma.
Y con ella las potencialidades del ser, de ser humana: apoyo mutuo, libre albedrío, autorregulación...

La situación es para mí, desesperada y desesperante.
Estudiando la sombra, devolviendole la mirada, he llegado a la conclusión que demasiadas personas han vendido su alma.
Y demasiadas sin saberlo.
Han renunciado a su corazón, a su ser.
A su integridad original.
A su salud y a su felicidad.

Yo era una de ellas.

Escrito por na el viernes, 17 de marzo de 2017

Tanto pa na.
Tanta ostia para acabar igual.
En el ineludible punto de partida.
Otra vez la cotidiana batalla entre la diestra y la siniestra.
Otra vez fracaso.
Otra vez todavía.