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Escrito por na el sábado, 10 de junio de 2017

No puedo perdonar mientras el daño original siga sin nombrar.
Ni quiero.
Tú me enseñaste el concepto de justicia restaurativa.
Tú sabes que no hay perdon posible.
No me lo pidas.

He tratado de que comprendieras mi posición.
Y sistematicamente la dejas fuera.
Ni siquiera imaginas la magnitud de mi herida.
Todo lo que, en mi, se activa cada vez que me incluyes en masculino.
No puedo formar parte, ni entregar mi alma, a quien no me reconoce.
Llevo años tratando de pronunciar el resto de géneros.
Ni ha sido fácil, ni ha sido divertido.
"Chorradas", "manías" son las calificaciones más suaves que he oído.
"Locuras inútiles que desvían la atención de lo importante, para buscar protagonismo y desahogar la frustración que me producen mis muchas y variadas carencias egoicas" es el diagnóstico que más me ha dolido.
A fuerza de oírlo repetido.
Y lo que más me duele, es pensar que igual tenéis razón.
Que igual todo son gilipolleces mías.
Y sin embargo, sé que racionalmente no hay argumentos para persuadirme mas allá de la costumbre y el hábito.
Y yo tambien libro con ellas mi propia batalla.
Costumbres y hábitos que excluyen al resto de géneros, al resto de clases, y al resto de especies.
Y que toxifican mi salud y la salud de todo el sistema.
Y desde ahí, es prácticamente imposible construir nada auténtico.
Por eso tiene más mérito.