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Escrito por Cronos el lunes, 31 de mayo de 2010

Planes en la oscuridad.
La cueva estaba situada en la parte alta de un escarpado acantilado, en una de las bahías al sur de la malhadada Vallefértil. La tierra parecía acabar repentinamente cayendo a pique sobre un lecho de rocas golpeadas una y otra vez por las olas, pero en uno de los tramos el acantilado era menos abrupto y se podía acceder con facilidad a una pequeña cueva. Era una oquedad natural en la roca que no tenía más de veinte o treinta pasos de profundidad y no más de diez de anchura, pero que cuando el tiempo no era demasiado malo, podía servir de refugio. Saryon la recordaba porque algunos de sus hombres, animados por él mismo, habían erigido en ella un pequeño altar en honor a la diosa benigna del mar, Ondwe, a quien hacían ofrendas los pescadores que habitaban la zona, así como la mayoría de los marineros y muchos comerciantes. Él mismo había acudido al altar en múltiples ocasiones a rezar, pues su familia era gente de mar, y era dueño de una de las mayores flotas de mercantes de Isvar, heredada de su padre hacía ya muchos años.

Pretendían deshacerse de la carga que pesaba sobre ellos, la pesada carga de saber que muchos inocentes habían sido asesinados y devorados por un enemigo que parecía invisible, pues no sabían por dónde habían llegado ni a dónde habían ido. Pero parecía que los seres que habían perpetrado la matanza se habían asegurado de que nadie pudiese encontrar refugio ante la pesadilla, pues en el suelo de la cueva yacían restos de huesos humanos entre los jirones de las ropas que habían llevado puestas. Era imposible determinar cuántos habían caído allí, puesto que la mayor parte de los huesos habían sido destrozados hasta ser reducidos a astillas, sin duda para devorar hasta la última pizca de carne comestible de sus enemigos. La pequeña estatua de la diosa también había sido destrozada, y en el hueco dispuesto en la pared de piedra para ella habían tallado toscamente una burda estrella de tres puntas.
-Lo han hecho en todos los templos. –Vanya señalaba al misterioso símbolo.- Destrozaron las imágenes y las estatuas de nuestros dioses y las sustituyeron por esas grotescas marcas. Es como si tuviesen algún tipo de motivo religioso.
-O algún dios que les une.-Maray parecía sobrecogida.-Cuanto más sé sobre los que nos amenazan, más me doy cuenta de los sacrificios que necesitaremos hacer para vencerles.
-Si es que somos capaces de vencerles de alguna manera.-La voz de Saryon resonó en la cueva como un mal presagio.
Recogieron los restos en silencio, exploraron los alrededores para asegurarse de que no quedaba ninguno de aquellos lezzars cerca y, tras enterrar los restos en el prado que rodeaba el acantilado, rezaron unas oraciones por que sus almas alcanzasen su destino final. Después, prepararon una pequeña hoguera en el interior de la cueva y cenaron, ahora ya algo más sosegados. Tras la frugal cena, Vanya comenzó a relatarles lo sucedido cuando exploraba las ruinas del asentamiento de los lagartos.
-…hasta ahí todo parecía normal, pero la sala que descubrí en el pasillo contenía información muy importante. En ella había una especie de… no sé muy bien cómo describirlo, pero recordaba a las crisálidas de algunas mariposas. Eran como bolsas, del tamaño de un hombre, y rellenas de un liquido pardo… o verdoso, y que emitía una luz tenue. Dentro de ellas se movían figuras, sin duda con aspecto humanoide. Creo que esos seres estaban… transformándose, algunos parecían lezzar por completo, mientras que otros habían perdido sus escamas, y tenían aspecto más humano. Había uno en particular que estaba más avanzado, se movía, y sus rasgos eran prácticamente humanos. Me resultaron muy familiares, a pesar de que carecía casi por completo de pelo. Lo miré más de cerca, y entonces todo se hizo claro.
-¿Quién era?- Saryon miraba interesado a Vanya.
-Tú.
Por un momento solamente se escuchó en la cueva el sonido del mar golpeando contra las rocas.
-¿Yo?... y… ¿Qué hiciste?
-Dudé por un momento, pues no sabía si quien estaba allí eras tú o no, pero finalmente decidí que no podías ser tú. Maté a aquella criatura, y su sangre era verde y espesa, más parecida a la de uno de esos lagartos que a la de un hombre. Entonces oí que llegaban más lezzars, y decidí que mi presencia allí no era bien recibida, así que me escapé. Tras ello me dirigí hacia aquí y… bueno, el resto ya lo sabéis.
-Son noticias terribles, Vanya.
