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Escrito por Cronos el jueves, 30 de diciembre de 2010

La mirada de un niño.

- Lord Saryon, han llegado dos... - La voz del joven novicio de la orden que hacia guardia en el viejo comedor del castillo de Fortaleza intentaba ser solemne, pero por momentos se quedaba en el intento.- ...o más bien un emisario, y un niño.
Saryon retiró su atención del plato y la dirigio a su interlocutor. A su lado, en la gran mesa, Maray tambien levantó la vista hacia la puerta.
- Adepto Skald, explicate mejor, por favor. - El caballero sonreia amablemente.
- En realidad han llegado dos personas, Lord Saryon.- El joven adepto, sin duda apabullado por la situacion, intentaba cargar su voz de solemnidad. - Uno es es un elfo Zenariel. Se llama Sheradel, y lleva sello de senador.
- Eso son buenas noticias, hace tiempo que esperabamos su llegada. ¿Quien es el otro? Y... ¿Que tiene de especial?
- Es... un niño. Al parecer vienen juntos desde Zenariel, dice traer un mensaje de Adrash, Vanya y Mirko.
- ¿Y eso que tiene de especial? - A Saryon, que continuaba sonriente y manteniendo el tono mas cordial que oficial que solía mantener con aquellos que en principio debían cumplir sus ordenes, parecía llamarle más la atencion el estado de sorpresa del adepto que las importantes noticias que seguramente recibiría a traves de los recién llegados.
- Ademas de que es un niño de... no creo que tenga mas de once o doce años, hay algo mas. Tal y como me ordenaron, use la mirada interior para asegurarme de que no tuvieran intenciones perversas, y... bueno, a lo mejor no es importante, pero se dio cuenta. Y, lo que me sorprendio mas, el usó la mirada conmigo. Estoy seguro.
Saryon musitó.
- Interesante. Hazlos pasar y pide que les sirvan comida, por favor. Veremos que tiene de especial ese chico. Y las noticias que trae. Despues de dar el aviso vuelve y quedate en la puerta, pero por dentro, algo me dice que aprenderemos algo de esta visita.
- Ahora mismo, Lord Saryon.
- Ah, y muy buena apreciacion. Necesitamos de ese tipo de curiosidad en estos dias de incertidumbres. Es muy extraño que alguien que no pertenece a la orden sea capaz de usar la vision interna. Veremos que esconde este chico y que informacion nos trae.
Skald, despues de mostrar una sonrisa de satisfaccion, salio por la gran puerta principal, dejando tras de si el sonido producido por la gruesa cota de malla y la pechera metálica que eran parte del uniforme de gala de los guardias de La Orden.
Maray, que se sentaba a la derecha de Saryon en el centro de la gran mesa de madera que presidía la amplia sala esperó a que la gran puerta se cerrase para hablar. Saryon, que había dejado de comer momentaneamente por cortesía hacia sus invitados, parecía pensativo.
- ¿Los Zenariel disponen de un senador propio? No lo sabía.
- Si, asi es. El senado se lo otorgó en su primera sesion por su impagable colaboracion durante la guerra... la guerra contra oriente. Despues de que un grupo de Yuan-Tis intentara profanar el sagrado lugar que protegen, se decantaron por colaborar con nosotros. Y en la gran batalla de Fenix... - Saryon dirigió su mirada hacia Maray, y su expresion pasó por un momento del rictus de seriedad del gobernador a la mirada de complicidad de una pareja bien avenida.- Vaya, tu eras una niña por aquel entonces... fueron claves para la victoria. Además de colaborar con los druidas para transmitir información, retuvieron, sin que nadie se lo pidiera, un contingente de refuerzo con el que no contábamos, y que hubiera echado abajo nuestra emboscada a los orientales. Sin ellos quiza hubiesemos vencido la batalla, pero nos habria desgastado tanto que seguramente acabariamos por perder la guerra.
- Me encanta oirte contar en primera persona esas historias que son material para los bardos. - Maray mostraba una sonrisa amable, confiada.- La verdad en primera persona siempre es mejor que cualquier historia para entretener oidos en una taberna. Las victorias siempre son el resultado demuchos esfuerzos, los heroes que crean los juglares sirven para que la gente recuerde, pero nunca hacen justicia.
- Lo verdaderamente heroico es luchar por hacer justicia, y no para que los bardos canten tu nombre. En realidad me molesta un poco que algunos pretendan crear un heroe a partir de mi, aunque supongo que hoy por hoy tiene su cierta utilidad. Yo solo hice lo que debia. Y cuando oigo algunas canciones no puedo dejar de recordar a todos los amigos y compañeros que quedaron atras en el camino. Y a los que nadie canta ya.
- Eso es lo que te convierte en un heroe, amor mio.
Maray casi susurraba, y en un gesto suave y natural, extendio su mano para tomar la de su marido, que, de nuevo, volvio a mirarla a los ojos, sonriente. En ese momento, el gran porton se abrio, y ambos recuperaron la actitud más oficial, o menos familiar, en unos segundos. Primero entro Skald, que dio unos pasos hacia el interior del gran salon, y anunció a los recien llegados.
- Lord Saryon, Lady Maray, -Maray carraspeó al oir su nombre con un título que, en realidad, le disgustaba.- han llegado Sheradel Zenariel y Mattern, hijo de Madock, el cazador.
Cuando oyó al adepto los ojos de Saryon se abrieron de par en par, mostrando un gesto de sorpresa agradable y comprension. Por la puerta entraron dos figuras. Sheradel, el elfo, era bastante alto, con la complexion delgada y fibrosa habitual en los suyos, e iba vestido con una tunica de varias capas en diversos tonos entre el gris y el verde, que, aunque podía llamar la atencion al contrastarse contra los muros ocres del castillo, era de suma utilidad para pasar desapercibido en bosques templados o frios. Llevaba el pelo bastante corto, peinado a un lado y de color gris, aunque trazado por lineas plateadas que podrían dar a entender que ya no era precisamente un joven, aunque siendo un elfo era mucho mas dificil de asegurar. Su mirada, sin embargo, profunda y del color gris azulado del mar en un dia nublado, contradecía en parte lo que su cabello mostraba, puesto que, a pesar de que su gesto era mas bien hierático, sus ojos se movian de manera vivaz, mirando aqui y alla, como si buscara recordar todos los detalles del lugar, o notar inmediatamente cualquier cambio repentino en su entorno. A su lado estaba Mattern, el hijo del cazador, que vestía el mismo atuendo de cuero que llevaba cuando Vanya lo encontró en manos de los lezzar, aunque cubierto por una sobrecapa en tonos similares a los que llevaba su acompañante. El niño tenía muy buen aspecto, había recuperado color e incluso algo de peso desde que estaba con los Zenariel, y llevaba su larga melena rubia mucho más limpia que entonces. Su rostro, de facciones robustas y bastante agraciado, denotaba calma y curiosidad a partes iguales. Ninguno de los dos iba armado, puesto que, tras los acontecimientos de la ultima sesion del senado se había decidido crear una armería en el castillo y que nadie que no estuviese en puesto de guardia pudiese portar armas en su interior. Por supuesto, a los guardias se les practicaba la prueba de sangre antes de incorporarse a su puesto cada dia.

