Escrito por Sumiciu el xueves, 26 abril de 2007
Las horas pasan paso a paso y en cada paso una batalla. Son horas lentas cuando toman sabor amargo y haces de luces envenenados cuando acaricias el dulce con la mirada. Y, a intervalos, pasamos factura y balance de daños.
Algunos queremos creer, mantener la adolescencia intacta y rozar el síndrome de Peter Pan aferrándonos a la ingenuidad y a los puzzles de sueños rotos. Sueños de cristal que resquebrajamos de un puñetazo airado, periódicamente, al darnos cuenta de que no salen las cuentas.
Llega un momento en el que comprobamos que no nos salen las cuentas, que la reacción no corresponde a la acción y nos camuflamos bajo la careta de la cara de gilipollas que le queda a uno cuando sabe que no obtiene lo que merece. Llega el momento de cogerlo todo, meterlo en un saco y mandarlo todo a la mierda. Porque, por mucho desinterés que queramos encerrar, por mucho trabajo gratuito y sonrisas gratis; quien más y quien menos necesita su ración...recoger los besos, las miradas, los abrazos que intentaste semblar, soñar por una vez que se recibe todo aquello que no fuimos capaces a pedir.
A menudo, “ellos” se llevan la gloria, la justicia nos traiciona y nos devuelve la puñalada trapera. A menudo todo parece siempre igual; a menudo perdemos la noción del espejismoq ue da sentido a las cosas...y las cuestiones elementales atacan. Y nos asalta el ¿para qué?
Las luchas no tienen sentido, quizás lo único que tenga un mínimo de sentido sea el vivir luchando. Aunque nunca saldemos las cuentas, aunque luche por tí, al tiempo me ampute al exterior y acabe doblando las sábanas de la cama. Aunque no acabe las frases que empiezo contigo....Aunque nos quiten lo que es nuestro y además tengamos que agradecérselo, aunque la pólvora acampe en las entrañas y se cubra de polvo....aunque tengamos que ver como la mierda a menudo sobrepasa cabezas.
Las victorias son pocas, y muchas veces hay que contentarse con celebrar con una sonrisa alguna victoria ajena, o quizás tuya también...porque es justicia, porque se ha convertido, tristemente, en anormal que ganemos una guerra. Y es cuando me doy cuenta de que me he dejado el corazón en cualquier rincón y la memoria en la Plaza de Buenos Aires, de la misma patria que marca la tierra regada con nuestra sangre; porque ahí nuestra memoria, la que aquí se nos niega, sigue viva. Y mi pasión en vuestras manos que se acarician, porque yo sé que tenía (teníamos) razón, aunque mis esfuerzos fueran en baldre y lo entregase todo a cambio de nada. Así se hace todo más placentero cuando me acuesto con la mala suerte y me levanto con la venda en los ojos. Porque me queda el consuelo de que aunque sea lejos, y por un momento efímero...todo funciona como debiera.
Porque la vida es un jodida lucha, y (a NOSOTROS) casi siempre nos toca perder; sea en el campo de batalla, o en cualquier habitación....ser adolescente siempre, es como vencer. Y quieras que no, sé lo que me digo.
Algunos queremos creer, mantener la adolescencia intacta y rozar el síndrome de Peter Pan aferrándonos a la ingenuidad y a los puzzles de sueños rotos. Sueños de cristal que resquebrajamos de un puñetazo airado, periódicamente, al darnos cuenta de que no salen las cuentas.
Llega un momento en el que comprobamos que no nos salen las cuentas, que la reacción no corresponde a la acción y nos camuflamos bajo la careta de la cara de gilipollas que le queda a uno cuando sabe que no obtiene lo que merece. Llega el momento de cogerlo todo, meterlo en un saco y mandarlo todo a la mierda. Porque, por mucho desinterés que queramos encerrar, por mucho trabajo gratuito y sonrisas gratis; quien más y quien menos necesita su ración...recoger los besos, las miradas, los abrazos que intentaste semblar, soñar por una vez que se recibe todo aquello que no fuimos capaces a pedir.
A menudo, “ellos” se llevan la gloria, la justicia nos traiciona y nos devuelve la puñalada trapera. A menudo todo parece siempre igual; a menudo perdemos la noción del espejismoq ue da sentido a las cosas...y las cuestiones elementales atacan. Y nos asalta el ¿para qué?
Las luchas no tienen sentido, quizás lo único que tenga un mínimo de sentido sea el vivir luchando. Aunque nunca saldemos las cuentas, aunque luche por tí, al tiempo me ampute al exterior y acabe doblando las sábanas de la cama. Aunque no acabe las frases que empiezo contigo....Aunque nos quiten lo que es nuestro y además tengamos que agradecérselo, aunque la pólvora acampe en las entrañas y se cubra de polvo....aunque tengamos que ver como la mierda a menudo sobrepasa cabezas.
Las victorias son pocas, y muchas veces hay que contentarse con celebrar con una sonrisa alguna victoria ajena, o quizás tuya también...porque es justicia, porque se ha convertido, tristemente, en anormal que ganemos una guerra. Y es cuando me doy cuenta de que me he dejado el corazón en cualquier rincón y la memoria en la Plaza de Buenos Aires, de la misma patria que marca la tierra regada con nuestra sangre; porque ahí nuestra memoria, la que aquí se nos niega, sigue viva. Y mi pasión en vuestras manos que se acarician, porque yo sé que tenía (teníamos) razón, aunque mis esfuerzos fueran en baldre y lo entregase todo a cambio de nada. Así se hace todo más placentero cuando me acuesto con la mala suerte y me levanto con la venda en los ojos. Porque me queda el consuelo de que aunque sea lejos, y por un momento efímero...todo funciona como debiera.
Porque la vida es un jodida lucha, y (a NOSOTROS) casi siempre nos toca perder; sea en el campo de batalla, o en cualquier habitación....ser adolescente siempre, es como vencer. Y quieras que no, sé lo que me digo.
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