-Lo sé. Están haciendo… copias mágicas de algunos de nosotros. Pretenden confundirnos y conseguir información. ¿Recuerdas quién te dijo que el camino por el río hacia Arbórea era el más seguro?
-Sí, claro, fue el senador Makhram Naft, en una carta. Tendré que tener un intercambio de opiniones con él. Necesitamos saber si la sangre de las copias permanece verde al final del proceso, y… digamos que Makhram es muy sospechoso de haber sido sustituido. Si no me equivoco estará en Fortaleza. Y allí es a donde pretendía dirigirme ahora. Podremos hacerle algunas preguntas.
-Si las copias tienen la sangre verde tendremos una manera de saber en quien podemos confiar. ¿Y después? – Maray había estado en silencio hasta ese momento.
-Tendré que hacer entender al Senado que estamos en guerra antes de que haya más matanzas como la de Vallefértil. Pero quizá el enemigo me haya dado la mejor de las armas para ello. Ahora entiendo muchas cosas, y he de actuar de manera rápida y contundente, o quizá nunca seamos capaces de parar a La Horda. Me gustaría hablar con Clover. Hay algunos puntos que ya tengo claros, y creo que sé por qué Clover me pidió lo que me pidió…
-¿A qué te refieres?-Ahora era Vanya la que no lograba entender lo que se escondía tras las palabras de Saryon.
-Varias cosas. Información importante. Viajan por el submundo, ahora ya es evidente, y creo que éstos son los mismos lagartos que estaban en el norte de Arbórea.
-¿Por qué lo dices?- Vanya parecía sorprendida.
-Hace tiempo que están cambiando, se han vuelto organizados. Eso lo dijiste tú en Arbórea. ¿No te parece significativo?
-Sí, tienes razón.
-Eso me hace creer que hay alguien detrás. Creo que es fácil relacionar la desaparición de los lezzars de Arbórea con la aparición de éstos. Además, esta horda, o lo que sea, sólo puede provenir de esa zona, o del mar. Si viniesen del mar habríamos visto barcos, o los tritones de Clover nos habrían avisado si viajaban bajo la superficie. Tienen que venir de allí, y tienen que ser ellos. Pero también tiene que haber un motivo para que repentinamente estos seres se hayan vuelto inteligentes, fuertes y voraces. Vienen a comer.
-Otra vez alguien que guía y manipula.
-Sí, y Clover me avisó en su carta de que esto es incluso más grande de lo que parece. Empiezo a ver algo más allá, y empiezo a entender el porqué de algunas cosas. Creo que los lagartos son sólo una herramienta, y no la verdadera amenaza. Por eso Clover mandó a Willowith y al ejército lejos.
-¿Por qué? Deberíamos defendernos de ellos, deberíamos defender a la gente.-Vanya parecía indignada.
-Porque la manera de vencerles no es luchando contra ellos. Si la amenaza es mayor, los lezzars han sido enviados para desgastarnos y habrá algo después. Son un simple sacrificio, algo que nos envían para confundirnos y asustarnos, pero no el enemigo real. Si nos enfrentásemos con ellos y nos derrotasen, o incluso si los derrotásemos a ellos, el ejército quedaría muy dañado, y no podría enfrentarse a un nuevo enemigo.
-Y eso es lo que pretende el enemigo. Pero la solución no puede depender de la muerte de miles de inocentes.-Maray parecía consternada.
-Todo depende del verdadero tamaño de la amenaza, cosa que desconozco. Pero me fío del criterio de Clover. Jamás me ha fallado. Quizá nuestra derrota conllevase derrotas más graves, o quizá la siguiente amenaza sea incluso mayor que la de morir para ser alimento de los lezzars. Pero lo que ya tengo claro es cómo vencerles. Ahora ya sé por qué Clover me pidió todo lo que me pidió. Y tenemos que actuar rápido.
-¿Y cómo les venceremos sin el ejército?
-Tenemos que matarles de hambre.
De nuevo, el sonido de las olas en su eterno y laborioso trabajo contra la roca fue lo único que sonó en la cueva.

Escrito por Cronos el miércoles, 26 de mayo de 2010

En el centro de la tormenta.
Habían perdido toda pista del barco al que perseguían durante la noche. En cuanto había comenzado a oscurecer habían dejado de verlo. El Intrépido continuaba subiendo y bajando enormes crestas provocadas por el oleaje. Sabía que estaban acercándose al barco, porque incluso Nird pudo verlo sin problemas hasta poco antes de que anocheciese, pero había sido imposible darle alcance antes de perderlo completamente de vista en la penumbra.