- ¿Mattern, hijo de Madock? - Saryon sonrió, alegre. - ¿Eres el sobrino de Ulverm?
El niño no bajó la mirada ante el caballero, que, aunque iba sin armadura, vestido con una tunica sencilla con el escudo de la orden bordado en pequeño en la zona del esternon, seguia imponiendo mucho respeto, o incluso más, puesto que se podía observar su corpulencia y su recia figura.
- Si. ¿esta bien mi tio? Creo que ahora mismo es el único familiar que me queda.
El elfo zenariel observaba curioso la conversacion, con una sonrisa de comprension en su rostro. Los elfos solian saber esperar, y distinguian bien lo urgente de lo importante.
- ¡Por los Dioses! ¿Madock ha muerto? ¿Cuando fue, y como?
- Hace un par de semanas, unos dias despues de el Llanto, poco antes de que me rescataran mis amigos. Bueno... o tus amigos. Vanya, Adrash y Mirko. Se portaron como heroes, y fueron muy buenos conmigo. Mi padre murio para protegerme, para darme tiempo a escapar. - Los ojos de Matt se enrojecieron por momentos, y un par de lagrimas, que intento contener, recorrieron por sus mejillas.
- No estes triste. - Maray miraba con ternura al niño, que sin duda se habia visto obligado a crecer demasiado rápido. - Dentro de la mala suerte, has tenido la fortuna de conocer a gente muy especial, y que se preocupó por ti. Hasta para arriesgar su vida por la tuya.
- No estoy... triste. - Matt tiro de los mocos y se limpio la humedad de los ojos con el puño del jubon.- Estoy muy muy orgulloso de mi padre, de lo que me enseñó, y de lo que hizo por mi. Bueno, el y vuestros amigos, y los Zenariel, que me cuidaron como si fuera uno de los suyos. Aunque me de pena, estoy muy feliz de ser su hijo, y lo recordaré mientras viva.
Por unos momentos, la sala quedo sumida en un silencio solemne. Todos, hasta el elfo Zenariel, parecían reconocer e incluso admirar la fortaleza de espíritu del pequeño.
- Eres un digno hijo de tu padre, Matt. Fuimos compañeros en el antiguo monasterio, cuando los dos eramos novicios de la orden. Era un buen hombre, honesto, leal y muy valiente, aunque no encajara con los viejos criterios de La Orden de Isvar. Me apeno mucho que no pudiera continuar con su formacion.
- Mi padre casi nunca hablaba del monasterio. Creo que a el tambien le apeno mucho no poder seguir alli.
- La verdad es que no me parecio muy justo en su momento, aunque no nos correspondia a nosotros tomar esas decisiones. Quien me iba a decir entonces todo lo que paso despues. Pero.. -Saryon se puso en pie, y señaló con un ademán las sillas que estaban del otro lado de la gran mesa, que podía acoger a varias decenas de comensales.- ...lamento mi falta de cortesía, por favor, sentaos a nuestra mesa, en breve os traerán platos para todos. Skald, por favor, unete tambien a nosotros.
El adepto miro a Saryon con los ojos abiertos de par en par.
- Será un honor, Lord Saryon, no se si soy digno de...
- Si eres digno de llevar la insignia que llevas en el pecho, eres digno de compartir la mesa conmigo. - el tono del general sonaba a reprobacion.- Confio en todos y cada uno de vosotros hasta el punto de poner mi vida en vuestras manos sin dudarlo un solo instante. ¿Como iba a negaros compartir mi pan? Has de recordar esto bien, en vistas al dia que tengas que liderar a otros soldados a la batalla, o estar a su lado para curarles sus heridas. Somos hermanos ante todo y sobre todo, solo tenemos distintas responsabilidades.
- Yo... lo siento... - El joven soldado miro al suelo, consciente de su error.
- No lo sientas. - Saryon volvía a sonreir con amabilidad.- Basta con que lo recuerdes.
- Lo haré, señor.
En ese momento entraron por la puerta dos de los trabajadores de la cocina del castillo, portando cada uno una bandeja con viandas. Traian algo de fruta, un par de platos del mismo estofado de carne desecada que estaban comiendo Saryon y Maray y pan hecho con harina de centeno. Tras agradecerles su trabajo, Saryon les indico con un gesto que Skald tambien comería con ellos, y al poco otro de los cocineros entro con un plato para el aprendiz de caballero. El agradecimiento del caballero tenia su motivo, puesto que las cocinas del castillo eran atendidas de forma rotatoria por los miembros del Patronazgo de Fortaleza, que no era otra cosa que el gremio de taberneros, hosteleros y otros artesanos que vivian de dar alimento u hospedaje, y que además hacían el trabajo de forma gratuita y con el orgullo de estar colaborando con aquellos que habian dedicado su vida a defenderlos de sus enemigos. Los miembros del Patronazgo solian decir que "Ellos luchan por nosotros, que menos que cocinar para ellos". Y, de hecho, ese lema colgaba en un cartel que ponía a las puertas de su establecimiento el miembro del Patronazgo al que le correspondía cada semana servir en las cocinas del castillo, lo que constituia una tradicion anterior a la memoria de la mayoría de los habitantes de la ciudad. Otra muestra mas de la legendaria hospitalidad de Fortaleza.