Por la mañana, el contramaestre despertó a Benybeck en cuanto comenzó a clarear para que volviera al puesto de vigía. Cuando el miuven llegó arriba y se acomodó en la cofa, con el sueño aún pegado a los ojos, vio en la distancia una imagen sorprendente. Parecía como si, por delante de ellos, a bastante distancia, la tormenta se terminase. Simplemente, a partir de un punto, no había tormenta. Pero lo que hizo que el miuven se limpiase el agua que le caía sobre los ojos para asegurarse de que estaba viendo lo que estaba viendo fue que no había un barco, sino dos, en la dirección en la que avanzaban. Ambos barcos estaban inmóviles, uno junto al otro, como si los hubiesen atado al fondo y entre sí. Nird llegó arriba en ese momento.
-Oye Nird... tengo dos preguntas.
-¿Eh? Ah... sí, dime.-Nird se acabó de acomodar en la cofa y sin prestarle mucha atención al inmenso océano que les rodeaba comenzó a roer una manzana con avidez.
-Oye... ¿es normal que las tormentas se acaben así de repente?
-Mmm será el centro... en el centro de las tormentas hay una zona de calma.-Nird bostezó y le dio otro mordisco a la manzana- El efecto es bastante extraño... siempre me ha gus...
-¿Y que los barcos se multipliquen?
-¿Qué?
-Sí, mira, ahora hay dos barcos en lugar de uno. Y están quietos.
-¿Qué?
Nird se limpió los ojos y miró hacia donde le señalaba el miuven. Inmediatamente se puso en pie y comenzó a gritar. Con la excitación se le resbaló la manzana de la mano y cayó a cubierta, lo que le valió varios improperios de los marineros que trabajaban por allí cerca.
-¡Capitán! ¡Capitán! ¡Barco a la vista señor!
El capitán estaba subiendo al castillo de popa en esos momentos. Su voz resonó por encima de la cubierta.
-¿Es el de ayer, Nird?
-¡Señor, son dos!... ¡y parecen abordados!
-¿Identificas alguno?
-Señor, juraría que uno de ellos es El Ermitaño, y el otro parece de factura imperial.

El capitán dio media vuelta y se dirigió al palo mayor. Los tripulantes le abrieron paso inmediatamente y permanecieron alerta, pues sabían que era probable que hubiera que trabajar duro pronto, para hacer alguna maniobra. A pesar de la dificultad de la escalada en medio de esa tormenta, el capitán llegó en poco tiempo junto a Nird y Benybeck, y comenzó a otear hacia el punto donde estaban ambos barcos.
-Benybeck, ¿ves movimiento?
-¿Movimiento?
-Sí, gente moviéndose en los barcos.
-Mmm, no me había fijado en ese detalle, pero no. No hay absolutamente nadie en ninguno de los dos barcos. ¿Es importante?
-Mucho, Beny. Mucho.-El capitán se incorporó y gritó hacia cubierta.- ¡Timonel! ¡Diez grados a estribor! ¡Johan!-El contramaestre giró su cabeza hacia arriba inmediatamente.- ¡Despliega más vela, vamos a entrar en el centro y necesitamos algo de velocidad!
El contramaestre comenzó a dar gritos para que los marineros se pusieran en marcha. Eidon miraba continuamente hacia los barcos inmóviles. Nada parecía cambiar.
-Vaya, capitán.-El miuven miraba hacia los barcos abordados despreocupadamente.-No hay nadie. Seguro que no. ¿Qué les pudo suceder? Parece extraño, ¿no?
-Lo es, Beny. Estoy muy preocupado por la suerte de Jacob y de sus hombres. Es posible que les atraparan y que dejasen los barcos ahí por falta de marineros. Esos galeones del imperio son muy difíciles de manejar, y necesitan muchos hombres. Pero ese barco no es un galeón. Es mucho más pequeño y tiene un diseño extraño. Fíjate en ese hueco que tiene de la bodega hasta el puente. Y con este tiempo me niego a creer que un galeón pudiese atrapar a Jacob.
-Sí que es raro, señor. Nunca había visto ninguno así.-Fue Nird el que contestó. Ahora miraba concentrado a los dos barcos.
-Sabremos más pronto.-El barco había aumentado su velocidad bastante, y ahora el viento y la lluvia parecían golpear con mayor fuerza. El capitán miraba una y otra vez los mástiles del barco, preocupado por los crujidos que se oían.-No tardaremos en alcanzarles. Necesito que os quedéis aquí y tengáis los ojos bien abiertos. Avisadme de cualquier cosa extraña que veáis.
-Eidon....-El capitán estaba comenzando a bajar por el mástil.-Hay algo más... ahora que estamos más cerca lo puedo ver mejor.
-¿Qué es lo que ves, Beny?-El capitán se detuvo en su bajada y miró hacia los barcos de nuevo.