La comida y la sobremesa se extendieron hasta que las obligaciones de Saryon se lo permitieron. En ese tiempo, hablaron animadamente de varios temas. Saryon, que tambien había conocido a la madre de Matt, que había muerto al poco de nacer él, con la guerra ya terminada en una desafortunada escaramuza con algunos desertores del ejercito de oriente, dedicó parte del tiempo a recordar a sus viejos amigos, con la intencion de reconfortar al chico y ayudarle a pasar el trago. Además, Sheradel les resumio todo lo que les habian transmitido Adrash, Vanya y Mirko, lo que incluia la aterradora sospecha de Vanya de que los lezzar estaban haciendo algo con los niños, que se habia visto reforzada por el hecho de que el pequeño Matt estuviese vivo. El elfo, parco en palabras y solemne, coincidio con el caballero en que el hecho de no haber recibido noticias de los enanos de Norrdarr y Valgrim (REVISAR!!!) eran muy malas señales, y que, a pesar de que los Zenariel no habian investigado, habian visto alguna señal que podría indicar que los enanos habian hecho uso de sus defensas, puesto que habian visto una crecida muy fuerte, anormal y momentanea de varios de los rios que bajaban de las montañas, y los ingenieros enanos eran muy amigos de utilizar ese tipo de mecanismos basados en las propiedades y el peso del agua para mover grandes cantidades de piedra.

Cuando ya se levantaban para abandonar la sala, Saryon se dirigió al chico.
- Matt... tengo un par de dudas... ¿Tu padre te enseño a usar la mirada interior? - Saryon echo una mirada breve a Skald, que sonrio.
- Mmm... sin con eso te refieres a ver los colores de las almas, si. Bueno, el le llamaba asi. Me lo enseño siendo muy pequeño, como un juego. Y ahora me sale con mucha facilidad. Mi padre decia que se fiaba muchisimo mas de mis ojos que de los suyos para eso, que había heredado su talento natural, y que además tenía la mirada de un niño, y que eso me hacía mejor que el.
- Bien, mi suposicion era correcta. Has de saber que tu padre era el mejor en eso cuando estabamos en el monasterio. Aprendio rapido, y sabia interpretar los signos mejor que nadie. Si el decía que eres bueno usandola, seguro que lo eres. Ahora, tengo otra duda. ¿Miraste a los lezzar?
- Si.
- Y... ¿viste algo... distinto, o anormal? Yo observe algunos grupos desde cierta distancia, y me parecio notar algo extraño, aunque no supe identificarlo. Son distintos alos lezzar que conocia, sus colores son muy distintos, pero estoy seguro de que hay algo mas, algo que se escapa a mi vista. Es... como ver la marca de la resaca de las olas en la arena de una playa, aunque no puedas ver la ola, sabes que estuvo alli.
- Si. Si hay algo raro, muy raro, que no habia visto en ningun sitio antes. Yo le llamo el octavo color.
- ¿El octavo color? - Saryon y Skald preguntaron simultaneamente.
- Si. Bueno, yo le llamo asi... no es exactamente un color. Las primeras veces que lo vi fue como... si faltara algo. Despues de evitar tres o cuatro patrullas de lezzars de esos raros y observarlos desde lejos, mis ojos se acostumbraron a verlo. Es como un color que no puedes ver cuando miras normal.
Saryon sonrió con satisfaccion. Si lo que suponía era cierto, estaban ante un gran hallazgo.
- Y... ¿Es igual en todos?
- No. Los lezzar pequeños tienen mucho de ese color, pero poco intenso. Los mas grandes, los que parecen jefes, tienen menos, pero es mucho mas fuerte.
- Bien, bien, bien... - Saryon se mesaba la perilla y el mostallo lentamente, pensativo. - Dime Matt, ¿que tienes pensado hacer a partir de ahora?
- La verdad es que no lo se, esperaba que mi tio me ayudase a decidir cuando regresase de su mision. No lo había pensado mucho.
- Bien, hijo. ¿que te ha enseñado tu padre además de la mirada?
- Se disparar un arco, me defiendo luchando con cualquier arma que pueda manejar, aunque mi padre me enseño mas a defenderme y escapar que a ganar. Además, se lo que tiene que saber un cazador: donde hay que golpear a cualquier animal o humano para acabar con el rapido o para impedir que me persiga, se esconderme y ser silencioso, seguir rastros, sacar la piel y la carne comestible de un animal, y... creo que soy bueno observando.
Saryon seguía pensativo.
- Todas habilidades de las que solemos carcer en La Orden. Creo que vamos a tener que corregir ciertos errores del pasado. Ojalá tu padre estuviese aqui para verlo, no deja de ser ironico... - Saryon hizo una pausa, y sun tono se volvio mas solemne.- Bien, creo que tengo algo que ofrecerte. ¿Quieres entrar en la orden como novicio? Creo que tienes mucho que aportarnos.
- Pero... ¿lo que se hacer sirve para...?
- Hasta ayer no. Quizá... a partir de hoy, si servirá. Hay dos caminos de conocimiento en la orden, el de la espada, que es el de los luchadores, y el de la balanza, que es el de los que aprenden los caminos de los dioses justos. Quizá sea el momento de plantear en la orden la necesidad de crear otra via mas. Una via que nos otorgue la capacidad de conocer a nuestros enemigos lo mejor posible, para saber mejor como vencerlos. Durante demasiado tiempo noe hemos centrado en proteger a los nuestros y en el combate directo, pero un ejercito sin ojos es un mal ejercito. Si los superiores de la orden estan de acuerdo conmigo, y creo que lo estarán, serás el primer novicio de este nuevo camino para los caballeros de la orden de isvar. Y el nuevo camino será el que debió haber seguido tu padre en su momento. - La explicaicon de Saryon, que en principio iba dirigida al niño, en realidad estaba siendo escuchada, no sin cierto asombro, por el resto de comensales con sumo interés. Saryon dirigió su atencion de nuevo hacia Matt.- Entonces, ¿que dices? ¿te uniras a nuestra orden?
El chico miraba atonito al caballero.
- ¡Claro! - Las lagrimas comenzaron a caer por su rostro, esta vez sin contencion.- No se me ocurre mejor forma de... de... Me esforzaré todo lo que pueda, y cuando no pueda más, seguiré esforzándome.
Saryon no pudo menos que sonreir, aunque no sin cierta tristeza, al oir una frase que habia oido a su viejo amigo cientos de veces tantos años atrás.
- Saryon... Hay algo más que te tengo que contar sobre.. la mirada y ese color extraño... Lo vi en alguien mas que en los lezzar. Y... era mas extraño todavia, no acabe de interpretar muy bien lo que significaba. Era... mas...cambiante que en los lezzar, iba y venia. Y a la vez mucho, muchisimo mas intenso. Bueno, y tenia mas cosas raras aun al mirarle, creo que nunca vi a alguien tan extrañisimo... Y le conoces.
Saryon sintio cierta desazon al pensar en los clones que habían infiltrado los lezzar entre ellos.
- ¿Y... quien es ese alguien?
- Mirko. Es Mirko.
Saryon asintió, aun más sonriente. Si ya estaba bastante convencido de lo importante que era lo que habían descubierto, ahora ya tenía la completa seguridad de haber acertado con su intuicion.

Escrito por Cronos el jueves, 30 de diciembre de 2010

Los hijos de Kor.
Observaban el mar, oscuro, neblinoso y revuelto, desde la protección de una zona de juncos a cierta distancia de la orilla de la larga playa a la que solian llamar la Cuna de la Luna. Las naves, una docena, que se acercaban sin dejar de luchar con la dura marejada no eran una buena noticia. Los hombres de Sanazar llevaban tiempo presionando hacia el oeste, lo que les empujaba al mar y les dejaba cada vez menos espacios de caza. En realidad, llevaban años retirándose, subsistiendo y debilitándose día a día. Quizá si hubieran luchado en el primer momento hubieran tenido una oportunidad. Ahora era demasiado tarde para eso. Si esos barcos, que estaban cargados de hombres bien armados, venían a ocupar su territorio, sería su última lucha. Ya era tarde para juntar a los clanes y cogerlos por sorpresa en el desembarco, y luchando en campo abierto la batalla sería una sangría. Los soldados que venían en los barcos tenían armaduras de metal y buenas armas. Aunque les vencieran, la victoria sería inútil. Solo sangrar por sangrar. Los hijos de Kor no hacen eso salvo que no haya opcion. Y si lo tienen que hacer, sangran, pero a la vez anegan el campo de batalla con la sangre de sus enemigos.

- No son de Sanazar. No llevan sus emblemas. Y sus armas no parecen del mismo tipo. No llevan esas lanzas de filo largo.