-Son... cosas.-El miuven mantenía la vista clavada en los barcos y se quitaba los mechones de pelo empapado que el viento le empujaba hacia los ojos.- No sé lo que son, no lo acabo de identificar, pero parece que están esparcidas por la cubierta de los dos barcos.
-Cuando lo sepas, grítalo, o que lo haga Nird. Cuando entremos en el centro el tiempo será mucho mejor, y entraremos muy pronto.
Y la verdad es que era así. Antes de que el capitán llegase al castillo de popa, como por arte de magia, el viento se redujo y dejó de llover. Poco tiempo después lucía el sol. Ahora el miuven pudo ver lo que había en la cubierta, y no le gustó demasiado.
-Nird. Ya sé lo que son.
-¿Y qué son?-Nird tenia puesta su mano sobre los ojos para que el sol no le molestara, pero no era capaz de distinguir aún prácticamente nada de las cubiertas de ambos barcos.
-Muertos.
Nird miró al miuven y se puso pálido, como si fuese a vomitar la media manzana que había desayunado.
-Mue... mue... ¿Qué rayos significa mue...?
-Muertos, Nird.- El miuven parecía serio pero no preocupado.-De hace tiempo. Esqueletos, diría yo... muchos tienen las armaduras puestas. Y algunos hasta llevan armas en las manos.
-Yo...-Nird hizo ademán de ir a gritar algo a cubierta, pero lo pensó mejor- ¿Por qué no bajas y se lo cuentas al capitán? Si grito lo que me acabas de decir la mitad de los marineros se morirán de miedo.
-¿Como tú?-El miuven sonreía pícaro mientras se agarraba al palo para bajar.
-Sí, como yo.-Nird no parecía nada ofendido.
El miuven se deslizó ágilmente por el mástil y fue corriendo hasta el castillo. En cuanto le vio llegar, el capitán se dirigió inmediatamente hacia él.
-¿Qué ocurre?
-Eidon... hay... algo extraño. Y no me lo explico mucho, la verdad.
-Vamos, di lo que sea.- La voz de Kurt, que junto con Ika se había acercado al miuven también, resonó en todo el castillo de popa.
-Muertos. De hace tiempo. Parecen esqueletos o algo así. Algunos hasta llevan armaduras y armas...-Todos permanecían en silencio, lo que animó a Benybeck a seguir hablando alegremente.- Pero no os preocupéis, no creo que sean peligrosos, yo los he visto iguales pero que se movían... y no creáis, tenían muy mala intención, un día uno casi me corta varias trenzas pero...
-¿Muertos? ¿Esqueletos?-La voz del capitán parecía mezcla de incredulidad y tensión.
-Ni más ni menos, Eidon... mondos y lirondos, añadiría.
-No... No puede ser. Es completamente imposible. A no ser que sea cosa de magia.
-¿Y si fuese una enfermedad, señor?-Ika habló con su extraña voz neutra y queda.-Hemos visto casos así antes.
-Pero una enfermedad no deja a todos sin carne. Tendría que haber pasado muchísimo tiempo para que sólo quedasen los esqueletos. Estamos demasiado lejos de ninguna costa como para que llegasen pájaros. No. Algo extraño pasa. Nos acercaremos, pero no demasiado, a ver si podemos averiguar algo. Intentaremos no perder velocidad.
El barco se deslizaba rápido y silencioso hacia las dos naves que flotaban plácidamente en el centro de la tormenta. El Intrépido estaba en silencio, pues el rumor primero y la horrible visión después hicieron que toda la tripulación se mantuviese inmóvil, hablando en susurros. Pronto todos comprobaron lo que el miuven había dicho. Las dos naves estaban cubiertas de cadáveres. Algunos parecían marineros al servicio del imperio. A los otros los pudieron reconocer por vestir los ropajes que habitualmente llevaban los marineros de El Ermitaño. Pronto estuvieron a menos de cien metros de distancia. Algunos marineros reconocían los cadáveres de amigos por sus ropas y se lo hacían saber a sus compañeros más cercanos en susurros, como si el mentar su muerte en voz alta pudiese traer el mismo destino para ellos. El silencio podría cortarse con una espada, exceptuando el sonido de las olas al golpear el casco de los barcos y el del viento al pasar por entre los cordajes, cuando la aguda voz de Nird resonó sobre la cubierta.
-¡Algo en el agua! ¡Hay algo en el agua!-El grito de Nird parecía apremiante.