- Podría ser un engaño, Kazhak. ¿Y si hubiera otro ejercito viniendo por el desierto desde el este?
- Si fuese asi lo sabríamos. Tenemos ojos en todas partes hacia el este. Hace años que el Clan de la Víbora se hizo cargo de esa tarea, y la ha realizado magníficamente. No, no creo que sean de Sanazar.
- ¿Y entonces quienes son? Los emblemas no me resultan familiares.
- A mi si. Creo que pueden ser de la península...
- ¿Aun crees en esas historias? No existen esas tierras, nadie ha logrado localizarlas y nadie conoce el camino a ellas.
- Y sin embargo se lo que se, recuerdo lo que recuerdo, y viví lo que viví. ¿Me acusas de mentir?
- No, no... Sabes que no. Solo de... ¿haber soñado algo cuando eras un joven impresionable?

- No fue un sueño. Les vi, les oi. Iban al norte, muy lejos, a la tierra sin magia, y venían del sur, de una península más allá de un gran abismo. Y recuerdo algunos de sus emblemas. Uno de ellos, al que parecían seguir los demás, llevaba un simbolo muy parecido al que está en las velas de esos barcos. La espada que forma una balanza y los círculos alrededor. Lo recuerdo como si fuera ayer, aunque fue hace quince años. No digo que sean los mismos. Digo que pueden provenir del mismo lugar. Quizá sean del mismo clan, tribu, imperio, o como le llamen ellos a sus clanes.
- Y si tienes razon, ¿que ganamos con eso?
- Quizá no sean enemigos. Quizá sean un aliado inesperado. Quizá nos traigan lo que más necesitamos. Esperanza. Quizá sean enemigos de nuestros enemigos.

- No me fio. Creo que montaré hasta donde estan acampados los nuestros y les informaré para que se preparen para luchar.

- Estoy de acuerdo. Es necesario. Puedes llamar a la Asamblea Sagrada. Yo intentaré averiguar quienes son y que quieren. Intenta que nadie provoque un combate. Si acuden muchos guerreros manteneos a cierta distancia. Me reuniré con el resto cuando sepa más. Di a Kuzbar que represente a los Fauces Sangrientas.
- Así lo haré.
- Parte cuanto antes, Gozark. Me encargaré de recibirlos a la manera tradicional. Esperaré a que te alejes, por si son hostiles.

Khazhak permaneció agazapado, observando la escena, que en realidad le resultaba impresionante. No era comun para uno de los suyos ver un barco del tamaño de los que se acercaban, y mucho menos doce juntos. De tanto en tanto echaba un ojo hacia su montura, que estaba descansando un poco más lejos de la playa, oculta por los mismos juncos que le cubrían a él. Les llevó bastante tiempo acercarse a la zona donde las aguas se volvían más tranquilas, cubiertas por el cabo que estaba al sur de la gran bahia, puesto que el mar estaba muy revuelto y la marea estaba empezando a bajar, lo que alejaba a los barcos de la costa. Cuando los primeros hombres comenzaron a bajar de los botes tomó una de las flechas embreadas ceremoniales, ató el pergamino que tenía preparado a su cola con una tira de cuero, y se concentró para tomar contacto con los espíritus de la naturaleza y de sus ancestros para pedirles su ayuda.

Willowith estaba decidido a ser el primero en poner el pie en tierra. Por fin estaban en el continente. No sabían muy bien donde, probablemente estaban demasiado al norte, pero aquello era tierra firme, con toda seguridad. Por fin. Nunca había odiado tanto los barcos como ahora. En cuanto vio que el agua no le cubriría mas allá de la cintura, saltó del bote y tiró de él hacia la orilla. Del tiempo que llevaba subido a uno de esos odiosos barcos, le pareció que el suelo seguía moviéndose bajo sus pies. La sensación duró poco. De una zona de juncos, bastante apartada de la orilla, partío una luz, similar a una flecha incendiaria, que voló a gran altura hasta caer a tan solo unos metros de donde estaban. Si era una flecha, había sido lanzada por un arco con una fuerza fuera de lo comun, incluso si la flecha no estuviese ardiendo.
- ¡Vamos! ¡Vamos! ¡Vamos! - Estaban en la peor situacion posible. Si alguien les atacaba en ese momento, los barrería sin ningun problema. - ¡Rápido! ¡Tú, vete a ver que es eso y traemelo! - Willowith señaló al punto donde había caido aquella luz, que se había apagado tan pronto había impactado con el suelo.
Uno de los fieles y fieros soldados de sy guardia corrió hasta el lugar y, al poco, le trajo a Willowith dos objetos. Uno, una flecha bastante pesada, decorada con gran profusion de simbolos que le resultaron extraños aunque lejanamente familiares. No parecía haber ardido, ni parecía posible que hubiese volado tanta distancia con un arco que un humano pudiese tensar. El otro era un pergamino sellado, que abrió cuidadosamente. En el había dibujada una gran estrella de cinco puntas. En cada punta, en la cabecera y al pie, escrita en común con letras grandes y gruesas, había una frase.

Estas son las cinco puntas de la Estrella de Kor.

- Todo Hijo de Kor es libre.
- Un Hijo de Kor no asesina ni miente.
- Un Hijo de Kor es dueño de lo que lleve con el.
- Solo hay dos castigos para un Hijo de Kor: El destierro y la muerte. El desterrado deja de ser un hijo de Kor. Sólo si el delito no puede ser reparado, la pena será la muerte.
- Todo Hijo de Kor forma parte de un clan. Todo clan puede llamar, asistir o partir de una Asamblea Sagrada.

Estas son las cinco puntas de la Estrella de Kor.


- Vaya. - Willowith releyó el pergamino varias veces. - No se quienes serán estos Hijos de Kor, pero creo que me caerán bien.