Muchos fueron los que se asomaron por la borda para comprobar como una gran mancha oscura, claramente visible gracias a la luz del sol, se acercaba al barco bajo el agua, rodeada por infinidad de manchas más pequeñas. Parte de esa nube de manchas menores estaba rodeando ya el barco. Entonces el grito aterrador de uno de los marineros sonó en toda la cubierta. El hombre había caído hacia atrás, con sus manos intentando sacarse algo de la cara, gritando horriblemente. Varios gritos más siguieron al primero, y entonces se oyó la apremiante voz del capitán sobre toda la cubierta.
-¡Apartaos de la borda! ¡Rápido!-Como activados por un resorte, acostumbrados a las órdenes del capitán, los marineros las cumplieron inmediatamente.- ¡Preparaos para defenderos, sacad las armas! ¡Quiero a dos cuadrillas en los mástiles listas para desplegar más velamen a mi orden! ¡Vamos! ¡Vamos!
De pronto, todo fue movimiento en la cubierta. La mayor parte de los hombres estaban armados o lo estuvieron raudamente, y los que no, corrieron a los mástiles, prestos para cumplir las órdenes de su capitán. Una infinidad de extraños seres, similares a pulpos aunque de un tamaño mucho mayor, casi la mitad de un hombre, y cubiertos por una capa de pequeñas escamas recubiertas por una sustancia oscura y viscosa, comenzó a pasar por la borda del barco y a abalanzarse sobre los asustados marineros, que evitaban como podían a las extrañas criaturas. Aquellos seres se movían rápido y buscaban ansiosamente el contacto con la carne de sus rivales. Los marineros se defendían bravamente y pronto comenzaron a amontonarse los cadáveres de aquellos seres junto a la borda. Lo que más aterrorizaba a los marineros era el efecto que producían en aquellos a los que lograban tocar. Cuando retiraban sus tentáculos, lo que quedaba debajo de ellos era hueso descarnado. Y aquellos que recibían su contacto, aunque fuese de manera ligera, al poco tiempo caían al suelo, inmovilizados y entre estertores para enfrentarse a una horrible muerte.
Sobre el castillo de popa las cosas estaban bastante controladas. Había varios marineros intentando mantener a raya a las criaturas, y tanto el Capitán como Kurt e Ika eran hábiles luchadores. Muchas porciones de tentáculos aún retorciéndose yacían sobre el puente, pues Kurt había reventado a muchos con su hacha. Ika se mantenía detrás del capitán, disparando certeramente flecha tras flecha a los que intentaban pasar de la barandilla. El capitán también se movía de manera ágil, ayudando a sus hombres y defendiéndose él mismo con gran habilidad. El miuven procuró no quedarse al alcance de ninguno de los seres, empeño en el que las flechas de Ika le ayudaron tanto como su propia agilidad.
-¡Señor! ¡Señor! –La voz de Nird resonó sobre la cubierta del Intrépido.- ¡El grande! ¡Va a chocar contra la popa! ¡Está saliendo!
-¡El arbalesto!-El capitán dio la orden sin que pasara un solo segundo, y Kurt e Ika respondieron con la misma presteza.
Kurt mató de dos golpes rápidos a dos de esos extraños pulpos que se interponían en su camino hacia la enorme ballesta de madera con la que aseguraban los arpones de abordajes o lanzaban flechas incendiarias durante las batallas navales. Ika acabó con tres más que se asomaron en las cercanías del arma y comenzó a cargarla. El resto de marineros se situó para defender la posición. El capitán echó un vistazo rápido. El ser era descomunal, del tamaño de una ballena mediana, y parecía muy similar en su forma, que no en su tamaño, a los pulpos más pequeños. Tenía más tentáculos, y en proporción eran más largos. De la superficie del agua emergía parte de su enorme cabeza, y en medio, un enorme ojo de color negro como la noche. Parecía como si el enorme ser quisiese ver lo que ocurría fuera del agua. De vez en cuando los enormes tentáculos, lo suficientemente largos como para que el ser pudiese atacar con ellos la cubierta del barco, asomaban por encima de la superficie. Agarrados a ellos había gran cantidad de los pulpos pequeños. Parecía que no sólo iba a utilizar los tentáculos para luchar con ellos, sino que además le servirían como transporte a sus soldados.
-¡Ahí viene!, ¡y viene rápido! ¡Es muy grande... podría hacer daño al casco si no lo detenemos!- Nird era un espectador privilegiado.
-Tendremos que levantar el arbalesto o no le daremos. Se acerca demasiado rápido.
Kurt tiró su gran hacha al suelo y con sus manos comenzó a hacer fuerza para levantarlo. Ika ya había terminado de cargarlo y ahora estaba situada tras el arma, con su mano en el tirador que lo disparaba. En contra de lo que podía parecer, Kurt demostró una descomunal fuerza al levantar la enorme ballesta, haciendo palanca sobre el apoyo de ésta en la borda, y tras colocarla sobre su hombro, agachado, comenzó a levantarla aún más con la fuerza de sus piernas. Pronto, el arma apuntaba ya hacia abajo.
-Kurt, necesito que la levantes un poco más. Sólo un poco. Eso es. Ahora muévela hacia la derecha. Un poco más. Vamos. Sólo voy a poder disparar una vez, así que es mejor que no fallemos. –Kurt resoplaba con el esfuerzo. Eidon luchaba codo con codo junto a los marineros para mantener a las criaturas a raya. Benybeck intentaba ayudar a Kurt como buenamente podía, pero no parecía que su ayuda fuese demasiado efectiva.
-Ya casi está Kurt, vamos, un poco más.-Ika parecía confiar plenamente en la fuerza del enano, que estaba colorado y resoplaba cada vez más.- Un poco más... un poco más...
-No estalles Kurt, por favor, que estoy a tu lado.-Kurt gruñó al miuven por su broma, pero no desfalleció.
Todos los marineros que permanecían vivos escucharon el sonido vibrante de la recia soga y de la madera al impulsar el enorme proyectil. También pudieron oír el silbido del arpón al surcar el aire, e igual de nítido oyeron el sonido agudo y chirriante que siguió al impacto. El arpón golpeó al lado del gran ojo, justo en la zona en la que comenzaban las escamas, y se clavó prácticamente entero en la blanda carne de aquel ser. El agua comenzó a teñirse de un color negruzco, y en poco tiempo aquella enorme criatura perdió mucha velocidad. Un intenso olor como a pescado podrido llenó el aire.
-¡Le ha dado! ¡Le ha dado!-De nuevo la voz aguda de Nird, aunque ahora ya bastante ronca por el exceso de uso-¡Está sangrando! ¡Se hunde! ¡Se está hundiendo!
Tan rápidamente como había comenzado, la pesadilla terminó. Como títeres a los que les cortan las cuerdas, la inmensa mayoría de aquellos seres dejaron de atacar. Se movían confundidos, emitiendo débiles y extraños chillidos lastimeros mientras intentaban abandonar el barco. Los marineros acabaron con ellos sin piedad y rápidamente.
El capitán dio órdenes para largar vela y salir de allí cuanto antes, no sin antes encargarse de que se atendiese a los heridos en la medida de lo posible. También se aseguró de que los restos de aquellos seres fuesen enviados al mar con sumo cuidado, evitando tocarlos para que su veneno no dañase a nadie más, y de que se mantuviesen conservados restos de varios en las mejores condiciones.
Habían ganado, pero el precio había sido alto. Diecisiete de sus hombres habían muerto, y diez más estaban envenenados pero aún vivos. De esos diez, varios habían perdido algún miembro para siempre y otro probablemente la vista, pues la sustancia viscosa le había salpicado en los ojos, y parecía que era aquella especie de baba la que contenía el veneno, o eso era lo que opinaba Lamar.
En poco tiempo todo estuvo en orden, los heridos atendidos y los muertos en la bodega mientras se les preparaba para la ceremonia de despedida en alta mar, que por tradición no podía celebrarse hasta el amanecer. Durante esa ceremonia, también rezarían a los dioses del mar para que diesen cobijo a los hombres de Jacob y a los marineros de la nave del imperio, que habían tenido menos suerte que ellos. Ya se habían alejado, y casi habían llegado al otro lado de la tormenta. Tras ellos, quedaban los dos barcos ardiendo, pues en el último momento les habían prendido fuego con flechas incendiarias para que los cuerpos de los marineros descansasen en el fondo del mar.
-Me retiro a mi camarote, amigos.-La voz del capitán parecía débil, casi distante.-Nos dirigiremos a Zalama. Espero que los nuestros aún aguanten allí, al menos por un tiempo. Los demás también acabarán su ruta allí, supongo, la tormenta les obligará. Ellos no portarán malas noticias como nosotros.
Lamar se acercó a él, y con una confianza que Benybeck sólo había visto en sí mismo, le pasó una mano por el hombro.
-¿Estás bien, Eidon?
-Creo que sí. Aunque me duele haber visto el final de El Ermitaño y de toda su tripulación.
-Acabarían en el fondo del mar de la misma manera Eidon… y apenas tenemos hombres para manejar el Intrépido.
-Lo sé, Lamar. Ya había pensado todo eso. Jacob y el Ermitaño seguirán vivos en nuestras memorias, y yacerán en el mar, que es donde él hubiera deseado yacer. No es sólo eso lo que me preocupa.
Lamar miró inquisitivo al capitán.
-Hay algo que sé y que hace que tema por todos nosotros.
-¿Y qué es?