Escrito por Cronos el jueves, 30 de diciembre de 2010

De ratones y gatos.
Las horas mas cálidas del día ya habían pasado, y en el interior de la Taberna de Jack, el calor comenzaba a dejar de invitar a dormir para comenzar a invitar a beber. Hacia solo un rato que incluso Fiona, que parecía tener una especial disposición para dormir cuando el calor más apretaba, había bajado de su habitacion del piso superior y estaba interrogando a Jack con todas las preguntas que se le pasaban por la mente, lo cual no parecía importunar demasiado al viejo tabernero, sino más bien al contrario. La extraña e inteligente niña parecía haber despertado una ternura en Jack que los que lo conocían desde hacía años nunca habían observado en él, y la niña había devuelto esa ternura con un interes inusitado por las innumerables historias que él le contaba, a pesar de que no siempre fuesen demasiado apropiadas para contarselas a una niña de su edad. Tal y como era habitual a esas horas del día, la taberna permanecía sin público y casi en penumbra, puesto que la poca luz que entraba lo hacía a través de la única ventana que había en la sala principal, que además estaba protegida por un cortinaje translúcido de tono oscuro. Allí solamente estaban Jack y Fiona, ella sentada sobre la barra y él por la parte que le correspondía, y Igram, Johan y Vulkar, tratando temas importantes en la mesa más alejada de la puerta, entre la ventana y la puerta a la despensa y las escaleras al piso superior.

Vulkar era uno de sus contactos de confianza, y ya lo había sido antes de Findanar. Era uno de los mas reputados agentes del Rey, hasta el punto de que presumía, siempre en ambientes de confianza plena, de tratar ciertos asuntos de manera directa con él. No es que fuese algo realmente extraordinario, puesto que Ekon Chui'jabari no era un rey endiosado ni apartado de la gente, pero si era algo digno de mención.
En opinion de Igram, Vulkar poseía el carácter perfecto para realizar la labor que tenía encomendada. Era un hombre discreto, astuto y cauto, además de tener amplios conocimientos sobre el carácter y la cultura de la gente de Zalama. Estaba ataviado de la manera más habitual en el, con una larga y amplia chilaba de color claro, casi sin decoración, que le cubría hasta los pies, y en la que las mangas se confundían con el resto de pliegues del atuendo. Cubriendo buena parte de su cabello, corto y de color negro, llevaba uno de los típicos sombreros cilíndricos zalameños, de tono rojizo. Su rostro podía traer a la mente la imagen de un halcón o un águila. De rasgos finos pero marcados, ojos almendrados y negros, piel muy morena, y nariz y mentón pronunciados, llevaba la barba rasurada en las mejillas, aunque larga a partir de la linea de la mandíbula y por debajo del rostro, y formando una trenza a partir de su mentón, que acentuaba aún más los rasgos aguileños de su rostro. Estaba sentado a la derecha Igram, de modo que ambos podían ver la entrada principal de la posada y prácticamente todo el recinto, mientras saboreaban una infusión típica de Zalama, que se bebía caliente, puesto que los lugareños mantenían que tanto la hierba como el consumirla caliente ayudaban a combatir la sensación de calor. "Si calientas tu interior, enfrias el exterior", solían decir los habitantes de la ciudad, muy amigos de refranes y dichos. Por lo que Igram había comprobado en sus carnes, poco adaptadas al calor, el dicho tenía mucho de real. Johan, bastante menos amigo de la cultura popular, y sentado a la izquierda de Igram, bebía una jarra de cerveza fresca, al menos todo lo fresca que podía estar una cerveza a esas horas del día.

Llevaban un buen rato discutiendo sobre el devenir de la guerra y los siguientes pasos que debían dar. Tenían como costumbre tratar esos temas a esas horas del día, puesto que, a causa del calor, la taberna, como las calles, solía estar vacía, lo cual les aportaba la intimidad necesaria sin ausentarse. Habían pasado varios días desde que Igram intentase ejecutar su venganza sobre Sonen, y seguían sin tener noticias sobre el éxito o fracaso de la misión. Además, habían recibido informes de que en la selva las cosas parecían ponerse difíciles. Los soldados de Sanazar habían provocado varios nuevos incendios para aprovechar el final del verano, y, aunque avanzaban despacio y los Zembuu les tendían duras emboscadas cada cierto tiempo, no lograban detener su avance por completo. Cada vez tenían menos tiempo para disponer de un ejército suficiente para enfrentarse a las tropas del Imperio, y seguían teniendo dificultades para conseguir el metal que necesitaban para disponer de armas y armaduras de calidad para los soldados del rey. Jack, que seguía atendiendo a una Fiona fascinada con sus historias, prestaba atencion con un oido a lo que sus compañeros hablaban mientras dedicaba el otro a la niña.

El silencio se hizo en el local durante unos instantes cuando cuatro hombres, que parecían bastante borrachos, entraron por la puerta. No era extraño ver algun que otro grupo de marineros borrachos a cualquier hora del día, lo extraño era verlos en su posada, que estaba alejada del puerto y era bastante discreta desde el exterior. Todos, incluso Fiona, escrutaron por un momento a los recien llegados, que venían parloteando sobre sus hazañas, reales o inventadas, con las mujeres, hasta que uno de ellos se acercó a la barra y se dirigió a Jack.
- ¡Jack, viejo amigo! - Al marinero, entrado en años, de piel curtida y con la barba grisacea impregnada de algun licor pegajoso bajo los labios y a su alrededor, le costaba articular las palabras.- Cambia esa cara, hombre... ¿O ya no reconoces a un viejo marinero del Señor de las Tormentas? ¿Me serviras algo de tu licor especial, no?
Jack sonrió al marinero borracho mientras hacía un leve y discreto asentimiento de aprobación a los que estaban en la mesa.
- Por supuesto, viejo bribón, os pondre unas jarras para los cuatro. - Jack sonrió amablemente mientras miraba a los tres hombres que le acompañaban. Aunque tambien parecían marineros por lo curtido de su piel y de sus manos, sus rasgos y su atuendo eran más propios de gente de Zalama que de las Islas o de Sanazar. - ¿Aun no te has decidio a retirarte? ¿O es que quieres morir aferrado a lo mas alto de un mastil?
- ¿Por que crees que he venido a tu posada? ¡Hoy llegué de mi último viaje, lo estoy celebrando con estos compañeros, como debe ser! - El viejo marinero borracho, a quien Jack había reconocido aunque no lograba recordar su nombre, habló ahora con voz baja, como si quisiera susurrar, pero sin conseguirlo por completo.- No te preocupes por nada, son buena gente... Este ultimo viaje fue muy rentable, asi que podré establecerme aqui y buscar un trabajo en tierra que pueda llevar a cabo. Uno de los chicos de Eidon me dijo que te habías establecido aqui cuando ellos se fueron, y pensé que estaba obligado a pasarme a dejarte algo de mi bien ganado dinero... Por los viejos tiempos, ya sabes... Siempre te portaste como un padre con todos...
En este tiempo, Jack había llenado hasta rebosar cuatro jarras de uno de sus exquisitos licores, de los que él mismo preparaba.

- Se agradece tu esfuerzo, viejo amigo. Las cosas no me van mal, pero tampoco bien del todo, ya sabes. - Jack salio de detrás de la barra, siempre observado por Fiona, que seguía observando la escena en silencio aunque con curiosidad, y tomó las cuatro jarras. - Venga, os las serviré en la mesa. ¡A tu salud, y que la fortuna te sonria en tierra tanto como te sonrió en el mar!