-Esto es obra de ella. De su dios maldito. Por lo que pude observar del diseño del barco imperial, no me extrañaría nada que esos seres fuesen transportados por ellos, como un arma. El barco tenía un doble casco y la bodega estaba abierta, aunque sobre cubierta aún quedaban paneles de madera lo suficientemente grandes como para taparla. Creo que esos seres iban dentro del barco imperial, un barco ligero y bastante rápido. Si están usando más de ésos, hemos perdido el mar. Son demasiado peligrosos.
-Pero ellos también lo han perdido, entonces.-Lamar parecía más preocupado por la debilidad del capitán que por la importancia que tenía lo que estaba diciendo.-Aunque entiendo que eso no nos sirve de demasiado.
- Y por si no fuese suficiente perder a uno de mis mejores amigos, esto me ha traído a la memoria escenas del pasado. -La voz del capitán sonaba cada vez más débil.- Necesito dormir. Por favor, encárgate de que nadie me moleste si no es por algo realmente importante.
-Lo haré, Eidon. Me encargaré de que tengas el más reparador de los sueños.
Benybeck pudo ver como una lágrima caía por la mejilla del capitán mientras entraba en su camarote.

Escrito por Cronos el lunes, 10 de mayo de 2010

Crónica de la pesadilla
Saryon se despertó inquieto. Era mediodía, y el sol iluminaba el bosque y el pequeño claro con fuerza. Echó un largo vistazo a su alrededor mientras iba recuperando la consciencia por completo, aún amodorrado por el sueño. Las tierras que rodeaban Vallefértil eran de una extraordinaria belleza. Las suaves laderas de las colinas que bordeaban el gran valle estaban cubiertas por pequeños bosques que se alternaban con prados para el ganado, viñedos y granjas. Tanto la parte más alta de las colinas como la cara contraria al valle, donde se encontraban, estaban cubiertas por un anciano bosque de robles, encinas y castaños. En numerosas ocasiones había cabalgado por los alrededores, durante los entrenamientos de los acólitos de La Orden o tan sólo por la simple diversión de cabalgar. Pero estaba claro que algo había cambiado en el lugar. No estaba seguro, pero a pesar de la belleza del paisaje, Saryon notaba algo oscuro en su interior y a su alrededor. No podía saber qué era pero notaba como poco a poco se iba intensificando. Era una sensación siniestra, de tristeza, de pesadumbre. Irwen olisqueaba el aire y piafaba cada poco.
Maray dormía inquieta, moviéndose continuamente y musitando palabras incomprensibles. Saryon permaneció un buen rato observándola. Había algo en esa chica. Además de su belleza, su interior era a la vez misterioso y diáfano. Podía ver claramente la tristeza en su expresión, y sabía que de una manera u otra esa tristeza tenía que ver con él. Pero no tenía ni idea de lo que realmente la causaba. En una de sus vueltas, Maray despertó.
-¿Qué está ocurriendo?- Maray se incorporó y miró alrededor, desperezándose.- Es... horrible.
-Tú también lo notas. Hace rato que me pregunto qué es.
-Es como... creo que está en el aire. El olor.
-Tienes razón.-Saryon aspiró profundamente.-Conozco este olor, aunque hace mucho tiempo que no lo notaba.-Saryon continuó olisqueando, a pesar de lo desagradable del olor.- Y es muy tenue. Es el hedor del campo de batalla. Huele a muerte.
-Dioses.-Maray miró a su alrededor, acongojada.- El viento ha cambiado. Viene de Vallefértil.
Un hondo pesar, ahora mucho más fuerte por saber el motivo que lo causaba se apoderó de los dos.
-Sea lo que sea lo que lo causa espero que no sea tan malo como me estoy imaginando. Parece que Clover tenía razón una vez más.
-¿Clover?
-Sí. Él me avisó de que Vallefértil iba a ser atacada. Me pidió que me llevara a toda la gente que pudiera, y así lo hice. La caravana que te cruzaste ayer era esa gente. El resto de habitantes de Vallefértil se quedó.
-Y está el llanto de Isvar. Estoy segura de que lo notaste. Oh, Dioses... es...
-Deberíamos continuar el camino, si es que me permites que te acompañe.
Maray le miró con gesto extrañamente serio a los ojos. Tardó un poco en contestar, como si estuviese pensándolo.
-Por supuesto que sí.-Casi solemne.- Pero tendrás que andar.-Maray volvió a sonreír.- Si puedo, evito ir a caballo. El camino debe hacerse con los pies de uno. Salvo que las circunstancias exijan otra cosa.
-No tengo problemas en caminar. Irwen estará más descansada si la necesito. Pongámonos en marcha cuanto antes. Preferiría llegar antes de que caiga el sol, y ya es bastante tarde.