Al poco tiempo, el local había recuperado cierta normalidad. Los cuatro marineros parecían enfrascados en un interminable intercambio de fanfarronadas amorosas mientras bebían profusamente, Jack y Fiona seguían charlando de no se sabe bien que, y los otres tres seguían departiendo, aunque ahora lo hacían en voz mucho más baja, y procurando no hablar explícitamente de nada que no debiera ser escuchado.
El viejo marinero se levantó y se dirigió hasta la puerta despues de balbucear algo sobre hacer sitio para lo que le quedaba por beber esa noche, pero no consiguió llegar hasta la puerta. A medio camino, comenzó a vomitar como si tuviese una ballena resoplando en su interior, haciendo un ruido espantoso, como sintiese un dolor insoportable, y rodó por el suelo. El vómito parecía sangre.
La escena hizo reaccionar a Vulkar como un resorte. Empujó con fuerza a Igram, lo cual hizo que ambos rodasen al suelo en direcciones opuestas, y, de paso, hizo dar un respingo a Johan, que inclinó su silla hacia atrás y se pegó a la pared inmediatamente, lo que seguramente le salvó la vida. A pocos centímetros de su nariz pasó un dardo que, sin duda, iba dirigido a donde unos instantes antes estaba su rostro. En la pared, detrás de donde se encontraban Igram y Vulkar se clavaron otros dos. Jack rodeó a Fiona con sus brazos, protegiéndola con el cuerpo y la bajó al suelo, tras la barra. Durante el rápido movimiento notó una picazón en la parte posterior de su brazo derecho, que en poco tiempo se había convertido en un adormecimiento de la zona. Sin duda, uno de esos dardos le había alcanzado.
En unos segundos la situación se precipitó. Johan se puso en pie lanzando un alarido de furia que atrajo la atención de los falsos marineros, que, al ver que su plan había fracasado se abalanzaron hacia la puerta con la intencion de huir de alli inmediatamente. El contramaestre aprovechó el impulso necesario para levantarse para lanzar su jarra de cerveza hacia la mesa desde la que les habían atacado. La jarra se destrozó contra la pared, reventando con el impacto y haciendo caer buena parte de su contenido sobre las cabezas de sus agresores. Igram, tras rodar sobre si mismo con una agilidad inimaginable a simple vista, lanzó dos dagas sobre el que más alejado estaba de la puerta. Una de ellas se clavó en un lateral de la mesa. La otra, en el cuello de su objetivo, que cayó al suelo intentando tapar la herida con sus manos mientras intentaba respirar. Uno de los asesinos había cruzado ya la puerta cuando Vulkar dio una voltereta hacia delante y, tras sacar dos dagas curvas de algun lugar en el interior de su túnica, las clavó en la espalda del que aun intentaba salir, a la altura de los riñones. Johan salió por delante de él, saltando por encima del marinero moribundo, con el sable desenvainado, y persiguiendo al que había logrado cruzar la puerta. Vulkar echó una mirada breve a Jack, que había caído inconsciente tras la barra, y, tras dibujar en su rostro un gesto de fatalidad, salió en pos del enemigo huido.
Igram se puso en pie y, tras asegurarse de que los enemigos heridos no estaban en condiciones de seguir luchando, pasó a detrás de la barra. Fiona estaba en el suelo, sentada junto a Jack y abrazada a sus propias rodillas mientras sollozaba. A Jack le había alcanzado un dardo en el brazo mientras la protegía. Tomó el dardo e intentó averiguar que clase de veneno contenía. El dardo se había clavado profundamente en el antebrazo de su ammigo. Si el veneno era potente, Jack ya estaba perdido. Fiona comenzó a mirar alternativamente a Jack y a Igram. Sus ojos estaban enrojecidos, y sus sollozos eran cada vez mas profundos y descarnados.
- No... -Fiona miraba a Igram como si pudiera ver en su cara lo que parecía evidente.- Jack no... él es bueno, no puede...
Igram no pudo sostener la mirada de la niña, puesto que el llanto estaba llegando a sus ojos a toda velocidad, cosa que hacía muchos años que no le sucedía. El viejo tabernero comenzó a convulsionarse sobre el suelo. Igram sabía que eso era la señal de lo que ya temía. El veneno era mortal, y muy rápido. Demasiado.
- ¡No! - El llanto de Fiona cada vez era mas chillido y menos sollozo. - ¡No!, ¡tú tambien no! ¡No dejaré que te vayas como mama!
La ultima frase sonó extraña en los oidos de Igram. La voz era demasiado profunda, demasiado potente. El rostro de Fiona estaba desencajado, con un rictus entre la furia y el llanto, cada vez mas exagerado, rondando en cierto modo lo grotesco. La niña agarró la parte del brazo de Jack que estaba herida, y sin dejar de sollozar, apretó con todas sus fuerzas. Entonces, sus manos y su rostro comenzaron a cambiar. Como si siempre hubiesen estado alli, unas lineas tenues y oscuras comenzaron a emitir una luminosidad extraña, como si la propia luz fuese de color negro. Las lineas formaban dibujos extraños, como tatuajes de motivos naturales que, aunque le resultaban levemente familiares, Igram no podía identificar.
- ¡No! - La voz de la niña resultaba ahora casi irreconocible.- ¡No te dejare marchar! ¡No quiero que te vayas! ¡No quiero que te lleven como a ella!
La luz oscura que emitian los extraños tatuajes que parecían estar sobre todo el cuerpo de la niña se fue acumulando en sus manos, y, a traves de ellas, fue entrando en el cuerpo de Jack, como si fuese recorriendo sus venas. Igram observó lo que sucedía como en extasis, sin atreverse a intervenir. Esa luz se extendio por todo el brazo de Jack, formando lineas oscuras y a la vez luminosas por sus venas, y se fue extendiendo por todo su cuerpo para, finalmente, apagarse. Cuando la luz cesó, la niña se quedó tumbada al lado de Jack, dormida o inconsciente, pero respirando. Igram los contempló a ambos sin atreverse a acercarse a comprobar la suerte de su viejo amigo.
- Es una lastima. Nunca pudimos hacer nada por el. - La voz de Vulkar llegó desde la puerta.- Es veneno zembuu, mortal de necesidad.
A pesar de las palabras de Vulkar, Igram se acercó a tomar el pulso de su amigo. Su corazón aun latía.
- No está muerto.
-¿Como...? ¡Es imposible!
- Parece que nuestra pequeña Fiona guarda muchos secretos que nos costará descubrir. Mira... - Igram tomó a la niña del suelo en brazos y la colocó suavemente sobre la barra. Su rostro parecía ahora relajado, en paz, y respiraba profundamente, como si durmiera.- Mira estas lineas en su piel. Antes no estaban. Se iluminaron, y la luz entró en Jack. Creo que eso lo salvó.
- Zembuu... -Vulkar miraba maravillado los brazos y el rostro de la niña.- Son... tatuajes rituales. Tienen que ver con los espiritus de la jungla a los que adoran...
- ¿Quien nos atacó? ¿Y que querrían? - Igram señaló a los cadáveres.
- Son de alguna secta de asesinos, eso seguro. Averiguaré para quien trabajaban, es cuestión de tiempo. Sin duda se ganaron la confianza de este viejo marinero para llegar a vosotros.
- Mmm... has dicho que el veneno era de los Zembuu. ¿Tendrán algo que ver en esto?
- Imposible. Han tenido que obtenerlo de forma violenta, si no jamás hubiera llegado a sus manos. Ellos lo consideran un regalo de sus dioses, y tienen prohibido usarlo contra otros seres humanos. Dicen que es para cazar, no para matar.
- Mala suerte... - Johan entró por la puerta, casi sin respiracion. - Lo acorralé aqui cerca, pero guardaba un dardo para sí mismo. Está en un charco de babas a varias calles de aqui.
- Da lo mismo, nunca le hubieras sacado nada. Eran asesinos de una secta. O tienen exito o mueren. - Vulkar miro de nuevo a Jack, que ahora parecía dormir plácidamente.- Y no maldigas a la suerte, bastante ha tenido Jack.
Como si el viejo tabernero hubiese oido sus palabras, se revolvió lentamente sobre si mismo y abrió los ojos.
- Fiona... - su voz era un susurro - ¿Estas bien?
La niña estaba recostada en la barra, en posicion fetal, mirando a los ojos de su amigo y sonriendo como si nunca se hubiese sentido tan alegre.
- Ahora si. - El sonido de su voz les sonó a todos a sonrisa.