El camino era a la vez apacible y duro. Por un lado, Saryon y Maray disfrutaban de la compañía mutua. Ambos estaban acostumbrados a viajar, muchas veces solos, y la compañía era algo que se agradecía y mucho. Conversaban fluidamente, animados por la afinidad que existía entre ambos, pero el peso de la incertidumbre sobre lo ocurrido en Vallefértil volvía una y otra vez. Saryon no podía dejar de sentirse culpable por no haberse quedado, aunque sabía que Clover tenía razón. Luchar cuando no puedes ganar es estúpido, y siempre hay más días para luchar. Pero la posibilidad, o más bien casi la certeza de que toda esa gente ya no vivía le pesaba en el alma como una losa.
-Extraña compañía la que se dirige al infierno. No seréis los primeros en llegar.
Era una voz femenina, claramente élfica, aunque hablaba en común. Provenía de arriba, de algún árbol cercano. A Saryon le resultó familiar.
-Senador Saryon, no debéis ir a ese valle maldito. Nadie debe. Pero tú menos que nadie. Estoy segura de que no volverías jamás de allí.
-¿Quién eres? Muéstrate, aunque sospecho que reconoceré tu rostro en cuanto lo vea.
Una figura esbelta se deslizó al suelo desde un árbol cercano. Era Vanya, o más bien parecía Vanya. Su aspecto era lamentable. Daba la impresión de que hubiese pasado toda la vida en el camino, como una pordiosera o algo por el estilo. Sus ropas y su capa estaban rotas en varios sitios, y su pelo rubio estaba suelto y enredado. Su tez, normalmente clara, lo estaba más todavía, hasta la extrema palidez, y su mirada, normalmente dura e inflexible, parecía ahora perdida. Alrededor de sus ojos y en sus mejillas estaban las marcas inconfundibles del llanto.
-No queda nadie Saryon... nadie.-Vanya se echó a llorar.-Ni un alma. Ni un animal. Nada. Sólo podredumbre y muerte en las calles. ¿Quién puede odiar tanto? ¿Por qué?
Maray se acercó a Vanya y la rodeó con su brazo. Ella también estaba llorando. Saryon miraba al suelo, intentando dominar su culpabilidad y su deseo de venganza, y, a la vez, entender lo que había ocurrido.
-Pero... ¿Qué es lo que ha ocurrido? Yo... tenía que haber hecho algo más.
-Sólo hubieras muerto con ellos. No hubiera servido de nada, General.-Vanya iba recuperando el autocontrol paulatinamente. Sin duda, hablar con alguien en quien confiaba le estaba ayudando. -Ahora ya están muertos. Fueron lezzars, de eso estoy segura. Una cantidad enorme. Busqué gente viva durante un tiempo, pero no han dejado a nadie. Ni siquiera los cadáveres. Sólo los huesos, desperdigados. Se los han comido, Saryon. Devorados. Todos ellos. Se comieron hasta los cadáveres de los suyos. Nunca en mi vida había visto algo tan horrible... y os aconsejo que no vayáis a verlo con vuestros propios ojos. A mí aún me cuesta mantener la cordura. Pero debemos resistir, Saryon. He descubierto más cosas, y creo que algunas son muy importantes. Podríamos tener más problemas de los que crees. Creo saber el motivo por el que tenéis sospechas de que hay traidores en el Senado.
-¿Qué habéis averiguado?
-Deberíamos buscar algún sitio donde librarnos de este hedor. Nos ayudará a sobrellevar mejor esto.-Maray contenía el llanto como podía.
-Caminemos hacia la costa. Conozco un par de sitios por aquí donde podremos acampar y hablar con calma, si es que eso es posible. Además, la brisa del mar limpiará esta peste del aire.-La mente de Saryon estaba llena de imágenes de la gente que se había quedado. La culpa pesaba mucho en ese momento. De un modo u otro sabía que Vanya tenía razón. Si iba a la ciudad, jamás volvería. Y los vivos le necesitaban. Después de tantos años seguía asombrándose de la sabiduría de Clover.
Maray le cogió del brazo, lo cual le reconfortó más de lo que hubiera esperado.
-Saryon, debes seguir caminando. Tú no eres el culpable, y no podías haberlo evitado.-Su voz era pausada, serena.-Ahora debes pensar en cómo ayudar a los que siguen aquí.
-Lo sé, pero... pesa tanto. Son tantos los rostros... las voces...-Saryon notó en la boca el sabor salado de sus propias lágrimas.
-Eres fuerte, Saryon. Debes serlo. Mucha gente confía en ti.
-Eso es lo que pesa, Maray. Eso es lo que pesa.